Las casetas del populoso mercado Mutualista en Santa Cruz comenzaron a quemarse la noche de ayer domingo, justamente al día siguiente de que los gremialistas anunciaron que no acatarán el anunciado paro de 48 horas decidido por la Gobernación y el Comité Cívico cruceños, a la cabeza de otras instituciones totalmente controladas por la derecha, como la Universidad Gabriel René Moreno. Aunque se desconocen las causas que originaron este desastre, llamó enormemente la atención que los pocos hidrantes de la zona no tenían agua, por lo que el fuego que inició en algunos puestos pudo extenderse rápidamente. Vanos fueron los esfuerzos de los comerciantes, que trataron de recuperar la mercadería que tenían en sus kioscos, arriesgando sus vidas. Con la llegada de los bomberos y colaboración de los mismos comerciantes se combatió el siniestro; luego, cuando arribó al lugar Luis Fernando Camacho, fue recibido con mucha hostilidad porque varios comerciantes abiertamente lo acusaron de estar detrás...
Largas
colas hasta entrada la noche. Esas fueron algunas de las imágenes que más se
difundieron todo el domingo. Las vimos en Catia, en El Valle, Petare, La
Pastora, en la Universidad Bolivariana de Venezuela, en Apure, Yaracuy,
Barinas, en cada punto recorrido, en cuanto reporte de situación que llegó a
los grupos de watsap, en las imágenes de Twitter. El chavismo mostró, una vez
más, que posee una consciencia del momento histórico, del lugar que ocupa, de
la importancia del ejercicio democrático como forma de resolución de los
conflictos.
Fue
necesario verlo. A veces, de tanto aguantar ante los ataques, de tanto medir
las respuestas, puede desdibujarse la capacidad propia. Dicho de otra manera,
el que grita más fuerte puede parecer mayor de lo que es. La realidad es otra,
la vimos, la protagonizamos: el chavismo está de pie.
La
derecha niega y negará que haya sido así. Según ellos el simulacro fue una
derrota absoluta, y en su plebiscito votaron, dicen, 7.676.894 personas. No
existe ninguna forma de confirmarlo: quemaron cuadernos, y la capacidad
instalada de mesas no permitía recibir esa cantidad de votantes. Además, se vio
en el terreno cómo la importante movilización de las primeras horas de la
mañana se desinfló ya al mediodía. No hablo de zonas como El Hatillo, donde
parecía un desfile de moda en actitud épica libertaria ‒nunca se sabe, al verlos, si van a jugar al golf o a intentar
tumbar un gobierno‒. En sus zonas fueron la mayoría que allí son. No podría
ser de otra manera. El problema es que sus zonas, como su clase social, no son
mayoría. Por eso insistieron en sus redes en
querer posicionar territorios populares como base propia. Saben que ahí está su
dificultad histórica. Movilizaron gente allí, pero no la que dicen y necesitan.
Dijeron,
como se preveía, que el plebiscito fue un triunfo indiscutible. El objetivo era
el acto para, una vez anunciado y reconocido internacionalmente, presentarlo
como un mandato popular para llevar adelante las nuevas oleadas de violencia en
ascenso. Legitimar la violencia, para decirlo de manera sintética. Por eso los
expresidentes ‒corruptos y repudiados en sus respectivos
países‒, el llamado a la comunidad internacional,
los cantos de pacifismo de toda la dirigencia. Tenían que portarse bien y lo hicieron, así se venían mostrando desde días
anteriores. Habían mantenido el
escenario en una tranquilidad táctica luego de las acciones del pasado lunes
con una bomba a distancia contra la Guardia Nacional Bolivariana, dos efectivos
heridos con bala, y un candidato a la Asamblea Nacional Constituyente (ANC)
asesinado ante su comunidad.
Ya
tienen el plebiscito que necesitaban, la matriz instalada en el exterior, sus
seguidores absolutamente convencidos de ser la mayoría indiscutible y
arrasadora. Sigue la pregunta que su misma base social y su prensa se hacen: ¿y
ahora qué?
***
La
respuesta vino este lunes, y confirmó una hipótesis ya expuesta: irán por el
intento del doble gobierno, con el nombramiento de un “gobierno de unidad
nacional” y de nuevos magistrados para el Tribunal Supremo de Justicia. Para
sostener eso profundizarán dos elementos. En primer lugar, la presión
internacional que les permitirá legitimarse y maniobrar diplomáticamente ‒aunque ninguna victoria les está asegurada‒. Y, en segundo lugar, la violencia:
profundizarán sus dimensiones y
agudizarán los métodos.
¿Tienen
posibilidad para hacerlo? Si el frente internacional parece relativamente
sólido, no sucede lo mismo al interior del país: sostener un esquema de esa
envergadura demanda más que lo que hasta el momento desplegaron en las calles,
más que jóvenes de clase media convencidos de su épica, y grupos de
encapuchados con armas en mano, droga y alcohol en el cuerpo. Poseen fuerzas
paramilitares también, que ya actuaron en varias ciudades y corredores.
¿Suficientes para liberar territorios, instalar un nuevo gobierno con capacidad
de dictar órdenes? El poder no se anuncia como una posesión, el poder ‒entre otras cosas‒ se ejerce. Nombrarán a los magistrados, ¿y luego qué?
La
fuerza podría venir de afuera. Un seguimiento de los movimientos
internacionales muestra operaciones militares planificadas por Estados Unidos
en Colombia, en el sur de Amazonía, y la profundización de la presión económica
internacional para asfixiar. ¿Qué forma y cuándo podría tomar un avance
directo? Está por verse, en caso hipotético de darse. Aunque pensar la
intervención como una acción abierta e identificada puede ser un modelo
anticuado. Se puede intervenir sin mostrarse, algo que, de hecho, ya sucede.
Lo
que parece seguro es que manejan varios tiempos: el del conflicto prolongado, y
el del choque frontal antes del 30 de julio. Esto último ha sido anunciado por
el actor-lanzagranada que lee sus discursos por telepronter, los diferentes
dirigentes de la derecha, los análisis del conflicto. Para prever que podrían
hacer en esa escalada se puede elaborar un listado de todas las acciones
desplegadas en más de cien días, imaginar que todas tendrán lugar y agregarle
nuevas formas ‒la bomba explotada a distancia fue un
preaviso en ese sentido.
¿Será
suficiente para sostener un intento de nuevo gobierno, impedir la ANC y sacar
al presidente Nicolás Maduro? No parecería: siguen sin Fuerza Armada Nacional
Bolivariana ni clases populares movilizadas. Aunque sí tiene suficiente
capacidad para continuar el proceso de desgaste, destrucción, enfrentamiento,
agravar más los efectos de la guerra sobre la economía, el Estado, la sociedad,
la cultura. Eso es un objetivo, en sí, estratégico.
***
Empezaba
por las colas y la participación del chavismo. Es necesario subrayar la fuerza
propia. Opera sobre las subjetividades, las condiciones de la pelea. El
problema sería sobreestimarla, caer en un triunfalismo contraproducente. Las
necesidades que se han planteado desde que el presidente hizo el llamado a la
ANC son las mismas: romper con los actos hechos para aplaudir a dirigentes y
dar forma a asambleas populares reales en los territorios, permitir que haya
crítica, interpelación, recoger las propuestas que emerjan de las bases, volver
a impulsar un ejercicio de participación protagónica muchas veces opacado por
lógicas verticales con manejo de recursos.
El
chavismo sigue ante los mismos desafíos: acumular masividad suficiente para el
30 de julio ‒que otorgue la mayor legitimidad a la ANC‒ y recomponer fuerzas de cara a rearmar mayoría y hegemonía. Para eso es necesario política chavista y no
burocrática/clientelar, y respuestas concretas a problemas materiales que no
logran frenarse y son un desgaste diario para millones de personas. La economía
no puede quedarse detrás de la política, en particular en un escenario de deterioro
que lleva varios años. Precios, medicamentos, gas, son algunas de las sogas que
aprietan, en particular a los más humildes, es decir a la misma base social
histórica del chavismo. El tiempo para las respuestas se achica, el desgaste
crece.
Una
última reflexión es que la confrontación planteada de modo insurreccional por
la derecha puede terminar favoreciendo al chavismo. La evidencia del enemigo,
de su cercanía, sus planes, su violencia que lo desgasta nacionalmente, pone
sobre la mesa las dimensiones de la batalla en la cual estamos inmersos. No
está en juego un cambio de gobierno, sino la posibilidad de que asuma el poder
político una derecha subordinada a Estados Unidos, que arrodille el gobierno,
la economía, y descargue una revancha sobre el chavismo y todo lo hecho desde
1999. Por eso en el simulacro se votó por una ANC, pero también contra una
derecha que tiene como plan hacer cenizas del país.
Estamos
en semanas claves. La derecha evidenció que aún con una cifra inventada no
tiene esa aplastante mayoría que dice ser. El chavismo por su parte peleó con
inteligencia. Esto es una guerra, el domingo fue una batalla, vienen otras,
sigue el empate violento.
y Twitter: @escuelanfp
Comentarios
Publicar un comentario
Escriba sus comentarios