Las casetas del populoso mercado Mutualista en Santa Cruz comenzaron a quemarse la noche de ayer domingo, justamente al día siguiente de que los gremialistas anunciaron que no acatarán el anunciado paro de 48 horas decidido por la Gobernación y el Comité Cívico cruceños, a la cabeza de otras instituciones totalmente controladas por la derecha, como la Universidad Gabriel René Moreno. Aunque se desconocen las causas que originaron este desastre, llamó enormemente la atención que los pocos hidrantes de la zona no tenían agua, por lo que el fuego que inició en algunos puestos pudo extenderse rápidamente. Vanos fueron los esfuerzos de los comerciantes, que trataron de recuperar la mercadería que tenían en sus kioscos, arriesgando sus vidas. Con la llegada de los bomberos y colaboración de los mismos comerciantes se combatió el siniestro; luego, cuando arribó al lugar Luis Fernando Camacho, fue recibido con mucha hostilidad porque varios comerciantes abiertamente lo acusaron de estar detrás...
Por: Carla Espósito Guevara
Esta semana Inglaterra hizo noticia. Estuvo en la primera plana de los
periódicos del mundo por dos hechos fundamentales: el
triunfo del Brexit y el devastador informe Chilcot sobre la participación de ese
país en la invasión a Iraq el 2003. El primer hecho, si bien expresa la
posición de ciertos grupos ultranacionalistas que se refugian en la imagen
nostálgica del imperio británico, también puede leerse como una crítica de los
ciudadanos indignados con lo que la Unión Europea se ha convertido en manos de
Bruselas, del Banco Central Europeo y del FMI. Pero el segundo es, sin lugar a
dudas, uno de los hechos más indignantes de la historia contemporánea, pues muestra
en su más cruda desnudez, la forma impune en que las grandes potencias se
arrogan el derecho a decidir sobre la vida de otro país.

Es bueno recordar que aquella
invasión fue realizada sin la autorización del Consejo de Seguridad de Naciones
Unidas, -que autorizó otras, pero no esta
guerra en particular-, por tanto se cometió bajo el amparo y tutela de la OTAN.
El principal argumento de la campaña bélica contra Iraq fue que el régimen de
Sadam Husssein contaba con armas de destrucción masiva, que nunca fueron
encontradas. El segundo argumento fue la “malignidad del régimen” iraquí (Giordano)
y el escaso respeto a los derechos humanos dentro de ese país, aunque los
derechos humanos tampoco se respetan en Arabia Saudita, ni en Israel, pero
frente a eso los aliados hacen la vista gorda. El ejemplo más socorrido fue el
uso de armas químicas contra los kurdos proiraníes, al final de la guerra
contra Irán en 1998. En aquel entonces Estados Unidos era aliado de Iraq y,
junto con varios países europeos, entre ellos Gran Bretaña, proporcionó a
Hussein una enorme ayuda de programas de armamiento. Es decir, primero lo armó
y luego lo masacró por armado.
La respuesta de Tony
Blair fue que gracias a esa invasión ahora tenemos un mundo más seguro: “sencillamente
creo que hemos actuado de buenos motivos... creo sinceramente que estaríamos en
una situación peor si no hubiéramos actuado de esa manera...” dijo. No obstante, trece años después de la guerra
lo que tenemos es cerca de un millón personas muertas, según datos oficiales
que pueden ser conservadores, un país en caos, devastado, dividido,
completamente destruido, con grandes áreas bajo el control del Ejército
Islámico que todavía se encuentra luchando por controlar la violencia desatada
por una guerra que ha esparcido el terrorismo por todo el Oriente Medio y más
allá.
Las guerras contra Iraq
(1991 y 2003) y luego la guerra en Afganistán, Libia, Siria, Yemen, etc, son
capítulos del largo despliegue de un nuevo modelo de guerra global cuyo fin es
el establecimiento de un orden mundial bajo la tutela de Estados Unidos y sus aliados
(Gran Bretaña, Francia, Alemania) con la consiguiente apropiación de las
reservas petroleras de estos países. Es difícil entender esas guerras sin
comprender los intereses de la economía petrolera y los enormes beneficios que
produce para las elites de los negocios de petróleo y armamento. Pero estas
guerras revelan además la nueva forma del colonialismo y expansión imperialista
en el mundo que consiste en la manipulación de los precios del petróleo y del
mercado del petróleo a través de la creación de conflictos bélicos en distintos
países. No resulta extraño que al final de esas guerras Estados Unidos y Gran
Bretaña resultaron como grandes exportadores de petróleo. Dos compañías de
petróleo británicas (Shell y BOP) están entre las más grandes del mundo.
Hoy Tony Blair está en
el banquillo de los acusados por apoyar y participar en la guerra de Iraq. Probablemente
la imagen que más recordemos todos de ese ataque sea aquella en que los aliados
derrumban la estatua de Sadam Hussein, acto simbólico retransmitido en directo por las cadenas de
televisión a todos los rincones del planeta como testimonio de la caída del régimen de Sadam. Pero nadie
recuerda ni una sola imagen de la enorme masacre que significó este ataque.
Ojala el informe Chilcot ayude a la humanidad a recuperar la memoria de este y
otros horrores de la historia, para que dejen de ocurrir y si ocurren –que lo
harán-, para que el mundo no deje de indignarse.
y Twitter: @escuelanfp
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