Las casetas del populoso mercado Mutualista en Santa Cruz comenzaron a quemarse la noche de ayer domingo, justamente al día siguiente de que los gremialistas anunciaron que no acatarán el anunciado paro de 48 horas decidido por la Gobernación y el Comité Cívico cruceños, a la cabeza de otras instituciones totalmente controladas por la derecha, como la Universidad Gabriel René Moreno. Aunque se desconocen las causas que originaron este desastre, llamó enormemente la atención que los pocos hidrantes de la zona no tenían agua, por lo que el fuego que inició en algunos puestos pudo extenderse rápidamente. Vanos fueron los esfuerzos de los comerciantes, que trataron de recuperar la mercadería que tenían en sus kioscos, arriesgando sus vidas. Con la llegada de los bomberos y colaboración de los mismos comerciantes se combatió el siniestro; luego, cuando arribó al lugar Luis Fernando Camacho, fue recibido con mucha hostilidad porque varios comerciantes abiertamente lo acusaron de estar detrás...
Derrotar
y asimilar. Así se llamó la estrategia que se usó a fines del 2009, durante la
campaña electoral, cuando la Unión Juvenil Cruceñista fue asimilada por el MAS.
En ese tiempo de oposición violenta y ciega al Gobierno del presidente Evo, esa
especie de alianza con la fuerza de choque del comité cívico resultó
escandalosa a ambos extremos del escenario político.
Vista
desde la frialdad de la estrategia, era necesaria para implosionar las redes de
conveniencias y las viejas relaciones al interior del cruceñismo más radical.
Vista desde los movimientos sociales, cómo era posible que quienes les habían
perseguido, amenazado, insultado y agredido, pudieran ahora decirse parte del
proceso.
Dice
que en la política hay que aprender a tragarse sapos, y los dirigentes de los
movimientos sociales tuvieron que aprender temprano la lección.
Pero
a corto plazo, no solo se trató de aceptar a los matones de la derecha, que
ahora competían con los militantes históricos por la mirada de los líderes. Se
trató también de aceptar que una dosis de pragmatismo es necesaria para
mantenerse en el poder.
Pero
¿cuánto pragmatismo? Eso quedó al criterio de cada quien, porque en los apuros
de la campaña, la discusión no fue profunda ni se agotó.
Después,
‘derrotar y asimilar’ permitió alianzas con los empresarios y con los más
diversos sectores de esta compleja red de intereses que llamamos Bolivia.
Personalmente, pienso que esa es una de las claves de la gestión del
presidente, que ha logrado un entendimiento claro de nuestra diversidad.
Pero
es un problema cuando esa asimilación sucede solamente en los gestos, en el
discurso, en la presencia de los asimilados en los espacios de decisión. La
asimilación, para alimentar el proceso de cambio (más allá de la gestión
gubernamental inmediata) debe ser orgánica; es decir debe contagiar el
organismo vivo de las personas y de las organizaciones que se suman.
Lo
vemos a cada paso, cuando los controles institucionales fallan, cuando se
denuncia corrupción, cuando no se ejecutan los presupuestos, cuando surgen
conflictos violentos al interior del mismo pueblo: asimilar no es aumentar una
silla en la reunión.
Asimilar
demanda un proceso de reflexión y cuestionamiento, un periodo de deconstrucción
antes de que surja lo nuevo. Asimilar implica formación política e
ideologización. Cuando eso no se da ¿quién cambia a quién?
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