Las casetas del populoso mercado Mutualista en Santa Cruz comenzaron a quemarse la noche de ayer domingo, justamente al día siguiente de que los gremialistas anunciaron que no acatarán el anunciado paro de 48 horas decidido por la Gobernación y el Comité Cívico cruceños, a la cabeza de otras instituciones totalmente controladas por la derecha, como la Universidad Gabriel René Moreno. Aunque se desconocen las causas que originaron este desastre, llamó enormemente la atención que los pocos hidrantes de la zona no tenían agua, por lo que el fuego que inició en algunos puestos pudo extenderse rápidamente. Vanos fueron los esfuerzos de los comerciantes, que trataron de recuperar la mercadería que tenían en sus kioscos, arriesgando sus vidas. Con la llegada de los bomberos y colaboración de los mismos comerciantes se combatió el siniestro; luego, cuando arribó al lugar Luis Fernando Camacho, fue recibido con mucha hostilidad porque varios comerciantes abiertamente lo acusaron de estar detrás...
El país más pobre del mundo árabe sufre una triple
tragedia: la violencia de la guerra, la hambruna y el cólera. Una crisis
humanitaria denunciada como “gratuita” y deliberadamente provocada por las
fuerzas en pugna en una guerra que lleva más de dos años.
Hace poco más de dos años, con la intervención en Yemen de una coalición liderada por Arabia Saudita, se inició una guerra que ha generado en ese país la crisis humanitaria más grave del planeta. Es una crisis relativamente silenciosa, o silenciada por los inmensos flujos de twits y titulares sobre escándalos en la Casa Blanca o victorias contra el Estado Islámico. También es una crisis sin posibilidades de solucionarse en el corto plazo.
Hace poco más de dos años, con la intervención en Yemen de una coalición liderada por Arabia Saudita, se inició una guerra que ha generado en ese país la crisis humanitaria más grave del planeta. Es una crisis relativamente silenciosa, o silenciada por los inmensos flujos de twits y titulares sobre escándalos en la Casa Blanca o victorias contra el Estado Islámico. También es una crisis sin posibilidades de solucionarse en el corto plazo.
“Millones de yemeníes enfrentan hoy una
triple tragedia: el espectro de la hambruna, el mayor brote de cólera en un año
y las carencias y la injusticia derivadas de un conflicto brutal que el mundo
ha permitido que se prolongue y que es completamente evitable. Esta tragedia
humana es deliberada y gratuita, es política y se puede detener con voluntad y
coraje”, expresó el viernes 18 Stephen O’Brien, el coordinador de la Onu para
Asuntos Humanitarios, durante una sesión del Consejo de Seguridad de Naciones
Unidas.
Miles de personas han muerto –es difícil
estimar una cifra, ya que varían enormemente según las fuentes– y más de 3
millones se han visto obligadas a abandonar sus hogares. El país está al borde
de la hambruna. Más de 17 millones de yemeníes –el 60 por ciento de la
población del país– sufren inseguridad alimentaria y desnutrición. Es decir que
no saben si comerán mañana.
Hay más de 3 millones de niños y mujeres
embarazadas o lactantes que sufren desnutrición aguda, casi 400 mil de ellos
podrían morir de forma inminente.(1) Casi 10 millones de niños, el 80 por
ciento de la población infantil de Yemen necesita ayuda humanitaria urgente.
Además, el país sufre de un violento
brote de cólera que ha causado más de 2 mil muertes en los últimos meses. Se
estima que el cólera afecta a unos 500 mil yemeníes, la mitad de ellos niños,
debilitados por la desnutrición. Más de dos años de conflicto han destruido los
servicios de salud, acceso al agua potable o saneamiento, por lo que la
expansión de la bacteria está sin control.
Un reciente análisis de la Universidad
Queen Mary de Londres devela que la mayoría de las muertes por cólera se han
producido en áreas controladas por los rebeldes hutíes y que éstas se deben al
bloqueo de alimentos y medicinas, y a los continuos ataques a infraestructuras,
escuelas y hospitales que realiza la coalición liderada por Arabia Saudita. El
artículo subraya la contradicción de que Unicef agradezca a Arabia Saudita por
la generosidad de donar 67 millones de dólares para combatir la crisis de cólera,
de la que es directamente responsable. (2)
Stephen O’Brien llamó a abrir todos los
puertos marítimos, terrestres y aéreos al tráfico de civiles y a permitir la
entrada de ayuda humanitaria a Yemen, pero su pedido ha sido ignorado. “Debemos
recordar que la catástrofe de Yemen es totalmente artificial. Es un resultado
directo de las políticas, tácticas y acciones deliberadas de las partes en el
conflicto, y como tal, puede y debe ser detenido”, insistió O’Brien.
Los países de la coalición liderada por
Arabia Saudita que llevan adelante la guerra en Yemen aducen que los puertos y
carreteras se utilizan para aprovisionamiento de armas y refuerzos a los
rebeldes hutíes, y mantienen un férreo bloqueo.
Orígenes de la guerra
“Nuestros países han decidido responder a
la petición del presidente yemení, Abdo Rabu Mansur Hadi, de proteger el Yemen
y su pueblo del ataque de las milicias hutíes que han sido y continúan siendo
una herramienta en manos de una fuerza extranjera”, decía el comunicado
conjunto de los países que intervinieron en Yemen en marzo de 2015: Arabia
Saudita, Emiratos Árabes Unidos, Kuwait, Bahréin y Qatar (este último se retiró
de la coalición en junio pasado). La potencia extranjera que se alude no es
otra que la República Islámica de Irán, cuyo apoyo a las milicias rebeldes
hutíes es denunciado por su rival Arabia Saudita. También Egipto, Jordania y
Marruecos se sumaron a la coalición liderada por Arabia Saudita, que cuenta con
el apoyo logístico de Estados Unidos y Gran Bretaña, entre otros países.
En 2011, el año de las “revueltas árabes”
–que se iniciaron en Túnez y Egipto y luego se extendieron a Libia y Siria–
hubo también en Yemen fuertes protestas contra el presidente Ali Abdullah
Saleh, quien presidía el país desde su unificación en 1990. Cientos de personas
murieron en la represión de las manifestaciones que pedían el fin de la
corrupción, la represión y la destitución del presidente.
En 2012, tras un intento de asesinato que
le abrasó la mitad del cuerpo, Saleh fue destituido y asumió la presidencia el
entonces vicepresidente, Abd Rabbuh Mansur al Hadi. Entonces, se inició un
período de transición de dos años, que no colmó las expectativas de los
ciudadanos.
En 2014 rebeldes hutíes convocaron a
protestas masivas por el aumento del precio del combustible, avanzaron hacia el
sur y en setiembre de ese año tomaron la capital del país, Saná.
En febrero de 2015 las fuerzas hutíes,
disolvieron el parlamento y el presidente Hadi fue obligado a renunciar a su
cargo. Hadi huyó a la ciudad de Adén y revocó su renuncia a la Presidencia. Y
fue en marzo de ese año que la coalición liderada por Arabia Saudita intervino
en el conflicto.
País de Kalashnokovs
En “el país en el que cada familia tiene
un Kalashnikov todos son potenciales combatientes”, comentó la periodista
italiana Silvia Battaglia, asentada en Saná, en una reunión organizada por el
instituto de investigación Ispi sobre el Yemen.
Yemen fue hasta 1990 dos estados
separados, la República Árabe de Yemen, antes conocida como Yemen del Norte, y
la República Democrática Popular de Yemen (Yemen del Sur). Después de largas
negociaciones, el 22 de mayo de 1990 se celebró una frágil unificación bajo la
presidencia de Saleh, quien era presidente de Yemen del Norte desde 1978.
En 1994 estalló una guerra civil entre el
norte y el sur, en la que el norte consiguió imponerse. El espíritu separatista
del sur siguió latente en un país de estructura tribal dominado por clanes
familiares, con diferentes etnias y confesiones religiosas. Entre 1994 y 2010,
el presidente Saleh enfrentó seis guerras contra los hutíes.
La primera desencadenada por el asesinato
en 2004 del fundador del movimiento hutí –del cual toma el nombre– Hussain Badr
al Din al Huthi. En 2009 el conflicto traspasó las fronteras con Arabia
Saudita, que lanzó una serie de ataques a los hutíes en la frontera. El
conflicto se alargó durante meses y costó más de 100 muertos y 26 soldados
capturados a los saudíes, que debieron negociar para obtener la paz y recuperar
los prisioneros.
Las fuerzas en pugna
Pese a la diversidad de intereses y la
fragilidad de las alianzas hoy se identifican dos bandos principales en el
conflicto en Yemen. Por un lado los hutíes junto al ex presidente Saleh,
asentados desde el norte hasta la capital Saná. Después de haberse enfrentado
durante años, ambos se han unido y contarían con el apoyo de Irán, aunque la
república islámica no lo reconoce. Los hutíes son musulmanes chiitas de la
minoría zaydí, una rama del islam, seguida por una parte importante de los
habitantes del país. Los hutíes, formalmente Ansarolá, –seguidores de Alá–
forman un movimiento religioso y tienen una facción armada.
Por otro lado está el presidente Mansur
al-Hadi, apoyado por los aliados de la coalición internacional con mayoría de
países árabes sunitas. Éstos tienen su base en la ciudad de Adén, que alberga
el principal puerto del país. Cuentan con el respaldo indispensable de Estados
Unidos y Reino Unido en el aprovisionamiento de armas e inteligencia, aunque
también se ha denunciado la presencia de tropas de estos países. Detrás del
presidente Mansur al-Hadi, Arabia Saudita pugna por mantener su poder sobre el
país fronterizo, y mantener a raya la posible influencia regional de su rival
persa.
El movimiento separatista del sur, es una
fuerza que nuclea diversas facciones y que opera de manera independiente en el
país.
Por otra parte, organizaciones radicales
como Al Qaeda de la Península Arábiga, Ansar al Sharia, y grupos afiliados a la
organización Estado Islámico se han afianzado en Yemen. Con la excusa de combatir
el terrorismo, Estados Unidos ha realizado innumerables bombardeos con drones,
muchos de los cuales han causado muertes de civiles, generando aun más odio y
frustración en la población ya abandonada a su suerte.
Posibles crímenes de guerra
Según denuncia la organización Human
Rights Watch todos los bandos dentro del conflicto han violado el derecho
internacional humanitario y posiblemente han cometido crímenes de guerra.
Los hutíes han sido acusados de disparar
morteros y artillería contra zonas civiles, de detenciones arbitrarias y
desapariciones forzadas, mientras la coalición saudí ha sido acusada de
bombardear deliberadamente infraestructura, incluyendo hospitales, escuelas,
puentes y carreteras, tierras cultivadas, puertos y zonas densamente pobladas
por civiles. Estas acciones están prohibidas por las convenciones
internacionales y constituyen crímenes de guerra.
La coalición liderada por Arabia Saudita
fue acusada en el año 2016 por Naciones Unidas de haber causado la muerte de al
menos 510 niños y el país fue incluido en la llamada “lista negra” de la Onu de
países responsables de ataques a niños. La respuesta de Riad fue amenazar a la
Onu con cortar los fondos a diversos programas de asistencia humanitaria, por
lo que finalmente su nombre fue retirado: “Tuve que considerar la perspectiva
muy real de que millones de otros niños sufrirían gravemente si, como me fue
sugerido, los países cortaban fondos de muchos programas de la Onu”, admitió el
entonces Secretario General de las Naciones Unidas, Ban ki Moon.
En agosto de 2016 Médicos Sin Fronteras
denunció que las bombas de la coalición cayeron sobre el hospital de Abs, en la
gobernación de Hajjah, causando 19 muertos y 24 heridos. Pese a que sus
coordenadas habían sido comunicadas en reiteradas ocasiones, en menos de un año
se produjeron cuatro ataques contra centros apoyados por Médicos Sin Fronteras.
Amnistía Internacional ha documentado el
uso por parte de la coalición de municiones de racimo, armas cuyo uso está
prohibido por el derecho internacional. Al ser lanzadas, estas armas liberan
decenas de “pequeñas bombas” que explotan causando un daño enorme, más aún
cuando explotan mucho después del ataque. Se ha documentado el uso de al menos
cuatro tipos de municiones de racimo en Yemen, incluidos modelos fabricados en
Estados Unidos, Reino Unido y Brasil.
SIN SALIDA. La falta de un gobierno
central y la confusión de la guerra han transformado a Yemen en un punto
atractivo para las mafias de traficantes, y el país ha sido zona de tránsito
para los migrantes que provienen de África con destino a las monarquías del
golfo. Más de 100 mil migrantes llegaron a las costas de Yemen el año pasado, y
unos 55 mil en el 2017. Miles de ellos se quedan atrapados por la guerra y no
llegan jamás a su destino. Otros cuantos mueren en el intento.
Durante los primeros días de agosto la
Organización Internacional para las Migraciones (Oim) denunció que decenas de
personas que viajaban rumbo a Yemen fueron obligadas a saltar al mar a punta de
pistola por traficantes en el Golfo de Adén (que separa la Península Arábiga y
el Cuerno de África). Algunos consiguieron llegar a la costa de Shabwa, en
Yemen, donde fueron atendidos por la Oim. Allí se encontraron 29 tumbas cavadas
en la arena por los propios sobrevivientes. Los traficantes escaparon de
regreso a África, a seguir con su negocio, el mismo modus operandi se repite
cada vez que los traficantes avistan una patrulla marítima, causando la muerte
de decenas de víctimas.
Pese a su extrema pobreza, Yemen alberga
más de 300 mil refugiados. En los últimos meses unos 30 mil refugiados somalíes
han regresado a su país de origen, pese al enorme riesgo que eso significa,
debido a la situación insostenible en Yemen.
Notas
1) Datos de Unicef.
2) J Kennedy et al. “The
Political Determinants of the Cholera Outbreak in Yemen”, The Lancet,
18-VIII-17.
y Twitter: @escuelanfp
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