Las casetas del populoso mercado Mutualista en Santa Cruz comenzaron a quemarse la noche de ayer domingo, justamente al día siguiente de que los gremialistas anunciaron que no acatarán el anunciado paro de 48 horas decidido por la Gobernación y el Comité Cívico cruceños, a la cabeza de otras instituciones totalmente controladas por la derecha, como la Universidad Gabriel René Moreno. Aunque se desconocen las causas que originaron este desastre, llamó enormemente la atención que los pocos hidrantes de la zona no tenían agua, por lo que el fuego que inició en algunos puestos pudo extenderse rápidamente. Vanos fueron los esfuerzos de los comerciantes, que trataron de recuperar la mercadería que tenían en sus kioscos, arriesgando sus vidas. Con la llegada de los bomberos y colaboración de los mismos comerciantes se combatió el siniestro; luego, cuando arribó al lugar Luis Fernando Camacho, fue recibido con mucha hostilidad porque varios comerciantes abiertamente lo acusaron de estar detrás...
Por: Peter Watt
Uruguay va
camino de convertirse en el primer país que legaliza el consumo, el cultivo y
la posesión de marihuana después de un siglo de leyes frecuentemente
autoritarias de prohibición en todo el mundo. En una trascendental votación
sobre la reciente propuesta del presidente José Mujica, una mayoría abrumadora
del Congreso uruguayo votó a favor de la legalización y se espera que la
ley sea aprobada por el Senado uruguayo en las próximas semanas.
La votación en
Uruguay tiene lugar en medio del aumento del escepticismo regional con respecto
a los beneficios de la prohibición y a las estrategias militares
dirigidas por EE.UU. para imponer una legislación antinarcóticos represiva.
Incluso cierto número de dirigentes y exdirigentes latinoamericanos de la
derecha política han llamado a legalizar la marihuana, presumiblemente por
reconocer el terrible sufrimiento socioeconómico que la “guerra contra las
drogas” ha causado durante los últimos 40 años.
Significativamente,
la acción del gobierno de Mujica es una señal de la creciente independencia de
la región. John Kerry podrá seguir refiriéndose a Latinoamérica como el “patio
trasero” de EE.UU., pero una parte del mundo escapa cada vez más al control
hegemónico de Washington.
Después de
todo, la guerra contra las drogas fue principalmente una invención
estadounidense, lanzada por el presidente Nixon cuando declaró que los
narcóticos eran el “enemigo público número uno” del país. Desde entonces, la
guerra contra las drogas ha proporcionaro un pretexto para la intervención
militar y política en Latinoamérica (y en Asia) y un control social cada vez
más brutal y represivo en EE.UU. La aprobación de la nueva ley en Uruguay
podría ser un primer paso para desmantelar una guerra cuya fraudulencia e
hipocresía se comparan fácilmente con sus equivalentes, la Guerra Fría y la
“guerra contra el terror”.
El año pasado,
el Estado de Washington y el de Colorado aprobaron leyes que permiten el uso
recreativo de la marihuana y es bastante posible que otros Estados sigan su
ejemplo en un futuro cercano. Esas acciones tienen el potencial de detener algunas
absurdidades de la guerra contra la droga, incluso aunque no se adopte una
legilación similar en el ámbito federal.
Las nuevas
leyes también reflejan un creciente escepticismo del público de EE.UU. con
respecto a los beneficios de la prohibición. Hay que considerar que en 1969, un
año marcado por el repentino aumento del consumo de marihuana entre los
estadounidenses, casi un 12% de la población estaba a favor de la legalización.
Comparando los relativamente conservadores años sesenta con las actitudes
actuales: un sondeo realizado este año por Pew Research Center estableció que
un 52% de los estadounidenses están a favor de la legalización de la marihuana.
Semejante
cambio en las actitudes también refleja el aumento de la concienciación popular
con respecto a la droga y la hipocresía alarmista de los políticos y su
flagrante manipulación de los hechos. En EE.UU., por ejemplo, es perfectamente
legal que el tabaco mate a unas 440.000 personas al año. Unas 80.000 muertes en
EE.UU. son causadas anualmente por el consumo excesivo de alcohol adquirido
legalmente. Y sin embargo no hay muertes registradas por sobredosis de
marihuana.
Las leyes
relacionadas con el consumo, posesión y cultivo de la marihuana podrán parecer
exageradamente duras a un observador racional. No obstante, es poco probable
que desaparezcan los que tienen interés en mantener el statu quo, como la industria
privada de las prisiones, la industria del armamento y la elite política de
EE.UU.
En EE.UU. los
consumidores de marihuana pagan condenas de prisión más largas que los asesinos
y violadores. Gracias a la ley “de los tres golpes” de Bill Clinton algunos
consumidores de cannabis se han enfrentado a condenas de cadena perpetua.
Semejantes medidas llevaron a un experto en la ley nazi, Richard Lawrence
Miller, a comparar la legislación contra los consumidores de drogas a la
utilizada en Alemania para marginar y excluir a los judíos de la sociedad en
general. Michelle Alexander califica la guerra contra la droga de “Nueva Jim
Crow”, nombre que se dio a la ley que impuso la segregación en EE.UU. de
antes de los años sesenta. Argumenta que las prácticas actuales afectan sobre
todo a los afroestadounidenses, a pesar de que los estudios demuestran que
utilizan y venden drogas en la misma medida, o menor, que sus equivalentes
caucásicos.
Por cierto,
desde que Nixon declaró que las drogas eran “el enemigo público número uno” en
una época en la que el consumo de drogas iba bajando, la población carcelaria
de EE.UU. ha aumentado de 0,3 millones de personas a 2,3 millones, la mayor
cantidad de presos de la historia del mundo. Y EE.UU. encierra
proporcionalmente a más gente negra que Sudáfrica durante el apartheid, sobre
todo como resultado de la legislación contra la droga.
Aunque el
encarcelamiento de cientos de miles de jóvenes afroestadounidenses por delitos
menores relacionados con la droga puede parecer extraño, sin embargo tiene
sentido para la exitosa industria de las prisiones privadas. Con la devastación
de gran parte de la fuerza de trabajo manual como resultado de políticas
económicas neoliberales, la contribución económica y el valor de todo un sector
de la sociedad se han utilizado de otra manera. Al respecto, señala el
periodista estadounidense Chris Hedges:
Gente pobre,
especialmente de color, no vale nada para las corporaciones y los
contratistas privados si están en la calle. En las cárceles y prisiones, sin
embargo, cada uno puede generar ingresos de 30.000 a 40.000 dólares anuales a
las corporaciones.
Un argumento
decisivo a favor de la legalización es que rebajará seriamente las ganancias
del crimen organizado. Los narcóticos (incluida la marihuana), por ejemplo,
pueden representar casi la mitad de los beneficios de algunos cárteles
mexicanos. Organizaciones como Los Zetas son capitalistas impecables y buscan
constantemente nuevos mercados. Los Zetas se han expandido al contrabando de
personas, tráfico sexual, extorsión, piratería e incluso a la industria del
petróleo y a la minería del carbón, que representan inmensas fuentes de ingresos.
Por lo tanto el
tema tiene un alcance mucho más profundo que la simple legalización y
descriminalización. Si no hay esfuerzos por encarar las causas a la raíz de la
explosión y crecimiento del crimen organizado, ¿quién dice que los sindicatos
criminales no se expandirán simplemente hacia otros mercados muy lucrativos?
Ojalá la acción
de Uruguay provoque un debate internacional serio sobre la legalización. Pero
ese debate también debe abordar quién controlará la producción de marihuana en
los Estados que la legalizan. ¿Podría organizarse el cultivo en comunidades
locales y ser controlado por los consumidores o la legalización dará un
pretexto para que se impongan las corporaciones transnacionales, tal vez
encabezadas por grandes compañías farmacéuticas? Desde su perspectiva, ¿por qué
van a controlar el mercado los delincuentes advenedizos y acumular grandes
ganancias cuando los profesionales “de cuello blanco” pueden dirigir las cosas
con mucha más eficacia?
Un problema
potencial es que puede llegar a monopolizarse el mercado global creando lo que
sería un cártel legal pero quizá más poderoso todavía. Pero, por ahora, la
acción de Uruguay obviamente es un paso positivo.
Publicado originalmente
en: The Conversation
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