Las casetas del populoso mercado Mutualista en Santa Cruz comenzaron a quemarse la noche de ayer domingo, justamente al día siguiente de que los gremialistas anunciaron que no acatarán el anunciado paro de 48 horas decidido por la Gobernación y el Comité Cívico cruceños, a la cabeza de otras instituciones totalmente controladas por la derecha, como la Universidad Gabriel René Moreno. Aunque se desconocen las causas que originaron este desastre, llamó enormemente la atención que los pocos hidrantes de la zona no tenían agua, por lo que el fuego que inició en algunos puestos pudo extenderse rápidamente. Vanos fueron los esfuerzos de los comerciantes, que trataron de recuperar la mercadería que tenían en sus kioscos, arriesgando sus vidas. Con la llegada de los bomberos y colaboración de los mismos comerciantes se combatió el siniestro; luego, cuando arribó al lugar Luis Fernando Camacho, fue recibido con mucha hostilidad porque varios comerciantes abiertamente lo acusaron de estar detrás...
Por: Mark
Weisbrot
Luis
Almagro, el actual Secretario General de la Organización de Estados Americanos
(OEA), ha abusado de su cargo y de su autoridad de una manera más flagrante e
indignante que cualquier otro de sus predecesores de los últimos años. Su falta
de juicio y su desconocimiento de las reglas de la diplomacia lo hacen
parecerse a Donald Trump. Y al igual que Trump, es percibido cada vez más como
una vergüenza dentro de la organización que representa.
A lo
largo de los años, Washington ha manipulado a la OEA muchas veces en búsqueda
de cambios de regímenes. Solo por citar ejemplos del siglo XXI, se pueden
incluir Haití (2000–2004 y 2011); Honduras (2009) y Paraguay (2012). Fue en
respuesta a la manipulación de la OEA por parte de Washington, durante la
consolidación del golpe militar de 2009 en Honduras, que se creó la Comunidad
de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC), la cual incluye a todos los
países del hemisferio con excepción de Estados Unidos y Canadá.
Pero en
los casos arriba mencionados, Washington tenía que fingir estar haciendo otra
cosa que llevando a cabo campañas políticas en contra de gobiernos soberanos. Almagro
es mucho más descarado.
En el
presente su meta principal es deshacerse del gobierno actual de Venezuela. En
vísperas de las elecciones de la Asamblea Nacional en diciembre pasado, trabajó
sin descanso intentando convencer a los medios de comunicación y al mundo de
que el gobierno iba a manipular los resultados electorales. Cuando los
resultados fueron reconocidos universalmente como limpios y transparentes, no
pidió disculpas pero simplemente cambio su táctica.
El
último ataque de Almagro incluye invocar la Carta Democrática de la OEA, la
cual le permite a la organización intervenir cuando existe una “alteración del
orden constitucional que afecte gravemente el orden democrático en un Estado
Miembro”. No importa que Venezuela todavía tenga un Presidente electo
democráticamente, contrariamente a Brasil en donde un grupillo de políticos
corruptos manipuló las ramas legislativas y judiciales del gobierno para
expulsar al jefe del Estado como parte de un esfuerzo desesperado para no ser
investigados por corrupción. El ataque de Almagro es político, no es en defensa
de la democracia. Se trata de los planes regionales de Washington y de sus aliados
de la derecha.
Demostrando
una profunda falta de respeto a las normas políticas de América Latina, Almagro
publicó un artículo de opinión del Washington Post escrito por Jackson Diehl en
la página web de la OEA. El artículo alababa a Almagro por “revitalizar a la
OEA” con sus cruzadas en contra de un país miembro. No es más apropiado para el
jefe de la OEA hacer campaña en contra de un país miembro como lo podría ser
para el jefe de la Comisión Europea de hacer lo mismo en Europa.
Existe
una tradición histórica en América Latina que valora la soberanía nacional y la
autodeterminación, por más incomprensibles y desestimados que estos conceptos
sean para Washington. Diehl es un ultra neoconservador, un defensor de la
supremacía estadounidense que utiliza las páginas editoriales del Washington
Post para despotricar contra casi todos los gobiernos de izquierda de la región
y para apoyar la intervención militar en todos los lugares que puedan servirle
a los “intereses estadounidenses”. Fue uno de los defensores más notorios y
vocales de la invasión de Irak en 2003, publicando 27 artículos editoriales en
apoyo a la guerra durante los 6 meses previos a la invasión.
Para
cualquier latinoamericano informado, estar orgulloso de ser alabado por alguien
como Jackson Diehl, es el equivalente al infame tweet de Trump que citaba a
Mussolini.
Existen
consecuencias inmediatas y de alto riesgo en los actos malintencionados y el
abuso de poder de Almagro. Venezuela está enfrentada a una crisis económica y
política y el país está dividido políticamente. La oposición en Venezuela
también está dividida; al igual que durante todo el siglo XXI, algunos abogan
por el cambio pacífico electoral mientras que otros quieren derrocar al
gobierno. Un líder normal de la OEA haría lo que está haciendo la Unión de
Naciones Suramericanas (UNASUR) — intentar promover el diálogo entre dos
fuerzas opuestas. Debido a que el principal grupo opositor (MUD) y otros
líderes de oposición se han negado a reunirse con el gobierno, la UNASUR incorporó
a José Luis Rodríguez Zapatero (ex Primer Ministro español), Martín Torrijos
(ex Presidente de Panamá) y a Leonel Fernández (ex Presidente de República
Dominicana) para reunirse con los dos lados y de esa manera facilitar el
diálogo.
Pero a
Almagro no le interesa promover el diálogo; está más interesado en utilizar a
la OEA y su alcance mediático para deslegitimar al gobierno de Venezuela, un
objetivo que Washington persigue desde hace 15 años.
La
impaciencia con Almagro dentro de la OEA está creciendo. Muchos gobiernos lo
han criticado públicamente y algunos han pedido su renuncia. Incluso fue
denunciado por el ex Presidente de Uruguay Pepe Mujica, a quien sirvió como su
Ministro de Relaciones Exteriores.
Pero lo
más importante es que en junio, 19 países (la mayoría de la membresía de la
OEA) instruyeron al Consejo Permanente de la OEA a evaluar el comportamiento
del Secretario General. Esto tenía que haber ocurrido hace tiempo y ojalá
conlleve a un cambio de liderazgo.
Mark
Weisbrot es codirector del Centro de Investigación en Economía y Política
(Center for Economic and Policy Research, CEPR) en Washington, D.C. y
presidente de la organización Just Foreign Policy. También es autor del nuevo
libro “Fracaso. Lo que los ‘expertos’ no entendieron de la economía global”
(2016, Akal, Madrid).
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