Las casetas del populoso mercado Mutualista en Santa Cruz comenzaron a quemarse la noche de ayer domingo, justamente al día siguiente de que los gremialistas anunciaron que no acatarán el anunciado paro de 48 horas decidido por la Gobernación y el Comité Cívico cruceños, a la cabeza de otras instituciones totalmente controladas por la derecha, como la Universidad Gabriel René Moreno. Aunque se desconocen las causas que originaron este desastre, llamó enormemente la atención que los pocos hidrantes de la zona no tenían agua, por lo que el fuego que inició en algunos puestos pudo extenderse rápidamente. Vanos fueron los esfuerzos de los comerciantes, que trataron de recuperar la mercadería que tenían en sus kioscos, arriesgando sus vidas. Con la llegada de los bomberos y colaboración de los mismos comerciantes se combatió el siniestro; luego, cuando arribó al lugar Luis Fernando Camacho, fue recibido con mucha hostilidad porque varios comerciantes abiertamente lo acusaron de estar detrás...
Por: Ilka Oliva Corado
La servidumbre, la sirvienta, la criada,
la muchacha, la ayuda, la nana, la cholera, la chacha, la gata, la mucama; a la
empleada doméstica se le conoce con infinidad de nombres, despectivamente. Sin
embargo es la empleada más importante, paradójicamente también es la mal
pagada, la explotada y la esclavizada en un modelo de sociedad que utiliza a
los parias como trampolín; como escalera, como el soporte más importante para
sostener la explotación de unos para beneficio de otros. Infinidad de teorías,
estudios, conceptos y definiciones se pueden escribir en tomos de tomos, para
justificar la existencia de la sirvienta, sin embargo este trabajo no tiene
justificación alguna; es la explotación de una mujer para que otra logre el
beneficio de la realización profesional y personal. Un sistema que
milenariamente ha mantenido el modelo funcional a las minorías.
Gracias a que estructuralmente se he la
negado el acceso a la educación a los parias y a las mujeres en particular,
miles de niñas, adolescentes y mujeres se ven obligadas a trabajar en el
servicio doméstico, situación que beneficia a muchas familias de la clase
media, la burguesía y la oligarquía a quienes en muchos casos les importa un
comino la equidad y la igualdad social, porque la inexistencia de éstas las
beneficia. Y así es como vemos, a feministas y a defensoras de derechos humanos,
que no están excluidas del sistema y forman parte de éste muchas veces adrede
porque “qué culpa tienen ellas si ya estaba así cuando nacieron y para qué
ponerse a pelear con él” , las vemos asistiendo a conferencias, dictando
seminarios sobre la equidad y los derechos de la mujer, sobre el acceso a la
educación, mientras en sus casas hay otras; cuidando a sus hijos, limpiando su
casa, planchando su ropa, limpiando sus baños y trapeando sus pisos. Otra que
gracias al sistema de la explotación no gana ni el salario mínimo y una
carencia de beneficios laborales. Y vemos cómo milenariamente, familias
completas logran el desarrollo, la oportunidad de acceso a la educación
superior, mientras otras les sirven de soporte, de piso, de almohada. Esa
almohada suave que las cobija y les cuida el sueño a cambio del dolor de ser
explotada, insultada, tratada como un mueble viejo, no como persona.
Una sirvienta que no se cansa nunca, que
no llora nunca, a la que no le duele nada, una sirvienta que no piensa, no ve,
no escucha y no habla, solo cuando tiene que decir: sí, señora, sí patrona.
Porque si siente, si escucha, si habla, si interactúa como persona será
despedida; por abusiva, por salida, por igualada. Por eso existe la sirvienta,
por eso existe el trabajo de la servidumbre, porque son tumbas que además
limpian la porquería de sus empleadores. Y si vamos más allá, también son la
cama para enfriar las calenturas del patrón, sus amigos y sus hijos. Mientras
la patrona y sus hijas logran asistir a la escuela, a la universidad,
desenvolverse profesionalmente, la empleada doméstica se pudre entre cuatro
paredes, se pudre entre los pisos sucios y las ollas por lavar.
Una empleada doméstica que también tiene
sueños, que también anhela, que también siente. Una niña, una adolescente y una
mujer que sueñan con asistir a la escuela, a la universidad, con cambiar de
vida. Madres que tienen hijas que también serán sirvientas, muchas veces de las
hijas y de las nietas de sus patronas. Una cadena de injusticia social que
beneficia a unas y explota a otras.
¿Porque quién en sus cinco sentidos,
quisiera trabajar de sirvienta en lugar de tener acceso a la universidad y
realizar sus sueños? ¿Quién cambiaría un escritorio de universidad por un
cepillo de lavar baños? ¿Quién cambiaría un salario justo por la explotación de
no tener derechos laborales? Y vemos a través de la historia del tiempo el
avance que ha tenido la mujer como género cuando se coloca en el foco a las
profesionales y que han salido del hogar para desarrollarse profesionalmente,
pero quedan en la oscuridad las miles de parias que son el soporte en la
invisibilidad de la explotación. ¿Existe realmente el avance en derechos de
género? Tal vez para unas, dependiendo su condición social. Porque el paria,
será paria en cualquier lugar. Con esto no quiero decir en ningún momento que
el trabajo del hogar corresponda exclusivamente a la mujer, no se trata de
alimentar estereotipos, pero aquí el punto es otro.
Y vemos doctoras, ingenieras, docentes,
periodistas, feministas, escritoras, artistas, deportistas de alto rendimiento,
empresarias muy exitosas y reconocidas por su humanidad y la excelencia en su
trabajo, éxito logrado por esfuerzo propio y el soporte de una niña,
adolescente y mujer que no pudo desarrollarse porque su condición de paria la
obligó a trabajar en la servidumbre. ¿Injusticias de la vida, del sistema?

Que estas mujeres tengan el derecho a un
salario justo, de vacaciones pagadas, de los bonos de los que gozan los
empleados de cualquier empresa, de los días de enfermedad, del servicio médico.
Del horario de entrada y salida con horas extras. Que tengan todos, todos los
beneficios laborales. Es lo mínimo que se puede hacer con personas tan
importantes en la sociedad. Y es urgente también que deje de existir la
explotación infantil, estas niñas y adolescentes no deberían estar trabajando
en casas, deberían estar estudiando.
¿Qué sucedería con estas mujeres
profesionales el día que quede abolido el trabajo de la servidumbre? ¿Se
organizarán en casa con sus familias y ellos mismos limpiarán su propia mierda?
Dudo que esto llegue a suceder, porque de la servidumbre se aprovecha el chucho
y el coche, ¿y quién en su sano juicio quiere perder privilegios? Ojalá, algún
día, en la memoria familiar y en la memoria colectiva se recuerde quiénes desde
las sombras fueron el soporte para el desarrollo de tantas mujeres a través del
tiempo.
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