Las casetas del populoso mercado Mutualista en Santa Cruz comenzaron a quemarse la noche de ayer domingo, justamente al día siguiente de que los gremialistas anunciaron que no acatarán el anunciado paro de 48 horas decidido por la Gobernación y el Comité Cívico cruceños, a la cabeza de otras instituciones totalmente controladas por la derecha, como la Universidad Gabriel René Moreno. Aunque se desconocen las causas que originaron este desastre, llamó enormemente la atención que los pocos hidrantes de la zona no tenían agua, por lo que el fuego que inició en algunos puestos pudo extenderse rápidamente. Vanos fueron los esfuerzos de los comerciantes, que trataron de recuperar la mercadería que tenían en sus kioscos, arriesgando sus vidas. Con la llegada de los bomberos y colaboración de los mismos comerciantes se combatió el siniestro; luego, cuando arribó al lugar Luis Fernando Camacho, fue recibido con mucha hostilidad porque varios comerciantes abiertamente lo acusaron de estar detrás...
Por: Lourdes Montero
Mamita,
con esta boquita te comería!, ¡Gordita… yo te haría de todo!; ¡Tan solita y con
esas tetas! ¡Ay reina, si te cojo, te hago gritar!... Si te incomoda leer estas
frases, imagínate escucharlas en la calle. Y es que el acoso callejero es la
forma más naturalizada de violencia contra las mujeres y por ello es necesario
legislar sobre este tema.
Cuando
la Cámara de Diputados debatió la semana pasada la parte sustantiva del
proyecto de ley del Código del Sistema Penal e incorporó entre las faltas
establecidas la figura del acoso callejero, más de un amigo y compañero de
trabajo se quejó de excesos legislativos. “Las feministas se pasan... uno ya no
va a poder decir un piropo sin que lo lleven a la cárcel”, fue la queja común.
Cómo explicarles que el acoso callejero es una de las ofensas más sentidas
entre las mujeres, una acción social aceptada por todos, pero que nos hace
sentir denigradas, sucias y humilladas cuando caminamos por las calles.
El
nuevo Código Penal sancionará a “la persona que, en lugar público, ejerza acoso
callejero en contra de otra, consistente en gestos obscenos, insultos sexistas,
frases o comentarios o insinuaciones alusivas al cuerpo o al acto sexual, que
resulten humillantes, hostiles, obscenas u ofensivas a la víctima”.
¿Puede
expresarse de manera más clara la diferencia entre un piropo bienintencionado y
un acto de acoso callejero como violencia sexual?
En la
reciente Encuesta de Prevalencia y características de la Violencia contra las
Mujeres (EPCVcM 2016) publicada por el INE, podemos constatar la dimensión del
problema en Bolivia. Del total de mujeres encuestadas el 60% declaró haberse
sentido agredida mediante “piropos o frases de carácter sexual que le
molestaron o ofendieron”; y un 31% declaró haber sufrido “manoseos o que
tocaron su cuerpo sin su consentimiento” en el ámbito público.
El
psicólogo argentino Gervasio Díaz nos ayuda a comprender la diferencia entre
piropo y acoso cuando sostiene que todo tiene que ver con cómo se siente quien
lo recibe. “Hay expresiones que suben la autoestima; pero el acoso destruye a
la persona, la hace sentir vulnerable; tienen un componente de agresividad tan
alto que nunca una mujer va a poder asumirlo como algo positivo”. El acoso
callejero confiere al espacio público una dimensión sexual en el que promueve
el dominio de los acosadores sobre las víctimas. Con su acción, el acosador
afirma su derecho a llamar la atención de la víctima, poniéndola como objeto
sexual y forzándola a interactuar con el acosador. Y en sociedades machistas y
patriarcales el acoso callejero es un instrumento poderoso de control de las
mujeres como una forma de hacernos sentir incómodas en el espacio público, y
recordarnos que el hogar es nuestro espacio “natural y seguro”.
En una
campaña mundial denominada #Yo también, en la que se invita a las mujeres a
contar su primer acoso sexual, se pudo constatar la enorme dimensión de este
problema. En un solo día la iniciativa recogió más de 38.000 historias en las
que las mujeres expresaban “Todas las mañanas, llevando apenas 10 minutos fuera
de mi casa, soy acosada al menos cuatro veces”; o “#YoTambién he sido acosada,
en la escuela, en el taxi, en el autobús y en la calle”. Y lo más escalofriante
es que esta campaña constató que la mayor parte de las mujeres sufren su primer
acoso sexual entre los siete y los nueve años.
Por
todo esto, celebramos que la Asamblea Legislativa, y sobre todo las diputadas
que lideran este proceso, hayan tenido las agallas de plantear un avance tan
significativo en términos de los derechos humanos de las mujeres.
Síguenos en Facebook: Escuela Nacional de Formacion Politica
y Twitter: @escuelanfp
Rellene el siguiente formulario para suscribirse.
Comentarios
Publicar un comentario
Escriba sus comentarios