Las casetas del populoso mercado Mutualista en Santa Cruz comenzaron a quemarse la noche de ayer domingo, justamente al día siguiente de que los gremialistas anunciaron que no acatarán el anunciado paro de 48 horas decidido por la Gobernación y el Comité Cívico cruceños, a la cabeza de otras instituciones totalmente controladas por la derecha, como la Universidad Gabriel René Moreno. Aunque se desconocen las causas que originaron este desastre, llamó enormemente la atención que los pocos hidrantes de la zona no tenían agua, por lo que el fuego que inició en algunos puestos pudo extenderse rápidamente. Vanos fueron los esfuerzos de los comerciantes, que trataron de recuperar la mercadería que tenían en sus kioscos, arriesgando sus vidas. Con la llegada de los bomberos y colaboración de los mismos comerciantes se combatió el siniestro; luego, cuando arribó al lugar Luis Fernando Camacho, fue recibido con mucha hostilidad porque varios comerciantes abiertamente lo acusaron de estar detrás...
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En el artículo "Imperdonable crimen de la
Iglesia" analizo la criminalidad de las religiones al
legitimar el exterminio del “enemigo”, lo cual convirtió a pueblos hermanos en
“enemigos” y desató una guerra que parece ser eterna. Pero el daño no termina
ahí, porque las guerras “santas” también se desataron contra la sexualidad. Por
caso, todo el capítulo 19 del Génesis cuenta la historia de que dos ángeles
llegaron a Sodoma, a la casa de Lot, el cual tenía dos hijas vírgenes
comprometidas para casarse. Los hombres de Sodoma intentaron violar a los dos
ángeles. Lot, para evitarlo, les ofrece a sus dos hijas vírgenes para que los
sodomitas hicieran con ellas lo que quisieran, pero que no tocaran a los
ángeles. Los sodomitas rechazan la oferta, y entonces los ángeles cumplen con
la misión que tenían de Dios: enceguecen a todos los hombres, sacan a la
familia de Lot y queman a todo el pueblo, incluyendo a los novios de las dos
hijas. Solo por el hecho de volcar a mirar, convierten a la esposa de Lot en
estatua de sal.
Así las cosas, las religiones de origen
exógeno que creen en un Dios externo (cristianismo, judaísmo e islamismo), a
diferencia de la luz interior del hinduismo y el budismo, condicionaron la
sexualidad a regulaciones “morales”, y criminalizaron todo lo que escapara a
esas regulaciones. Por ejemplo, la “promiscuidad” (de la mujer) y la
homosexualidad: “Si alguno se ayuntare con varón como con mujer, abominación
hicieron; ambos han de ser muertos; sobre ellos será su sangre” (Levítico
20:13). “No haya ramera entre las hijas de Israel, ni haya sodomita de entre
los hijos de Israel”. (Deuteronomio 23:17). “Asa hizo lo recto ante los ojos
del Señor, como David su padre. Porque quitó del país a los sodomitas (...)”.
(1 Reyes 15:11-12). “Y anduvo Josafat en todo el camino de Asa, su padre, sin
desviarse de él, haciendo lo recto ante los ojos del Señor (...) barrió también
de la tierra el resto de los sodomitas que había quedado en el tiempo de su
padre Asa”. (1 Reyes 22:43,46).
Entiéndase que se trataba de campañas de
exterminio supuestamente ordenadas por Dios. Históricamente, los crímenes de
las religiones han sido imperdonables, pero más imperdonable aún es el
conservadurismo que trata de perpetuar esa criminalidad en pleno siglo XXI,
cuando las religiones han perdido ya el monopolio del “conocimiento”, y les
resulta imposible sostener como “verdades absolutas” las creencias del siglo
III. Aún más criminal es nuestro silencio cómplice que tolera ese conservadurismo.
Dado que esa colusión político/religiosa
pretende mentirnos que sus campañas son en defensa de la familia, la vida y la
democracia, a la humanidad le convendría recordar que las religiones jamás
respetaron la vida de todos los seres humanos, tampoco a las familias de los
pueblos que exterminaron, y que se siguen exterminando, por ejemplo, en las
guerras de origen religioso en Medio Oriente, y a través del terrorismo
también de origen religioso. En cuanto a la defensa de la “democracia”, la historia
ha demostrado que lo que las religiones defienden es el estatu quo: el poder de
influencia política que acumularon durante siglos. Las religiones van perdiendo
esos espacios en los Estados seculares de la modernidad, pero tratan de
aferrarse al poder defendiendo la agenda del conservadurismo, que pretende
perpetuar en pleno siglo XXI su criminalidad imperdonable del pasado.
y Twitter: @escuelanfp
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