Las casetas del populoso mercado Mutualista en Santa Cruz comenzaron a quemarse la noche de ayer domingo, justamente al día siguiente de que los gremialistas anunciaron que no acatarán el anunciado paro de 48 horas decidido por la Gobernación y el Comité Cívico cruceños, a la cabeza de otras instituciones totalmente controladas por la derecha, como la Universidad Gabriel René Moreno. Aunque se desconocen las causas que originaron este desastre, llamó enormemente la atención que los pocos hidrantes de la zona no tenían agua, por lo que el fuego que inició en algunos puestos pudo extenderse rápidamente. Vanos fueron los esfuerzos de los comerciantes, que trataron de recuperar la mercadería que tenían en sus kioscos, arriesgando sus vidas. Con la llegada de los bomberos y colaboración de los mismos comerciantes se combatió el siniestro; luego, cuando arribó al lugar Luis Fernando Camacho, fue recibido con mucha hostilidad porque varios comerciantes abiertamente lo acusaron de estar detrás...
Por: Periódico Granma
El
cuartel Guillermón Moncada era en el año 1953 la sede del regimiento número 1
de la Antonio Maceo en la ciudad de Santiago de Cuba, capital de la provincia
de Oriente. Por su importancia, el Moncada era la segunda fortaleza militar del
país, ocupada por unos mil hombres.
La
historia de este cuartel nombrado reina Mercedes, comenzó en 1859. El brigadier
Carlos de Vargas Machuca, gobernador español de la jurisdicción de Cuba,
departamento oriental de la Isla, encomendó la dirección de su construcción a
Manuel de Ciria, Marqués de Villaitre. Este lugar albergó a la caballería
española durante la Guerra de los Diez Años que, en aquel tiempo, combatía
contra los independentistas cubanos. Sirvió, además, como prisión a muchos
independentistas cubanos en las guerras por la independencia y soberanía de
Cuba. El 21 de noviembre de 1893 es internado, en uno de sus calabozos, el
mayor general Guillermo Moncada.
El 24 de
abril de 1909, por medio de la orden especial número 56, se cambia de nombre al
acuartelamiento que pasa a denominarse Moncada, como homenaje a la memoria del
mayor general del Ejército Libertador Guillermo Moncada. Esa nueva denominación
tendría efecto a partir del 20 de mayo.
Preparativos para el asalto
Para la
acción del 26 de Julio de 1953 se seleccionó el Moncada por varios motivos:
· Era la
segunda fortaleza militar del país, ocupada por unos mil hombres.
· Su
lejanía de La Habana dificultaba el envío de ayuda al Ejército Oriental.
·
Santiago de Cuba se hallaba situada en la costa sur, junto al mar, y rodeada de
montañas.
· En
Oriente se habían iniciado las tres guerras independentistas en el siglo pasado
que se habían librado en Cuba, allí se produjeron insurrecciones populares en
varios momentos del periodo republicano —incluso durante la revolución de
1933—, sus montañas eran conocidas por la resistencia armada de los campesinos
frente a los latifundistas, y su pueblo se caracterizó siempre por un espíritu
de rebeldía, debido a lo cual ese territorio era llamado "el Oriente
indómito".
El plan
se elaboró en absoluto secreto. Además de Fidel, solamente lo conocían dos
compañeros de la dirección del movimiento y su responsable en Santiago de Cuba.
Los demás sabían que se iba a realizar un combate decisivo, pero ignoraban cuál
era este exactamente.
La misma
preocupación se tuvo al estructurar el movimiento: se hizo en forma celular y
se observaban estrictamente las normas de seguridad que exigía su carácter
clandestino. Tenía dos comités de dirección: uno militar, al mando de Fidel, y
otro civil, dirigido por Abel Santamaría. Además, se trataba de una
organización selectiva. Por orientaciones de Fidel, sus miembros se reclutaron
entre las clases y sectores humildes de la población: obreros, campesinos,
empleados, profesionales modestos. Eran hombres y mujeres preferentemente
jóvenes, ajenos a toda ambición, no infectados por las lacras y vicios de la política
tradicional. A inicios de 1953, el movimiento contaba, aproximadamente, con
1200 miembros.
Las
armas, los uniformes y los recursos necesarios para la lucha se obtuvieron sin
recurrir a la ayuda de personas acaudaladas ni de políticos corrompidos. Su
adquisición fue posible, fundamentalmente, por la voluntad y el sacrificio
personal de los propios combatientes.
Para
asegurar la acción se alquiló una pequeña finca de recreo, la granjita Siboney,
situada en las afueras de Santiago de Cuba, con el supuesto fin de dedicarla a
la cría de pollos. En ella se situaron las armas, los uniformes y los
automóviles que se utilizarían en el ataque, y allí se concentrarían los
combatientes en el momento oportuno.
Se
escogió para la acción el 26 de julio por ser domingo de carnaval, fiesta a la
que tradicionalmente asistían personas de diferentes puntos de la isla, por lo
cual la presencia de jóvenes de otras provincias no causaría extrañeza.
La acción
En el año
del Centenario del Héroe Nacional José Martí, un grupo de jóvenes, liderados
por Fidel, protagonizaron el 26 de julio de 1953 el asalto a los Cuarteles
Moncada y Carlos Manuel de Céspedes, en Santiago de Cuba y Bayamo,
respectivamente.
En la
madrugada de ese día, 135 combatientes, vestidos con uniformes del Ejército y
dirigidos por Fidel, precisaban el plan de ataque. Se organizaron en tres
grupos, el primero de los cuales, con Fidel al frente, atacaría la fortaleza.
Los otros dos grupos, mandados respectivamente por Abel Santamaría —segundo
jefe del movimiento— y Raúl Castro (devenido Jefe del Grupo en la acción),
tratarían de tomar dos importantes edificios contiguos al cuartel: el Hospital
Civil, donde se atendería a los heridos, y el Palacio de Justicia, donde
radicaba la Audiencia, desde cuya azotea apoyarían la acción principal.
Cuando
todos estuvieron listos, se le dio lectura al Manifiesto del Moncada, redactado
por el joven poeta Raúl Gómez García bajo la orientación de Fidel. Gómez García
leyó sus versos Ya estamos en combate y Fidel les dirigió esta brevísima
exhortación:

"Sin
duda alguna es peligroso y todo el que salga conmigo de aquí esta noche debe
hacerlo por su absoluta voluntad. Aún están a tiempo para decidirse. De todos
modos, algunos tendrán que quedarse por falta de armas. Los que estén
determinados a ir, den un paso al frente. La consigna es no matar sino por
última necesidad".
De los
135 revolucionarios, 131 dieron el paso al frente. Los cuatro arrepentidos
recibieron la orden de regresar a sus puntos de origen, y poco después de las
4:00 de la madrugada, todos comenzaron a salir en los autos hacia Santiago.
Los
grupos dirigidos por Abel y Raúl cumplieron su objetivo: la toma del Hospital
Civil y la Audiencia. El grupo principal, dirigido por Fidel, llegó según lo
previsto hasta una de las postas, la No. 3, la desarmó y traspuso la garita,
pero una patrulla de recorrido que llegó inesperadamente, y un sargento que
apareció de improviso por una calle lateral, provocaron un tiroteo prematuro
que alertó a la tropa y permitió que se movilizara rápidamente el campamento.
La sorpresa, factor decisivo del éxito, no se había logrado. La lucha se
entabló fuera del cuartel y se prolongó en un combate de posiciones.
Los
asaltantes se hallaban en total desventaja frente a un enemigo superior en
armas y en hombres, atrincherado dentro de aquella fortaleza. Otro elemento
adverso, también accidental, fue que los atacantes no pudieron contar con
varios automóviles donde iban las mejores armas, pues sus ocupantes se
extraviaron antes de llegar al Moncada en una ciudad que no conocían.
Comprendiendo que continuar la lucha en esas condiciones era un suicidio
colectivo, Fidel ordenó la retirada. Al mismo tiempo que esto ocurría en
Santiago, 28 revolucionarios asaltaban el cuartel Carlos Manuel de Céspedes, de
Bayamo, operación que también fracasó.
Después del asalto

En
relación con los asaltantes del Moncada, ordenó que se asesinara a diez
revolucionarios por cada soldado muerto en combate. Excepto unos pocos
combatientes que pudieron escapar ayudados por el pueblo, casi todos los demás
fueron capturados y gran parte de ellos asesinados en los días sucesivos. Solo
seis asaltantes de los dos cuarteles habían perecido en la lucha.
Además, a
diferencia del trato humano dado por los revolucionarios a los militares que
cayeron en su poder, los asaltantes prisioneros fueron torturados antes de ser
ultimados, y después se les presentó como caídos en combate. Más tarde, ante el
tribunal que lo juzgaba, Fidel denunció los crímenes cometidos en esos días por
el régimen. En su alegato de autodefensa La historia me absolverá, Fidel pasó
de acusado a acusador y denunció todos los males que hacían sufrir al pueblo
cubano.
"No
se mató durante un minuto, una hora o un día entero, sino que en una semana
completa, los golpes, las torturas, los lanzamientos de azotea y los disparos
no cesaron un instante como instrumento de exterminio manejados por artesanos
perfectos del crimen. El cuartel Moncada se convirtió en un taller de tortura y
muerte, y unos hombres indignos convirtieron el uniforme militar en delantales
de carniceros".
Repercusión
El asalto
al cuartel Moncada terminó en una derrota militar; sin embargo, tuvo una
trascendencia extraordinaria para el pueblo cubano y para el movimiento de
liberación nacional que se iniciaba. En 1961, el entonces comandante Raúl
Castro Ruz y Ministro de las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR), al
referirse a la importancia histórica de este acontecimiento manifestó:
"...En
primer lugar inició un periodo de la lucha armada que no terminó hasta la
derrota de la tiranía. En segundo lugar, creó una nueva dirección y una nueva
organización que repudiaba el quietismo y el reformismo, que eran combatientes
y decididos y que en el propio juicio levantaban un programa con las más
importantes demandas de la transformación socioeconómica y política exigida por
la situación de Cuba..."
Como expresó Fidel: El Moncada nos enseñó a
convertir los reveses en victorias.
Publicado
en enero de 2013
y Twitter: @escuelanfp
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