Las casetas del populoso mercado Mutualista en Santa Cruz comenzaron a quemarse la noche de ayer domingo, justamente al día siguiente de que los gremialistas anunciaron que no acatarán el anunciado paro de 48 horas decidido por la Gobernación y el Comité Cívico cruceños, a la cabeza de otras instituciones totalmente controladas por la derecha, como la Universidad Gabriel René Moreno. Aunque se desconocen las causas que originaron este desastre, llamó enormemente la atención que los pocos hidrantes de la zona no tenían agua, por lo que el fuego que inició en algunos puestos pudo extenderse rápidamente. Vanos fueron los esfuerzos de los comerciantes, que trataron de recuperar la mercadería que tenían en sus kioscos, arriesgando sus vidas. Con la llegada de los bomberos y colaboración de los mismos comerciantes se combatió el siniestro; luego, cuando arribó al lugar Luis Fernando Camacho, fue recibido con mucha hostilidad porque varios comerciantes abiertamente lo acusaron de estar detrás...
Por: Omar Rilver Velasco Portillo
En
semanas pasadas algunos medios de prensa y exautoridades de administraciones
anteriores pusieron en la mesa del debate nacional el déficit fiscal con un
evidente deseo de generar un clima de intranquilidad. En sus interpretaciones
se estaría gastando demasiado, los retornos de los gastos serían dudosos, y se
estarían agotando los recursos de las reservas internacionales y presionando la
deuda para complacer a los apetitos fiscales del Gobierno. Esta mirada
simplista del déficit fiscal no puede sino ser discutida a profundidad, puesto
que es inapropiado evaluar la política fiscal con base en un único indicador,
sin analizar la composición de ingresos y gastos, el tipo de financiamiento y,
peor aún, sin comprender su temporalidad.
En
primer lugar es importante aclarar que el ahorro fiscal generado por el sector
público entre 2006 y 2016 fue en promedio de un 13,1% del PIB. El ahorro fiscal
es la diferencia entre los ingresos y los gastos corrientes. Incluso el ahorro
del Gobierno se dio en los últimos tres años de déficit fiscal, donde el
balance corriente representó 12,2% del PIB en promedio. ¿Por qué entonces si
hay ahorro existe déficit fiscal?
El
ahorro del sector público es utilizado para financiar la mayor parte de la
inversión pública, pero no la totalidad. He ahí la explicación de los déficits
fiscales. La inversión pública, a diferencia del gasto corriente, tiene un
impacto diferente en la economía. El primero aumenta la capacidad de producir
más bienes y servicios, contribuye a mejorar la productividad del sector
privado con mayor infraestructura física, y a incrementar la generación de
valor agregado a nuestras exportaciones. En cambio el gasto corriente se destina
a la administración pública para garantizar su funcionamiento.
Gracias
al impulso de la inversión pública logramos pasar de una tasa de inversión de
14% del PIB en 2006 al promedio de América del Sur de 20% en 2016, y esta es la
variable que nos mantiene en los primeros lugares del ranking de crecimiento
económico de la región. Pero fuera de los efectos virtuosos que tiene la
inversión en el crecimiento, queda pendiente la explicación de su
sostenibilidad en las cuentas públicas.
La
sostenibilidad fiscal es una discusión de mediano y largo plazo, y no de corto
plazo como confusamente se malinterpreta. Cuando se financian gastos de
inversión, la posición neta deudora del sector público no se ve afectada en el
largo plazo, porque esos recursos generan retornos. Está por demás demostrar
como ejemplo que la planta de urea generará $us 233 millones de ingresos
anuales estimados, sobre una inversión total de $us 943 millones. Es decir, en
pocos años las inversiones serán más que compensadas por los nuevos ingresos
fiscales que se generen.
El
financiamiento de la inversión pública está respaldado, como ya se mencionó
respecto al ahorro fiscal actual y los saldos acumulados en gestiones pasadas.
Es por esta razón que el aumento de la deuda ha sido bastante moderado en los
últimos años, llegando a cerca del 22% del PIB, con un margen amplio de
endeudamiento hacia adelante, y donde las reservas internacionales se mantienen
en niveles elevados (28% del PIB), y cuyo uso está dirigido exclusivamente a
los megaproyectos productivos con retorno asegurado.
Además,
el déficit fiscal explicado por la inversión pública tiene un comportamiento
claramente temporal hasta que se concluyan los grandes proyectos de
industrialización en el país, y no tiene un carácter inflexible en el tiempo
como el gasto corriente.
En el
vocablo neoliberal existe una sola definición de déficit fiscal, sin distinguir
entre gastos corrientes y capital, porque las inversiones fueron casi
inexistentes. El déficit fiscal seguramente fue una preocupación en el pasado
porque se tenía que recurrir a ayuda externa para cubrirlos, y esa histéresis
muy probablemente aún persista en la mente de algunos economistas, pero lo que
fue malo en el pasado no tiene por qué serlo hoy en día.
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