Las casetas del populoso mercado Mutualista en Santa Cruz comenzaron a quemarse la noche de ayer domingo, justamente al día siguiente de que los gremialistas anunciaron que no acatarán el anunciado paro de 48 horas decidido por la Gobernación y el Comité Cívico cruceños, a la cabeza de otras instituciones totalmente controladas por la derecha, como la Universidad Gabriel René Moreno. Aunque se desconocen las causas que originaron este desastre, llamó enormemente la atención que los pocos hidrantes de la zona no tenían agua, por lo que el fuego que inició en algunos puestos pudo extenderse rápidamente. Vanos fueron los esfuerzos de los comerciantes, que trataron de recuperar la mercadería que tenían en sus kioscos, arriesgando sus vidas. Con la llegada de los bomberos y colaboración de los mismos comerciantes se combatió el siniestro; luego, cuando arribó al lugar Luis Fernando Camacho, fue recibido con mucha hostilidad porque varios comerciantes abiertamente lo acusaron de estar detrás...
Por. Édgar
Arandia
Los
científicos del siglo pasado pensaban que los hombres prehistóricos eran
incapaces de dibujar, y cuando el doctor Sautuola publicó un libro sobre los descubrimientos
de la cueva de Altamira, se burlaron de él y lo tildaron de falsario. No era
así, porque uno de sus detractores encontró otra cueva con dibujos de animales
en actitudes de movimiento. Para Sautuola, eso no le llenó de satisfacción,
simplemente hizo una mueca de desprecio y murió sin esperar reconocimientos.
Esos
dibujos demuestran el estrecho vínculo entre los animales y los seres humanos,
relación que, a través del tiempo, sufrió una serie de cambios impensables y
hasta patéticos y ridículos. Aves, peces, insectos, mamíferos, gusanos y otros
que recién hacen su aparición en el mundo estuvieron con nosotros siempre, con
ellos compartimos el mundo y sus peripecias. Ellos nos han alimentado, vestido,
nos han infundido temores y nos han brindado enormes alegrías; sin ellos el
mundo sería insoportable y mucho más solitario.
Los
animales-dioses fueron reemplazados por los animales trabajadores; y el lugar
de los animales salvajes, que eran los principales proveedores de carne para el
hombre, lo ocuparon los animales domésticos. Según el biólogo Yuri Dmitriév,
“(mientras) decrecía la importancia de unos animales y aumentaba la de otros,
el hombre influía en su vida o su llamado reino, hollados por la ambición.”
Las
tribus pensaban que su árbol genealógico arrancaba de diferentes
animales. Por tanto, debían honrar a sus antepasados, no podían matarlos, sino
al contrario, estaban obligados a cuidarlos de las adversidades del tiempo
y de sus enemigos para que no les pase nada, porque entonces se garantizaba
la vida para todo el grupo. Entre las culturas norteamericanas originarias,
después de matar a una fiera, se organizaban a su alrededor solemnes ceremonias
para conquistar el espíritu del animal muerto. En Australia hay tribus cuya
genealogía procede de los murciélagos; y en Madagascar, de los cocodrilos. Un
significativo número de animales fueron escogidos por sus virtudes físicas e
inteligencia como tótem de los grupos humanos.
Así,
las grandes culturas del mundo estaban estrechamente vinculadas con la vida de
los animales. Es más, algunos estudiosos lingüistas suponen que los hombres
primitivos podían comunicarse con ellos, y que al perfeccionar su aparato
fonador, éste los dejó atrás.
De
niño intenté, durante semanas, comunicarme con mi perro, en un inútil esfuerzo.
Así es que mi abuela Olga, para consolarme, me relató los mitos más bellos de
los que tengo recuerdo; entre ellos el del cóndor que se robó una imilla para
casarse y que sus hijos ahora andan por la plaza Murillo, vestidos con ternos oscuros,
camisa blanca, corbata roja y cabellos tusados como de conscripto; o del cóndor
que, en la etapa del Cha’mapacha o mundo oscuro, fue a traer la luz del sol
para la felicidad de los seres humanos y regresó con un pedazo de esa estrella
alrededor de su cuello, por eso tenía la cresta roja a raíz de las quemaduras.
Casi
todas las danzas del mundo “primitivo” tienen su origen en esta relación. Por
ejemplo la danza de los Suri Sicuris narra los ritos para su caza y
aprovechamiento ritual de sus plumas; o en el Arete Guazú, la danza del jaguar
y el toro relata la relación desigual y tensa entre el mundo indígena guaraní y
la cultura del conquistador. De igual manera estos cazadores piden permiso a la
Iya del tatú para cazarlo, y en sus plegarias le dicen que su carne permitirá
que sus hijos se alimenten. Fui testigo de cómo lloraban en Tentayape cuando se
dieron cuenta que la tatú hembra que habían cazado estaba preñada, entonces
pidieron disculpas al espíritu de la naturaleza por su acción.
También
la arquitectura está relacionada con el mundo indígena y los animales. Tiwanaku
tiene la forma de una llama, y el Cuzco, de un jaguar; y en ambas culturas los
animales tienen presencia constante en la vida cotidiana. Hasta ahora, en
varios grupos indígenas se canta antes de trasquilar a las llamas y alpacas,
para luego teñir su lana a fin de tejer el aguayo donde descansará el recién
nacido. Así como tenemos derechos humanos, nos falta perfeccionar los derechos
animales para vivir bien.
El autor es director
del Museo Nacional de Arte
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