Las casetas del populoso mercado Mutualista en Santa Cruz comenzaron a quemarse la noche de ayer domingo, justamente al día siguiente de que los gremialistas anunciaron que no acatarán el anunciado paro de 48 horas decidido por la Gobernación y el Comité Cívico cruceños, a la cabeza de otras instituciones totalmente controladas por la derecha, como la Universidad Gabriel René Moreno. Aunque se desconocen las causas que originaron este desastre, llamó enormemente la atención que los pocos hidrantes de la zona no tenían agua, por lo que el fuego que inició en algunos puestos pudo extenderse rápidamente. Vanos fueron los esfuerzos de los comerciantes, que trataron de recuperar la mercadería que tenían en sus kioscos, arriesgando sus vidas. Con la llegada de los bomberos y colaboración de los mismos comerciantes se combatió el siniestro; luego, cuando arribó al lugar Luis Fernando Camacho, fue recibido con mucha hostilidad porque varios comerciantes abiertamente lo acusaron de estar detrás...
Todos
nos solidarizamos con Reynaldo Ramírez, condenado por un crimen que no cometió.
A Reynaldo le robaron dos años de su vida, y ahora dos jueces y un fiscal
enfrentan un proceso penal por haber condenado a un inocente. ¿Cómo resarcir
ese daño incuantificable? Alguna autoridad sugirió una compensación económica
por parte del órgano judicial, y le han dado un puesto de trabajo en la Casa de
la Justicia.
En su
momento, asistimos a las novedades del caso a través de una extensa cobertura y
varias conferencias de prensa protagonizadas por autoridades nacionales y
departamentales. No era para menos, pero ¿es realmente una novedad? Sabemos
desde hace décadas que las cárceles están llenas de personas esperando una
sentencia. Y sobre la justicia en el órgano judicial ¿existe alguien que
todavía no esté convencido de que llega tarde, mal y nunca? Una sentencia ¿es
sinónimo de justicia?
Al otro
lado de la conmiseración y el resarcimiento está Verónica Menacho Chilo, tenía
22 años cuando fue golpeada hasta la inconsciencia, y luego quemada; y una niña
pequeña, que quedó huérfana. Es cierto, ahora el ‘verdadero’ culpable está
preso. Nos enteramos y sentimos alivio: un feminicida preso.
Pero ¿y
el daño? ¿Y la niña? Crecerá sin madre, y el padre… bueno, tampoco es novedad
cuando el padre abandona. A esta joven, que se llamó Verónica, en quien casi no
pensamos, también le robaron años de vida. No dos ni tres: toda una vida. Pero
aquí no hay autoridades dando conferencias de prensa.
Al otro
lado de la conmiseración y el resarcimiento están cuántas más, si en Bolivia
hay por lo menos un feminicidio cada tres días.
Si
solamente dos de cada diez juicios por feminicidio terminan en condena, ¿adónde
van a parar los años robados a esas mujeres, a fuerza de puñetes y patadas?
¿Dónde están los jueces y fiscales que no condenan a los culpables? ¿Quién
castiga a los que dilatan los juicios, pierden las pruebas, niegan informes?
¿Quién nos da una conferencia de prensa para hablar de resarcimiento? ¿Cómo
podemos resarcir las vidas que se destrozan? La violencia contra nosotras viene
del mismo sistema que debiera garantizar seguridad y justicia.
Un
hombre inocente es liberado: solidaridad con su caso. Cientos de mujeres
inocentes son torturadas y asesinadas: retardación con esos casos. Silencio.
Indolencia.
Al
final ¿cuánto vale la vida de una mujer, de cualquier mujer? Menos que la de un
hombre, que la de cualquier hombre.
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