Las casetas del populoso mercado Mutualista en Santa Cruz comenzaron a quemarse la noche de ayer domingo, justamente al día siguiente de que los gremialistas anunciaron que no acatarán el anunciado paro de 48 horas decidido por la Gobernación y el Comité Cívico cruceños, a la cabeza de otras instituciones totalmente controladas por la derecha, como la Universidad Gabriel René Moreno. Aunque se desconocen las causas que originaron este desastre, llamó enormemente la atención que los pocos hidrantes de la zona no tenían agua, por lo que el fuego que inició en algunos puestos pudo extenderse rápidamente. Vanos fueron los esfuerzos de los comerciantes, que trataron de recuperar la mercadería que tenían en sus kioscos, arriesgando sus vidas. Con la llegada de los bomberos y colaboración de los mismos comerciantes se combatió el siniestro; luego, cuando arribó al lugar Luis Fernando Camacho, fue recibido con mucha hostilidad porque varios comerciantes abiertamente lo acusaron de estar detrás...
Desde
el 31 de enero de este año, la Unasur está acéfala, y su funcionamiento
prácticamente se ha reducido a lo elemental, al menos en contraste con el
protagonismo político que tuvo desde su fundación hasta finales de 2016. Tras
la salida de Ernesto Samper como Secretario General, el Consejo de Ministros y
Ministras de Relaciones Exteriores tardó 45 días en acordar que quien fuera su
Jefe de Gabinete, el colombiano Yuri Chillán, quedara a cargo de la
institución, pero sin las atribuciones de un Secretario General. En lo que va
del año, sólo 2 de los 12 Consejos Sectoriales se han reunido, y ha sido por
cuestiones técnicas, vinculadas a educación y a infraestructura.
Este
estancamiento se debe a dos factores interrelacionados: por una parte, una
nueva correlación de fuerzas políticas en la región, tras la llegada al poder
de Michel Temer y Mauricio Macri en dos de los países más influyentes; por
otra, el diseño institucional de la Unasur, que establece en su Tratado Constitutivo
que la gran mayoría de las decisiones sobre programas, adopción de políticas,
etc. deben adoptarse por consenso, entre los 12 países que componen el
organismo[1]. Así, la propuesta de designación de Ernesto Samper por un período
más fue rechazada vehementemente por los gobiernos de Paraguay y Perú, y
también por Argentina, que ofreció a cambio que permaneciera sólo 5 meses más.
La propuesta de Argentina, actualmente en la Presidencia Pro Tempore, de que
José Octavio Bordón fuera el nuevo Secretario General tampoco obtuvo consenso.
En este
orden de ideas, las disidencias entre los países que componen la Unasur y
también su situación de debilidad se reflejan más bien en las internas de un
organismo esencialmente antagónico: la OEA. Ha sido su Secretario General, Luis
Almagro, quien ha hecho de la OEA el escenario por excelencia para, por
ejemplo, el tratamiento de la situación venezolana –aunque no puso la misma
vehemencia para tratar la grave crisis institucional brasileña ni el proceso de
paz en Colombia-. Celso Amorim, ex Canciller de este último país, lo advertía
unos meses atrás: “el hecho de no dar énfasis a un determinado proceso también
lo debilita. No se necesita acabarlo formalmente, basta no querer más resolver
los problemas de América del Sur en la Unasur y llevarlos directamente a la
OEA”[2].
Las
cláusulas que exigen consenso para que la Unasur funcione en un contexto de
juego de suma cero ideológico han dado lugar, paradójicamente, a un acuerdo
tácito sobre la necesidad de dejar al organismo en stand by. Ninguno de los
bloques políticos más al extremo ha insistido demasiado en la retomada de su
funcionamiento, al menos por ahora. Así, tras nueve años desde la conformación
de este mecanismo de diálogo, político, intercultural, económico y social,
orientado a la integración latinoamericana, la Unasur parece encontrarse algo
debilitada a pesar de que la región atraviesa por un período que requiere
amplios consensos, en particular, por el proceso de paz que avanza en Colombia
–en el que la Unasur sin embargo no ha dejado de participar-, la
reconfiguración de las relaciones con Estados Unidos y las dinámicas políticas
que atraviesan los países donde continúan en ejercicio gobiernos de corte
progresista.
Es
probable que su resurgir venga de la mano de un cambio en la correlación de
fuerzas a nivel regional, porque es un instrumento de integración que
claramente responde a una concepción soberanista y democrática, propia de los
progresismos. Sin embargo, cabe señalar que políticamente nunca fue homogénea
-convivieron en ella la Venezuela de Chávez y la Colombia de Uribe-, y se
lograron acuerdos importantes para gestionar graves conflictos políticos en la
región, como la ruptura de relaciones entre Colombia y Venezuela en 2010, y la
destitución de Fernando Lugo en 2012. A
diferencia de hace casi una década, hoy la Unasur carece de la férrea voluntad
política de buena parte de sus miembros para reposicionarla como el principal
espacio de interlocución política e integración regional.
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