Las casetas del populoso mercado Mutualista en Santa Cruz comenzaron a quemarse la noche de ayer domingo, justamente al día siguiente de que los gremialistas anunciaron que no acatarán el anunciado paro de 48 horas decidido por la Gobernación y el Comité Cívico cruceños, a la cabeza de otras instituciones totalmente controladas por la derecha, como la Universidad Gabriel René Moreno. Aunque se desconocen las causas que originaron este desastre, llamó enormemente la atención que los pocos hidrantes de la zona no tenían agua, por lo que el fuego que inició en algunos puestos pudo extenderse rápidamente. Vanos fueron los esfuerzos de los comerciantes, que trataron de recuperar la mercadería que tenían en sus kioscos, arriesgando sus vidas. Con la llegada de los bomberos y colaboración de los mismos comerciantes se combatió el siniestro; luego, cuando arribó al lugar Luis Fernando Camacho, fue recibido con mucha hostilidad porque varios comerciantes abiertamente lo acusaron de estar detrás...
Pudo
ser en las afueras de Tacna o en el valle de Chuquiago Marka, en las punas de
Catamarka o las costas de Iquique: pudo ser en cualquier camino, en cualquier
aldea del Tawantinsuyu que se repitiera este diálogo, en quechua, claro:
-
Dicen que el Inca ha sido capturado…
-
No mientas, el Inca no puede ser capturado.
-
Así es. Tienes razón. El Inca no puede ser capturado, pero lo han amarrado unos
karisiris que llegaron desde el norte, desde el Chinchaysuyu…
El
viento helaba, rasgaba la piel, en la apacheta. Era verano pero había nieve en
los cerros. Así siempre es, en los Andes.
-
Dime, ahora, ¿qué haremos?
-
Dicen que si juntamos todo el oro de los templos y se lo entregamos a ellos, lo
van a liberar a nuestro Incatuy.
-
¡Oro! ¿Eso quieren? ¡El oro es para Viracocha! ¡El oro es para Illapa! ¡El oro
es de Tunupa! El oro no es nuestro, el oro es de los dioses que nos protegen…
-
Pero eso quieren los karisiris a cambio del Inca, ¿acaso no has entendido?
-
Sí, ya entendí. Que así sea. Iré a juntar todo el oro que pueda. Con mi ayllu,
juntaremos montañas.
En
abril de 1532, Francisco Pizarro, gobernador, capitán general, adelantado y
alguacil mayor del Perú por las Capitulaciones de Toledo, desembarcó en Tumbes.
El 15 de noviembre de 1532 llegó a Cajamarca, donde fue recibido por el Inca
Atahualpa. Un día después, Pizarro lo capturó, a la vez que su tropa asesinaba
a miles de indios. Atahualpa permaneció prisionero. Ofreció colmar dos cuartos
de plata y uno de oro a cambio de su libertad. Eso sucedió y, sin embargo,
engañado y traicionado, fue ejecutado con garrote vil en la plaza de Cajamarca
el 26 de julio de 1533. No sólo mataron al Inca. Dieron inicio al desgarro que
sacude, hasta hoy, a nuestra América. Decía el James Joyce en su Ulises,
hablando de sus Irlandas, hablando de sus Dublines: nada bueno puede florecer
si es hijo de una traición.
La
traición, acá o allá, es lo mismo: sólo tapiza el camino hacia el manqha pacha,
el mundo de abajo sólo conduce al infierno. Lo único que restituye la fe y
repara la traición no es la esperanza, ni es la venganza: es la justicia.
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