Las casetas del populoso mercado Mutualista en Santa Cruz comenzaron a quemarse la noche de ayer domingo, justamente al día siguiente de que los gremialistas anunciaron que no acatarán el anunciado paro de 48 horas decidido por la Gobernación y el Comité Cívico cruceños, a la cabeza de otras instituciones totalmente controladas por la derecha, como la Universidad Gabriel René Moreno. Aunque se desconocen las causas que originaron este desastre, llamó enormemente la atención que los pocos hidrantes de la zona no tenían agua, por lo que el fuego que inició en algunos puestos pudo extenderse rápidamente. Vanos fueron los esfuerzos de los comerciantes, que trataron de recuperar la mercadería que tenían en sus kioscos, arriesgando sus vidas. Con la llegada de los bomberos y colaboración de los mismos comerciantes se combatió el siniestro; luego, cuando arribó al lugar Luis Fernando Camacho, fue recibido con mucha hostilidad porque varios comerciantes abiertamente lo acusaron de estar detrás...
Por: Leonardo Rossi
“No
hay nada que festejar con el fin del ciclo progresista”. Con esas palabras
inició su exposición la socióloga Maristella Svampa. No obstante, remarcó: “No
podemos dejar de hacer un balance desde las perspectivas críticas”.
Investigadora del Conicet e integrante del Grupo Permanente de Alternativas al
Desarrollo, Svampa acaba de publicar ‘Del cambio de época al fin de ciclo.
Gobiernos progresistas, extractivismo y movimientos sociales en América Latina’
(Edhasa, 2017).
La
primera presentación de este material para pensar el escenario socio-político
reciente en la región, y los nuevos desafíos, la realizó en la Universidad
Nacional de Catamarca el pasado 30 de junio, invitada desde el Doctorado en
Humanidades. Durante más de una hora, la intelectual punteó los principales
ejes de su último trabajo e intercambió algunos análisis coyunturales con el
auditorio. “Sabiendo que el escenario actual empeora ese fin de ciclo, donde se
intensifica el extractivismo, el cercenamiento de derechos sociales y la
represión de la protesta, tenemos que analizar el ciclo progresista y ver cómo
algunas narrativas políticas nos sirven para tender puentes”.
En
esa línea, Svampa retomó una idea que dejó plasmada en el libro: “No sabemos
hasta dónde el giro conservador que hoy se opera en América Latina permitirá
abrir una nueva conversación con aquellos otros colegas y activistas que hasta
hace poco promovieron activamente a los progresismos realmente existentes,
afirmando que ésta era ‘la única izquierda posible’. Si acaso ese diálogo fuera
posible, la tarea que nos aguarda es sumamente compleja y difícil, pues se
trata de pensar colectivamente una izquierda posprogresista, que conjugue a la
vez justicia social y antipatriarcal, con justicia ecológica. Sin la
intersección de esos tres ejes en un único horizonte, creo humilde y
sinceramente que hay escasas posibilidades de reformular las izquierdas, en un
sentido verdaderamente democrático, plural y emancipatorio”.
La crítica al extractivismo
Un
planteo central del nuevo libro se centra en destacar el rol de los movimientos
sociales como el actor clave en abrir un nuevo escenario de cara al cambio de
época que finalmente decantaría en una serie de gobiernos progresistas en la
región. Fueron la Guerra del Agua en Bolivia (2000) y las luchas, encabezadas
por los movimientos piqueteros, entre fin de 2001 y 2002 en Argentina, entre
otros, los antecedentes que marcaron la agenda crítica al neoliberalismo.
Svampa
describe la aparición de los progresismos (Argentina, Venezuela, Bolivia, Ecuador,
Brasil, Uruguay, Nicaragua y etapas en Paraguay y Chile) como eje central de la
política, caracterizados –más allá de los matices—por tener una lengua común
(lingua franca): cuestionamiento al neoliberalismo, políticas heterodoxas,
políticas sociales de inclusión y creación de espacios regionales. Estas
narrativas, plantea, muchas veces apuntaladas desde los movimientos
“colisionaron al calor del ‘boom de los commodities’” para dar paso a “modelos
en clave desarrollistas extractivista”, que van desde el impulso a la
megaminería y el agronegocios hasta la instalación de mega-represas, pasteras e
intensificación de la matriz petrolera ahora bajo la cuestionada modalidad de
fractura hidráulica. “El cierre de los debates sobre modelos de desarrollos alternativos
fue una de las características de estos gobiernos”.
La
autora ubica el periodo 2007-2009 como el momento donde se marca claramente
“una grieta crítica al extractivismo”. En ese sentido, desde los gobiernos “se
redobló la apuesta”, bajo lo que denominó ‘consenso de los commodities’. “En
Argentina con el Plan Estratégico Agroalimentario (2010), en Bolivia con la
carretera del TIPNIS (2011), en Venezuela el proyecto del Arco Minero en el
Orinoco (2012), y el avance con la hidroeléctrica de Belo Monte en Brasil pese
a las advertencias de la Corte Interamericana de Derechos Humanos”. En esta
línea, enfatizó que esta conflictividad se traduce en que “América Latina es la
región del mundo con más asesinatos de activistas ambientales en los últimos
años, según relevó OXFAM”.
Límites del ciclo
Otro
eje crítico se centra en los aspectos socio-económicas que dejaron los
progresismos.
En
otra línea, aborda la crítica a los denominados ‘populismos infinitos’. Svampa
aclaró que lejos está su crítica del “vampirismo” del término que “ha hecho la
derecha política y mediática, que lo liga al despilfarro y al autoritarismo”.
“Tampoco comparto las versiones apologéticas”, agregó. “Es algo mucho más
complejo que tiene que ver con aspectos democratizadores y otros que no; con la
inclusión de los excluidos y la intolerancia a otras temáticas; con la
reducción del espacio político al ellos/nosotros que empobrece y expulsa otras
miradas; y con una alianza de clases más allá de la retórica que incluyó pactos
con el gran capital”.
En
este apartado, la investigadora diferenció casos como el de Argentina y
Ecuador, a los que calificó como “populismos de clases medias que hablan en
nombre de las clases populares”, en tanto que Bolivia representaría un caso más
típicamente encabezado por sectores populares; y Venezuela que ha experimentado
en torno a la democracia participativa. Como lugar común, remarcó que pese a
las expectativas iniciales, “no hubo gobierno de los movimientos sociales” sino
que “siempre se buscó el control o la tutela de los mismos”.
La
última crítica abarcó aspectos que atraviesan el “’Fin de ciclo’: la caída de
precios de los commodities, el fracaso del regionalismo y la dependencia con
China”. A la luz de estos hechos, sostuvo: “No podemos olvidar el momento
histórico del ‘No al Alca’ en Mar del Plata construido por los movimientos
sociales en articulación con los presidentes”. A su entender, “UNASUR terminó
siendo un espacio de consolidación del IIRSA (COSIPLAN)”, que tiene por objeto
principal diseñar una infraestructura regional atada a los interesas
extractivistas, y ahí “hay que tener en cuenta el rol de Brasil, que juega en
otras ligas”. “Nadie dice no negociar con China, sino que hay que ver cómo se
da ese vínculo, con qué intereses, y si es como bloque o cada uno por
separado”.
El presente, resistencia y
esperanza
Tras
un punteo por los temas del libro, Svampa dio lugar a algunas preguntas.
Consultada por el actual escenario en Argentina, Svampa caracterizó al gobierno
de Macri como “una derecha aperturista neo-empresarial que no es repetición de
los noventa”. “Es una derecha que hace política social, pos-política, ligada a
las ONGS y a la Iglesia que disputa territorio”. Además remarcó “la ceguera de
clase” que presentan los funcionarios. “Hay cosas que no pueden comprender, y
esa mirada de clase es muy violenta: se vio con el tema Desaparecidos, o el
ejemplo de Esteban Bullrich hablando de la Campaña del Desierto, algo que para
él está bien”. Desde su óptica, este gobierno “no ve derechos, ve abusos” cuando
los sectores populares son beneficiarios de políticas públicas. “Es un gobierno
no consolidado, que tiene cada vez menos margen, pero ciertamente hay
estabilidad. Aún aprovecha bien el esquema binario (con el kirchnerismo) para
sacar ventaja, por lo que quedan pocas posibilidades de abrir la agenda más
allá de esa disputa”, reflexionó.
Por
último, planteó que si bien su trabajo es desde una mirada crítica de
izquierda, “no podemos caer en que todo fue negativo, hay mucho para recuperar
de los progresismos en lenguaje y en derechos conquistados”. En este presente,
valora tres narrativas del “campo de la resistencia” que entiende abren
horizontes de esperanza: “La de los movimientos territoriales de raigambre
piquetera amenazados por el hambre, por caso el trabajo de la CTEP; el
colectivo ‘Ni una menos’, que no sólo se enfoca en los femicidios sino que ha
planteado una base de temas de los que hoy la agenda de los partidos no puede
prescindir; y los movimientos socio-ambientales, que desde la periferia están
cada vez más presentes”.
y Twitter: @escuelanfp
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