Las casetas del populoso mercado Mutualista en Santa Cruz comenzaron a quemarse la noche de ayer domingo, justamente al día siguiente de que los gremialistas anunciaron que no acatarán el anunciado paro de 48 horas decidido por la Gobernación y el Comité Cívico cruceños, a la cabeza de otras instituciones totalmente controladas por la derecha, como la Universidad Gabriel René Moreno. Aunque se desconocen las causas que originaron este desastre, llamó enormemente la atención que los pocos hidrantes de la zona no tenían agua, por lo que el fuego que inició en algunos puestos pudo extenderse rápidamente. Vanos fueron los esfuerzos de los comerciantes, que trataron de recuperar la mercadería que tenían en sus kioscos, arriesgando sus vidas. Con la llegada de los bomberos y colaboración de los mismos comerciantes se combatió el siniestro; luego, cuando arribó al lugar Luis Fernando Camacho, fue recibido con mucha hostilidad porque varios comerciantes abiertamente lo acusaron de estar detrás...
Por: Ariel
Basteiro
Salvador
Allende, el Chicho, llegó al gobierno declarándose socialista y revolucionario,
y hacía escuela sumando voluntades al proceso de socialismo por la vía
pacífica. Él lo creía posible y no percibió que por ello podría poner en
peligro no sólo su gobierno, sino también su vida. Con su actitud valiente,
parecía lejos de los procesos políticos que se vivían en Suramérica, dominados
por dictaduras militares, con un gendarme como EEUU que consideraba su patio
trasero lo que sucediera en nuestros países. La revolución cubana había trazado
un camino y había demostrado cómo los sueños de utopía podían cumplirse. Y con
ese mismo ímpetu, la irrupción de Salvador Allende tuvo un insoslayable
valor desde lo testimonial y conceptual; significaba la transformación de
nuestra realidad a través de la vía democrática, mediante un partido histórico,
generando así un buen ejemplo a seguir para los procesos que intentaban
gestarse en el cono sur.
Recuerdo
que fui invitado por el Partido Socialista de Chile para participar de los
actos del 30 aniversario del 11 de septiembre, y de un hecho simbólico pero de
alto contenido político: la apertura de la puerta de la calle Morandé, en el
palacio de La Moneda, el lugar por donde salió por última vez, ya muerto, el
compañero Allende, mientras el edificio aún ardía como resultado del criminal
bombardeo de la aviación golpista. A la hora de la reconstrucción la dictadura
había anulado la puerta de Morandé 80, como había intentado anular la memoria
de los chilenos.
También
se me viene a la memoria aquella vez en que llegó a nuestras manos un casete
pirata con las últimas palabras de Allende en una grabación de Radio
Magallanes. Entonces, el compañero Presidente daba su última lección: “En
nombre de los más sagrados intereses del pueblo, en nombre de la patria, los
llamo a ustedes para que tengan fe. La historia no se detiene ni con la
represión ni con el crimen. Es posible que nos aplasten, pero el mañana será
del pueblo, será de los trabajadores. La humanidad avanza para la conquista de
una vida mejor”.
Allende
actuó en consecuencia y murió en La Moneda, sin renunciar, con el casco y las
botas puestas. Aquellas últimas palabras hoy se ven reflejadas en los actos que
llevan adelante los y las líderes que están transformando nuestra región:
Cristina, Dilma, el Pepe, Evo, Ortega, Correa y Maduro. Somos muchos y muchas
quienes luchamos por cambiar esta historia. Allende fue uno de los grandes
pioneros, siguieron Chávez, Lula, Néstor. El sueño, la utopía se está
cumpliendo, y nuestros pueblos reconocen las victorias que se están alcanzando.
Latinoamérica hoy pone como ejemplo a Allende en la galería de nuestros héroes
latinoamericanos, los de ayer junto con los de hoy.
El autor es embajador de
la República Argentina en Bolivia
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