Las casetas del populoso mercado Mutualista en Santa Cruz comenzaron a quemarse la noche de ayer domingo, justamente al día siguiente de que los gremialistas anunciaron que no acatarán el anunciado paro de 48 horas decidido por la Gobernación y el Comité Cívico cruceños, a la cabeza de otras instituciones totalmente controladas por la derecha, como la Universidad Gabriel René Moreno. Aunque se desconocen las causas que originaron este desastre, llamó enormemente la atención que los pocos hidrantes de la zona no tenían agua, por lo que el fuego que inició en algunos puestos pudo extenderse rápidamente. Vanos fueron los esfuerzos de los comerciantes, que trataron de recuperar la mercadería que tenían en sus kioscos, arriesgando sus vidas. Con la llegada de los bomberos y colaboración de los mismos comerciantes se combatió el siniestro; luego, cuando arribó al lugar Luis Fernando Camacho, fue recibido con mucha hostilidad porque varios comerciantes abiertamente lo acusaron de estar detrás...
Por:
Gabriel Mamani Magne
De todos los futuros posibles,
tuve que escoger la abogacía. Cierro los ojos, hago un flashback y de nuevo
estoy ahí: en el predio de la calle Loayza, con veinte años recién cumplidos,
oyendo el pajpakerío de un "doctor” de cabeza nevada, intentando aprender,
intentando no dormirme. El profesor habla de su vida, habla de sus logros. No
habla de derecho laboral.
Antes de acabar la clase, señala
que el examen va a ser la próxima semana. Que hay que comprar el libro. Que el
autor -y al decir esto su cara se colorea de orgullo- es él. "Barato es”,
agrega mientras sostiene un ladrillo gris como su cabello. Dos tomos por 150
bolivianos.
-¿Va a valer puntos? -pregunta
una estudiante cuya cabeza es irreconocible entre la marea de alumnos.
El "doctor” sonríe. Medita
su respuesta. Y con un carisma digno de un Papá Noel sin barba, menciona:
-Algo les voy a reconocer.
Nada de qué extrañarse
Todo eso ocurrió hace casi ocho
años y apenas es una pieza. Una pieza más, similar a otras, del contradictorio
y contaminado rompecabezas que es y siempre ha sido la Carrera de Derecho de la
UMSA.
Justo hace pocas semanas, los
periódicos informaron la detención de un docente emérito que realizaba cobros a
estudiantes para presentarse como tribunal en los exámenes de grado. Los
ingenuos se sorprendieron.
Quienes pisaron alguna vez la
carrera, no. Sabido es: la plata subterránea corre con tanta fluidez en la vida
diaria del universo abogadil, que para muchos lo raro sería enterarse de que un
docente ha participado de un tribunal sin cobrar un centavo, sin hacerse rogar
y que esté a la hora pactada.
Como ocurre con cualquier árbol
torcido, todo empieza desde el año cero. En el vestibular, antes de la prueba
de ingreso. Un nuevo flashback: Ahora tengo dieciocho años y me paso el día
estudiando los librillos del curso prefacultativo para ganarme un cupo en la
carrera. Un día, luego de clases, una compañera me dice que tiene un contacto
que, a cambio de quinientos dólares, puede garantizarme una nota de aprobación
en el examen de ingreso. Rechazo la propuesta. Sin embargo, otros no. A las
pocas semanas, la oferta se hace viral en todo el prefacultativo, como la letra
de una canción de moda, como los chismes de la parranda de anoche.
Ahora bien, lindo sería que los
problemas de Derecho se redujeran a la corrupción institucionalizada. Pero no.
Los tentáculos de la mediocridad cobran forma de acoso sexual, pedagogía nula e
investigaciones pacatas.
¿Quién no conoce al docente
mirón, ese que desde su atril (¿o trono?) divisa a la estudiante bonita, la
analiza, fantasea con ella? Justo este año, en enero, una amiga que cursó el
vestibular en 2016 me contó que uno de los profesores -uno con cargo
importante- le ofreció "una ayudita en el examen” a cambio de una salida
con ella. Nota por cuerpo. Petición que se repite en el pregrado, en la UMSA
entera, en el ejercicio de la profesión.
Hay docentes que no van a clases.
Hay otros que sí, pero tarde, luego de hacerse esperar igual que divos con la
agenda repleta y una colección de pretendientes en los contactos del WhatsApp.
Profesores con más corbata que pedagogía. Doctores sin doctorado. Auxiliares de
docencia cuya máxima tarea es cargar los documentos del profesor. Centros de
estudiantes con dirigentes que cursan el quinto año por enésima vez.
Tesis que cuando mucho aspiran a
un copy paste bien disimulado, redactadas con la rigurosidad de un chico de
quince años y plagiadas con la destreza de un viejo de noventa.
"Por favor, pongan un
boliviano sobre el pupitre”, dijo una vez un docente luego de repartir las hojas
de un parcial.
¡Una fotocopia (que en la calle
Potosí no vale más de veinte centavos) a un boliviano! La mendicidad no conoce
límites. Y se extiende hasta los libros que los profesores se autopublican y
ofertan en clases cual Cajita Feliz de Mc Donald’s: la hamburguesa es la nota
que recibes a cambio, la obra equivale al juguetito que se rompe a los dos
días. Ninguna editorial avala esos textos. Y dudo que alguna lo haga.
He trabajado con Santillana y
otras casas editoras y por mi experiencia en el rubro puedo afirmar que gran
parte de esos libros están por debajo de cualquier estándar. Me acuerdo de un
manual de derecho constitucional que, ilusionado, compré a un docente en mi
segundo año de carrera. Decir que se trataba de un plagio sería incorrecto. Lo
apropiado, más bien, sería afirmar que el texto era un collage de fragmentos de
otros libros citados de manera ridícula. Había páginas rellenas con una cita de
cuatro párrafos. Otras páginas, las menos groseras, tenían la decencia de
incluir algo de la propia cosecha del autor, aunque esa cosecha jamás pasaba de
un párrafo de cuatro líneas y un contenido que se ahogaba en los lugares
comunes.
Hans Kelsen debe estar
revolcándose en su tumba.
Causas
Una letal combinación de miedo
("el docente me puede reprobar”) y un chauvinismo universitario ridículo
("la UMSA es la mejor, por eso todo es más difícil”) ha logrado que
estudiantes, docentes y titulados -entre ellos quien escribe- opten por la
autocensura y no denuncien los atropellos. Acorazados en la autonomía
universitaria, los maquinadores de la supuesta mejor casa de estudios de
Bolivia han instaurado un principado cuyos habitantes, adormecidos por el
espejismo del diploma o la corpulencia del cheque mensual, silencian lo que se
debiera ser gritado, naturalizan lo grotesco y se tapan la nariz ante cualquier
filtración del hedor que contamina cada espacio de la vida del umsista.
Por supuesto, hay excepciones.
Microscópicas, prometedoras excepciones. Incluso en Derecho, donde encontré un
par de profesores apasionados por su trabajo, algún auxiliar que jamás cedió a
la siempre bien remunerada tentación de convertirse en el alcahuete oficial de
su docente, y un grupo de estudiantes cuyo objetivo iba más allá de un simple
título o un puesto en una repartición estatal. Pero una gaviota no hace verano.
Billetera mata galán, dice el
refrán amoroso. En la UMSA -y en especial en Derecho- la billetera mata a la
ciencia.
Así como los paquetes de cigarros
alertan sobre los perjuicios que devienen del acto de fumar, el predio de la
calle Loayza debería exponer a los postulantes y al público en general
advertencias sobre la madeja de irregularidades que se suceden a lo largo de la
vida universitaria.
O mejor, para evitarnos
eufemismos e hipocresías, debería colgarse, en la entrada de la Facultad, un
banner gigante con el siguiente mensaje: "Te conviene estudiar otra cosa”.
"Acorazados en la autonomía
universitaria, los maquinadores de la supuesta mejor casa de estudios de
Bolivia han instaurado un principado”.
LAMENTABLEMENTE, LA EDUCACIÓN EN BOLIVIANA ESTA BAJANDO DE SU NIVEL DE CALIDAD Y ES ALIENANTE, ESTE PROBLEMA ES DESDE COLEGIO TERMINANDO EN LA UNIVERSIDAD; EN EL ANTAÑO, EN LOS PRIMEROS AÑOS ESTUDIABAN A LOS AUTORES CRÍTICOS EN FILOSOFIA, EN ECONOMIA, ETC.; ES DECIR LOS LIBROS DE CARLOS MARX, EN ACTUALIDAD ¿EN QUE SE OCUPAN?, EN LA ALIENACIÓN, EN LA DESORIENTACION, ETC..
ResponderEliminarEs la verdad. La asquerosa verdad de derecho
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