Las casetas del populoso mercado Mutualista en Santa Cruz comenzaron a quemarse la noche de ayer domingo, justamente al día siguiente de que los gremialistas anunciaron que no acatarán el anunciado paro de 48 horas decidido por la Gobernación y el Comité Cívico cruceños, a la cabeza de otras instituciones totalmente controladas por la derecha, como la Universidad Gabriel René Moreno. Aunque se desconocen las causas que originaron este desastre, llamó enormemente la atención que los pocos hidrantes de la zona no tenían agua, por lo que el fuego que inició en algunos puestos pudo extenderse rápidamente. Vanos fueron los esfuerzos de los comerciantes, que trataron de recuperar la mercadería que tenían en sus kioscos, arriesgando sus vidas. Con la llegada de los bomberos y colaboración de los mismos comerciantes se combatió el siniestro; luego, cuando arribó al lugar Luis Fernando Camacho, fue recibido con mucha hostilidad porque varios comerciantes abiertamente lo acusaron de estar detrás...
Por: Julio Gambina
Desde el 2008 funciona el G20 como cumbre de Presidentes
para considerar la crisis mundial del capitalismo y sus formas de solución.
Poco ha salido de esos cónclaves aunque ya son una rutina del sistema mundial.
Ahora Alemania coordina las reuniones y en el 2018 lo hará Argentina, presidida
por el gobierno de Mauricio Macri, que genera expectativas entre las clases
dominantes del mundo sobre el futuro y las perspectivas de la región
latinoamericana y caribeña.
Es que Nuestramérica ocupó desde el comienzo del Siglo XXI
el lugar del cambio político respecto de la hegemonía neoliberal construida
desde la salida a la crisis de fines de los 60 y comienzo de los 70. Lo que
empezó como terrorismo de Estado en el cono sur de América, está ahora
extendido como militarización del sistema mundial. Las experiencias desplegadas
desde el caracazo, aun con matices, generaron esperanzas y expectativas en el
ámbito global, alentando nuevos procesos de transformación social más allá de
la región.
La respuesta ante la amenaza de nuestra región al poder
mundial fue antidemocrática, con “golpes parlamentarios” en Honduras, Paraguay
o Brasil. La legitimación por la disputa de un retorno a la agenda de la
liberalización la otorgó el triunfo electoral de Macri en Argentina del 2015.
Esa legalidad de origen intenta ser legitimada con señales políticas e
ideológicas provenientes del poder mundial, desde la visita de Obama o Merkel a
la Argentina, la amistad de Trump hacia al Jefe de gobierno en la Argentina;
las visitas de los organismos internacionales y el desembarco de la OMC en
diciembre próximo. La frutilla es la presidencia del G20 para el próximo año
2018.
El G20 y la disputa hegemónica
El G20 trata sobre la crisis mundial y genera agenda para
retomar el rumbo de la liberalización (apertura económica) afectado por los
sucesos múltiples que hicieron eclosión hacia el 2008 con fuerte impacto en la
gran banca de inversión estadounidense (Lehman Brothers entre otros) y que se
extendió al conjunto del orden mundial en materia económica, financiera,
alimentaria, energética, medio ambiental, poniendo en discusión el orden
civilizatorio contemporáneo.
Las reuniones como tales poco resuelven en términos
económicos y sociales, pero sirven para actualizar las correlaciones de fuerza
sobre el orden mundial.
EEUU fue el mentor del grupo, convocado por George Bush en
las postrimerías de su mandato, ampliando desde el G7 (EEUU, Alemania, Francia,
Inglaterra, Italia, Japón y Canadá) con países emergentes como China y Rusia;
México y Brasil; Sudáfrica, el ámbito del consenso para las orientaciones de
política global. Argentina era parte del G20 “técnico” surgido en 1999 y quedó
como socio fundador junto a otros invitados que no integraban el núcleo
originario, caso de la Unión Europea o España. Estos, demandaron ser parte del
selecto grupo autoerigido por encima de la ONU para discutir las vicisitudes de
la crítica emergente hacia el 2008.
La reciente reunión en Hamburgo encontró en soledad a Trump,
que no convalidó el consenso sobre el acuerdo de Paris como ámbito relativo al
tratamiento sobre el calentamiento global. ¿Es debilidad o fortaleza de EEUU?
Lo que se disputa es la hegemonía del sistema capitalista en las condiciones de
débil crecimiento que replican año a año las estadísticas y pronósticos de
organismos internacionales como el FMI o el Banco Mundial.
EEUU es el único que impone condiciones globales desde su
poderío económico, especialmente de su moneda (pese a las debilidades del
dólar), su despliegue militar y su influencia ideológica simbólica cultural. La
soberanía monetaria le permite al gobierno en Washington sostener el déficit
fiscal y comercial que quiera (dicho relativamente) junto al mayor
endeudamiento en términos absolutos en la propia moneda. Si bien son un
conjunto de Estados federados, su lógica histórica integrada les permite
compensar con política fiscal las limitaciones de estados sub nacionales con
dificultades.
No ocurre lo mismo en Europa, donde la hegemonía alemana no
favorece el sostenimiento de Estados nacionales en situación crítica,
claramente demostrado en Grecia, pero también expresado con España, Italia,
Portugal u otros socios de menor envergadura en el armado europeo. Europa está
lejos de ser la Federación que es EEUU, aun cuando su estrategia de integración
lo supone.
Japón arrastra su crítica situación de crecimiento pobre
desde los 90 del siglo pasado y ve limitada sus posibilidades en la disputa
hegemónica, sobre todo con la emergencia de China como actor económico y
político mundial en las últimas décadas. China se potencia en la sociedad con
Rusia y su proyección desde que en 2013 frenó la iniciativa militar estadounidense
contra Siria. Canadá solo actúa como socio menor de las decisiones
estadounidenses.
Insistamos que EEUU es el único país en condiciones de
funcionar con relativa autonomía del sistema mundial. Eso se sustenta en la
soberanía monetaria desplegada desde 1971 con la inconvertibilidad del dólar.
Ni las tenencias chinas de billones de dólares invertidos en Bonos del Tesoro
son problema, ya que de ser necesario se cancelan con emisión, lo mismo que los
déficit gemelos (fiscal o comercial), todo lo que sustenta el ahorro privado y
la inversión del capitalismo estadounidense.
Nadie en el mundo tiene esa cualidad, más allá de cualquier
intento de política económica de austeridad o en la contrapartida de expansión
monetaria. Es quizá China el único que avanza en el sentido de lograr una
monedad nacional con aceptación mundial, el esfuerzo de los últimos años desde
su predominio en la producción material e innovación tecnológica asentada en
robots, nanotecnología e inteligencia artificial, promovido en la extensión en
relaciones comerciales y económicas con todos los países del mundo.
En el G20 se expresan estas tensiones y mientras EEUU
discute la reorganización a su favor de las relaciones globales y la
liberalización, China organiza sus vínculos sosteniendo aspiraciones
tradicionales del libre comercio de quien disputa un lugar en la hegemonía del
capitalismo. Se discute el rumbo del mundo y EEUU sigue teniendo la manija y el
poder global desde el dólar, su capacidad bélica y de influencia cultural. No
se trata de Occidente contra Oriente, sino de la hegemonía en la orientación
del orden capitalista.
Argentina y su papel en el mundo
Ahí se mueve la Argentina, reconocida por el poder mundial
por la potencialidad de modificar el rumbo estratégico de Nuestramérica, desde
el cambio político de estos primeros años del Siglo XXI a la reinserción
subordinada en la lógica liberalizadora que imponen los grandes capitales
transnacionales que organizan el modelo productivo y de desarrollo
contemporáneo.
Macri lo había imaginado con el liderazgo demócrata de
Hillary Clinton, pero sin problema en adecuarse con Donald Trump aun cuando
solo aparecen negocios e inversiones desde China.
Insistamos, ni occidente ni oriente, solo capitalismo de
época, transnacionalizado y liberalizador, a pesas del medio ambiente y de la
calidad de vida de la fuerza de trabajo y los pueblos.
Argentina se prepara para cumplir su papel en la lógica de
sustentación del orden capitalista. No tiene soberanía monetaria ni define la
orientación de la producción para atender las necesidades de su población.
Depende de los ingresos de divisas: dólares, euros, yenes o yuanes, pesos
brasileños o chilenos, en rigor, de quien esté dispuesto a transformar dinero
en capital para una lógica de producción y reproducción de una cotidianeidad
inserta de manera subordinada en el mundo. Por ahora solo obtiene fondos para
la especulación financiera que se pagan con el producto del trabajo social en
el país, canalizado vía presupuesto.
El gobierno Macri sustenta un discurso funcional a los
requerimientos del poder global y que pretende sea asumido como lo único
posible. Es un relato acompañado masivamente por la prensa y el clima de un
“sentido común” que no imagina pensar más allá del capitalismo. Las oposiciones
tienen dificultad para alejarse del núcleo duro del diagnóstico y propuesta
macrista, ya que Argentina no se movió del modelo productivo y de desarrollo
organizado desde la dictadura genocida.
La inserción subordinada a la transnacionalización no nace
en 2015 y la clase dominante poblada por acreedores externos, transnacionales
de la alimentación y la biotecnología; las automotrices y las petroleras; junto
a los servicios bancarios y grandes cadenas comerciales entre otros, son parte
de una estrategia asociada a la liberalización mundial emanada desde la
imaginación e iniciativa del Plan Martínez de Hoz en adelante. Es cierto, que
en el medio no todo es lo mismo y existen momentos de la historia reciente que
intentaron políticas que morigeren esos reaccionarios efectos, pero sin afectar
el núcleo estructural de redefinición de las relaciones sociales de producción
hegemónicas en el país.
El gobierno Macri intenta “normalizar” la situación en
Argentina, difícil por la tradición de lucha de sus trabajadoras y
trabajadores, con larga trayectoria de confrontación en la disputa de derechos
sociales. El país es el trampolín que miran las clases dominantes mundiales
para recuperar la región Nuestramericana a la “normalidad” capitalista del
libre comercio y la liberalización.
No es tarea sencilla o fácil, no solo por las luchas locales
extendidas en Argentina, sino por la persistencia y la consolidación de la
propuesta boliviana del proceso de cambio y la defensa del proceso bolivariano
venezolano con su constituyente y la intención de hacer visible su experiencia
de poder comunal escasamente conocido; pero también con el empecinamiento
cubano para sostener un proyecto socialista en tiempos de transición
gubernamental de la histórica camada de la revolución a nuevas generaciones.
Antiimperialismo en nuestro territorio
La intencionalidad del poder mundial se sustenta en la
posibilidad de visibilizar la realidad política local con el cónclave de la
ministerial de la OMC en Argentina en Diciembre y del G20 en Julio del 2018. En
ambas reuniones se trata la agenda de la transnacionalización, el aliento al
libre juego (mentiroso) del mercado, como expectativa del imperialismo.
Si esa agenda avanza, sea en materia de comercio
electrónico, liberalización de la pesca o cambio educativo (reaccionario y
privatizador) causará importantes efectos regresivos en materia de desempleo y
súper explotación, no solo en el país, sino en todo el mundo, por lo que se
requiere continuar el ejemplo de la protesta extendida en las calles alemanas
por los movimiento sociales y políticos críticos con el programa de máxima de
la dominación y por el antiimperialismo.
El gigantesco operativo de seguridad no impidió la
visibilidad que adquirió la protesta, mostrando que no solo hay política e
ideología del poder, sino también iniciativa de contrapoder y búsqueda en la
construcción de alternativas civilizatorias, como antigua búsqueda emancipadora
de los pueblos.
Por ello es que existe el desafío de construir una gran
respuesta contra las cumbres de la OMC y el G20 en Argentina, algo que está en
proceso, en simultáneo a la represión que se planifica, para intentar blindar a
los visitantes del poder mundial que negociarán la liberalización en territorio
porteño a nombre de la OMC o del G20.
El G20 cumplirá una década en 2018 desde su nueva función
asumida en 2008 y sus resultados son escasos para el propio poder mundial. Ni
hablar para los desempleados y empobrecidos del mundo. La desigualdad creciente
es la realidad de los esfuerzos por normalizar el “mercado libre”. Otro tanto
ocurre con las negociaciones de la OMC, atravesadas por las disputas entre los
capitales hegemónicos y sus países de origen por liderar la situación mundial
contemporánea.
La voz de los pueblos es la otra cara, más allá de la
liberalización y en la búsqueda de otro orden, más asentado en la producción de
valores de uso que bienes de cambio, por la des-mercantilización y la
ampliación de derechos, por las soberanías alimentarias, energéticas,
populares; por la emancipación social.
Más allá del debate por las opciones neoliberales o
neo-desarrollistas para sustentar el orden del capital, hay posibilidad de
pensar en otro mundo posible y desarrollar la experiencia histórica de la lucha
de los pueblos. Claro que esto que escribo está atravesado por una fecha de
tradición histórica en la Argentina como es el día de la independencia
nacional.
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