Las casetas del populoso mercado Mutualista en Santa Cruz comenzaron a quemarse la noche de ayer domingo, justamente al día siguiente de que los gremialistas anunciaron que no acatarán el anunciado paro de 48 horas decidido por la Gobernación y el Comité Cívico cruceños, a la cabeza de otras instituciones totalmente controladas por la derecha, como la Universidad Gabriel René Moreno. Aunque se desconocen las causas que originaron este desastre, llamó enormemente la atención que los pocos hidrantes de la zona no tenían agua, por lo que el fuego que inició en algunos puestos pudo extenderse rápidamente. Vanos fueron los esfuerzos de los comerciantes, que trataron de recuperar la mercadería que tenían en sus kioscos, arriesgando sus vidas. Con la llegada de los bomberos y colaboración de los mismos comerciantes se combatió el siniestro; luego, cuando arribó al lugar Luis Fernando Camacho, fue recibido con mucha hostilidad porque varios comerciantes abiertamente lo acusaron de estar detrás...
Por: Jorge Mansilla
En
febrero de 1972, el gran caricaturista mexicano Eduardo del Río García, mejor
conocido como Rius, fallecido hace poco, dedicó una edición de su revista
semanal "Los Agachados" a Bolivia, con motivo del golpe fascista de Banzer contra
el gobierno de Juan José Torres, registrado en agosto del año anterior.
Esa
publicación fue hecha por el dibujante Clovis Díaz y yo, que puse los textos, a
invitación del propio Rius, quien nos visitó en enero de 1972 en el hotel
Edison del DF, donde estábamos alojados 46 asilados políticos.
Clovis
era un cartonista de revistas y diarios en La Paz y yo cargaba famita de
humorista por mis escritos periodísticos y por un programa radial de sátira
política, Olla de Grillos (1966-1971), de oposición al dictador Barrientos.
Ambos trabajamos el ensayo gráfico y fuimos a mostrárselo a Rius en Cuernavaca,
donde residía.
Aquella
publicación de Los Agachados, “hecha al alimón por Coco Manto y Clovis Díaz”,
como se escribió en la lista de créditos, traía una tapa impactante: un título
“Bolivia” y en el gráfico un monigote militar cabalgando (¡arre, arre!) sobre
el principal monolito de Tiwanaku. El genial Rius le puso un toque de
dramatismo a ese cuadro al dibujar dos lagrimones chorreando por la cara del
inmemorial monumento pétreo.
En las
36 páginas interiores nuestra historia coloreada con textos de amargo humor,
sarcasmo mal disimulado de dos sobrevivientes del golpe aplicado al Jotajota
Torres hace, con antier, 46 años, por gorilas, movimientistas, falangistas y
paramilitares argentinos, brasileños y marines excombatientes de Vietnam
llegados al país como turistas. Pobre Torres, de veras, también ferozmente
atacado por la Asamblea Popular que manipulaban los trotskistas con el Filipo
Escóbar a la cabeza.
Aquella
edición de Los Agachados, con un tiraje de 250.000 ejemplares, se vendió en dos
días. Después, yo me fui al Perú y allí laboré hasta 1977 en el diario Expreso.
Retorné a Bolivia con la amnistía de 1978, pero el golpe delincuencial de
García Meza me hizo volver a México. En noviembre de 1981 entré al diario
Excélsior, donde estuve hasta el 2005. En ese cuarto de siglo me topé con Rius
en encuentros intrascendentes rubricados por su típico “ainos” (ahí nos vemos)
y chau.
En los
años 90, propuse a Erbol de La Paz una entrevista sobre la vida y obra del gran
Rius. Los directivos, Freddy Morales y Ronald Grebe, me autorizaron el trabajo
que, hoy lo confieso, me costó mucho hacerlo por una incomprensible reticencia
de Eduardo del Río hacia mí. Accedió al fin y me envió por télex unos gráficos
y un par de contestaciones escuetas. Ese reportaje se publicó a página llena en
el diario Presencia.
El
corresponsal del Excélsior en Cuernavaca le llevó la publicación y me contó
después que Rius vio la página, esbozó una sonrisita y murmuró: “dile a Coco
que tá bonito y cha gracias”. Un día supe la razón de su reserva. Aunque ante
amigos comunes dizque celebraba mis epigramas (publiqué más de 10.000), no le
gustaba que yo estuviese en el Excélsior al mando de Regino Díaz Redondo, un
personaje que se enemistó a muerte con Julio Scherer García, el hombre símbolo
del periodismo revolucionario y al que el presidente Echeverría, autor de la
masacre de Tlatelolco en 1968, mandó sacar en 1976 de la dirección del gran
diario que este año cumplió un siglo de vida. Pero yo había ingresado al
Excélsior en 1982, seis años después de aquella bronca. Bah. Historias que
marcan vidas y definen destinos para bien… o para también.
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