Las casetas del populoso mercado Mutualista en Santa Cruz comenzaron a quemarse la noche de ayer domingo, justamente al día siguiente de que los gremialistas anunciaron que no acatarán el anunciado paro de 48 horas decidido por la Gobernación y el Comité Cívico cruceños, a la cabeza de otras instituciones totalmente controladas por la derecha, como la Universidad Gabriel René Moreno. Aunque se desconocen las causas que originaron este desastre, llamó enormemente la atención que los pocos hidrantes de la zona no tenían agua, por lo que el fuego que inició en algunos puestos pudo extenderse rápidamente. Vanos fueron los esfuerzos de los comerciantes, que trataron de recuperar la mercadería que tenían en sus kioscos, arriesgando sus vidas. Con la llegada de los bomberos y colaboración de los mismos comerciantes se combatió el siniestro; luego, cuando arribó al lugar Luis Fernando Camacho, fue recibido con mucha hostilidad porque varios comerciantes abiertamente lo acusaron de estar detrás...
Entrevista a Mercedes D’ Alessandro
Es una de las
economistas feministas que más repercusión ha tenido en los últimos años.
Mercedes D'Alessandro, argentina, doctora en Economía, profesora en varias
universidades y divulgadora económica, lanzó en 2015 el portal Economía
Femini(s)ta. La página web, que se nutre del trabajo de un equipo de
economistas, pero también de expertas de otras disciplinas, ha conseguido
situar la economía con perspectiva de género en la agenda pública
latinoamericana y ganarse las redes sociales. D'Alessandro, que vive en Nueva
York, ha publicado recientemente Economía Feminista. Cómo construir una
sociedad igualitaria (sin perder el glamour).
En los
últimos dos años ha habido muchas movilizaciones de mujeres en diferentes
partes del mundo. Aunque cada país tiene sus características, parece claro que
hay una serie de problemas que les suceden a las mujeres en todas partes. ¿Cómo
es posible que la brecha salarial, el techo de cristal o la precariedad sean
nuestro día a día en todo el mundo?
Hay un tema central que explica que sucedan todos los
demás: la asimétrica distribución del trabajo doméstico no remunerado. Son
estas tareas del hogar, como limpiar, hacer las compras, cocinar y cuidar a
niños, niñas y adultos, las que recaen mayoritariamente en las mujeres. Y no son
tareas que lleven cinco o diez minutos. En Argentina, por ejemplo, dedican un
promedio de seis horas diarias. Estamos hablando de que hay un montón de
trabajo no remunerado que aparece dentro de la esfera de lo privado y lo
personal pero que, sin embargo, es fundamental para que funcione el sistema
productivo en el que vivimos. Alguien que tiene que ir a trabajar todos los
días necesita todas estas tareas resueltas. Esto es algo que culturalmente las
mujeres hemos llevado adelante. En la generación de nuestras madres y abuelas
las profesionales eran la excepción y no la regla, el resto eran amas de casa.
Hoy el ama de casa de los 60 full time (a tiempo completo) es algo que ha
quedado fuera de la dinámica pero la sociedad nos sigue tratando así.
¿Nos trata
así y por eso nos considera trabajadoras de segunda?
Cuando una mira por qué hay brecha salarial suele
encontrar que, por un lado, las mujeres eligen tareas que pagan peor, ligadas a
los cuidados. Por otro lado, trabajamos menos horas en el mercado,
especialmente las mujeres que son madres. En todas las economías vemos que
cuando las mujeres empiezan a tener hijos dejan de trabajar remuneradamente y
se quedan en los hogares, eso les hace perder sus carreras profesionales, toman
medias jornadas, no les ofrecen ascensos o mayores responsabilidades... Por
eso, el tema central tiene que ver con la asimetría de los cuidados y con una
cultura que asigna eso a las mujeres.
Podemos
decir entonces que la economía se ha construido sobre un modelo que ha ignorado
una parte de la realidad.
Exacto. Hay una economista estadounidense que dice que el
capitalismo tiene un socio oculto: la mujer que realiza los trabajos domésticos
no remunerados porque realiza los trabajos indispensables para que el sistema
funcione sin ningún tipo de retribución.
¿Y hasta qué
punto es el capitalismo un aliado necesario del patriarcado, de que esta sea la
situación de las mujeres?
Usted misma dice que ninguno de los modelos económicos
han tenido en cuenta esta parte de la realidad. El problema es que el
capitalismo y las luchas feministas si bien nos beneficiaron en el sentido de
que somos más independientes, por ejemplo, al mismo tiempo nos incluye en un
sistema de trabajo que no es el paraíso de nadie, ni de mujeres ni de varones,
y al que entramos además en desigualdad de condiciones. En Argentina, y es algo
recurrente en toda América Latina, la mayoría de mujeres que trabajan lo hacen
como empleadas domésticas. Es decir, una mujer de clase media que tiene
ingresos y una vida profesional lo hace dejando una vacante en sus tareas del
hogar y lo que hace es contratar a otra mujer para que las haga. Ahí tenemos un
problema porque las mujeres profesionales hoy se pueden liberar de las tareas
del hogar a costa de contratar a otras mujeres, en general, en condiciones muy
malas. La forma de avanzar de unas mujeres es a costa de que otras tengan
trabajos mal pagados.
Entonces
algo falla en la ecuación, ¿son los hombres, que no asumen su parte de los
cuidados?
Dentro de casa no hace falta una ley para que las tareas
se distribuyan de forma más homogénea. Pero necesitamos que el Estado se
comprometa y que, por ejemplo, la gente pueda acceder a guarderías o jardines
de infancia, a espacios de escolarización, de recreo, a geriátricos... Esto
facilita muchísimo la inserción laboral de las mujeres.
Muchas
expertas hablan de que vivimos una crisis global de cuidados que puede ir a
peor. ¿Cree que existe esa crisis?
Sí, absolutamente. No hay una suficiente provisión de
servicios públicos de cuidados. Las personas que tienen que apelar a esos
servicios terminan haciéndolo a servicios mercantilizados que suelen emplear a
personas con pésimas condiciones. La única forma de acceder a ellos es que
estén precarizados y mal pagados. Es muy importante, primero, reconocer que
existen estos trabajos porque no hay estadísticas públicas sobre esto. En la
mayoría de países no se miden los trabajos de cuidados y es muy difícil que a
la hora de planear políticas se tomen en cuenta variables que influyan en los
presupuestos y programas. Si no se visibiliza y cuantifica un problema, tampoco
aparece como algo a solucionar. Los cuidados quedan fuera de lo que la economía
toma como propio.
Sin embargo,
mientras algunos organismos internacionales publican informes sobre los efectos
positivos en la economía que tendría que más mujeres trabajaran, ¿no es una
trampa que mientras vivimos en sociedades así nos empujen a un mercado laboral
que nos maltrata?
Claro, el problema es que esto acaba derivando en una
doble jornada laboral, dentro y fuera del hogar. La economista argentina
Valeria Esquivel habla de la pobreza de tiempo. Con las encuestas de uso del
tiempo muestra que las mujeres más pobres dedican siete horas a los trabajos
pagados y otra siete a los no pagados, es decir, 14 horas de trabajo. Realmente
estas jornadas afectan al tiempo libre y de descanso y esto genera una pobreza
que no tiene que ver solo con el dinero. Muchas economistas feministas plantean
el problema de la sostenibilidad de la vida, para qué se vive, el objetivo es
generar ganancia o generar bienestar. Cuando una mujer quiere participar
políticamente de alguna manera o comprometerse se le suma una tercera jornada
laboral. Las sindicalistas suelen decirnos que no llegan a las reuniones porque
tienen jornadas de ocho horas, dos horas de ida y vuelta a casa, tienen que
correr a la escuela a por los chicos... Los varones tienden mucho a hacer
networking y en esos ámbitos las mujeres o llegan tarde o nunca llegan.
Habla de la
falta de indicadores y estadísticas y de que eso es un problema. Plantea
también la necesidad de incluir indicadores económicos LGTBIQ. ¿Qué sería
necesario medir?
Por ejemplo, en un distrito de Buenos Aires se hizo una
prueba piloto en la población trans. Se encontraron cosas interesantísimas: de
400 personas solo el 1% tiene un trabajo formal y solo el 2% terminó la
educación universitaria. Y es diferente la situación de los varones trans que
la de las mujeres trans. Resulta que en Argentina se llevó adelante la ley de
cupo laboral trans para obligar al Estado a contratarlas. Pero no hay personas
que cumplan con los requisitos que pidió el Estado para formar parte del cupo,
es decir, estás generando una ley que no permite a las personas destinatarias
acceder a ella. Lo que está invisibilizado en los datos está invisibilizado en
las políticas.
En Economía
Femini(s)ta han puesto en marcha la iniciativa Menstruacción, ¿en qué consiste?
Consiste en tres puntos: pedir la eliminación de los
impuestos a estos productos –tampones, toallitas y copas menstruales– que en
Argentina es del 21% porque consideramos que es un bien de primera necesidad
que toda mujer va a necesitar comprar. Pedimos provisión gratuita para las
personas de bajos recursos porque anualmente pueden suponer unos 100 dólares, y
mejorar las investigaciones sobre el tema, porque en los últimos años ha habido
estudios que han encontrado rastros de glifosatos y no puede ser que no
tengamos más información sobre los efectos que pueden tener. La campaña también
apunta a desestigmatizar, a mostrar que la menstruación es parte de nuestra
experiencia cotidiana y que acceder a estos productos es una cuestión de salud.
Y volviendo
al principio, a los paros de mujeres y las protestas por la brecha salarial, la
violencia de género, los cuidados, la Women's March... ¿cree que es el inicio
de un proceso irreversible en el sentido de que estos temas están ya en la
agenda como quizá nunca lo habían estado?
Yo soy optimista. Hay muchas cosas resonando, muchas
mujeres y varones que se dieron cuenta de algo y que a partir de ahí cambiaron
su forma de concebir las cosas. Culturalmente hay un antes y un después, hay un
fervor feminista que no había desde hacía mucho tiempo. No podemos decir que es
la primera vez en la historia que sucede porque eso sería olvidarnos de toda la
lucha que ha habido en el pasado, pero sí hay una nueva efervescencia. Lo que
sí hay también son gobiernos muy conservadores. Todas las cosas que hemos
ganado en luchas anteriores se tambalean a veces, con lo cual no podemos
dormirnos y descansar en que muchas gentes usen remeras (camisetas) que dicen
feministas. Tenemos que seguir muy atentas porque cada conquista cuesta mucho
mantenerla. Y hay un tema que va más allá que es la violencia de género, que
tiene una parte de violencia económica muy importante: muchas mujeres no se
pueden ir del hogar porque no tienen a dónde, no tienen trabajo, no tienen
recursos.
Entrevista
realizada por Ana Requena Aguilar
Síguenos en Facebook: Escuela Nacional de Formacion Politica
y Twitter: @escuelanfp
Rellene el siguiente formulario para suscribirse.
Comentarios
Publicar un comentario
Escriba sus comentarios