Las casetas del populoso mercado Mutualista en Santa Cruz comenzaron a quemarse la noche de ayer domingo, justamente al día siguiente de que los gremialistas anunciaron que no acatarán el anunciado paro de 48 horas decidido por la Gobernación y el Comité Cívico cruceños, a la cabeza de otras instituciones totalmente controladas por la derecha, como la Universidad Gabriel René Moreno. Aunque se desconocen las causas que originaron este desastre, llamó enormemente la atención que los pocos hidrantes de la zona no tenían agua, por lo que el fuego que inició en algunos puestos pudo extenderse rápidamente. Vanos fueron los esfuerzos de los comerciantes, que trataron de recuperar la mercadería que tenían en sus kioscos, arriesgando sus vidas. Con la llegada de los bomberos y colaboración de los mismos comerciantes se combatió el siniestro; luego, cuando arribó al lugar Luis Fernando Camacho, fue recibido con mucha hostilidad porque varios comerciantes abiertamente lo acusaron de estar detrás...
Por: Julieta
Paredes
El
proceso de cambio implica no sólo cambiar el discurso, que es tal vez la parte
inicial y puede ser la parte más fácil; la parte que implica mayor reflexión y
exigencia, para actuar de manera coherente entre el decir, el pensar y el
actuar, es la que corresponde al hacer posible en los hechos aquello que
decimos y deseamos.
Cuando
dentro del camino de la nueva Constitución hemos discutido y aprobado, como
pueblo, el Estado laico, creo que la propuesta fundamental consistía en sentar
la base no sólo de la independencia del poder político respecto de las
religiones, sino también —y más importante que la otra— iniciar el proceso de
descolonización de nuestras formas de pensar y reflexionar. Entendiendo que la
Iglesia y el símbolo de la cruz jugaron un papel muy importante en el dominio y
la explotación de nuestras ancestras y ancestros. Internalizar al opresor es el
momento que evidencia la derrota, como lo plantea Franz Fanon, hermano africano
que denuncia con su pensamiento y lucha anticolonial los mecanismos del
control, dominio y hegemonía de unos pueblos sobre los otros, la
corresponsabilidad cómplice que tenemos hombres y mujeres en nuestra opresión.
El
Estado laico nos confronta precisamente con este mecanismo interno y devela las
sutilezas de la dominación; en el otro lado encontramos instrumentos
liberadores y solidarios. Uno de ellos, la libertad de conciencia, nos permite
el discernimiento propio, desarrolla argumentos y nos impulsa a ponernos en el
lugar de la otra y del otro más allá de dogmas aprendidos en el colegio y la
familia.
Por
eso evidenciamos a responsables políticos del proceso de cambio que se esconden
tras las sotanas. No puede ser que sea pretexto o justificación de decisiones
políticas la existencia de una Iglesia determinada, o que se escondan tras los
preceptos de una confesión religiosa. Eso implica aprovecharse de la
representación política para imponer a otras y otros una determinada religión a
la que no se adhieren.
De
frente a las discusiones sobre el cuerpo, la sexualidad y el deseo, por
ejemplo, hay algunos y algunas parlamentarias que argumentan desde su
pertenencia a una determinada iglesia. Entonces, me pregunto: ¿para qué el
pueblo los ha nombrado? ¿Para qué eligieron al partido que propició su
candidatura y puso su sigla, si en concreto es una iglesia la que ordena y
legisla indirectamente? Sería contradictorio, pero más claro tener al papa
Francisco de parlamentario o parlamentaria y discutir directamente con él, como
se dice discutir con el dueño del circo y no con los payasos.
De
qué descolonización estamos hablando, cuando para discusiones acerca de delitos
sobre el cuerpo de las mujeres y las niñas, como la violación, la pedofilia, el
abuso sexual, las y los políticos se esconden tras la Iglesia, y los medios de
comunicación crean una falsa discusión con sacerdotes sobre temas que no
corresponden al campo de la teología, sino del derecho. En un Estado
laico la religión es un hecho privado.
La autora es feminista comunitaria
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