Las casetas del populoso mercado Mutualista en Santa Cruz comenzaron a quemarse la noche de ayer domingo, justamente al día siguiente de que los gremialistas anunciaron que no acatarán el anunciado paro de 48 horas decidido por la Gobernación y el Comité Cívico cruceños, a la cabeza de otras instituciones totalmente controladas por la derecha, como la Universidad Gabriel René Moreno. Aunque se desconocen las causas que originaron este desastre, llamó enormemente la atención que los pocos hidrantes de la zona no tenían agua, por lo que el fuego que inició en algunos puestos pudo extenderse rápidamente. Vanos fueron los esfuerzos de los comerciantes, que trataron de recuperar la mercadería que tenían en sus kioscos, arriesgando sus vidas. Con la llegada de los bomberos y colaboración de los mismos comerciantes se combatió el siniestro; luego, cuando arribó al lugar Luis Fernando Camacho, fue recibido con mucha hostilidad porque varios comerciantes abiertamente lo acusaron de estar detrás...
Por: Lucía Sauma
Mujeres
y hombres de la tercera edad que aún tienen a sus padres vivos llevan la misión
de atenderlos, acompañarlos y, dejando su condición de hijos, convertirse en
cuidadores de quienes les dieron la vida. Si los padres de estos adultos
mayores están enfermos, la tarea de cuidado es mucho más dura, y peor aún si no
hay otros familiares que alivianen la labor de bañar, alimentar, medicar,
escuchar, calmar los dolores del cuerpo y los del alma. No es nada fácil.
Hace
unos días, un amigo de 66 años hablaba de su madre de 93, enferma con
Alzheimer. Agobiado decía que su mamá le repite todo el día una sola idea, le
hace una pregunta que él responde, e inmediatamente ella vuelve a preguntar. Al
final del día, o mejor dicho en la madrugada, termina agotado tanto física como
mentalmente.
Otra
persona, hija única, de 63 años que cuida a su padre y a su madre, ambos con
demencia senil, tiene que lidiar con la pelea que mantienen entre sí, no se
hablan durante semanas, por lo que la hija debe repartirse entre la habitación
de la madre, de 88 años, que pide la lleven al lado de su mamá como si fuera
una niña; y el padre que enloquece con los gritos de su esposa.
Mi vida
ha cambiado totalmente, dice una mujer de 62 años que regresó del extranjero
después de 30 años con el único propósito de cuidar a su madre enferma para
alivio de sus hermanos, todos casados y con hijos. “Mi mamita es dulce, dice
ella, pero no puedo salir de la casa, no duerme, ni come si yo no estoy. Solo
permite que yo la bañe y la cambie… Estoy mal de la columna… pero qué le vamos
a hacer”.
La
población de Bolivia está envejeciendo y no de la mejor manera. Según datos del
Censo de 2012, el 6,2% de la población es mayor de 65 años. Mientras que la
esperanza de vida al nacer es de 67 años para los varones y de 70 para las
mujeres. No nos preparamos para envejecer, como tampoco estamos preparados para
las tareas de cuidado que terminan convirtiéndose en demoledoras batallas de
sentimientos encontrados entre el amor, los deseos de atender y el tormento de
escuchar las mismas quejas, y de lidiar con los sobresaltos que dan esos
cuerpos gastados, mermados por la enfermedad.
¿Cómo
hacer para que, como decía Joan Manuel Serrat, los viejos no sean “fantasmas
con memoria”? Debería ser política pública que la población llegue en mejores condiciones
de salud a la vejez. Las familias también deberían prepararse para atender a
los ancianos que están bajo su responsabilidad, buscando paliativos que les
permitan no maltratarse mutuamente. Una política de Estado pendiente es
recuperar su experiencia, sabiduría y la capacidad laboral de quienes estén en
condiciones de hacerlo, para que se sientan útiles y de esa manera, tanto
física como mentalmente, mantengan dignidad.
Síguenos en Facebook: Escuela Nacional de Formacion Politica
y Twitter: @escuelanfpn
Comentarios
Publicar un comentario
Escriba sus comentarios