Las casetas del populoso mercado Mutualista en Santa Cruz comenzaron a quemarse la noche de ayer domingo, justamente al día siguiente de que los gremialistas anunciaron que no acatarán el anunciado paro de 48 horas decidido por la Gobernación y el Comité Cívico cruceños, a la cabeza de otras instituciones totalmente controladas por la derecha, como la Universidad Gabriel René Moreno. Aunque se desconocen las causas que originaron este desastre, llamó enormemente la atención que los pocos hidrantes de la zona no tenían agua, por lo que el fuego que inició en algunos puestos pudo extenderse rápidamente. Vanos fueron los esfuerzos de los comerciantes, que trataron de recuperar la mercadería que tenían en sus kioscos, arriesgando sus vidas. Con la llegada de los bomberos y colaboración de los mismos comerciantes se combatió el siniestro; luego, cuando arribó al lugar Luis Fernando Camacho, fue recibido con mucha hostilidad porque varios comerciantes abiertamente lo acusaron de estar detrás...
Este es
un homenaje al puñado de dirigentes históricos que también peleó por la patria.
El
movimiento obrero aportó al desarrollo de instituciones democráticas
participativas de Bolivia por medio de la acción colectiva de los trabajadores
mineros quienes construyeron el paradigma socialista revolucionario a través
del sindicato y la asamblea, el órgano político en el que se tomaban decisiones
en función del interés de clase pero anteponiendo los intereses de las grandes
mayorías de la nación.
La
influencia de la dirigencia minera es gravitante y se expresa a partir de las
primeras décadas del siglo XX como resultado de las relaciones sociales del
capitalismo de enclave, que introduce tecnología de punta en la labor
industrial y resuelve el problema de la sujeción de la mano de obra, proyectos
en los que fracasaron ostensiblemente los Patriarcas de la Plata en el siglo
XIX.
Entre
los pioneros que enarbolan las banderas del sindicalismo anarquista y
socialista embrionario se encuentra Gumercindo Rivera López (1888-1968), sastre
y minero, dirigente de la Federación Obrera Central Uncía, testigo de las
primeras masacres en las minas. Manuel Pareja Abecia (1890-1960), precursor de
la lucha obrera y artífice de la conquista de una jornada de ocho horas de
trabajo en las minas, torciéndole el brazo al magnate Simón I. Patiño. Rodolfo
Soliz G., dirigente sindical y codificador obrero, autor de Masacres mineras,
reveladora obra que pone al desnudo los alcances insospechados de las primeras
masacres.
Los
testimonios de los pioneros permiten reconstruir la estrategia empresarial para
enfrentar y liquidar a la clase obrera: el paralelismo sindical, la represión
con declaratoria de zonas militares a los centros mineros, la masacre blanca,
el destierro de dirigentes sindicales y militantes radicalizados. El asesinato
selectivo de cuadros obreros y políticos esclarecidos, la expulsión de los
mineros subversivos del campamento y listas negras en la que figuraban
trabajadores vetados para ingresar a empresas y fábricas del país. Arturo
Borda, intelectual socialista, comprometido con la clase obrera, levanta in
situ uno de los primeros diagnósticos sobre la situación de la clase obrera en
1927, en la que denuncia la sistemática elusión por parte de las empresas de
las leyes y normas legales de protección al obrero y sugiere al presidente
Hernando Siles profundizar la legislación obrera por medio de decretos.
Federico
Escóbar Zapata (1924-1966), control obrero, fue asesinado e Irineo Pimentel
Rojas (1927-1978), secretario general del Sindicato de Siglo XX, fueron
identificados por Estados Unidos como enemigos públicos, enfrentaron la
estrategia norteamericana, impulsada por la Alianza para el Progreso (plan desarrollista
con un componente político), diseñado para neutralizar el poder de los
sindicatos y erradicar el comunismo en las minas y el Plan Triangular para la
desnacionalización de la minería estatal y el retiro de 4.000 obreros. Arturo
Crespo Enríquez (1930-2017), control obrero, movimientista, dejó un testimonio
fundamental sobre el movimiento minero. Isaac Camacho Torrico (1933-1967) y
César Lora (c.1930-1965), líderes trotskistas (asesinados) del movimiento
obrero, enfrentan a la dictadura de Barrientos y en el frente interno al MNR y
al PCB. Rosendo García Maisman (1935-1967), comunista, dirigente y luchador
insobornable (asesinado) y Simón Reyes Rivera (1930-2012), dirigente minero
orgánico y militante comunista, estuvieron en la Masacre de San Juan,
planificada por el general René Barrientos, el aliado más importante de
Washington. Óscar Salas Moya (1936-2017), Filemón Escóbar (1934-2017) y Cirilo
Jiménez, enfrentaron a las dictaduras de Banzer y García Meza pero no lograron
remontar la ofensiva neoliberal que cerró las minas, liquidó al movimiento
obrero, vendió las empresas estatales y entregó los yacimientos minerales y
petrolíferos a las transnacionales. Víctor López Arias (1927-2017), el hombre
de unidad del movimiento sindical boliviano, el último líder enfrentó la
hecatombe minera, cierra el ciclo de la primera generación de dirigentes
históricos del 52.
Un
puñado de dirigentes nunca aceptó la relocalización y soportó estoico el trato
humillante de los gobiernos neoliberales. Fueron enviados a los pocos centros
de trabajo como cargadores (q’epiris) o cuidadores (serenos), acciones
planificadas para humillar a los dirigentes consecuentes y genuinamente
revolucionarios. En condiciones adversas, Édgar Ramírez Santiesteban y José
Pimentel sobrevivieron al neoliberalismo y hoy dirigen los destinos de la
minería estatal.
Luis
Oporto es historiador y archivista. Docente
de Historia de la UMSA
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y Twitter: @escuelanfp
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