Las casetas del populoso mercado Mutualista en Santa Cruz comenzaron a quemarse la noche de ayer domingo, justamente al día siguiente de que los gremialistas anunciaron que no acatarán el anunciado paro de 48 horas decidido por la Gobernación y el Comité Cívico cruceños, a la cabeza de otras instituciones totalmente controladas por la derecha, como la Universidad Gabriel René Moreno. Aunque se desconocen las causas que originaron este desastre, llamó enormemente la atención que los pocos hidrantes de la zona no tenían agua, por lo que el fuego que inició en algunos puestos pudo extenderse rápidamente. Vanos fueron los esfuerzos de los comerciantes, que trataron de recuperar la mercadería que tenían en sus kioscos, arriesgando sus vidas. Con la llegada de los bomberos y colaboración de los mismos comerciantes se combatió el siniestro; luego, cuando arribó al lugar Luis Fernando Camacho, fue recibido con mucha hostilidad porque varios comerciantes abiertamente lo acusaron de estar detrás...
Por: Alberto Cruz
CEPRID
"A
veces la gente tiene una creencia fundamental muy fuerte. Cuando están ante
pruebas que van en contra de esa creencia, la nueva la evidencia no puede ser
aceptada. Se crearía una sensación muy incómoda, llamada disonancia cognitiva.
Y debido a que es tan importante proteger esa creencia fundamental, se
racionalizará, ignorará e incluso negará aquello que no encaja con la creencia
fundamental". Frantz Fanon (“Los condenados de la tierra”)
Egipto
estalló. Como era previsible. Y el estallido se ha llevado por delante a la
izquierda árabe. Mejor dicho, a los restos de la izquierda árabe porque ésta,
en realidad, se ha suicidado. La situación recuerda mucho a la película “La
vida de Brian”, de los fantásticos Monty Python: en la escena final, un grupo
de aguerridos –y bien armados- luchadores se acerca a quien consideran líder
revolucionario, Brian, que está crucificado, y para salvarle… se suicidan. Pues
eso viene haciendo la izquierda árabe desde las tan traídas y llevadas
“primaveras”. Quien tenga interés en profundizar en la tesis de quien esto
escribe que recurra a un viejo artículo de hace exactamente un año titulado
"¿Dónde fueron todas las flores en la 'primavera árabe''?" (1). Quien
no, que evite seguir leyendo y no pierda más el tiempo.
Si ya
entonces no tenía ninguna esperanza en las revueltas, que no revoluciones, tan
alabadas en Occidente por una progresía que nunca –reitero, nunca- ha tenido en
cuenta la geopolítica (es evidente en Siria, pero este sector “progre” sólo
parece comenzar a darse cuenta ahora, cuando se constata con toda su crudeza
tras el golpe de Egipto), mucho menos cuando se observa la deriva de la
izquierda árabe y su accionar en ellas. También ahora se comienzan a publicar
críticas, de una forma aún tímida y que hasta este momento se han mantenido
ocultas, de lo que hace la izquierda árabe. Hay miedo a que te etiqueten como
un simpatizante de los islamistas y ya se sabe que luego es difícil quitarse
esas etiquetas.
Pero
cualquiera que tenga los ojos abiertos, no ya la mente, tiene que ver que si la
izquierda árabe comenzó a ser irrelevante en la década de 1990 tras el golpe
militar en Argelia, con la postura que ha adoptado en Egipto de apoyo al golpe
militar y los llamamientos en el mismo sentido que está haciendo en Túnez sólo
tiene un futuro: la nada.
Ha habido
muchos analistas que se han dado cuenta que se puede hacer un paralelismo entre
el golpe en Argelia de 1992 y el de Egipto en 2013, pero se cuidan muy mucho en
decir que el golpe en Argelia fue impulsado por la Unión General de
Trabajadores y el Partido de la Vanguardia Socialista. El Frente Islámico de
Salvación había ganado las elecciones en la primera vuelta, iba a revalidar su
triunfo en la segunda y eso había que evitarlo a toda costa. La UGT y el PVS no
tuvieron ningún reparo en buscar el apoyo y la colaboración de los empresarios,
agrupados en la Unión de Empresarios Públicos, y de los intelectuales,
agrupados en la Coalición para la Cultura y la Democracia. Cuando esa gran
Coalición Nacional para la Salvaguardia de Argelia tomó cuerpo el Ejército dio
el golpe militar. ¿A qué recuerdan nombres como Frente de Salvación Nacional en
Egipto y Túnez, y más cuando se constata qué fuerzas lo integran? ¿Y qué pensar
cuando la Unión General de Trabajadores de Túnez da un ultimátum de una semana
al gobierno de Enhada para la creación de un gobierno tecnócrata o “estará
obligada a considerar otras opciones”?
Un refrán
castellano dice que no hay peor ciego que el que no quiere ver puesto que lo de
Argelia es exactamente lo que ha ocurrido en Egipto. Y es el camino que está
recorriendo la izquierda en Túnez. Con la diferencia que en Egipto los
islamistas habían triunfado en varias elecciones desde 2011 como han puesto de
relieve algunos analistas como Esam Al-Amin, sin duda el crítico más lúcido
sobre lo que está ocurriendo en Egipto (2).
Sin embargo,
a Esam se le ha escapado algo. Es enternecedor ver cómo el nuevo ministro de
Trabajo egipcio, Kamal Abu Aita, fundador de la novísima Federación Egipcia de
Sindicatos Independientes y feroz crítico de la represión de los militares
cuando éstos prohibían las huelgas en nombre del Consejo Supremo de las Fuerzas
Armadas y encarcelaban a los sindicalistas en los meses post-Mubarak bajo la
acusación de “detener el ciclo productivo y socavar la economía”, ahora diga
públicamente que hay que poner fin de inmediato a las huelgas y que “los héroes
de las huelgas [de entonces] deben convertirse en héroes del trabajo y la
producción”.
La pasada
del flamante ministro ha sido de tal calibre que otros dirigentes sindicales de
la FESI han salido a matizar que ellos no van tan lejos y se limitan a pedir
“una suspensión de un año” de todas las huelgas para permitir las reformas dado
que, de mantener esa forma de lucha obrera, “sólo serviría a la estrategia de
los Hermanos Musulmanes”. Con mayores o menores matices es el mismo discurso
que han utilizado otras organizaciones como la Federación Sindical Egipcia (el
sindicato vertical de la etapa de Mubarak) y el Congreso Obrero Egipcio.
Combatividad
sindical
En Egipto la
única izquierda consecuente está en los sindicatos, los más combativos del
mundo árabe. A pesar de la represión de Mubarak, militares e islamistas.
Durante la etapa post-Mubarak y en plena represión militar del CSFA hubo 3.817
huelgas, más que las realizadas en los últimos diez años de gobierno de
Mubarak. Y el movimiento sindical fue a más durante el gobierno de los Hermanos
Musulmanes, con 5.844 huelgas, sufriendo también una dura represión
anti-sindical: la policía llevaba perros con los que atacaba a los huelguistas.
¿Y ahora el ministro y los sindicatos piden que se desconvoquen estas formas de
lucha? La combatividad de los trabajadores egipcios está fuera de toda duda,
pero la presión que ejercen las cúpulas
sindicales-políticas-ministeriales-comunicacionales es de tal calibre que no
será extraño ver cómo se empieza a criminalizar a quienes no secunden esos
llamamientos a abandonar la lucha obrera puesto que una gran parte de las
huelgas que se han convocado hasta ahora se han hecho al margen de las
incipientes estructuras sindicales.
¿Alguien en
su sano juicio piensa que el nuevo gobierno va a cambiar un ápice la política
económica neoliberal de Murabak, de la etapa post-Mubarak del CSFA y de los
Hermanos Musulmanes? Estamos asistiendo a un claro intento de contener al
movimiento obrero y controlarlo por completo. Hasta ahora todos los movimientos
en ese sentido han fracasado. Pero en estos momentos la izquierda apela a la
“legitimidad” de la nueva situación “que ha sido impulsada por la lucha de
masas”. Es lo que dice, por ejemplo, la Corriente Popular Egipcia (nasserista).
Y ese argumento, repetido machaconamente dentro y fuera del país, pesa mucho.
Aquí entra
un nuevo debate: la sariyya (legitimidad). Para los Hermanos Musulmanes está en
las elecciones que han ganado; para quienes apoyan a los golpistas está en la plaza
Tahrir. Claro que hay más legitimidades, pero eso no interesa ni a unos ni a
otros puesto que ambos se mueven dentro del sistema. Y el sistema acepta casi
todo, una revolución nacional o burguesa, pero no una socialista que cambie el
modelo económico. Así que cuando la izquierda sale a las calles arropando el
llamamiento de los militares a “combatir el terrorismo” –que no hay- en nombre
de la “legitimidad” de la nueva situación o bien está cavando su propia fosa o
bien está reconociendo que nunca va a ir más allá de lo que el sistema quiera o
bien está cimentando su camino hacia la nada puesto que el Ejército egipcio de
hoy no tiene nada que ver con el de la época de Nasser (aunque el llamamiento a
salir a la calle para apoyar su política se haya hecho el 26 de julio, día de
la nacionalización por Nasser del Canal de Suez).
Eso ya es
jugar con la psique de las masas puesto que, en contraposición a las
nacionalizaciones de Nasser, los nuevos gobernantes van a profundizar las
políticas neoliberales y privatizadoras impulsadas tanto por Mubarak como por
los Hermanos Musulmanes. Si hubiese alguna duda que éste no va a ser el camino
a recorrer ni Arabia Saudita, ni Qatar, ni los Emiratos Árabes Unidos, ni
Kuwait, ni EEUU, ni la UE, ni el FMI se hubiesen aprestado a socorrer a Egipto
con 12.000 millones de dólares ni a ofrecer su apoyo al golpe. Los nasseristas
egipcios, tan contentos con el movimiento golpista militar, parecen obviar este
simple dato.
Desde luego,
quien en el mundo árabe se considere de izquierdas debería leer a Marx. Leer,
no releer pues es dudoso que alguna vez lo haya hecho y si ha sido así hace
mucho que se deshizo de este tipo de libros en su biblioteca. Y debería empezar
por “El 18 brumario de Luis Bonaparte”. Los militares se quieren legitimar a sí
mismos, y buscar esa legitimación entre las masas, vinculando ciertas
iniciativas con fechas clave en la historia de Egipto, como la citada
nacionalización del Canal de Suez. Marx ya explicó de forma magistral este
comportamiento de la oligarquía política y militar en 1852, refiriéndose a
Francia, pero lo sorprendente es que la izquierda no lo tenga en cuenta. Marx
analizó la revolución francesa de 1848-1851; desarrolló aún más el principio
fundamental del materialismo histórico, la teoría de la lucha de clases y de la
revolución proletaria, la doctrina del Estado y de la dictadura proletaria;
llegó por primera vez a la conclusión de que el proletariado triunfante tiene
que destruir la máquina del Estado burgués. Pero claro, la izquierda de hoy no
tiene el menor interés en destruir el Estado burgués ni en Egipto ni casi en
ninguna parte.
Tal vez,
sólo tal vez, haya una organización que sí está por la labor: los Socialistas
Revolucionarios. Como toda la izquierda, saludaron con entusiasmo el golpe pero
ahora parecen estar empezando a tentarse la ropa al constatar no sólo las
matanzas de simpatizantes de los Hermanos Musulmanes, sino la continuación de
las medidas represivas contra los huelguistas. Una dirigente de los SR, y a la
vez cargo en la FESI, Fatma Ramadan, reconoce que el paternalismo de los
militares es “un veneno mortal” para la clase obrera y tiene claro qué está
pasando: “las demandas de los trabajadores son claras, trabajo para ellos y sus
hijos, salario justo, leyes que les protejan frente a los hombres de negocios,
planes reales de desarrollo, libertad de todo tipo, donde no haya torturas ni
asesinatos; los trabajadores no se tienen que dejar engañar ni dejarse
presionar con pretextos como combatir el terrorismo” (3).
Estas voces,
claramente minoritarias hoy dentro de la izquierda, tienen una excelente
oportunidad de redimirse del apoyo inicial al golpe volcándose con los
huelguistas que se resisten a ceder a las presiones de los nuevos gobernantes
para que depongan sus métodos de lucha. Otra vez son los trabajadores textiles
de la combativa localidad de Mahalla al-Kubra quienes están en la vanguardia,
manteniendo la huelga que iniciaron el 31 de julio por el retraso en el pago de
salarios en dos empresas: Nasr Spinning and Weaving Company y Stia Spinning and
Weaving Company. El lema que corean los huelguistas es claro: “no dejes que el
Ejército te engañe”. En el momento de escribir este artículo la huelga cumplía
una semana. Veremos si se gana o si los huelguistas son, como siempre, reprimidos
por la policía.
Está claro
que los llamamientos a la “paz social” se producen porque hay miedo a que la
situación se vaya de las manos porque, y así hay que interpretar el golpe, el
movimiento de masas desbordaba todos los planes tanto de la oligarquía egipcia
–donde se sitúan los militares- como de la llamada “intelectualidad laica y
liberal” –que jamás ha apostado por ningún cambio revolucionario en el modelo
económico-, y de Arabia Saudita, Qatar o EEUU. Incluso de Israel.
La
megalomanía de los Hermanos Musulmanes
Porque esta
es otra faceta que la izquierda no tiene en cuenta: las implicaciones
regionales de lo que ocurre en Egipto. Cualquier análisis que se haga, en
Egipto y en otra parte, tiene que tener en cuenta la situación geopolítica y no
verse de manera aislada. Quienes no lo hagan así sólo verán el árbol en vez del
bosque.
Los Hermanos
Musulmanes cometieron muchos errores pero uno, crucial, fue el intento de copar
en poco tiempo todos los sectores de poder en Egipto, con lo que se enfrentó al
mismo tiempo con militares, liberales y salafistas (financiados por Arabia
Saudita). Es de suponer que esta afirmación se entienda a la primera al ver
cómo estos tres sectores han coincidido en el apoyo al golpe cuando,
aparentemente, los HM y los salafistas comparten los mismos intereses
islámicos, como se puso de manifiesto en el año de gobierno de los HM.
Y junto a
este error, otro no menos importante: los HM, pese a ser unos “hijos” de los
intereses de Occidente en la zona –de forma especial de EEUU, con quien
mantenían unas excelentes relaciones desde 2007- comenzaron a caminar en
solitario intentando controlar todo el marco árabe donde se han producido
revueltas: Túnez, Libia, Egipto, Líbano, Jordania y Siria. Fue aquí donde
encontraron su primer freno: Arabia Saudita. Se dice que el embajador saudita
en El Cairo presionó todo lo que pudo para evitar el triunfo de Mursi en las
elecciones de 2012, lo que tiene sentido si se tiene en cuenta que Arabia
Saudita fue el primer país en saludar el golpe militar y en felicitar al
presidente interino.
Algunos han
hablado del conflicto de poder regional entre Arabia Saudita y Qatar, con los
primeros apoyando a los salafistas y los segundos a los HM. Pese a lo que se
considera evidencias, no es creíble que un pequeño estado con menos de dos
millones de habitantes se enzarce en una pelea de poder regional que sabía
perdida de ante mano. Sí es cierto que entre los dos países ha habido
fricciones por el control de la explotación de gas en la zona, por ejemplo,
pero para quien esto escribe Qatar no ha sido sino el peón de avanzada de los
sauditas mientras se dirimía la lucha por el poder dentro del propio régimen
saudita, gobernado por una gerontocracia que lo ha paralizado durante año y
medio, todo el tiempo que el rey Abdalá ha estado enfermo. Qatar aprovechó esa
inactividad en política exterior saudita para moverse un poco a su aire, pero
en realidad no había grandes diferencias en cuanto a los intereses de unos y
otros sobre el tutelaje de las revueltas. Qatar hacía el papel de policía bueno
y Arabia Saudita de policía malo. De hecho, los dos se han apresurado a enviar
dinero a Egipto para sustentar al nuevo gobierno y es significativo que la
primera visita a un país extranjero que ha realizado el nuevo emir qatarí, siguiendo
la tradición de su padre, haya sido a Arabia Saudita. Todo está en orden en el
Golfo.
El verdadero
conflicto de poder dentro de Oriente Próximo se ha dado entre Arabia Saudita y
Turquía, los dos países que emergieron como poderes regionales al inicio de las
revueltas y tras constatar la pérdida de influencia de EEUU en la zona. Es muy
significativo que los HM eligiesen Estambul como la sede de la reunión secreta
que mantuvieron nada más producirse el golpe militar que les desalojó del poder
en Egipto (4) y en la que se acordó la estrategia a desarrollar ante la nueva
situación. No era una cuestión de proximidad, sino de padrinazgo.
También es
significativo que Turquía haya condenado el golpe mientras que, como se ha
dicho, los saudíes lo han apoyado. Y que en una medida sin precedentes, Erdogan
haya decidido dar carpetazo a la rebelión de sus militares condenando, justo
ahora, a importantes penas de cárcel a varios generales bajo la acusación de
preparar un golpe de Estado en 2007. Es un mensaje claro: no va a permitir una
alianza, como en Egipto, de militares y laicos contra su política en unos
momentos en los que aún no se han apagado los rescoldos de las recientes
protestas.
Sin embargo,
Turquía ahora está atravesando graves dificultades tanto internas (las
protestas y el acuerdo con los kurdos del PKK) como externas (los kurdos sirios
y su anunciada decisión de proclamar en agosto una autonomía en el norte de
Siria) que le hace ser más débil en esta lucha de poder regional. Ya no es el
jugador explosivo que era hace dos años (Erdogan fue el primer dirigente
musulmán en visitar Libia tras el derrocamiento de Gadafi, lo mismo ocurrió en
Túnez y también fue uno de los primeros en visitar El Cairo tras el
derrocamiento de Mubarak) aunque no ha perdido toda la fuerza que tenía. Este
es el momento que ha aprovechado Arabia Saudita no sólo en Egipto, sino en
Siria, imponiendo a su candidato entre las filas de los llamados “rebeldes”.
Mientras que
Arabia Saudita y Qatar han ido de la mano y confluido en al estrategia sectaria
contra los shiíes Turquía ha sido más cuidadosa en ese aspecto dadas sus buenas
relaciones con Irán. No hay que olvidar que si bien Turquía ha sido una de las
potencias impulsoras de la guerra en Siria, ha procurado canalizar su apoyo político
y militar a las fuerzas menos sectarias, justo lo contrario que han hecho los
otros dos países como acaba de reconocer la ONU afirmando que “el 60% de las
armas que Arabia Saudita ha entregado a la oposición siria ha ido a manos de
organizaciones vinculadas a Al-Qaeda” (5).
Tampoco
debería sorprender el hecho de que los militares egipcios –con la aprobación o
no del gobierno interino, que por lo menos no ha protestado esta decisión-
hayan cerrado el paso fronterizo de Rafah, la única vía de escape que tienen
los gazatíes para salvar el bloqueo de Israel, o que haya clausurado el 80% de
los túneles que daban algo de vida a la empobrecida población de Gaza (6), o
que una de las acusaciones a que se enfrenta Mursi sea sus vínculos con Hamás.
Mursi se había movido un poco, sólo un poco, en lo que respecta a la relación
con Israel pero eso fue considerado como una amenaza intolerable al status quo
regional. El acuerdo de paz con Israel, estratégico para EEUU, tiene que
mantenerse a cualquier coste. Incluso al de un golpe de estado.
Entre la
ilusión y la ingenuidad
Y la
izquierda egipcia mira a otro lado en este tema, como en otros, cuando no se
hace vanas ilusiones sobre un “nacionalismo conservador antiimperialista” de
los militares que ha sido repetido, como un mantra, por un sector significativo
de la izquierda occidental. Incluso marxistas insignes como Samir Amin han
calificado al Ejército egipcio como “una fuerza de clase neutral” tal vez arrebolados
por la salida de mucha gente a las plazas –desde luego no 32 millones, como se
ha dicho en una extraña coincidencia tanto desde los medios de izquierda como
desde los de la burguesía-, en una especie de locura temporal que Frantz Fanon
(otro autor al que habría que leer) llamaría disonancia cognitiva, como se
recoge en la cita inicial de este artículo.
Desde luego,
no se puede ser más ingenuo. La burguesía ha usurpado todos los símbolos de la
izquierda, comenzando por el lenguaje. O más bien, la izquierda se ha entregado
con armas y bagajes a la burguesía. Esto ha supuesto su suicidio. No es
aventurado decir que la izquierda árabe camina hacia la nada. En ninguna parte
del mundo árabe ha habido revolución alguna y el simple hecho de admitir que lo
que está ocurriendo es una “revolución” supone una des-radicalización de las
luchas que se hacen, desde ahora, siempre en los límites del sistema.
Un proceso
revolucionario supone la transformación de todos –repito, todos- los aspectos
de la sociedad y no sólo de las relaciones interpersonales, sino de los
aparatos del Estado y de las relaciones económicas y de producción para acabar
con todas las formas de opresión. En el mundo árabe no hay nada de eso, ni
atisbos de ello ni a corto, medio o largo plazo. Aunque algunos todavía sueñen
con la “revolución permanente” o “un proceso de larga duración en el que no hay
nada decidido”. Aún siendo benévolo con ellos, olvidan la geopolítica. Como
siempre.
Notas:
1.- Alberto
Cruz, “¿Dónde fueron todas las flores en la ‘primavera árabe’?”
http://www.nodo50.org/ceprid/spip.php?article1492
2.- Esam
Al-Amin, “El gran fraude: Reflexiones en torno al golpe militar de Egipto”
http://www.rebelion.org/noticia.php?id=171657 Es de agradecer el excelente
trabajo de la traductora Sinfo Fernández en temas árabes.
3.-
Al-Manshour, 26 de julio de 2013, en árabe http://al-manshour.org/node/4316
4.- Islamic
Invitation Turkey, 15 de julio de 2013.
5.-
Al-Akhbar (Líbano), 2 de agosto de 2013.
6.- Al-Masri
Al-Yawm (Egipto), 15 de julio de 2013. Hay que añadir que también Morsi
clausuró, inundando de aguas fecales, aproximadamente el 10% de los túneles en
un intento de congraciarse tanto con Israel como con EEUU. Si son ciertas estas
cifras eso indica que Mursi y los militares que lo han depuesto, con el apoyo
de la izquierda, habrían destruido el 90% de los túneles que llevan algo de
vida a Gaza para paliar el bloqueo israelí.
Alberto Cruz
es periodista, politólogo y escritor. Su nuevo libro es “Las brujas de la
noche. El 46 Regimiento “Taman” de aviadoras soviéticas en la II Guerra
Mundial”, actualmente en imprenta y que será editado por La Caída con la
colaboración del CEPRID. Los pedidos se pueden hacer a libros.lacaida@gmail.com
o bien a ceprid@nodo50.org.
Fuente
original: http://www.nodo50.org/ceprid/spip.php?article1717
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