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El fascismo está actuando en Santa Cruz, el gobierno debe investigar

Las casetas del populoso mercado Mutualista en Santa Cruz comenzaron a quemarse la noche de ayer domingo, justamente al día siguiente de que los gremialistas anunciaron que no acatarán el anunciado paro de 48 horas decidido por la Gobernación y el Comité Cívico cruceños, a la cabeza de otras instituciones totalmente controladas por la derecha, como la Universidad Gabriel René Moreno. Aunque se desconocen las causas que originaron este desastre, llamó enormemente la atención que los pocos hidrantes de la zona no tenían agua, por lo que el fuego que inició en algunos puestos pudo extenderse rápidamente. Vanos fueron los esfuerzos de los comerciantes, que trataron de recuperar la mercadería que tenían en sus kioscos, arriesgando sus vidas. Con la llegada de los bomberos y colaboración de los mismos comerciantes se combatió el siniestro; luego, cuando arribó al lugar Luis Fernando Camacho, fue recibido con mucha hostilidad porque varios comerciantes abiertamente lo acusaron de estar detrás...

Su nombre es Felipe...


Por: Carla Espósito Guevara

Su nombre es Felipe Tarqui, nació en Sacacani, una comunidad del municipio de San Pedro de Curahuara de la provincia de Villarruel del departamento de Oruro. Migró a El Alto hace 30 años. Tiene ahora cerca de 54 años pero aparenta tener más. Trabajó duro toda su vida en su taller mecánico que le ayudó a salir de la pobreza dándole algunos réditos económicos, con esos recursos compró una destartalada camioneta y construyó su casa propia. Estaba orgulloso de ser su propio jefe.

Hace poco tiempo, confiado de su taller, se animó a entrar en una licitación del Municipio Autónomo de Caranavi, formando un consorcio con dos amigos obreros independientes, para concluir el Coliseo cerrado de ese municipio. Empeñó todo lo que tenía para sacar la obra. Pidió un préstamo al banco, puso de garantía su taller y la casa para entrar en esa licitación y logró sacarla. Contra viento y marea terminó la construcción de la obra en los plazos establecidos. Meses después, con bombos y platillos, la obra estrella de Caranavi se inauguraba en un masivo acto con la presencia del Alcalde, Lidio Roberto Mamani, y el Presidente Morales. El Coliseo costó 8,7 millones de bolivianos y tiene capacidad para 4.500 espectadores, seis ingresos, una cancha multifuncional reglamentaria, dos camerinos cada uno con baños y duchas, dos áreas de calentamiento, gimnasio, gabinete médico y baños.

Inaugurada la obra, debido a los obstáculos burocráticos, la Alcaldía no pagó a Felipe la totalidad del dinero que le adeudaba y como los bancos no esperan a las alcaldías, el Banco le cayó encima. Felipe perdió casi todo, hubiera perdido también su casa si sus hijos no reúnen el dinero para pagar la deuda al Banco y salvar así parte del patrimonio familiar. Pero no pudo salvar el taller. Felipe sigue viviendo en su casa, aunque ya no es de su propiedad, ahora es de sus hijos y Felipe volvió a trabajar como empleado en la renovación de un hotel de sal en las orillas del Salar de Uyuni, a donde viaja tres semanas al mes en su destartalada camioneta.

El caso de Felipe es un ejemplo típico de muchas pequeñas empresitas que invirtieron todo para embarcarse en las licitaciones del Estado, pero éste nunca les pagó o pagó demasiado tarde, cuando ya los bancos habían rematado sus casas, bienes y/o maquinas, mandándolas a la quiebra. La burocracia estatal es tan pesada, que en su dinámica petrificada, en vez de crear empleo lo destruye, sin darse cuenta de que con ello destruye también la vida de mucha gente.

La esperanza de este proceso era construir, entre otras cosas, un estado social, pero el Estado se ha convertido en una maquinaria indolente, en la que importan más los procedimientos burocráticos que la vida de la gente. El Estado puede incumplir cuanto tiempo quiera el pago a las empresas con las que trabaja, no hay sanciones para él. Pero pobres los contratistas que se atrasen con los plazos establecidos en los contratos de licitación: esos sí están escritos en piedra y las sanciones caerán de forma inclemente si se incumplen.

Bajo esta forma sociópata de administrar las obras del Estado, solamente pueden sobrevivir las grandes empresas constructoras, los grandes consorcios, que cuentan con enormes capitales para resistir los atrasos del Estado y pagar las deudas de los bancos con fondos propios, pero mueren en el camino las pequeñas empresitas de gente que, como Felipe, creyeron en el Estado y empeñaron todo para trabajar con él.

El Coliseo fue construido, paradójicamente, con recursos del programa “Bolivia cambia”, con dinero de la UPRE, Unidad de Proyectos Especiales. La enorme construcción está ahí, quedó como emblema de la “modernidad” de Caranavi, pero nadie sabe del tremendo dolor humano y social que se esconde tras los muros de la monumental obra.


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