Las casetas del populoso mercado Mutualista en Santa Cruz comenzaron a quemarse la noche de ayer domingo, justamente al día siguiente de que los gremialistas anunciaron que no acatarán el anunciado paro de 48 horas decidido por la Gobernación y el Comité Cívico cruceños, a la cabeza de otras instituciones totalmente controladas por la derecha, como la Universidad Gabriel René Moreno. Aunque se desconocen las causas que originaron este desastre, llamó enormemente la atención que los pocos hidrantes de la zona no tenían agua, por lo que el fuego que inició en algunos puestos pudo extenderse rápidamente. Vanos fueron los esfuerzos de los comerciantes, que trataron de recuperar la mercadería que tenían en sus kioscos, arriesgando sus vidas. Con la llegada de los bomberos y colaboración de los mismos comerciantes se combatió el siniestro; luego, cuando arribó al lugar Luis Fernando Camacho, fue recibido con mucha hostilidad porque varios comerciantes abiertamente lo acusaron de estar detrás...
Por: Roberto
Pizarro
El modelo económico y su complemento político (la Constitución del 1980)
han sido el sostén institucional del enriquecimiento del 1% de la población y,
al mismo tiempo, de los bajos salarios y vulnerabilidad de la mayoría.
No es una exageración afirmar que el Estado ha sido capturado por una
minoría que lo utiliza sistemáticamente en su favor. Gracias a las
privatizaciones de las empresas públicas, que impulsó el gobierno civil-militar
en los años ochenta, un grupo de empresarios se adueñó, a bajo costo, del
aparato productivo y de la banca. Paralelamente, las políticas públicas
neoliberales les permitieron controlar la propiedad de la minería del cobre,
los servicios públicos, AFP, ISAPRES, clínicas de salud, colegios,
universidades, medios de comunicación e incluso equipos de futbol. Las FF.AA. y
Carabineros fueron utilizados para reprimir la sindicalización y la protesta
ciudadana, favoreciendo así la ganancia fácil.
Paradójicamente con el término de la dictadura, los intereses de los
Grupos Económicos se fortalecieron. El retorno de los civiles al gobierno no cuestionó
el modelo económico ni el régimen político que lo sustentaba. Adicionalmente,
el empresariado acorraló a los políticos de “centroizquierda”, mediante el
financiamiento de las campañas electorales y con el reclutamiento de ex
ministros para los directorios de sus empresas. También se sirvió del lobismo,
impulsado por ex autoridades de la Concertación, para desarrollar negocios
mediante leyes y decretos favorables a sus intereses. Así las cosas, el gran
empresariado no sólo ha acumulado ganancias extraordinarias derivadas de la
obtención de rentas monopólicas sino también gracias a su influencia
determinante en el poder político. El declive de la ética pública en nuestro
país tiene mucho que ver con la generalización de los vasos comunicantes entre
la política y los negocios.
Los más beneficiados con el modelo económico que instaló la Dictadura, y
que garantizó la Concertación, son siete Grupos Económicos: Luksic, Matte,
Paulmann, Angelini, Piñera, Solari y Saieh. Son los dueños de Chile.
Forman parte del 1% que posee lo que necesita el 99% de la población chilena.
Son los ricos y famosos; los que aparecen todos los años en la revista
norteamericana Forbes. Los que ahora invierten en el exterior porque el mercado
chileno les ha quedado chico.
Así las cosas, la política y el Estado, en vez de servir para compensar
las desigualdades propias de la economía de mercado, se han convertido en
instrumentos de ampliación del poder económico de esos Grupos Económicos. Bajo
tales condiciones, el sentido comunitario de nación se encuentra debilitado con
la presencia de un Estado frágil, al servicio de una minoría.
La concentración de la propiedad y del ingreso en esa minoría recibió un
primer impulso con las privatizaciones del gobierno de Pinochet; pero, posteriormente,
gracias a los gobiernos de la Concertación la acumulación de capitales de los
Grupos Económicos ha adquirido proporciones extraordinarias. En democracia se
legitimaron las privatizaciones poco claras de la Dictadura; pero, también, se
impulsaron algunas otras, como las sanitarias, carreteras, caminos, hospitales
y cárceles. Sobre esa base material, junto a políticas impositivas generosas,
el poder de los Grupos Económicos se acrecentó aún más. El modelo económico y
su complemento político (la Constitución del 1980) han sido el sostén
institucional del enriquecimiento del 1% de la población y, al mismo
tiempo, de los bajos salarios y vulnerabilidad de la mayoría. A ello se ha
agregado políticas públicas muy favorables a los Grupos Económicos,
especialmente en los ámbitos impositivo y laboral, de parte de la clase
política.
Recién en el 2011, gracias a las movilizaciones estudiantiles el modelo
económico y el régimen político han sido cuestionados. La protesta ciudadana,
soterrada por largos años, se ha desplegado vigorosamente. Las reivindicaciones
del movimiento estudiantil y de otras organizaciones sociales, muchas de ellas
regionales, desafían a los que mandan. El
cuestionamiento al orden establecido no es tarea fácil. Sus defensores tienen fuerza material y
comunicacional; los que lo desafían sólo cuentan con voluntad transformadora y
los deseos de rejuvenecer el país. Esa voluntad y deseos apuntan a la
instalación de un nuevo modelo económico para servir a las mayorías y un
régimen político de representación de toda la ciudadanía. Si ello se logra será
posible que el 99% de la población recupere el poder que le ha enajenado
el 1%.
La campaña presidencial es propicia para un reencuentro con la
ciudadanía. Difícilmente ayuda a ese propósito el equipo de economistas que
reclutó la candidata Bachelet. Directa o indirectamente, se encuentran ligados
a los Grupos Económicos. No es sorprendente, entonces, que De Gregorio rechace
la gratuidad en educación; que Guillermo Larraín considere elevado un salario
mínimo de 250 mil pesos; y que Engel proponga como solución a las bajas
pensiones aumentar la edad de jubilación. Similares dudas merece la
independencia de René Cortazar y Alberto Arenas para hacer políticas públicas,
habida cuenta de sus estrechos vínculos de trabajo con el Grupo Luksic. Ningún
cambio sustantivo será posible con esos economistas. Ellos no tienen sintonía
con la ciudadanía. Están comprometidos con el 1% que se ha adueñado del país.
El autor fue decano de la Facultad de Economía de la Universidad de
Chile, ministro de Planificación y rector de la Universidad Academia de
Humanismo Cristiano. Integra el Grupo Nueva Economía.
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