Las casetas del populoso mercado Mutualista en Santa Cruz comenzaron a quemarse la noche de ayer domingo, justamente al día siguiente de que los gremialistas anunciaron que no acatarán el anunciado paro de 48 horas decidido por la Gobernación y el Comité Cívico cruceños, a la cabeza de otras instituciones totalmente controladas por la derecha, como la Universidad Gabriel René Moreno. Aunque se desconocen las causas que originaron este desastre, llamó enormemente la atención que los pocos hidrantes de la zona no tenían agua, por lo que el fuego que inició en algunos puestos pudo extenderse rápidamente. Vanos fueron los esfuerzos de los comerciantes, que trataron de recuperar la mercadería que tenían en sus kioscos, arriesgando sus vidas. Con la llegada de los bomberos y colaboración de los mismos comerciantes se combatió el siniestro; luego, cuando arribó al lugar Luis Fernando Camacho, fue recibido con mucha hostilidad porque varios comerciantes abiertamente lo acusaron de estar detrás...
Por: Lucía Sauma
El cine es una de las pasiones a las que no puedo, ni quiero, resistirme. Por supuesto que no ante cualquier película, sino frente a la que me mantenga atenta, que me permita vivir lo que se ve en la pantalla con actuaciones creíbles, diálogos inteligentes, hermosa fotografía, ingenio en el humor, buena música y —sobre todo— una gran historia. Una película que al final de verla aún se quede en la retina y continúe dando vueltas en la cabeza por horas, días, años o por el resto de la vida.
Entonces consulto la cartelera de las más de 30 salas de La Paz y... nada. No puede ser. La respuesta frecuente: no hay suficiente público para películas de ese tipo.
Me resisto a comprar los CD piratas, donde se pueden encontrar la más diversa gama de películas, comerciales de moda, grandes producciones, buenas y malas, cine independiente, las ganadoras de los Oscar y las de Cannes. Incluso aquellas que, en hora buena, grabaron de casualidad y son de las mejores. Pero no es lo mismo ver cine en televisión que en una pantalla grande y en una sala adecuada.
Puedo citar cientos de películas que no estuvieron en la cartelera de ninguno de los cines y estoy segura de que hubieran tenido mucho público: La mejor oferta (de Giuseppe Tornatore), En la casa (Françoise Ozan), Mary and Max (Adam Elliot), The visitor (Tom McCarthy), Confesión (Tetsuya Nakashima), Celebración (Thomas Vinterberg), Hijos de los hombres (Alfonso Cuaron), Un toque de canela (Tassos Boulmetis)… así podría continuar en una lista interminable.
¿Por qué tenemos que contentarnos con películas mediocres o solo con las más taquilleras de Hollywood? Es verdad que durante un tiempo se probó con una sala de cine alternativo en el MegaCenter, es cierto que había poco público. Pero también es cierto que no se acompañó con la publicidad e información suficientes. Además, las películas se exhibían por poco tiempo. Y sin embargo de esa época guardo el entrañable recuerdo del filme colombiano Los colores de la montaña, de Carlos César Abeláez.
Los buenos esfuerzos tienen su fruto. ¿Quiénes recuerdan al padre Renzo Cota? El Cine Club Luminaria fue una verdadera escuela para muchas generaciones de jóvenes ávidos por apreciar el cine como una obra de arte y un gran medio de comunicación. Así surgió el premio Llama de Plata, que congregaba a miles de cinéfilos para ver las mejores proyecciones del año y premiar a la que consideraban superaba todas las expectativas.
Aprendimos a ver buen cine. Aprendimos a diferenciar las películas hechas para ganar fama y fortuna de aquellas que traen consigo un mensaje cuestionador, además de estar bellamente hechas. Les aseguro que hay público y ganas. Como el que congrega “La mejor película del mundo” en la Cinemateca. En el cine hay un mundo por descubrir.
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