Las casetas del populoso mercado Mutualista en Santa Cruz comenzaron a quemarse la noche de ayer domingo, justamente al día siguiente de que los gremialistas anunciaron que no acatarán el anunciado paro de 48 horas decidido por la Gobernación y el Comité Cívico cruceños, a la cabeza de otras instituciones totalmente controladas por la derecha, como la Universidad Gabriel René Moreno. Aunque se desconocen las causas que originaron este desastre, llamó enormemente la atención que los pocos hidrantes de la zona no tenían agua, por lo que el fuego que inició en algunos puestos pudo extenderse rápidamente. Vanos fueron los esfuerzos de los comerciantes, que trataron de recuperar la mercadería que tenían en sus kioscos, arriesgando sus vidas. Con la llegada de los bomberos y colaboración de los mismos comerciantes se combatió el siniestro; luego, cuando arribó al lugar Luis Fernando Camacho, fue recibido con mucha hostilidad porque varios comerciantes abiertamente lo acusaron de estar detrás...
Por:
Hernando Calvo Ospina
Desde
1961, apenas posesionado, el presidente John F. Kennedy nombró un comité
encargado de las elecciones que se desarrollarían en Chile tres años después.
Según la investigación de la Comisión Church del Senado estadounidense[1],
estuvo compuesto de altos responsable del Departamento de Estado, la Casa
Blanca y la CIA. Este Comité fue reproducido en la embajada estadounidense en
Santiago, capital chilena. El objetivo era impedir que el candidato socialista,
Salvador Allende, ganara los comicios [2].
Allende era un marxista convencido de que por la
vía pacífica se podía llegar al gobierno, y, desde ahí, darle un vuelco a las
estructuras del Estado en beneficio de las mayorías empobrecidas. Expresaba que
para lograr tal objetivo se debía nacionalizar las grandes industrias,
priorizando las que estaban en manos estadounidenses, al ser éstas las que
explotaban los recursos estratégicos. Estos, y otros ideales sociales, lo
convirtieron en un indeseable para Washington: podría servir de ejemplo para
los pueblos de otras naciones latinoamericanas.
Para hacerle oposición, varios millones de dólares
fueron distribuidos entre los partidos políticos de centro y de la derecha para
que realizaran su propaganda. Al momento de elegir el candidato a la
presidencia, Washington decidió apoyar a Eduardo Frei, del partido Demócrata
Cristiano, un personaje que impuso a sus otros financiados.
En total, la operación costó unos veinte millones
de dólares, una suma inmensa para la época, al punto de sólo poderse comparar
con lo gastado en las elecciones presidenciales estadounidenses. Es que
Washington no tanto invirtió en el candidato Frey, sino que realizó toda una
campaña de propaganda anticomunista a largo plazo.
La Comisión del Senado dijo: “Se explotaron todos
los medios posibles: prensa, radio, películas, volantes, folletos, correos,
banderolas, pinturas murales.” La Comisión reconoció que la CIA realizó, por
intermedio de sus partidos comprados y varias organizaciones sociales, una
“campaña alarmista” donde el objetivo principal fueron las mujeres, a las
cuales se les aseguraba que los soviéticos y los cubanos llegarían para
arrebatarle a sus hijos si ganaba Allende. Afiches distribuidos masivamente
mostraban a niños llevando en la frente un tatuaje con la hoz y el martillo. La
tradición religiosa también fue manipulada al máximo para que se temiera al
“comunismo ateo e impío.”
La operación psicológica funcionó por encima de las
expectativas: Frei logró el 56% de votos, mientras que Allende el 39%. La CIA,
según la Comisión del Senado, aseguró que “la campaña de inculcar miedo
anticomunista había sido la más eficaz de todas las actividades adelantadas.”
Fue una operación psicológica, con carácter de
guerra, cuya base eran los planes aplicados en Guatemala que terminaron
derrocando al presidente Jacobo Arbenz, en junio de 1954 [3]. Una operación que
en Chile no se desmanteló con el triunfo de Frei, porque, a pesar de todo, la
cantidad de votos logrados por Allende fue alta. Y el vencido tenía todas las
intenciones de presentarse a las futuras elecciones.
En sus Memorias William “Bill” Colby, jefe de la
CIA entre 1973 y1976, cuenta que durante las elecciones presidenciales de 1970,
“la CIA debió dirigir todos los esfuerzos contra el marxista Allende. Ella se
encargó de organizar una vasta campaña de propaganda contra su candidatura.”
[4] La operación se llamó “Segunda Vía”. Todo por orden directa del presidente
Richard Nixon.
Henry Kissinger, el consejero para la Seguridad
Nacional del presidente, expresaría durante una reunión del Consejo de
Seguridad sobre Chile, el 27 de junio de 1970: “Yo no veo por qué debemos
quedarnos indiferentes, mientras un país cae en el comunismo por culpa de la
irresponsabilidad de su pueblo.” [5] O sea, la soberana decisión de los
ciudadanos no podía ser válida si no estaba en concordancia con los intereses
estadounidenses. Durante esta reunión se decidió sumar trescientos mil dólares
a la operación de propaganda que ya se adelantaba.
Según la Comisión Church del senado, Richard Helms,
jefe de la CIA desde 1966, envió a dos oficiales de la CIA, a los que conocía
desde los primeros preparativos de invasión a Cuba, como responsables; ambos
especialistas de la guerra psicológica y la desinformación; con importante
participación en el golpe de Estado en Guatemala, y acababan de desembarcar de
la guerra en Indochina: David Atlee Phillips y David Sánchez Morales. La Comisión
del Senado dijo que una de las consignas que englobaba la campaña era: “La
victoria de Allende significa la violencia y la represión estalinista.”
Pero el 4 de septiembre de 1970 Allende ganó las
elecciones. Escribe Colby que “Nixon entró en cólera. Él estaba convencido de
que la victoria de Allende haría pasar a Chile al campo de la revolución
castrista y anti-americana, y que el resto de América Latina no tardaría en
seguirle los pasos.” Prosigue el ex patrón de la CIA: Nixon convocó a Helms “y
le impuso muy claramente la responsabilidad de evitar que Allende asumiera sus
funciones.” En la misma reunión Nixon encargó a Kissinger darle un seguimiento
estricto al complot.
Es que quedaba una posibilidad para evitar que
Allende asumiera la presidencia: había triunfado pero con una mayoría relativa,
debido a que las fuerzas de izquierda se habían dividido, carcomidas por la
campaña mediática y/o el dinero que la CIA logró inyectar a ciertos grupos. Por
tanto el Congreso chileno se debía reunir el 24 de octubre para decidir entre
Allende y Jorge Alessandri, candidato del partido conservador y quien obtuviera
la segunda votación. El plan de Washington era, entonces, comprar el voto de
congresistas para que no confirmaran el triunfo del socialista. Helms envió a un
“grupo de trabajo” que mantuvo una “actividad frenética” durante seis semanas”,
según relata Colby. Esto tampoco funcionó y Allende sería declarado ganador de
las elecciones.
Los operarios especiales de la CIA tomaron contacto
con responsables políticos y militares para seleccionar aquellos que podrían
estar listos para actuar contra Allende, “y determinar con ellos la ayuda
financiera, las armas y el material que fuera necesario para barrerlo de la
ruta hacia la presidencia”, según Colby.
La mayor esperanza se centró en las Fuerzas
Armadas, pero todo dependía de su comandante, el general René Schneider. El
problema que encontró la CIA es que este militar había expresado claramente que
su institución respetaría la Constitución. Y Colby, en sus Memorias, reconoce
con una naturalidad espeluznante: “Entonces era un hombre a matar. Se organiza
contra él una tentativa de secuestro que termina mal: fue herido al oponer
resistencia y muere poco después debido a las heridas.”
Según la Comisión Church el 22 de octubre, muy
temprano en la mañana, la CIA entregó a conspiradores chilenos metralletas y
municiones “esterilizadas”, denominadas así porque en caso de investigación no
es posible determinar su origen. Horas después se produjo el atentado. Tres
días después moriría Schneider, “el hombre a matar”. Inmediatamente el
presidente Nixon envió un cínico mensaje a su homólogo chileno: “Yo quisiera
hacerle parte de mi dolor ante este repugnante acto.” El sucesor de Schneider
sería un tal general Pinochet.
El 3 de noviembre de 1970 Allende se posesionó como
presidente: Nixon no le envió el regular mensaje de felicitación que exige el
protocolo diplomático, ni el embajador estadounidense asistió a la investidura.
Ahora correspondía preparar la desestabilización
del nuevo gobierno, lo cual se encargaría a la Dirección del Hemisferio
Occidental de la Agencia. Una dependencia que desde 1972 tuvo como director a
un oficial con gran experiencia en operaciones clandestinas: Ted Shackley. Y
éste nombró a su hombre-sombra, Tom Clines, para que se concentrara en el “caso
Allende”, teniendo bajo su responsabilidad a los viejos colegas Sánchez Morales
y Atlee Phillips.
En marzo del siguiente año Bill Colby vuelve a ser
el superior de Shackley y Clines como subdirector de Operaciones Especiales.
Este trío regresaba de estar al frente de la guerra sucia en Indochina, muy
particularmente en Vietnam.
Desde 1972 este equipo de la CIA, en Washington y
Chile, fue desarrollando la operación más perfeccionada de desinformación y
sabotaje económico que hasta ese momento se conociera en el mundo. Colby
confesó que fue una “experiencia de laboratorio que demostró la eficacia de la
inversión financiera para desacreditar y derrocar a un gobierno." [6]
No fue todo. Según la Comisión del Senado estadounidense,
la estación de la CIA en Santiago se dedicó a recoger toda la información
necesaria para un eventual golpe de Estado. “Listas de personas a detener;
infraestructuras y personal civil que debían ser protegidos con prioridad;
instalaciones gubernamentales a ocupar; planes de urgencia previstos por el
gobierno si se diera un levantamiento militar.” [7]
Según el ex funcionario del Departamento de Estado,
William Blum, esta información sensible de Estado fue obtenida a partir de la
“compra” de altos funcionarios y de dirigentes políticos de la coalición
partidaria de Allende, La Unidad Popular [8] . Mientras que en Washington los
empleados de la embajada chilena se quejaban de la desaparición de documentos,
no sólo de la sede diplomática sino de sus propios domicilios. Sus
comunicaciones fueron sometidas a escucha. Un trabajo realizado por el mismo
equipo que muy poco después se involucraría en el Watergate. [9]
La acción contra Allende necesitó de una campaña
internacional de difamación e intrigas. Buena parte de ella fue encargada a un
inexperto en política exterior y casi desconocido político, aunque viejo
conocido del presidente Nixon y de los hombres que adelantaban la operación:
George H.W. Bush. Esa tarea la realizó como embajador en la ONU, función que
ocupaba desde febrero de 1971. Cuando fue nombrado para el cargo nadie quiso
recordar que pocos meses antes había logrado, como representante a la Cámara de
Texas, que se restableciera en ese Estado la pena de muerte para los
“homosexuales reincidentes”.
El 11 de septiembre de 1973 se da el sangriento
golpe de Estado contra el gobierno de Allende, encabezado por el general
Augusto Pinochet, y se desata una terrible represión. Aunque Shackley había
dejado su cargo poco antes de aquel fatídico día, fue la figura clave en el
operativo. Su biógrafo afirma: “Salvador Allende murió durante el golpe. Cuando
el humo se disipó, el General Augusto Pinochet, dirigente de la Junta Militar,
estaba en el poder dictatorial, debido en parte al arduo trabajo de Shackley [...]”
[10]
Casi un mes después, el 16 de octubre, Henry
Kissinger recibiría el Premio Nobel de la Paz… Al año siguiente del golpe,
mientras la dictadura seguía ensangrentando a la nación, el presidente Gerald
Ford declaraba que los estadounidenses habían actuado “por los mejores
intereses de los chilenos y, obviamente, para los de Estados Unidos." [11]
Mientras que en 1980 el ex presidente Nixon
escribiría: “Los detractores se preocupan únicamente por la represión política
en Chile, e ignoran las libertades fruto de una economía libre […] Más que
reclamar la perfección inmediata en Chile, deberíamos apoyar los progresos
realizados.” [12]
(* Con algunos pocos cambios, este es un
capitulo tomado del libro “El Equipo de Choque de la CIA”. El Viejo Topo,
Barcelona, 2010.)
Notas:
1- Comisión especial presidida por el senador Frank
Church: “Alleged Assassination Plots Involving foreign Leaders.” November,
1975. U.S. Government printing office 61-985,
Washington, 1975.
2- Cover Action in Chile,
1963-1973. The Select Committe to Study Governmental Operations with Respect to
Intelligence Activities, US Senate. Washington, 18 décembre 1975.
3- El presidente estadounidense Dwight David
Eisenhower autorizó a la CIA el derrocamiento de Arbenz, aplicando un plan
integral, inédito hasta ese momento en el continente, que contenía acciones de
guerra sicológica, mercenaria y paramilitar, cuyo nombre en clave fue
PBSUCCESS. Ver: Cullather, Nick. "Secret History:
the CIA Classified Accounts of its Operations in Guatemala, 1952-1954".
Stanford University. 1999.
4- Colby, William. "30
ans de C.I.A." Presses de la Renaissance. París, 1978.
5- Newsweek. Washington, 23 septembre 1974.
6- New York Times. 8 septembre 1974.
7- Cover Action in Chile,
1963-1973. Ob. Cit.
8- Blum, William. "Les
guerres scélérates". Parangon, París 2004.
9- Watergate se llamaba el edificio donde ese
encontraban las oficinas del Partido Demócrata. Ilegalmente, en 1972 el
presidente Nixon ordenó que fueran puestas bajo escucha. Ante las pruebas y el
escándalo el presidente debió renunciar en agosto de 1974. Ver: Marchetti,
Victor y Marks, John. "La CIA et le culte du renseignement". Ed. Robert Laffont. París, 1975.
10- Corn, David. Blond
Ghost, "Ted Shackley and the CIA’s Crusades". Simon & Schuster.
New York, 1994.
11- New York Times.
17 septembre 1974.
12- Nixon, Richard. "La vraie guerre".
Albin Michel. París, 1980.
Siguenos en: Facebook https://www.facebook.com/escuelanacional.deformacionpolitica
Twitter @escuelanfp
Comentarios
Publicar un comentario
Escriba sus comentarios