Las casetas del populoso mercado Mutualista en Santa Cruz comenzaron a quemarse la noche de ayer domingo, justamente al día siguiente de que los gremialistas anunciaron que no acatarán el anunciado paro de 48 horas decidido por la Gobernación y el Comité Cívico cruceños, a la cabeza de otras instituciones totalmente controladas por la derecha, como la Universidad Gabriel René Moreno. Aunque se desconocen las causas que originaron este desastre, llamó enormemente la atención que los pocos hidrantes de la zona no tenían agua, por lo que el fuego que inició en algunos puestos pudo extenderse rápidamente. Vanos fueron los esfuerzos de los comerciantes, que trataron de recuperar la mercadería que tenían en sus kioscos, arriesgando sus vidas. Con la llegada de los bomberos y colaboración de los mismos comerciantes se combatió el siniestro; luego, cuando arribó al lugar Luis Fernando Camacho, fue recibido con mucha hostilidad porque varios comerciantes abiertamente lo acusaron de estar detrás...
La
prostitución es el corazón de una industria internacional del sexo que incluye
una gran variedad de negocios, desde macroburdeles o locales de striptease
hasta editoriales, desde casas de masaje hasta agencias de “acompañantes”,
desde películas hasta revistas sobre pornografía, sin olvidarnos de las cifras
del turismo sexual. La industria del sexo no acaba en el conjunto de negocios
que forman parte del sector de la prostitución, pues también otros muchos
actores económicos se lucran de esta industria y contribuyen a su
apuntalamiento. En efecto, diversos negocios cuya función no está directamente
vinculada con la prostitución sirven a sus intereses y también se sirven de
esta industria para incrementar sus beneficios. Entre ellos, hay que destacar
principalmente hoteles, empresas de bebidas alcohólicas, periódicos, farmacias,
taxis o karaokes. ¿Qué ocurriría si las empresas productoras y distribuidoras
de bebidas alcohólicas se negasen a surtir a los burdeles o lo periódicos no
aceptasen publicar anuncios de locales o pisos en los que se ejerce la
prostitución? Lo que quiero señalar es que la prostitución es el eje de todo un
sector económico que se articula en torno a los cuerpos de las mujeres
prostituidas. El centro de la industria del sexo son los cuerpos de las
mujeres, que se han convertido en las mercancías sobre las que se ha edificado
esta industria global. Y más concretamente, toda esta actividad económica se
sustenta sobre la vagina y otras partes del cuerpo femenino, que se han
convertido en el fundamento de un negocio organizado a escala global.
Hasta los
años ochenta del siglo XX la prostitución apenas ha tenido impacto económico en
las cuentas nacionales. Su dimensión más relevante ha sido la poderosa marca
patriarcal sobre la que originalmente se edificó esta práctica social. Sin
embargo, la aparición del capitalismo global a partir de los años setenta
cambia el rostro de la prostitución y la convierte en parte fundamental de la
industria del ocio y del entretenimiento. En efecto, a partir de esa época, al
industria del sexo se ha ido globalizando con la ayuda de las redes
informacionales, pero también con la contribución de redes criminales.
Hace poco
más de tres décadas la prostitución era un conjunto de burdeles con mujeres
autóctonas que ejercían la prostitución con encargadas y jefas que gestionaban,
a veces paternalistamente, esos pequeños negocios.
Antes
existían muchos “clubes de alterne” pequeños. Eran lugares íntimos, casi
familiares. Ahora quedan cada vez menos, y los que quedan han vivido una
transformación radical, tanto en la forma como en la manera de funcionar. Los
pequeños clubes, en su mayoría, están desapareciendo, sustituidos por los
megalocales de striptease con show-girls y chicas exhibiéndose con la mínima
ropa posible. Son negocios que a veces incluso funcionan con licencia de hotel…
Los pequeños locales donde tantas mujeres ejercían de manera más o menos
discreta una forma de prostitución light , porque no solamente no estabas
obligada a acostarte con los clientes, sino que además podías ganar mucho
dinero sin necesidad de ello, son ya cosa del pasado.
En esa
antigua forma de prostitución no existían apenas mujeres migrantes, ni tráfico
de mujeres para la explotación sexual ni circuitos criminales. En otros
términos, ese viejo canon de la prostitución correspondía al capitalismo previo
al neoliberalismo, y, por ello mismo, su dimensión más relevante era la
patriarcal.
El nuevo
canon de la prostitución solo puede ser explicado en el marco de tres sistemas
de dominio: el patriarcal, el neoliberal y el racial/cultural. En efecto,
varones de todas las clases sociales acceden sexualmente a los cuerpos de
mujeres pobres, migrantes y pertenecientes a culturas, razas y regiones del
mundo que el Occidente etnocéntrico ha conceptualizado como inferiores. Este es
el rostro que ofrece la prostitución en los países con altas tasas de bienestar.
En aquellos países con índices de pobreza significativos puede variar el
componente cultural o racial en el consumo interno de sexo, pero permanece
invariable la explotación sexual de las mujeres por varones de todos los
estratos sociales. En efecto, “como en todo fenómeno de prostitución, las
minorías étnicas y nacionales están sobreexplotadas”. Varones de sus propios
países, de regiones próximas y de países occidentales acuden a comprar sexo
barato de mujeres que necesitan recursos para sobrevivir. Si bien la marca de
clase ha estado presente en la prostitución anterior a la globalización
capitalista, en esta época de creciente mercantilización de los cuerpos de las
mujeres, la pobreza y la extrema pobreza de las mujeres, es decir, la jerarquía
de clase, ha adquirido una dimensión que no tenía en el pasado.
La
globalización económica ha hecho posible que la prostitución se convierta en un
lugar de intersección entre el norte y el sur, pues el sur exporta mujeres para
consumo sexual de los varones del norte. Y los hombres del norte viajan a
países del sur a comprar sexo y ejercer el derecho patriarcal que les autoriza
a usar sexualmente a las mujeres en el marco de la prostitución. Esta industria
conecta el norte rico y el sur endeudado. Y, además, contribuye a crear una
nueva afiliación entre los varones del norte y los del sur. Con más o menos
recursos, los varones occidentales comparten con los del resto del mundo la
posibilidad de usar sexualmente a las mujeres que el capitalismo neoliberal y
los distintos patriarcados han situado en esos lugares acotados para satisfacer
el deseo masculino. Incluso en algunos países en los que la prostitución ha
sido legalizada, los demandantes no solo creen tener el derecho a usar
sexualmente a las mujeres prostituidas, sino que tienen consagrado por ley ese
derecho. La cartografía global de la prostitución muestra a varones de los
países centrales cruzar regiones e incluso continentes para acceder a cuerpos
de mujeres y niñas de otras razas y culturas que solo tienen su cuerpo para
sobrevivir. Son migraciones puntuales de los demandantes de prostitución para
comprar sexo barato, racializado y, muchas veces, infantil.
La teoría
feminista ha propuesto la necesidad de estudiar la política sexual de todas las
instituciones para comprender las lógicas patriarcales que habitan en su
interior. Pues bien, en este sentido, la política sexual de la prostitución
muestra sociológicamente el carácter interclasista de los demandantes y la
composición femenina y sin recursos de aquellas que ejercen la prostitución. La
lógica patriarcal y la lógica de clase se funden en la prostitución.
La
característica más significativa del capitalismo avanzado es su globalización.
Y esa exigencia ha llegado a la prostitución. La globalización desactiva las
fronteras para el capital y las mercancías. Y la mercancía sobre la que está
edificada la industria del sexo, los cuerpos de las mujeres, no pueden
permanecer dentro de los límites del Estado nación. Sobre todo porque esa
“mercancía” escasea en las sociedades del bienestar y hay mucha disponible en
los países con altas tasas de pobreza. Lo que quiero decir es que la
globalización de la industria del sexo exige que los cuerpos de las mujeres
puedan ser deslocalizados de sus países de origen y sean trasladados a países
en los que la demanda no se cubre:
El
tráfico, el turismo sexual y el negocio de las esposas que se compran por
correo han asegurado que la severa desigualdad de las mujeres pueda ser
transferida más allá de las fronteras nacionales, de manera tal que las mujeres
de los países pobres puedan ser compradas con fines sexuales por hombres de los
países ricos. El siglo XX vio el hecho de que los países ricos prostituyen a
las mujeres de los países pobres como una forma de colonialismo sexual.
Como
afirmaba en el primer capítulo, siguiendo los análisis de Saskia Sassen, una
característica fundamental del capitalismo global es la lógica de expulsiones
que pone en funcionamiento para lograr en poco tiempo y sin economías
productivas unos niveles de beneficios impensables. Desde este punto de vista,
las mujeres prostituidas no solo representan una de las grandes expulsiones del
siglo XXI, sino que son sometidas a las mismas reglas que otras mercancías para
el consumo. La prostitución es así el máximo exponente de la deslocalización
neoliberal, pues las mujeres son trasladadas de los países con altos niveles de
pobreza a los países con más bienestar social para que los varones demandantes
de todas las clases sociales accedan sexualmente a los cuerpos de esas mujeres.
Si bien el cuerpo de las mujeres prostituidas se convierte en una mercancía muy
codiciada por los traficantes y proxenetas porque proporciona altos beneficios
con bajos costes. Esta forma de funcionamiento del capitalismo, la
deslocalización de la producción menos cualificada a países con pocos derechos
laborales y altas tasas de pobreza, se ha extendido a las mujeres prostituidas.
Sin embargo, esta deslocalización de mujeres para la industria del sexo tiene
elementos que la convierten en una auténtica expulsión. Son mujeres expulsadas
de su condición de ciudadanía, de sus contextos culturales, de sus entornos
familiares y de sus proyectos de vida. Son expulsadas de sus espacios físicos y
emocionales y, cuando llegan a los destinos proyectados, ya son seres sin
historia; nadie las conoce aquí y tienen que negar lo que son allí, en su país
de origen. Por el camino aprendieron a ocultar su historia, y en muchas
ocasiones su lengua, como condición de posibilidad para adoptar la nueva
identidad que se le ofrece, la de mujer prostituida.
La
prostitución, como hemos dicho anteriormente, tiene tres marcas, sin la
identificación de las cuales no es posible la comprensión de esta realidad
social: la patriarcal, la capitalista neoliberal y la cultural/racial. En la
intersección de estos tres sistemas de poder ha crecido la industria del sexo y
han aumentado tanto los consumidores de prostitución como el número de mujeres
de las que se alimenta este negocio global. Sin embargo, en estos momentos, la
estructura que sostiene esta industria está pilotada por las lógicas económicas
que gobiernan el capitalismo global. Solo esto explica los enormes esfuerzos
que se están haciendo para que el acceso sexual al cuerpo de las mujeres sea
percibido como un asunto de consumo para los varones y de libre elección para
las mujeres prostituidas. El imaginario colectivo, resultado en muy buena
medida de las estructuras de poder patriarcales y capitalistas, ofrece la
imagen de la prostitución como un acto libre de ellas y un acto de consumo de
ellos. Dicho de otra forma, las élites dominantes intentan que la prostitución
sea vista como un contrato libre entre dos partes que están igualmente
interesadas en firmarlo.
Si, como
hemos afirmado, la prostitución se encuentra en la confluencia de tres sistemas
de poder, el capitalista, el cultural/racial y el patriarcal, el propio título
de este capítulo es en sí mismo una propuesta de cómo debe ser interpretada
esta práctica social. En efecto, la prostitución es una industria esencial para
la economía capitalista, para la economía criminal, para los estados que ven en
esta institución una fuente de ingresos públicos, pero también las
instituciones del capitalismo internacional, como el Banco Mundial o el Fondo
Monetario Internacional, que ven en lo que han conceptualizado como industria
del entretenimiento y del ocio unos ingresos que pueden garantizar la
devolución de la deuda. Poulin afirma que “el Banco Mundial, el Fondo Monetario
Internacional y los planes de ajuste estructural proponen préstamos a los
estados para desarrollar empresas de turismo y entretenimiento”.
Rosa Cobo
es profesora de Sociología del Género en la Universidad de A Coruña y directora
del Centro de Estudios de Género y Feministas en esa universidad. Capítulo publicado
en el libro La prostitución en el corazón del capitalismo (Catarata)
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