Las casetas del populoso mercado Mutualista en Santa Cruz comenzaron a quemarse la noche de ayer domingo, justamente al día siguiente de que los gremialistas anunciaron que no acatarán el anunciado paro de 48 horas decidido por la Gobernación y el Comité Cívico cruceños, a la cabeza de otras instituciones totalmente controladas por la derecha, como la Universidad Gabriel René Moreno. Aunque se desconocen las causas que originaron este desastre, llamó enormemente la atención que los pocos hidrantes de la zona no tenían agua, por lo que el fuego que inició en algunos puestos pudo extenderse rápidamente. Vanos fueron los esfuerzos de los comerciantes, que trataron de recuperar la mercadería que tenían en sus kioscos, arriesgando sus vidas. Con la llegada de los bomberos y colaboración de los mismos comerciantes se combatió el siniestro; luego, cuando arribó al lugar Luis Fernando Camacho, fue recibido con mucha hostilidad porque varios comerciantes abiertamente lo acusaron de estar detrás...
Por: José Luis Exeni
Suscribo plenamente, por convicción y principios, las
dos consignas izadas por las organizaciones de periodistas del país en defensa
del oficio. La primera dice bien que “sin libertad de expresión no hay
democracia”. La segunda precisa mejor que “con secreto no hay democracia”.
¿Alguien podría estar en contra de tales certezas? Es por demás evidente que
con secreto y sin libertad de expresión la democracia no es posible. Estaría
incompleta, cercenada, rota.
Estas orientaciones principistas, que se aplican sin
matices en la disputa por la construcción democrática en el país, tienen
redoblada vigencia en nuestras organizaciones del gremio. Para decirlo sin
gambetas, por un elemental sentido de coherencia: estaríamos siendo embusteros
y deshonestos si salimos a las calles exigiendo transparencia, libre expresión
y acceso irrestricto a la información pública mientras en nuestros patios
interiores tejemos silencios…
¿Libertad de palabra, deliberación, secreto? ¿Cómo
andamos en casa? La semana pasada, en una asamblea extraordinaria de la
Asociación de Periodistas de La Paz (APLP), un grupo de miembros negó la
lectura de una propuesta de resolución elaborada por la comisión designada para
el efecto en una anterior asamblea. Es en serio. No estamos hablando de impedir
que se apruebe la resolución, sino siquiera de que ¡se lea! Ya ni hablemos del
inexistente debate.
¿Qué planteaba dicha resolución? ¿Por qué el actual
directorio de la APLP operó para que su contenido quede sin conocerse, esto es,
censurado? ¿Cómo se explica que dos personas que impulsaron la formación de la
comisión y formaron parte de ella hayan votado para bloquear la discusión de la
propuesta resolutiva? ¿Qué tan terribles denuncias y sanciones están en juego?
¿Por qué se impidió su deliberación colectiva? ¿A qué tanto secreto?
Veamos los antecedentes. La presente-prolongada crisis
se remonta a la elección del actual directorio en abril de 2012. En ese
momento, medio centenar de socios observaron una resolución que, infringiendo
el estatuto, habilitaba votantes a pocos días de la elección. Se advertía
también que el actual Vicepresidente y dos vocales se habilitaron como
candidatos sin cumplir requisitos de antigüedad. Y se cuestionaba que algunos
miembros del directorio en funciones, siendo candidatos de una fórmula,
siguieron actuando como jueces y partes. Había, pues, déficits estatutarios y
éticos.
Pero aunque tales irregularidades son terribles dada
la impecable tradición de la APLP en la elección de sus anteriores directorios,
el problema de fondo es mayor. Va más allá incluso del desprestigio del actual
Tribunal de Honor que, pese a las evidencias, se limitó a lamentar las
violaciones al Estatuto, avalándolas. Y ni siquiera tiene que ver, en esencia,
con la débil legitimidad de un directorio electo por 72 votos de los 196
habilitados para votar de un total de ¡1.140 afiliados!
El problema de fondo, colegas, es el rumbo de nuestra
entidad matriz. He sido cuidadoso en no mencionar nombres en esta historia. Y
es que las personas son circunstanciales, ora que estén en el
directorio/Tribunal de Honor, ora que sean las que cuestionan. Pero la
institución queda. Y como van las cosas, la hasta ahora ilustre Asociación de
Periodistas de La Paz puede quedar seriamente desportillada. Debiera
preocuparnos tras 83 años de historia.
En agosto de 2012 se alertaba sobre el riesgo de que
este irresuelto conflicto afecte la imagen de la institución, por lo cual
“debería ser tratado exclusivamente en el ámbito interno de la asociación”. Ya
no es posible. Al no permitir la lectura en asamblea de la propuesta de
resolución mencionada, el hecho devino en asunto público. Por más que casi
todos los medios guarden sintomático silencio. Y a la espera del
pronunciamiento de la mayoría de los socios, en especial de nuestros premios de
periodismo. Seamos consecuentes: con secreto y sin libertad de expresión, está
visto, no hay democracia.
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