Las casetas del populoso mercado Mutualista en Santa Cruz comenzaron a quemarse la noche de ayer domingo, justamente al día siguiente de que los gremialistas anunciaron que no acatarán el anunciado paro de 48 horas decidido por la Gobernación y el Comité Cívico cruceños, a la cabeza de otras instituciones totalmente controladas por la derecha, como la Universidad Gabriel René Moreno. Aunque se desconocen las causas que originaron este desastre, llamó enormemente la atención que los pocos hidrantes de la zona no tenían agua, por lo que el fuego que inició en algunos puestos pudo extenderse rápidamente. Vanos fueron los esfuerzos de los comerciantes, que trataron de recuperar la mercadería que tenían en sus kioscos, arriesgando sus vidas. Con la llegada de los bomberos y colaboración de los mismos comerciantes se combatió el siniestro; luego, cuando arribó al lugar Luis Fernando Camacho, fue recibido con mucha hostilidad porque varios comerciantes abiertamente lo acusaron de estar detrás...
Por: Eduardo Galeano
El 12 de octubre de 1492, América descubrió el capitalismo.
Cristóbal Colón, financiado por los reyes de España y los banqueros de Génova,
trajo la novedad a las islas del mar Caribe. En su diario del Descubrimiento,
el almirante escribió 139 veces la palabra oro y 51 veces la palabra Dios o
Nuestro Señor. Él no podía cansar los ojos de ver tanta lindeza en aquellas
playas, y el 27 de noviembre profetizó: Tendrá toda la cristiandad negocio en
ellas. Y en eso no se equivocó. Colón creyó que Haití era Japón y que Cuba era
China, y creyó que los habitantes de China y Japón eran indios de la India;
pero en eso no se equivocó.
Al cabo
de cinco siglos de negocio de toda la cristiandad, ha sido aniquilada una
tercera parte de las selvas americanas, está yerma mucha tierra que fue fértil
y más de la mitad de la población come salteado. Los indios, víctimas del más
gigantesco despojo de la historia universal, siguen sufriendo la usurpación de
los últimos restos de sus tierras, y siguen condenados a la negación de su
identidad diferente. Se les sigue prohibiendo vivir a su modo y manera, se les
sigue negando el derecho de ser. Al principio, el saqueo y el otrocidio fueron
ejecutados en nombre del Dios de los cielos. Ahora se cumplen en nombre del dios
del Progreso.
Sin
embargo, en esa identidad prohibida y despreciada fulguran todavía algunas
claves de otra América posible. América, ciega de racismo, no las ve.
***
El 12
de octubre de 1492, Cristóbal Colón escribió en su diario que él quería llevarse
algunos indios a España para que aprendan a hablar ("que deprendan
fablar"). Cinco siglos después, el 12 de octubre de 1989, en una corte de
justicia de los Estados Unidos, un indio mixteco fue considerado retardado
mental ("mentally retarded") porque no hablaba correctamente la
lengua castellana. Ladislao Pastrana, mexicano de Oaxaca, bracero ilegal en los
campos de California, iba a ser encerrado de por vida en un asilo público.
Pastrana no se entendía con la intérprete española y el psicólogo diagnosticó
un claro déficit intelectual. Finalmente, los antropólogos aclararon la
situación: Pastrana se expresaba perfectamente en su lengua, la lengua mixteca,
que hablan los indios herederos de una alta cultura que tiene más de dos mil
años de antigüedad.
***
El
Paraguay habla guaraní. Un caso único en la historia universal: la lengua de
los indios, lengua de los vencidos, es el idioma nacional unánime. Y sin
embargo, la mayoría de los paraguayos opina, según las encuestas, que quienes
no entienden español son como animales.
De cada
dos peruanos, uno es indio, y la Constitución de Perú dice que el quechua es un
idioma tan oficial como el español. La Constitución lo dice, pero la realidad
no lo oye. El Perú trata a los indios como África del Sur trata a los negros.
El español es el único idioma que se enseña en las escuelas y el único que
entienden los jueces y los policías y los funcionarios. (El español no es el
único idioma de la televisión, porque la televisión también habla inglés.) Hace
cinco años, los funcionarios del Registro Civil de las Personas, en la ciudad
de Buenos Aires, se negaron a inscribir el nacimiento de un niño. Los padres,
indígenas de la provincia de Jujuy, querían que su hijo se llamara Qori
Wamancha, un nombre de su lengua. El Registro argentino no lo aceptó por ser
nombre extranjero.
Los
indios de las Américas viven exiliados en su propia tierra. El lenguaje no es
una señal de identidad, sino una marca de maldición. No los distingue: los
delata. Cuando un indio renuncia a su lengua, empieza a civilizarse. ¿Empieza a
civilizarse o empieza a suicidarse?
***

El
problema indígena: los primeros americanos, los verdaderos descubridores de
América, son un problema. Y para que el problema deje de ser un problema, es
preciso que los indios dejen de ser indios. Borrarlos del mapa o borrarles el
alma, aniquilarlos o asimilarlos: el genocidio o el otrocidio.
En
diciembre de 1976, el ministro del Interior del Brasil anunció, triunfal, que
el problema indígena quedará completamente resuelto al final del siglo veinte:
todos los indios estarán, para entonces, debidamente integrados a la sociedad
brasileña, y ya no serán indios. El ministro explicó que el organismo
oficialmente destinado a su protección (FUNAI, Fundacao Nacional do Indio) se
encargará de civilizarlos, o sea: se encargará de desaparecerlos. Las balas, la
dinamita, las ofrendas de comida envenenada, la contaminación de los ríos, la
devastación de los bosques y la difusión de virus y bacterias desconocidos por
los indios, han acompañado la invasión de la Amazonia por las empresas ansiosas
de minerales y madera y todo lo demás. Pero la larga y feroz embestida no ha
bastado. La domesticación de los indios sobrevivientes, que los rescata de la
barbarie, es también un arma imprescindible para despejar de obstáculos el
camino de la conquista.
***
Matar
al indio y salvar al hombre, aconsejaba el piadoso coronel norteamericano Henry
Pratt. Y muchos años después, el novelista peruano Mario Vargas Llosa explica
que no hay más remedio que modernizar a los indios, aunque haya que sacrificar
sus culturas, para salvarlos del hambre y la miseria.
La
salvación condena a los indios a trabajar de sol a sol en minas y plantaciones,
a cambio de jornales que no alcanzan para comprar una lata de comida para
perros. Salvar a los indios también consiste en romper sus refugios comunitarios
y arrojarlos a las canteras de mano de obra barata en la violenta intemperie de
las ciudades, donde cambian de lengua y de nombre y de vestido y terminan
siendo mendigos y borrachos y putas de burdel. O salvar a los indios consiste
en ponerles uniforme y mandarlos, fusil al hombro, a matar a otros indios o a
morir defendiendo al sistema que los niega. Al fin y al cabo, los indios son
buena carne de cañón: de los 25 mil indios norteamericanos enviados a la
segunda guerra mundial, murieron 10 mil.
El 16
de diciembre de 1492, Colón lo había anunciado en su diario: los indios sirven
para les mandar y les hacer trabajar, sembrar y hacer todo lo que fuere
menester y que hagan villas y se enseñen a andar vestidos y a nuestras
costumbres. Secuestro de los brazos, robo del alma: para nombrar esta
operación, en toda América se usa, desde los tiempos coloniales, el verbo
reducir. El indio salvado es el indio reducido. Se reduce hasta desaparecer:
vaciado de sí, es un no-indio, y es nadie.
***
América
Latina trata a sus indios como las grandes potencias tratan a América Latina.
***
Gabriel
René-Moreno fue el más prestigioso historiador boliviano del siglo pasado. Una
de las universidades de Bolivia lleva su nombre en nuestros días. Este prócer
de la cultura nacional creía que los indios son asnos, que generan mulos cuando
se cruzan con la raza blanca. Él había pesado el cerebro indígena y el cerebro
mestizo, que según su balanza pesaban entre cinco, siete y diez onzas menos que
el cerebro de raza blanca, y por tanto los consideraba celularmente incapaces
de concebir la libertad republicana.
El
peruano Ricardo Palma, contemporáneo y colega de Gabriel René-Moreno, escribió
que los indios son una raza abyecta y degenerada. Y el argentino Domingo
Faustino Sarmiento elogiaba así la larga lucha de los indios araucanos por su
libertad: Son más indómitos, lo que quiere decir: animales más reacios, menos
aptos para la Civilización y la asimilación europea.
El más
feroz racismo de la historia latinoamericana se encuentra en las palabras de los
intelectuales más célebres y celebrados de fines del siglo diecinueve y en los
actos de los políticos liberales que fundaron el Estado moderno. A veces, ellos
eran indios de origen, como Porfirio Díaz, autor de la modernización
capitalista de México, que prohibió a los indios caminar por las calles
principales y sentarse en las plazas públicas si no cambiaban los calzones de
algodón por el pantalón europeo y los huaraches por zapatos.
Eran
los tiempos de la articulación al mercado mundial regido por el Imperio
Británico, y el desprecio científico por los indios otorgaba impunidad al robo
de sus tierras y de sus brazos.
El
mercado exigía café, pongamos el caso, y el café exigía más tierras y más
brazos. Entonces, pongamos por caso, el presidente liberal de Guatemala, Justo
Rufino Barrios, hombre de progreso, restablecía el trabajo forzado de la época
colonial y regalaba a sus amigos tierras de indios y peones indios en cantidad.
***
Las
técnicas arcaicas, en manos de las comunidades, habían hecho fértiles los
desiertos en la cordillera de los Andes. Las tecnologías modernas, en manos del
latifundio privado de exportación, están convirtiendo en desiertos las tierras
fértiles en los Andes y en todas partes.
Resultaría
absurdo retroceder cinco siglos en las técnicas de producción; pero no menos
absurdo es ignorar las catástrofes de un sistema que exprime a los hombres y
arrasa los bosques y viola la tierra y envenena los ríos para arrancar la mayor
ganancia en el plazo menor. ¿No es absurdo sacrificar a la naturaleza y a la
gente en los altares del mercado internacional? En ese absurdo vivimos; y lo
aceptamos como si fuera nuestro único destino posible.
Las llamadas
culturas primitivas resultan todavía peligrosas porque no han perdido el
sentido común. Sentido común es también, por extensión natural, sentido
comunitario. Si pertenece a todos el aire, ¿por qué ha de tener dueño la
tierra? Si desde la tierra venimos, y hacia la tierra vamos, ¿acaso no nos mata
cualquier crimen que contra la tierra se comete? La tierra es cuna y sepultura,
madre y compañera. Se le ofrece el primer trago y el primer bocado; se le da
descanso, se la protege de la erosión.
El
sistema desprecia lo que ignora, porque ignora lo que teme conocer. El racismo
es también una máscara del miedo.
¿Qué
sabemos de las culturas indígenas? Lo que nos han contado las películas del Far
West. Y de las culturas africanas, ¿qué sabemos? Lo que nos ha contado el
profesor Tarzán, que nunca estuvo.
Dice un
poeta del interior de Bahía: Primero me robaron del África. Después robaron el
África de mi.
La
memoria de América ha sido mutilada por el racismo. Seguimos actuando como si
fuéramos hijos de Europa, y de nadie más.
Tomado de: Eduardo Galeano, Ser como ellos
y otros artículos, Siglo Veintiuno Editores, México, 1992.
Síguenos en Facebook: Escuela Nacional de Formacion Politica
y Twitter: @escuelanfp
Rellene el siguiente formulario para suscribirse.
Comentarios
Publicar un comentario
Escriba sus comentarios