Las casetas del populoso mercado Mutualista en Santa Cruz comenzaron a quemarse la noche de ayer domingo, justamente al día siguiente de que los gremialistas anunciaron que no acatarán el anunciado paro de 48 horas decidido por la Gobernación y el Comité Cívico cruceños, a la cabeza de otras instituciones totalmente controladas por la derecha, como la Universidad Gabriel René Moreno. Aunque se desconocen las causas que originaron este desastre, llamó enormemente la atención que los pocos hidrantes de la zona no tenían agua, por lo que el fuego que inició en algunos puestos pudo extenderse rápidamente. Vanos fueron los esfuerzos de los comerciantes, que trataron de recuperar la mercadería que tenían en sus kioscos, arriesgando sus vidas. Con la llegada de los bomberos y colaboración de los mismos comerciantes se combatió el siniestro; luego, cuando arribó al lugar Luis Fernando Camacho, fue recibido con mucha hostilidad porque varios comerciantes abiertamente lo acusaron de estar detrás...
Por: Adalid
Contreras Baspineiro
Este
mundo multipolar de relaciones bilaterales y multilaterales que se agilizan,
evidencia la creación de megaacuerdos regionales y extrarregionales entre
países que se especializan en determinados segmentos de una creciente
fragmentación de la producción en cadenas de valor. Es un escenario que para
América Latina se presenta incierto, puesto que persiste en tendencias estructurales
que refuerzan las relaciones asimétricas.
Con
el desarrollo de políticas nacionales soberanas y anticíclicas, cada una válida
en sus propios contextos, nuestro continente ha conseguido un crecimiento
sostenido y una importante reducción de los índices de pobreza. Pero si bien
esta fórmula ensimismada permitió sortear los efectos de la crisis
internacional, no alcanza para enfrentar sus secuelas ni para superar la brecha
de desigualdad, y menos para convertirnos en una región capaz de transitar de
la periferia económica y política al centro decisor del orden mundial.
Para
ello estamos obligados a encarar decisiones estructurales que favorezcan la
diversificación de la economía, el cambio del patrón primario exportador y la
innovación tecnológica y educativa. Y no nos queda otro camino que el de la
integración, a sabiendas de que contamos con acuerdos múltiples, de membrecías
entrecruzadas y modelos heterodoxos “a la latinoamericana”, que no se sujetan a
los parámetros clásicos de la unión aduanera, sino que sientan las bases de un
nuevo regionalismo latinoamericano, caracterizado por la confluencia de al
menos tres dinámicas integracionistas.
Por
una parte, el surgimiento y raudo posicionamiento de esquemas de afinidad
interna, como el Alba y la Alianza del Pacífico, que no se sujetan a vecindades
territoriales sino más bien a intereses comunes en el campo ideológico,
político y/o económico. Sus concepciones y estrategias diferenciadas y opuestas
podrían bifurcar el continente en dos caminos irreconciliables. Por otra
parte, en su reacomodo al nuevo contexto, los bloques subregionales y
regionales ya existentes requieren, para su propio fortalecimiento y
proyección, de espacios convergentes y complementarios. Tanto la ampliación y
carácter multidimensional del Mercosur, así como el acervo supranacional,
integral y pluralista, de la CAN, contienen conquistas paradigmáticas capaces
de redimensionarse a nivel continental.
Finalmente
están Unasur y Celac, permitiendo interacciones y modalidades de integración y
complementación económica, política, social, cultural y ambiental en un nivel
continental. Con un sentido plural e inclusivo, son las llamadas a articular
todos los esquemas y países, con respeto de sus particularidades, para que
éstos a su vez cedan parte de sus soberanías en favor de espacios que les
agreguen valor, pero sobre todo los sitúen unidos en el eje de las políticas
del orden internacional.
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