Las casetas del populoso mercado Mutualista en Santa Cruz comenzaron a quemarse la noche de ayer domingo, justamente al día siguiente de que los gremialistas anunciaron que no acatarán el anunciado paro de 48 horas decidido por la Gobernación y el Comité Cívico cruceños, a la cabeza de otras instituciones totalmente controladas por la derecha, como la Universidad Gabriel René Moreno. Aunque se desconocen las causas que originaron este desastre, llamó enormemente la atención que los pocos hidrantes de la zona no tenían agua, por lo que el fuego que inició en algunos puestos pudo extenderse rápidamente. Vanos fueron los esfuerzos de los comerciantes, que trataron de recuperar la mercadería que tenían en sus kioscos, arriesgando sus vidas. Con la llegada de los bomberos y colaboración de los mismos comerciantes se combatió el siniestro; luego, cuando arribó al lugar Luis Fernando Camacho, fue recibido con mucha hostilidad porque varios comerciantes abiertamente lo acusaron de estar detrás...
Testimonio de Harry Villegas Tamayo
Soy
coronel de las Fuerzas Armadas Revolucionarias y uno de los sobrevivientes de
la guerrilla del Che en Bolivia, conocido por Pombo, seudónimo que me puso el
Che cuando llegué al Congo.
Me
llamó Pombo Pojo, que significa en lengua nativa "néctar verde". Con
los demás compañeros hizo lo mismo, recuerdo que a Emilio Aragonés, por gordo y
grande, le puso Tembo, que significa "elefante", a Víctor Dreke,
Moya, que es "uno" y así a todos los compañeros. Él se nombró Tatu,
que es "tres" y fue como lo conocieron en aquellas selvas.
Yo
tenía 16 años de edad cuando en noviembre de 1957 conocí al Che en Canabacoa,
un pueblito en las estribaciones de la Sierra Maestra. El caserío era muy
pequeño, con una panadería, unas pocas casas y un arroyito, se caminaba unos
metros y se llegaba a unas zona de vegetación muy boscosa y junto a ella las
lomas de la Sierra.
A este
lugar llegué después de algunas experiencias guerrilleras como escopetero en
los llanos del Cauto. Éramos un grupo de muchachos muy jóvenes que nos habíamos
alzado después de un combate, sufrimos una intensa persecución y llegamos a
este lugar.
Mientras
esperábamos a que tomara una decisión con nosotros, llegó el Che. Lo vi como la
figura legendaria e invencible de la que ya se hablaba, venía montado en un
mulo y acompañado por Guille Pardo y Miguel Álvarez, para mí fue
electrificante. Preguntó que quiénes éramos y qué armas traíamos. Le explicamos
y le mostramos un revolvito. El nos miró y dijo: "Ustedes piensan que con
esas armas pueden hacer la guerra." Lo dijo en un tono muy autoritario,
atrevido, con mucha fuerza y esa forma me impactó y le cogí hasta miedo.
Estaba
vestido con un uniforme de campaña un poco más fresco que los de los demás, a
pesar del frío de la Sierra, lo usaba para ayudarse con el asma, porque los
otros eran muy gruesos. El Che tenía una gran afinidad con los jóvenes, le
gustaba tenerlos a su alrededor, por eso creo que nos aceptó a nosotros y nos
llevó con él.
En la
medida en que avanzábamos hacia el campamento de La Mesa el camino era más
complejo y difícil, los ríos más caudalosos, yo era un muchacho muy débil y
flaquito y mi mamá me había dicho que cuando se presentaran las primeras
penurias, no iba a poder resistir, eso me inspiraba a seguir adelante y
demostrarme que sí podía; para lograrlo tuve que hacer grandes esfuerzos y así
nos fuimos desplazando hasta llegar.
Un
tiempo después me fui con el Che para Minas del Frío, me advirtió que además de
las clases militares, tenía que incorporarme a la escuela y a las actividades
culturales. Recuerdo que estaban estudiando a Mao Tse Tung en los aspectos de
la guerra de guerrilla, también Historia de Cuba, Matemáticas y otras materias.
A él le
gusta que los jóvenes nos superáramos, esa fue una constante, decía que quienes
estaban luchando por la libertad y la independencia definitiva de Cuba, una vez
que terminara la guerra, tenían que dirigirla y para ello había que estar
preparado lo mejor posible. La guerrilla para el Che era una escuela no solo
militar, sino cultural y educacional, se preocupaba por formar a los futuros
cuadros de la Revolución.
Un día
se produjo un incidente fuerte, cometí un grave error, en Minas del Frío se
organizó la famosa huelga de hambre en la participé como uno de los principales
cabecillas, aunque el máximo responsable fue un compañero de Niquero.
Cuando
el Che se enteró amenazó con fusilar al instigador y dejar sin comer durante
varios días a los principales organizadores, al resto de los participantes los
amenazó con ponerlos de castigo durante un día completo, en un polígono que
teníamos en las Minas, eso era terrible, porque le teníamos mucho miedo a los
aviones y en esos días eran frecuentes los bombardeos, el terror era tal, que
en el campamento había un compañero que se apellidaba Carrión y un día lo
llamaron en voz alta y la gente oyó "avión" y por poco hay muertos y
heridos del tropelaje que se armó, varios chocaron, unos con otros, buscando
los refugios.
El se
indignó conmigo, pueden imaginarse, yo, miembro de su escolta, organizando una
huelga de hambre, me recriminó fuertemente y amenazó con fusilarme. Dijo que el
problema era que por un plato de comida alguna gente se comportaba de esa
forma, que esas mismas gentes en los combates, aunque existe la posibilidad de
la muerte, ansía luchar, combatir al enemigo, pero que de igual forma debe ser
con las cosas cotidianas.
Esas
gentes dispuestas a morir en el combate, cuando les falta conciencia luchan por
la subsistencia, y la comida. Dijo que se requiere de gran conciencia colectiva
y de ejemplo personal de los que piden sacrificio. Me recriminó fuertemente,
porque dijo que si los que teníamos que dar el ejemplo no lo hacíamos, entonces
el problema era más grave y que yo había violado ese ejemplo personal.
En
verdad él estaba muy disgustado y quería sancionar severamente a los que
estábamos metidos en aquel asunto, pero vino Fidel, se reunieron y decidieron
no fusilar a nadie, sino castigarlos con no darles comida durante algunos días
a los culpables.
Luchaba
con nosotros, como si fuéramos sus hijos, tratando de formarnos en todos los
sentidos, de criticarnos y sancionarnos cuando era necesario.
Un día
me mandó a buscar miel a una casa en los llanos de Manzanillo, cinco o seis
días de camino, al regreso un campesino nos brindó café, pero no tenía azúcar
para endulzarlo, le di un poco de miel y le regalé el resto de una de las
botellas, alguien me acusó ante el Che de que le había regalado la botella
completa y me llamó a contar, después de criticarme fuerte me dijo: "Usted
cree que es el dueño de la Revolución para andar regalando lo que no es suyo,
cómo se atrevió a coger lo que es propiedad social de toda la guerrilla."
El era severo con los que usaban indebidamente los recursos y me castigó a tres
días sin comer, esa era una forma de educarnos.
Antes
de salir en la Invasión, se organizó el cerco de Las Mercedes y en esos días,
íbamos con él, dos compañeros y yo, el resto de la Columna se colocó a lo largo
del camino. Frente a una casa nos dieron el alto, y cuando nos dimos cuenta
allí estaba el ejército, que comenzó a disparar, nosotros a correr, ellos a
tirarnos y nosotros a correr más rápido, hasta que logramos salir. Yo creo que
esa fue la vez que más corrió el Che en su vida, porque aquello parecía una
competencia de campo y pista. Cuando nos alejamos, preparó la columna y
organizó la defensa.
Cuando
la entrevista entre Fidel y Cantillo, a este lo acompañaron varios pilotos, que
se dedicaron a observar bien nuestras posiciones en Las Mercedes, varios días
después comenzaron los bombardeos y una de las bombas cayó a unos 10 metros de
nuestro refugio; el Che calculó que tenían el lugar exacto donde estábamos
porque no era posible tanta precisión, en la segunda vuelta los aviones
bombardearon a unos tres metros y el Che dio la orden de salir rápido, y
efectivamente al tercer bombardeo impactaron y destruyeron los túneles de
nuestros refugios. El tenía una gran habilidad militar, una profunda suspicacia
guerrera.
La Invasión
se organizó bajo el principio de voluntariedad, el Che planteó que habíamos
recibido una misión, la de salir a cumplir una tarea muy difícil y compleja en
donde no menos del 50 por ciento podríamos morir, el que no quisiera ir, se
podía quedar, no era obligatorio. Todos levantaron la mano, excepto dos
compañeros, que no querían abandonar la Sierra.
Nosotros
teníamos allí 10 puercos y estábamos pasando un hambre tremenda, pero el Che
dentro de su concepción de futuro decía que no se podían matar porque eran los
primeros pie de cría para cuando triunfara la Revolución. Nosotros no teníamos
esa visión tan larga y lo que queríamos era comernos algunos de aquellos
animales.
En esa
coyuntura llegó la aviación a bombardear y aprovechamos esas circunstancias
para matar cuatro puercos y culpar a la aviación del hecho. Cuando llegó le
dijimos: "Comandante, tenemos una pena con usted tremenda, los aviones
mataron cuatro puercos". El dijo: "¿Cómo es eso posible?, ¡cómo
mataron cuatro puercos y ninguno de ustedes resultó herido?" Le dijimos:
"Imagínese, Comandante, nosotros somos personas y nos refugiamos y los
culpables fueron los pilotos que los ametrallaron". Preguntó: "¡Con
qué calibre los mataron?" Le respondimos que no sabíamos y entonces dijo:
"Vamos a ver a los puercos". Y respondimos: "No puede verlos
porque ya los estamos asando". De esa forma no pudo comprobar lo que
seguramente estaba sospechando.
Con él
hice la Invasión, la llegada al Escambray y la toma de la ciudad de Santa
Clara. Fue en este período que conoció y se enamoró de Aleida March. Ese amor
no surgió superficialmente como algunos piensan, no fue que se vieron y se
enamoraron enseguida, no fue amor platónico o a primera vista, sino que surgió
en el desarrollo de la lucha, en el quehacer revolucionario se fueron
identificando. Yo lo veo así.
El amor
comenzó a surgir poco a poco y culminó después del triunfo de la Revolución,
cuando se casaron en casa de Alberto Castellanos. Yo los llevé al lugar donde
pasaron la luna de miel. Les quiero decir que Aleida es una mujer muy valiente,
una mujer de criterios, por sus actividades revolucionarias ayudó mucho al Che
en sus análisis y en la interpretación de varios fenómenos; nos ayudó mucho a
nosotros, a los escoltas del Che, Alberto, Hermes, Argudín y a mí, podríamos
decir que fue como nuestra madrina, porque éramos traviesos y el Che a veces
nos criticaba duro y ella era la intermediaria en muchas oportunidades en que
evaluaba la situación de manera distinta y le hacía ver que era muy fuerte con
nosotros. Especialmente contra Alberto y conmigo, que como teníamos mayor nivel
cultural que los otros dos nos llevaba más recio.
El Che
nos conocía como conocen los padres a los hijos, sabía cuándo hacíamos una
maldad, cuándo le ocultábamos algo, cuando cometíamos un error por ignorancia o
por travesura. Hermes fue un compañero excepcionalmente valiente y humano, muy
noble, y es el primero que sale a cumplir una misión internacionalista enviado
por el Che, después Alberto y más tarde yo. En el conocimiento del Che de uno
de nosotros y de los cubanos en general, Aleida desempeñó un importante papel.
El amor de ellos dos se fraguó en la lucha. Recuerdo que cuando entramos a
Santa Clara, el pueblo decía que el Che venía con tres mujeres, una rubia que
era Aleida, una negra, que era yo, y una jabá que era Parrita, porque como él y
yo teníamos un pajonal por pelo y no teníamos barba, nos confundieron con mujeres.
Desde
la época del Escambray, Aleida siempre estuvo a su lado, debe haber aprendido
mucho de él, porque nosotros no estábamos acostumbrados al fragor del
sacrificio, al esfuerzo permanente como el Che. Y las primeras normas qué él
impuso fueron de convivencia, normas estrictas que al principio no las
comprendíamos cabalmente, por ejemplo, exigía que la comida fuera la que nos
tocaba y nada más, el hecho de que nadie tuviera una participación excepcional
por nada, ningún privilegio. Cuando él veía algo extra de comida, me llamaba
para ver de dónde la había sacado e indagaba por qué vino, por qué la acepté, y
llamaba a Aleida y la hacía responsable de que eso no podía pasar. Aleida
velaba por eso y no permitía que entrara nada que no estuviera establecido.
Todo
esto le daba una autoridad moral extraordinaria, una de las grandes virtudes
por la que el Che ha podido pasar a nuestra historia revolucionaria con tanta
fuerza, con tanto respeto, eso que nadie puede señalarle nada porque fue
estricto en todos sus actos y misiones. No se otorgaba ningún derecho o
privilegio que no tuvieran los demás. El decía que como ciudadano cubano era de
la Sierra Maestra, que era oriental porque fue donde aprendió a hablar cubano,
a identificarse con la gente, adquirió algunos dejos orientales. En el contexto
humano, creo que Aleida influyó mucho en él y, a su vez, él sobre ella. Un amor
ejemplar de revolucionarios, muy abierto. Actuaban de acuerdo con nuestras
realidades y principios.
De
Santa Clara lo acompañé a La Habana, pero eso es historia bastante conocida. Al
triunfar la Revolución, fui jefe de su escolta; estuve con él en La Cabaña,
Tarará, Santiago de las Vegas, Ciudad Libertad, Calle 18 y Nuevo Vedado. De ahí
para el Congo y después Bolivia. Siempre a su lado.
El nos
puso a Alberto Castellanos y a mí a estudiar, pero en vez de hacerlo, nos
pusimos a querer aprender a pilotear aviones e incumplimos la tarea que nos
dio. El nos había puesto un maestro de apellido Abad, y cuando le informó que
no estábamos estudiando, nos llamó para conocer los resultados de las clases. A
todos los que tuvieron buena conducta los ascendió, menos a Castellanos y a mí,
y nos sancionó a arar y sembrar un terreno de un solar yermo muy grande que
había cerca de la casa. Nos dijo: "Ustedes son bueyes y quieren seguir
siendo bueyes, no quieren superarse."
Enseguida
nos buscamos un tractor y cuando lo vio, nos dijo: "No, no, no, con
tractores no."
Entonces
conseguimos una yunta de bueyes y también nos la quitó, y tuvimos que ararlo
así, peor que los bueyes. Al pasar el tiempo recogimos una buena cosecha de
col, tomate y ají. El nos preguntó: "No sienten ahora el fruto de ese
esfuerzo" y agregó: "Igual debieron sentir al estudiar."
Dentro
del Ministerio de Industrias me hizo pasar la escuela de administradores y la
de directores de empresa y allí se produjo un incidente y una discusión, donde
el director de la escuela criticó a un compañero como de bajo nivel político
porque hizo una reclamación de un descuento salarial. La crítica no era justa y
dos o tres compañeros salimos en su defensa. Le viramos la reunión al director.
Eso no se quedó allí, sino que se hinchó. Fui y me acosté en la casa, cuando me
levanté por la mañana, la posta me dijo: "Dice el Comandante que no te
vayas, que lo esperes." Yo me dije: ¿Qué habrá pasado?
Le
habían dicho que yo como jefe de la escolta y su ayudante, haciendo abuso de
esas relaciones, le había virado la reunión al director. Cuando él me vio
expresó: "Así que haciéndote el prepotente, quién cree que es usted, se
piensa que es el dueño de la Revolución, no se da cuenta de que no ha hecho
nada por ella." Yo le dije: "No sé de qué usted me está
hablando", y respondió, "De la actitud que tuvo ayer en la
reunión." Le expliqué la forma en que actué y por qué. Pero me ordenó:
"Estas expulsado de la escuela, no se puede presentar otra vez allí hasta
que investigue y le avise." Le dije: "Averigüe bien, porque no es
como le han dicho."
Averiguó
y me mandó a buscar. Me ofreció disculpas, me afirmó que era verdad lo que le
había dicho, que tenía razón y que lo había podido comprobar, que me
reintegrara al curso. A mí a cada rato me acusaban de algo diferente.
Su
aspecto humano era muy importante. En África retomó otra vez la medicina, era
una preocupación constante cuidar al hombre, no escatimó el más mínimo
esfuerzo, sin temores ante la miseria, las enfermedades, la insalubridad de
aquellas zonas, todo lo cual se convirtió en una leyenda en África. De igual
forma profundizó su sensibilidad humana con los nativos, a pesar de las
limitaciones del idioma, aunque él hablaba francés y eso a veces era
suficiente, pero llegaba a la gente con su mensaje humano, de preocupación. Ahí
vimos que la concepción humanista del Che no era de forma religiosa sino
revolucionaria, luchaba por la gente, contra las adversidades, por el hombre.
Para el
Congo fui como parte de su seguridad personal. Fidel se reunió con nosotros y
quería que cuidáramos mucho al Che, que nada le fuera a pasar, ese fue el
motivo fundamental de mi misión, protegerlo y cuidarlo por órdenes de Fidel.
Su
internacionalismo era una latente, en el viaje por África y Asia llegó a la
conclusión de que había condiciones y que era necesario darle una batida al
imperialismo norteamericano, eso fue siempre una constante en él. El
internacionalismo era la vía de materializar sus ideas, ya había estado en
Guatemala, vino a nuestro país, a prestarle ayuda a nuestro pueblo, fue al
Congo y a Bolivia, y aspiraba a materializarlo en su propia Patria. El señalaba
que el concepto de imperialismo tenía un carácter internacional, de igual forma
la lucha revolucionaria tenía que ser internacional.
(Tomado
del libro Che entre nosotros, de Adys Cupull y Froilán González)
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