Las casetas del populoso mercado Mutualista en Santa Cruz comenzaron a quemarse la noche de ayer domingo, justamente al día siguiente de que los gremialistas anunciaron que no acatarán el anunciado paro de 48 horas decidido por la Gobernación y el Comité Cívico cruceños, a la cabeza de otras instituciones totalmente controladas por la derecha, como la Universidad Gabriel René Moreno. Aunque se desconocen las causas que originaron este desastre, llamó enormemente la atención que los pocos hidrantes de la zona no tenían agua, por lo que el fuego que inició en algunos puestos pudo extenderse rápidamente. Vanos fueron los esfuerzos de los comerciantes, que trataron de recuperar la mercadería que tenían en sus kioscos, arriesgando sus vidas. Con la llegada de los bomberos y colaboración de los mismos comerciantes se combatió el siniestro; luego, cuando arribó al lugar Luis Fernando Camacho, fue recibido con mucha hostilidad porque varios comerciantes abiertamente lo acusaron de estar detrás...
Todo Estado para representarse como
defensor y representante del interés general utiliza, lo que Jeremy Betham
llamo, “estrategias alegóricas”, cuya función es enmascarar los intereses de
clase como entidades morales independientes. Esta es una práctica común de los estados
en general, Marx decía en la Ideología Alemana que “toda clase que aspire a
implantar su condición de amo, aun cuando su dominación (…) postule la
abolición de toda forma de sociedad anterior y de toda dominación en general,
tiene que empezar conquistando el poder político, para poder presentar su
interés como el interés general. Por esto se reconoce al Estado también como un
poder ideológico.
Lo común es que el Estado capitalista
responda a los intereses de la burguesía fundamentalmente, pero puede ocurrir,
según su grado de autonomía y el estado de la lucha de clases, que responda
también a otras tramas de intereses. En el caso de Bolivia tenemos lo segundo,
una trama compleja de intereses entre los que el Estado se balancea, donde
están, por lado, los intereses populares, generalmente, logrados bajo presión (de
campesinos, obreros, indígenas) pero también intereses de la burguesía industrial
del oriente, de la financiera y los de una nueva burguesía emergente del
proceso de cambio, que presionan y jalonean al Estado para que éste responda también
a sus intereses de clase, y el Estado muchas veces lo hace, pero, pese a esto,
presenta su respuesta como interés general.
El caso reciente del TIPNIS es un campo
particular para verificar esto, ahí existe un complejo mosaico de intereses. Por
un lado están los colonizadores, ex mineros devenidos en cocaleros, que
empezaron a asentarse en este territorio desde los años 80, después del cierre
de las minas y con la crisis que produjeron las reformas neoliberales en
Bolivia, quienes crearon asentamientos, que
hoy requieren caminos, acceso a servicios, ampliación de tierras agrícolas, y
que constituyen parte importante de la base popular del MAS; estos se
contraponen con los intereses de los pueblos indígenas cuyos derechos sobre el
territorio y el propio territorio que ocupaban, fueron avasallados por esa colonización
y hoy reclaman mantenerlos como TCOs; operan también intereses de madereros; intereses
estatales de control sobre el territorio y uso de sus recursos, e intereses geopolíticos
y de soberanía sobre la amazonia. Sin embargo la Ley 180 que suspende la
intangibilidad del TIPNIS, responde, solo a una parte de esos intereses, no a
todos, pero se presenta como un beneficio para el desarrollo del país.
El otro caso emblemático, y quizás más
transparente, es el de la ampliación de la frontera agrícola y del número de
años para la revisión de la función económica social de la tierra, que
responde, mucho más claramente que el caso anterior, a los intereses de la
agroindustria del oriente, aunque se han presentado como un tema de interés
general que se denominó de “reconducción productiva.”
Muchos han reclamado a Evo Morales su
posición actual sobre el TIPNIS, contraria a la que sostuvo en Naciones Unidas
hace ocho años atrá. En efecto hay una contradicción, y lo que ocurre es que el
discurso sobre la Madre Tierra en este caso opera como un mecanismo de
legitimación que oscurece y oculta los intereses de clase que están tras estas
políticas.
Acá resulta
pertinente algo que Poulantzas decía, que el Estado es un factor de cohesión
dentro de la unidad general de una formación social, la función de cohesión se
localiza en el lugar donde las contradicciones de una formación social se
condensan. Uno de esos lugares es hoy el TIPNIS. El discurso de la Madre Tierra
explica entonces como el Estado se vuelve coherente a pesar de sus
contradicciones.
Pero, con ese tipo de discursos
legitimadores, también ocurre que muchas veces son apropiados por la gente, que
los utiliza como arma para negociar con el Estado en los mismos términos que éste
utiliza, por tanto, más posibilidades habrá de interpelar estas estrategias
estatales de legitimación y de operar en sus contradicciones, cuanto más
apropiación popular tengan.
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Publicado en el semanario La Época
y Twitter: @escuelanfp
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