Las casetas del populoso mercado Mutualista en Santa Cruz comenzaron a quemarse la noche de ayer domingo, justamente al día siguiente de que los gremialistas anunciaron que no acatarán el anunciado paro de 48 horas decidido por la Gobernación y el Comité Cívico cruceños, a la cabeza de otras instituciones totalmente controladas por la derecha, como la Universidad Gabriel René Moreno. Aunque se desconocen las causas que originaron este desastre, llamó enormemente la atención que los pocos hidrantes de la zona no tenían agua, por lo que el fuego que inició en algunos puestos pudo extenderse rápidamente. Vanos fueron los esfuerzos de los comerciantes, que trataron de recuperar la mercadería que tenían en sus kioscos, arriesgando sus vidas. Con la llegada de los bomberos y colaboración de los mismos comerciantes se combatió el siniestro; luego, cuando arribó al lugar Luis Fernando Camacho, fue recibido con mucha hostilidad porque varios comerciantes abiertamente lo acusaron de estar detrás...
La
Alianza para el Progreso, un plan para destruir al movimiento minero
El
plan desarrollista ideado por Estados Unidos, pretendía erradicar el comunismo
de las minas de Bolivia, para cuyo fin usó varias estrategias. Primero lo hizo
a través de la Alianza para el Progreso y luego con el Plan Triangular, que
incluyó entre los requisitos para el financiamiento norteamericano (vital para
sostener el gobierno de Víctor Paz Estenssoro), el retiro de los dos
principales dirigentes del centro minero de Siglo XX: Federico Escobar Zapata e
Irineo Pimentel, el despido de dirigentes y militantes de izquierda y la
eliminación física de los dirigentes más radicales. Estados Unidos había
instalado una especie de cabeza de playa en la Embajada en La Paz, con un
control directo sobre Palacio de Gobierno. El Embajador Sthepansky estaba
acompañado por el representante del Pentágono (Cnl. Fox), la NSA y la CIA.
EE.UU. tenía tres brazos operativos: USIS (Servicio de Comunicación), USAID
(Agencia para el Desarrollo) y los voluntarios del Peace Corps [1]. La
respuesta directa de los trabajadores mineros fue la resistencia activa contra
el Gobierno del presidente Víctor Paz Estenssoro, presionado a la vez por el
Gobierno de EE.UU., para neutralizar a la dirigencia sindical. El 3 de agosto
de 1963, se aprueba el decreto supremo de supresión del Control Obrero con
derecho a veto en las minas nacionalizadas, instruyendo a continuación el
despido selectivo de cien trabajadores, entre ellos los principales dirigentes.
El 6 de diciembre, el Congreso Minero de Colquiri decreta la ruptura con el
Gobierno del MNR, situación sui géneris al ser el líder máximo de la FSTMB,
Juan Lechín Oquendo, vicepresidente constitucional de la República. Al retornar
a sus distritos, se produjo una emboscada al camión de los dirigentes Federico
Escobar e Irineo Pimentel, los cuales son apresados y enviados a prisión.
El
Comité de Amas de Casa de Siglo XX, combativo y rebelde
Ciento
cuatro mujeres organizaron el Comité de Amas de Casa Mineras de Siglo XX, entre
1961 y 1987, formando un frente de apoyo al movimiento minero revolucionario y
de resistencia a las acciones de los gobiernos democráticos y dictatoriales que
se sucedieron en 26 años de esfuerzos, sacrificios y combates. Un grupo de 400
mujeres formaron un comité para reclamar la detención de sus esposos y
dirigentes. De aquellas, un total de 57 ocuparon la dirigencia del Comité,
siendo su primera presidenta Vilma Garret, quien presidió el Comité (ad hoc) de
Huelga femenino, organizado el 21 de junio de 1961. El 15 de agosto el Comité
protagonizó su primera huelga de hambre, en el hemiciclo de Diputados, con un
pliego petitorio de tres puntos: “pago de salarios por el mes de julio,
abastecimiento de pulperías y libertad de dirigentes sindicales” [2]. Era una
organización radical, “conformada por el cuadro de mujeres del partido comunista
que encabezaron y dijeron que se conforme el comité ad hoc” [3]. Al igual que
los sindicatos de trabajadores, el Comité de Amas de Casa de Siglo XX, fue
objeto de persecución lo que obligó a trabajar en la clandestinidad en dos
oportunidades, durante la dictadura de Banzer (1974-1977) y la de García Meza
(1980-1982). Durante la dictadura de Banzer, el Comité clandestino integró la
Huelga de Hambre de 1977-1978, que fue decisiva para derrocar al dictador. En
1986, el Comité adquiere otra dimensión con la fundación del Comité Nacional de
Amas de Casa Mineras, con su primera presidenta Norma de Salguero, que aglutinó
a los comités de los centros mineros.
Jeroma
formó parte del núcleo de mujeres que dirigió el movimiento femenino minero.
Afirma que al principio “era observadora más que todo. No componía de ningún
partido político, es decir, legamente activa”. El Comité de Amas de Casa fue
conformado por el Partido Comunista de Bolivia, “y entre ellas estaban esas dos
señoras más activas, que eran Doña Flora de Quiroga, como también la señora
Norberta de Aguilar”. Eran mujeres formadas políticamente, muchas veces con la
ayuda de universitarios y dirigentes políticos lograron formarse como cuadros
políticos. El control del Comité de Amas de Casa por mujeres de vestido,
provocó el reclamo de María Fernández de Valeriano: “Mayormente en esa época
tomaron los cargos las señoras de vestido, aunque las de pollera éramos muchas
(…) por ser de pollera, a un principio fuimos discriminadas”. Pero ese no era
el problema principal, sino la reacción de los esposos. Justina Rocabado de
Guevara, era una joven que anhelaba ser dirigente, “pero los maridos siempre
eran machistas, eran dueños de nosotras y no nos dejaban participar. Mi esposo
era bien celoso, no me dejaba salir. Había veces cuando me pegaba, me daba un
revés, o algo, diciendo: ‘¿Otra vez vas a salir? Te han visto gritando’. Ella
se defendía: ‘¿Pero en qué estoy fallando en tu hogar? En todo cumplo, mi casa
está como un espejo, ¿de qué me vas a pegar?’” Pero la aversión a que las
mujeres se inmiscuyan en política venía también de las mujeres de las ciudades,
como recuerda Norma Arancibia de Salguero: “cuando hemos ido al parlamento esas
mujeres no nos dejaban hablar, decían ‘que se vayan a sus casas estas mineras
chi’jllosas (sucias). Vayan a cocinar’” [4]. El Comité de Amas de Casa Mineras
tenía un enemigo acérrimo: la Iglesia, que formó un grupo de choque, el
Movimiento Cristiano Femenino, para acosar a las mujeres mineras. Y, para
cerrar el círculo, el Gobierno las había identificado como “peligrosas” y
“subversivas” y tomó represalias despidiendo a sus esposos y echando a sus
familias a la calle. Nada detuvo a estas aguerridas amas de casa.
Estas
sorprendentes mujeres eran también cuidadosas con los documentos. Entre las que
destaca está Elena Vidal de Enríquez que guardó las actas del Comité formando
un verdadero Archivo, que se complementó con los papeles que recogió Domitila
de Chungara. Por su parte, Jeroma, escribió una “Historia de la participación de
las mujeres en las minas”, texto que presentó en la celebración de las Bodas de
Plata del Comité de Amas de Casa Mineras, en 1986 [5]. Paulatinamente el Comité
fue reconocido por la dirigencia sindical que le asignó tareas de apoyo, tales
como cuidar y vigilar las instalaciones y bienes sindicales en casos de
emergencia, aprovisionar alimentos, coca y cigarros a los trabajadores cuando
enfrentaban a los militares, con una visión patriarcal y paternalista que
impedía al Comité actuar de manera protagónica en las luchas sindicales. Con la
crisis de los rehenes, el sindicato rompió su viejo esquema al delegar a las
mujeres el control y seguridad de los rehenes. El Comité consolidó su accionar
y rebasó sus propias expectativas al asumir la huelga de hambre como el más
poderoso instrumento para doblegar a las autoridades de la Comibol e incluso
derrocar a los dictadores. Una de las acciones más dramáticas de las mujeres
fue su participación en la Batalla de Sora Sora, que tenía el objeto de impedir
el asalto del ejército a las minas de Huanuni y Siglo XX. Los mineros, formados
en milicia, habían tomado los cerros de Sora Sora impidiendo el avance de las
tropas. Éstas emboscaron a la vanguardia minera que viajaban al lugar de los
hechos en un camión. Los mineros heridos no podían ser evacuados y los
camilleros se resistían a ingresar al campo de batalla para precautelar sus
vidas de los francotiradores militares. Dos mujeres, Domitila de Chungara del
Comité de Amas de Casa de Siglo XX y la Secretaria General del Comité de Amas
de Casa de Huanuni, tomaron los mandiles blancos de los camilleros, se armaron
de banderas blancas y fueron a recoger y auxiliar a los heridos, ante la mirada
atónita de los jefes militares que ordenaron disparar al aire para
ahuyentarlas. Solo cuando terminaron de recoger al último herido, dejaron el
campo de Sora Sora. Estas dos mujeres estaban embarazadas, la primera de cuatro
meses y la segunda de ocho, lo que muestra su coraje y valentía singular.
La
crisis de los rehenes: prueba de fuego del Comité de Amas de Casa
Daniel
Plaza, dirigente del PCB, organiza de inmediato la milicia minera armada de
viejos rifles del 32 y dinamitas, con las que asalta las oficinas
administrativas de la empresa en Catavi y Siglo XX y toma 30 rehenes, entre ellos
a Thomas Martin (USIS), Bernard Rifkin y Michael Kristula (Asesores laborales
de USAID) y Robert Fergerstrom (voluntario del Cuerpo de Paz). “Eran 150 a 200
mineros exaltados”, dice uno de los rehenes. El 13 de diciembre de ese año, la
dirigente el Comité de Amas de Casa de Siglo XX, Jeroma Jaldín de Romero, asume
el control y el destino de los rehenes, “que fueron secuestrados por los
mineros en un intento desesperado de canjearlos por dos dirigentes sindicales
de izquierda”. No hay certeza en el número de rehenes. Se habló de 30 y 17,
indistintamente [6].
El
gobierno de René Barrientos impuso el “Sistema de Mayo” (1965), con el despido
de dirigentes sindicales y militantes de partidos de izquierda, una “masacre
blanca” para depurar las filas de los trabajadores. Valerio, junto a otros
dirigentes fue retirado y figuró en las “listas negras” del régimen. Su familia
fue echada del campamento minero en septiembre de 1965, con destino a Oruro y
desde allí a Cochabamba, donde compraron un lote de terreno en las afueras de
la ciudad, hoy un barrio acogedor.
Domitila
Barrios de Chungara, una mujer de las minas

Fruto
de su agitada vida sindical y política, atesoró documentos que testimonian esa
trayectoria. La antropóloga María Lagos, usó parte de ese archivo en la obra
testimonial sobre el Comité de Amas de Casa Mineras. Pero si cultivó la
paciencia del archivista, fue también muy rigurosa con la memoria y sobretodo
audaz con la palabra, que la retrata de cuerpo entero, cuando interpeló a la
audiencia de la Conferencia Internacional de la Mujer, en México D.F., en 1975:
“…si me permiten hablar…” Aquella actitud irreverente, ante un congreso
internacional de mujeres, trastocó la historia de las organizaciones feministas
internacionales, si bien fueron y son solidarias con países pobres y los
movimientos obrero-populares, sin embargo se protocolizaron al extremo de
impedir que tomaran la palabra las representantes de las bases sociales. “Si me
permiten hablar” es una interpelación al feminismo de aquella época, sin duda.
La antropóloga brasilera Noema Viezzer, recuperó y proyectó el testimonio de
Domitila Chungara, rescató con ella la historia de las luchas sociales de las
minas bolivianas, desde la perspectiva de las mujeres, invisibilizadas por los
propios trabajadores y perseguidas por los dictadores que se turnaron en
palacio de gobierno. No podía pensar en un mejor título que sus propias
palabras: “Si me permiten hablar”, interpelando esta vez a la clase intelectual
que suele ser muy cómoda creando historias y análisis en sus confortables
centros de investigación.
Se
puede afirmar que la historia oral tuvo una época de oro a partir del
“testimonio de Domitila, una mujer de las minas de Bolivia”, como subtituló
aquella obra testimonial la antropóloga brasilera Noema Viezzer [7]. Un
testimonio que tomó por asalto las librerías y desde allí logró sitial
preferido en las bibliotecas de los centros universitarios y los gabinetes de
los intelectuales comprometidos. Nunca mujer de pueblo tuvo la oportunidad de
interpelar a la clase política aceptando la candidatura a la Vicepresidencia
por el Frente Revolucionario de Izquierda, acompañando al dirigente campesino
Casiano Amurrio. Cuando se le consultó las razones para aceptar una candidatura
en el partido de aquel viejo político, controversial y sinuoso, Oscar “Motete”
Zamora Medinacelli, afirmó que aceptó el cargo en memoria a Federico Escóbar
Zapata, el intachable líder minero, fundador del Partido Comunista Marxista
Leninista. En 2011 fue condecorada con el Cóndor de Los Andes, en homenaje a
las cinco mujeres mineras que iniciaron la Huelga de Hambre del 28 de diciembre
de 1977, que fue determinante para la caída de la dictadura militar.
Gracias
al testimonio de Domitila Barrios de Chungara y a los que recogió María L.
Lagos de las sobrevivientes del Comité de Amas de Casa de Siglo XX, se logró
recuperar para la historia, las vidas de Vilma de Garret, Norberta Aguilar,
Flora de Quiroga, María Careaga, Angélica de Osorio, Cinda de Santiesteban,
Simona Rojas Ritt de Lagrava, Elena Vidal de Enríquez, Alicia Chavarría de
Escobar, Justina Rocabado de Guevara, Eugenia Azcuy de Hurtado, Prima Prado de
Osorio, Jerónima Jaldín de Romero, Norma Arancibia de Salguero, Julia Cruz de
Siles, María Fernández de Valeriano y Brígida Fernández de Velarde.
Sus
sufridas trayectorias y el legado documental y testimonial que nos han dejado,
permitirán comprender mejor la historia, sobre todo por las nuevas generaciones
que gozan de la democracia conquistada por los trabajadores mineros y las Amas
de Casa, heroínas modernas de nuestra historia contemporánea.
1 Véase: Thomas Field: Minas, balas y gringos.
Bolivia y la Alianza para el Progreso en la era de Kennedy. La Paz, Biblioteca
Laboral, 2016, No. 27; p. 270.
2 Presencia, 15.8, 1961, p. 5.
3 Testimonio de Geroma Jaldín de Romero, en
María Lagos (2006): Nos hemos forjado así: al rojo vivo y a puro golpe.
Historias del Comité de Amas de Casa de Siglo XX. La Paz, Plural, p. 37.
4 Moema Viezzer: ‘Si me permiten hablar…
Testimonio de Domitila, una mujer de las minas de Bolivia’. México, Siglo XXI,
1978.
5 El valioso manuscrito fue publicado por
María Lagos (2006): Nos hemos forjado así: al rojo vivo y a puro golpe.
Historias del Comité de Amas de Casa de Siglo XX. La Paz, Plural. P. 31-36.
6 Ibidem, p. 83.
7 Moema Viezzer: ‘Si me permiten hablar…
Testimonio de Domitila, una mujer de las minas de Bolivia’. México, Siglo XXI,
1978.
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