Las casetas del populoso mercado Mutualista en Santa Cruz comenzaron a quemarse la noche de ayer domingo, justamente al día siguiente de que los gremialistas anunciaron que no acatarán el anunciado paro de 48 horas decidido por la Gobernación y el Comité Cívico cruceños, a la cabeza de otras instituciones totalmente controladas por la derecha, como la Universidad Gabriel René Moreno. Aunque se desconocen las causas que originaron este desastre, llamó enormemente la atención que los pocos hidrantes de la zona no tenían agua, por lo que el fuego que inició en algunos puestos pudo extenderse rápidamente. Vanos fueron los esfuerzos de los comerciantes, que trataron de recuperar la mercadería que tenían en sus kioscos, arriesgando sus vidas. Con la llegada de los bomberos y colaboración de los mismos comerciantes se combatió el siniestro; luego, cuando arribó al lugar Luis Fernando Camacho, fue recibido con mucha hostilidad porque varios comerciantes abiertamente lo acusaron de estar detrás...
Hace más de un año
denunciábamos la naturaleza del golpe de Estado en Brasil[1]:
no se trataba de un impeachment, o
sea, de una destitución de la presidenta por el acometimiento de un crimen. Decía
que se trataba de un golpe coordinado por el patronato, la gran burguesía
nacional e internacional, por una mayoría parlamentar conservadora y corrupta y
por el sistema judicial, o sea, un nuevo tipo de golpe de Estado, adaptado al
siglo XXI, en el que las élites actúan como una cuadrilla, a pesar de la
apariencia de democracia y legalidad. Su origen estaba, en realidad, en las
crisis del capital de 2008 y en el deseo de las elites de aumentar su lucros.
Y después de un año, ¿qué pasó?
Temer hizo las mismas
“pedaleadas fiscales”, pero si Dilma lo hizo para asegurar presupuestos a los
campesinos, Temer lo hizo para pagar deudas a los banqueros. Al revés que Dilma,
en menos de un año el presidente fue flagrado en un audio adonde no hay dudas
de que él soborna al diputado Eduardo Cunha, expresidente de la Cámara del
partido político de Temer que dirigió la destitución de Dilma y que ahora está
detenido con cuentas secretas en el exterior, para que no diga todo lo que
sabe. La mayoría parlamentaria, que llevó adelante la cacería a Dilma, fue
contra el proseguimiento de la denuncia contra Temer, y es público cómo el
presidente ha liberado presupuestos para ellos en sus regiones.
En el órgano judicial, un
audio demostró el vínculo y acción de un de los ministros de la Suprema Corte
en coyunto con Aécio Neves, senador de oposición derrotado por Dilma en 2014, es
hallado en un audio diciendo que, si es necesario, se debería matar testigos.
El juez Moro, también muy cerca de Aecio y que nunca condenó a ningún político
de su partido, demostró su parcialidad al secuestrar los bienes de Lula una
semana después de emitir su condena. En verdad, tal actitud – con fines de
generar titulares permanentes contra Lula – terminó por probar que el
patrimonio de Lula es del tamaño de su historia: alrededor de 200 mil dólares y
tres apartamentos, un patrimonio típico de clase media en Brasil, normal para
quien trabaja desde niño, fue parlamentario y presidente dos veces. No hay
cuentas criminales en el exterior, y el “departamento triplex”, único objeto de
la condenación de Lula, no está en esta lista!
Ahora, pues, no hay duda en
cuanto al congreso corrupto y la selectividad del sistema judicial. ¿Pero, qué
sucede con el patronato y el capital internacional (o el imperialismo)?
En un año, Temer ha vendido
a precios depreciados el Presal, la riqueza de Brasil en el tema de
hidrocarburos; permitió a extranjeros comprar tierras en Amazonia, y, además,
las grandes reformas neoliberales: el corte de presupuestos por veinte años, la
reforma laboral y de las pensiones.
La primera, impide aumento
de los presupuestos en políticas de salud, educación, etcétera, por veinte
años, con fines de destinarlos a intereses bancarios. La reforma laboral,
destruye la legislación del trabajo en Brasil, permite que patrón y obrero
negocien derechos abajo del previsto en Ley, o sea, pueden acordar que mujeres
embarazadas trabajen en locales insalubres o una jornada laboral de 12 horas y
no 8 horas. La ley de pensiones, determina el tiempo mínimo de 49 años de
contribución del trabajador para tener la jubilación integral (actualmente es
30), o sea, ¡hay que trabajar hasta morir! Pero, más allá de sacar derechos, el
golpe busca impedir los obreros de luchar por ellos: la debilitación de los
sindicatos, como, por ejemplo, al retirar su participación obligatoria en el
término de los contratos de trabajo, y la persecución al principal liderazgo
obrero de historia de Brasil, Lula, se hace en ese contexto.
El golpe, entonces, es un
avance del capital sobre el trabajo. Y es extremamente pedagógico para la
izquierda mundial y latinoamericana en particular. Él nos recordó una de las enseñanzas
de Marx en El 18 de Brumario: las formas políticas, jurídicas, el sufragio
universal y la democracia burguesa, esconden una intensa lucha de clases y son
descartables por la burguesía siempre que esta lo crea necesario. Y, además,
que corresponde a la formación social de nuestra América que sus elites,
oligárquicas y burguesías, desean la explotación ilimitada de la fuerza del
trabajo, con un recorte étnico contra negros e indígenas, y no suportan el
juego democrático, ni el puramente burgués.
La buena noticia es que,
después de un año de golpe, el mismo se mantiene únicamente a través de la
coercitividad: no de las armas, pero del dominio burocrático-burgués. La
absoluta mayoría no apoya el gobierno, los valores de derecha han perdido
espacio – pesar de, al mismo tiempo, haber un crecimiento de la ultra derecha
fascista –, bien como sus organizaciones que movilizaron miles en las calles en
el pasado. Hay dominio, no hay hegemonía.
A los trabajadores,
entonces, compete: luchar para el derrumbe de las reformas neoliberales y los
actos del gobierno Temer; por elecciones directas ya, y de toda manera
denunciar que elecciones en 2018 sin Lula es fraude. Todo eso será posible
solamente con una estrategia democrática, popular y socialista, en que la
organización, identidad y movilización política sea el motor de la lucha
política y no una nueva conciliación con el patronato. Es, por lo tanto, un
largo período de empate catastrófico, en el cual la izquierda tendrá que
diseminar la esperanza del pueblo en la lucha y en otro proyecto de
sociabilidad.
Profesor doctor en el curso de derecho en la
Universidade Federal Rural do Semiarido – UFERSA.
[1] En el ensayo “sufrimos
un golpe parlamentario y patronal”, disponible en: http://www.la-epoca.com.bo/index.php?opt=front&mod=detalle&id=5334”
y Twitter: @escuelanfp
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