Las casetas del populoso mercado Mutualista en Santa Cruz comenzaron a quemarse la noche de ayer domingo, justamente al día siguiente de que los gremialistas anunciaron que no acatarán el anunciado paro de 48 horas decidido por la Gobernación y el Comité Cívico cruceños, a la cabeza de otras instituciones totalmente controladas por la derecha, como la Universidad Gabriel René Moreno. Aunque se desconocen las causas que originaron este desastre, llamó enormemente la atención que los pocos hidrantes de la zona no tenían agua, por lo que el fuego que inició en algunos puestos pudo extenderse rápidamente. Vanos fueron los esfuerzos de los comerciantes, que trataron de recuperar la mercadería que tenían en sus kioscos, arriesgando sus vidas. Con la llegada de los bomberos y colaboración de los mismos comerciantes se combatió el siniestro; luego, cuando arribó al lugar Luis Fernando Camacho, fue recibido con mucha hostilidad porque varios comerciantes abiertamente lo acusaron de estar detrás...
Por: Verónica Córdova
En 2014
despedimos a Gabriel García Márquez. En 2015 a Eduardo Galeano. En 2016 se nos
fue Fidel Castro, y ahora, en los descuentos de 2017, perdimos a Fernando
Birri. Seguramente hay muchos otros: adioses personales a gente amada y
cercana; adioses espirituales a seres que admiramos y que nos han marcado con
sus obras, sus ideas, sus ejemplos, aunque nunca hayamos tenido la fortuna de
estrecharles la mano para agradecer lo mucho que nos han dado.
La
utopía es como la línea del horizonte, decía Eduardo Galeano. Caminas 100
metros y ella se aleja 100 metros. Caminas 10 kilómetros y ella se aleja otro
tanto. ¿Para qué sirve entonces la utopía?, se preguntaba Galeano, desalentado.
Para eso mismo, le respondía Birri: Sirve para que caminemos. Bajo esa inspiración,
Fernando Birri, junto con Gabo y Fidel diseñaron un lugar donde pueda
realizarse la utopía del ojo y de la oreja: una escuela de creación y de vida,
una escuela de cine y televisión para estudiantes de África, Asia y América
Latina.
Fidel,
el hacedor, generó las condiciones materiales en Cuba. Gabo, el imaginador, se
encargó de despertar entusiasmo por ella alrededor del mundo, de reclutar
creadores y de contactar profesores. Birri, el maestro, disueñó su espíritu y
su didáctica y se convirtió en su primer director (disueñar: verbo propuesto
por Fernando Birri. Dícese de la acción de planear sin dejarse llevar por las
limitaciones del realismo. Disueñar es soñar activamente: soñar mientras se
trabaja por lograr lo que se sueña).
Fidel,
como el gran estratega que era, sabía perfectamente que el siglo XXI era el
siglo de las imágenes. Que en las décadas por venir ninguna batalla ideológica
y política podría ganarse sin el concurso fundamental de las historias que nos
cuenta el cine, que repite la televisión y que se multiplican por las redes
sociales. Por eso disueñó una escuela internacional de cine, años antes de
crear una escuela similar de medicina.
En la
primera graduación de los estudiantes de esa escuela, Fernando Birri les tomó
un juramento, inspirado en el que toman los médicos pero dedicado al inventor
de la Linterna Mágica, antecesora del cine. Si un ingeniero construye mal un
puente, ese puente se cae, decía entonces el maestro Birri. Si un médico cura
mal una enfermedad, ese enfermo se muere. Si un cineasta hace una mala
película, si se hace un mal programa de televisión, aparentemente no pasa nada.
Pero hay que desconfiar de la impunidad de las imágenes: “Pues qué son estas
imágenes audiovisivas sino el más efímero de los espejos, el más peligroso de
los espejos, un espejo capaz de reflejar los sueños, capaz de evocar en el
blanco de una pantalla el mundo universo, y hacerlo desaparecer de nuevo en un
nada blanca sin trazarse siquiera? Os pido ojos, orejas. Las imágenes pueden
también matar desmoronando secretas arquitecturas de la imaginación, sepultando
neuronas de conciencia bajo escombros de insensibilidad, venalidad,
mediocridad”.
Fidel,
como el gran estratega que era, sabía que las imágenes eran tan importantes
como la agricultura, el deporte y la ciencia. Gabo, como el gran imaginador que
era, sabía que en las décadas que vinieran las nuevas generaciones serían
educadas más por los sonidos y las imágenes que por las palabras. Birri, como
el gran maestro que era, hizo que las nuevas generaciones de cineastas juraran
al graduarse que no filmarán ni un solo fotograma que no sea como el pan
fresco, ni grabarán un solo milímetro de cinta sonora que no sea como el agua
limpia.
“¿Juráis que no desviareis vuestros ojos, que
no os tapareis los oídos frente a lo real maravilloso y lo real horrible de la
tierra de América Latina y el Caribe, África y Asia de la que estáis hechos y
de la cual sois fatalmente expresión?”, decía.
Hemos
jurado, y en homenaje a Fidel el hacedor, Gabo el imaginador y Birri el
disueñador, vamos a seguir luchando por que Bolivia sea imagen, sea sonido, sea
espejo. ¡Ley de Cine en el 2018!
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