Las casetas del populoso mercado Mutualista en Santa Cruz comenzaron a quemarse la noche de ayer domingo, justamente al día siguiente de que los gremialistas anunciaron que no acatarán el anunciado paro de 48 horas decidido por la Gobernación y el Comité Cívico cruceños, a la cabeza de otras instituciones totalmente controladas por la derecha, como la Universidad Gabriel René Moreno. Aunque se desconocen las causas que originaron este desastre, llamó enormemente la atención que los pocos hidrantes de la zona no tenían agua, por lo que el fuego que inició en algunos puestos pudo extenderse rápidamente. Vanos fueron los esfuerzos de los comerciantes, que trataron de recuperar la mercadería que tenían en sus kioscos, arriesgando sus vidas. Con la llegada de los bomberos y colaboración de los mismos comerciantes se combatió el siniestro; luego, cuando arribó al lugar Luis Fernando Camacho, fue recibido con mucha hostilidad porque varios comerciantes abiertamente lo acusaron de estar detrás...
Por: José Antonio Gutiérrez D.
El
intento de golpe de Estado que lideró un grupo de oficiales medios del ejército
turco la noche del 15 de Julio, que tuvo su epicentro en Estambul y Ankara, y
que fue fácilmente derrotado por sectores leales al presidente islamista Recep
Tayyip Erdoğan, liderados por la fuerza policiales, representa una nueva
muestra de la profundidad de la crisis que recorre al Estado turco, país
miembro de la OTAN y pieza clave en la disputa por la hegemonía en el Medio
Oriente. Mientras que los aliados de Erdoğan en EEUU y la UE llaman a defender
la “democracia” turca en contra de la aventura golpista, lo cierto es que la
militarización del país es un hecho de hace meses, particularmente desde la
intensificación de la campaña militar en contra de los kurdos, que ha destruido
miles de vidas y pueblos enteros en la región del suroriente del Estado turco.
Tampoco
hay mucha democracia que defender, ya que Erdoğan ha venido ampliando cada vez
más su poder y control sobre el aparato estatal, purgando a sus enemigos en el
Estado y el ejército, amordazando a la prensa, persiguiendo a la oposición
política y encarcelando a los críticos. Todo esto, mientras el miedo se apodera
de los ciudadanos en medio de un incremento de los atentados explosivos que se
han cobrado cientos de víctimas (el más reciente apenas hace una semana, en el
aeropuerto internacional de Estambul), muchos de ellos por la proliferación de
islamistas, y de una crisis económica sin precedentes, agudizada a partir del
enfrentamiento con Rusia en Noviembre del pasado año a raíz del derribo de un
avión militar ruso, por fuerzas turcas, mientras se encontraba en operaciones
en Siria. A raíz de esto, Rusia decretó una serie de sanciones económicas
devastadores para la economía turca, que pusieron de rodillas al presidente
turco, quien después de bravuconear por unos meses, terminó pidiendo perdón sin
condiciones a Putin. Erdoğan y su partido, el AKP, fomentaron un ambiente de
terror y violencia, mediante el cual se impusieron en las elecciones del 2015,
en segunda vuelta. La campaña electoral del año pasado, lejos de ser
democrática, estuvo marcada por la persecución a la izquierda, en particular al
partido pro-kurdo HDP, y por la polarización promovida mediante el recurso al
terror y al miedo.
Abdullah
Gul, un allegado a Erdoğan y socio del AKP, dijo, estúpidamente, que Turquía no
es un país latinoamericano, al hacer referencia al golpe militar. La realidad,
sin embargo, es que Turquía tiene más golpes de Estado que muchas de las
repúblicas latinoamericanas que él caricaturiza en su comentario: hubo golpes
en 1960, en 1971, en 1980, y el llamado golpe “post-moderno” de 1997, cuando el
gobierno presionó la renuncia de un antecesor y asociado político de Erdoğan
que recién había ganado las elecciones. El ejército, a diferencia de la policía
que es leal al gobierno y más afín con su islamismo, se ha considerado a sí
mismo como el guardián de los valores republicanos y seculares con los que fue
fundada la República de Turquía en la década del ’20 por Mustafá Kemal Atatürk,
y siempre ha mirado con desconfianza al islamismo político que comenzó a
levantar su cabeza y hacerse sentir fuerte desde los ‘90.
El
islamismo político coge fuerza con el surgimiento de los llamados “tigres de
Anatolia”, empresarios que emergen con la apertura económica experimentada
desde los años ‘80, los cuales vienen de las ciudades de la Turquía profunda y
que reflejan una mentalidad conservadora y religiosa en toda regla. Este islam
político exacerba la tensión existente con la elite secular y occidentalizante,
asentada en las principales ciudades turcas (Izmir, Estambul, Ankara) y ligada
a las profesiones liberales, a la burocracia estatal y al ejército. Desde el
2010 que Erdoğan ha venido purgando sectores del Ejército, sacando a los
sectores más recalcitrantes de kemalistas y reemplazándolos con sectores más
afines a su proyecto político, que mezcla el autoritarismo de Kemal, con el
conservadurismo islamista, con una pizca de neoliberalismo y con sus sueños de
convertirse en Califa y proyectar la sombra del imperio otomano nuevamente
sobre el Medio Oriente. En su lugar, ascendieron una serie de oficiales ligados
al clérigo Fethullah Gülen, entonces aliado de Erdoğan, aunque en 2013 ambos
rompieron. Son, al parecer, estos sectores medios en el Ejército, no la vieja
guardia kemalista-secular, quienes habrían estado detrás de este golpe.
La
pobremente organizada y fallida intentona de golpe militar fue descrita por el
presidente turco Erdoğan “como un regalo de Dios”. Es fácil ver por qué dijo
esto: desde ya ha comenzado la purga en el Ejército y, si logra cambiar su
doctrina y su composición, el pilar central, bastión republicano del Estado
turco, habría mutado para imponer su propio proyecto islamista. Hay quienes han
dicho que el presidente turco por fin ha tenido su propio “incendio del
Reichstag”, el cual utilizará como la excusa perfecta para seguir imponiendo su
proyecto autoritario y silenciar las voces críticas tanto en lo doméstico como
en el exterior. Mientras su actitud errática y agresiva, estaba ganando creciente
hostilidad en la comunidad internacional, que temen que sus acciones sigan
desestabilizando la región y puedan llevar la crisis del Medio Oriente a las
puertas mismas de Europa, la aventura de los militares ha logrado que gane,
momentáneamente, el respaldo inequívoco de la llamada “comunidad
internacional”. Y también logrará silenciar cualquier crítica que pudieran
hacer a la creciente militarización, censura, persecución y purgas que promueva
en retaliación, no contra los golpistas, sino contra todos los sectores que
potencialmente pudieran representar un contrapeso a su poder absoluto. Pero si
la “comunidad internacional” guarda silencio, los pueblos del mundo tenemos el
deber moral de solidarizarnos con el movimiento popular turco y kurdo y alzar
la voz ante el autoritarismo que recorre al Estado turco y que bombardea,
encarcela, asesina y amordaza a nuestros hermanos y hermanas. Tenemos el deber
moral de solidarizarnos con los que luchan por una alternativa al
nacionalismo-militarista y al islamismo-político, y no hemos de permitir que
esta alternativa basada en la libertad, la justicia social, la igualdad, sea
ahogada en sangre. Erdoğan hoy se cree invencible, pero su victoria es pírrica,
su barco está en franco naufragio y esta intentona golpista fue solamente un
síntoma más de esa crisis.
y Twitter: @escuelanfp

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