Las casetas del populoso mercado Mutualista en Santa Cruz comenzaron a quemarse la noche de ayer domingo, justamente al día siguiente de que los gremialistas anunciaron que no acatarán el anunciado paro de 48 horas decidido por la Gobernación y el Comité Cívico cruceños, a la cabeza de otras instituciones totalmente controladas por la derecha, como la Universidad Gabriel René Moreno. Aunque se desconocen las causas que originaron este desastre, llamó enormemente la atención que los pocos hidrantes de la zona no tenían agua, por lo que el fuego que inició en algunos puestos pudo extenderse rápidamente. Vanos fueron los esfuerzos de los comerciantes, que trataron de recuperar la mercadería que tenían en sus kioscos, arriesgando sus vidas. Con la llegada de los bomberos y colaboración de los mismos comerciantes se combatió el siniestro; luego, cuando arribó al lugar Luis Fernando Camacho, fue recibido con mucha hostilidad porque varios comerciantes abiertamente lo acusaron de estar detrás...
Por: Slavoj
Zizek
Traducción desde el portugués Sebastián Flores
para El Puercoespín.
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Atención: el siguiente artículo contiene detalles
de la trilogía de Batman que puede arruinar la sorpresa a aquellos que no la
hayan visto ya.
The Dark Knight
Rises confirma una vez más la forma en que los éxitos de
taquilla de Hollywood son indicadores precisos de las problemáticas ideológicas
de nuestras sociedades. He aquí (de modo resumido) su argumento. Ocho años
después de los acontecimientos de The Dark Knight, la entrega anterior
de la saga de Batman, la ley y el orden prevalecen en ciudad Gótica: en virtud
de las facultades extraordinarias conferidas por la Ley Dent, el Comisario
Gordon casi ha erradicado la violencia y el crimen organizado. Sin embargo, él
se siente culpable porque los crímenes de Harvey Dent se han encubierto (Dent
cayó muerto, cuando trató de matar al hijo de Gordon, antes de que Batman lo
salvara, y Batman aceptó la culpa de la caída para dar forma al mito de Dent,
por lo que consiguió que él mismo fuera demonizado como el villano de Ciudad
Gótica), y planea admitir la conspiración en un acto público de celebración a
Dent, pero decide que la ciudad no está preparada para escuchar la verdad.
Bruce Wayne, quien ya no está más activo como Batman, vive aislado en su
propiedad, mientras que su compañía se está desmoronando después de que
invirtió en un proyecto de energía limpia diseñado para aprovechar la energía
de fusión, pero que fue apagado después de que se descubriera que el núcleo
podía ser modificado para convertirse en un arma nuclear. La bella Tate
Miranda, miembro de la junta directiva de Wayne Enterprises, intenta animar a
Wayne para volver a la sociedad y continuar con su trabajo filantrópico.
Aquí entra
el (primer) villano de la película: Bane, líder terrorista que fue miembro de
la Liga de las Sombras, y consigue una copia del discurso de Gordon. Después de
que las maquinaciones financieras de Bane lleven a la empresa de Wayne cerca de
la bancarrota, este último confía en Miranda para controlar su empresa y se
envuelve en una breve relación amorosa con ella. (Cuestión en lo que ella
compite con Selina Kyle, una gata ladrona que roba a los ricos con el fin de
redistribuir la riqueza, pero que finalmente se reúne con Wayne y las fuerzas
de la ley y el orden.) Al saber de la motivación de Bane, Wayne vuelve a ser
Batman y lo enfrenta, mientras Bane asegura haberse hecho cargo de la Liga de
las Sombras después de la muerte de Ra’s Al Ghul. Después de lesionar a Batman
en un combate cuerpo a cuerpo, Bane lo detiene en una prisión de la que es
prácticamente imposible escapar. Sus compañeros de prisión le cuentan a Wayne
la historia de la única persona que alguna vez logró fugarse con éxito: un
pequeño movido por la necesidad y la fuerza de voluntad. Al mismo tiempo en que
un encarcelado Wayne se recupera de sus heridas y vuelve a entrenarse a sí
mismo para ser Batman, Bane tiene éxito en la transformación de ciudad Gótica
en una aislada ciudad-estado. Primero atrae a la mayoría de la policía de
Gótica a las alcantarillas y los deja atrapados allí, luego pone en marcha
explosiones que destruyen la mayoría de los puentes que conectan la ciudad con
el continente, anunciando que cualquier intento de salir de la ciudad se
traducirá en la detonación del núcleo de fusión de Wayne, del que se apoderado,
convirtiéndolo en una bomba.
En este
punto, llegamos al momento crucial de la película: el asalto de Bane es
acompañado de una gran ofensiva político-ideológica. Bane revela públicamente
el engaño de la muerte de Dent y libera a los prisioneros encerrados bajo la
Ley Dent. Condenando a los ricos y poderosos, él se compromete a restaurar el
poder del pueblo, y emplaza a la gente común a que “se ocupe de su ciudad
nuevamente” – Bane se revela como “el último ocupa de Wall Street, llamando al
99% junto con él y derrocar a las élites de la sociedad”. Lo que sigue es la
idea de la película del poder popular: ejemplos de los juicios sumarios y las
ejecuciones de los ricos, calles llenas de crimen y maldad… un par de meses más
tarde, mientras que ciudad Gótica sigue sufriendo el terror popular, Wayne
escapa exitosamente de la cárcel, regresa a la ciudad como Batman, enlista a
sus amigos para ayudar a liberarla y detener la bomba de fusión antes de que
ella explote. Batman se enfrenta y somete a Bane, pero interviene Miranda y lo
apuñala – la benefactora social se revela como Talia al Ghul, la hija de Ra’s:
fue ella quien se escapó de la prisión cuando pequeña, y Bane fue la única
persona que la ayudó en su escape. Después de anunciar su plan para completar
el trabajo de su padre destruyendo Gótica, Talia se escapa. En el caos que
viene a continuación, Gordon acaba con la capacidad de la bomba para ser
detonada a distancia, mientras que Selina mata a Bane, lo que deja a Batman
libre para perseguir a Talia. Él trata de obligarla a llevar la bomba a la
cámara de fusión donde puede ser estabilizada, pero ella inunda la cámara.
Talia muere cuando su camión se estrella fuera del camino, confiando en que la
bomba no puede ser detenida. Con un helicóptero especial, Batman arrastra la
bomba más allá de los límites de la ciudad, donde se detona sobre el océano y,
supuestamente, lo mata.
Batman es
ahora celebrado como un héroe cuyo sacrificio salvó a ciudad Gótica, mientras
que Wayne se cree muerto en los disturbios. Después de que sus bienes fueran
divididos, Alfred ve a Bruce y Selina, juntos y con vida en un café en
Florencia, mientras que Blake, un joven policía honesto que sabía acerca de la
identidad de Batman, hereda la Baticueva. En resumen, “Batman salva el día,
sale indemne y se mueve hacia una vida normal, con alguien más reemplazándolo
en su papel de defender el sistema”. La primera pista acerca de los fundamentos
ideológicos de este final es proporcionada por Gordon, quien en el (supuesto)
funeral de Wayne, lee las últimas líneas de la Historia de dos Ciudades
de Dickens: “Esto que hago ahora, es mejor, mucho mejor que cuanto hice; y el
descanso que voy a lograr es mucho más agradable que cuanto conocí anteriormente”.
Algunos críticos de la película toman esta cita como una indicación de que el
filme “se eleva a nivel de lo más noble del arte occidental. La película apela
al corazón de la tradición estadounidense: el ideal del noble sacrificio de la
gente común. Batman debe humillarse a sí mismo para ser exaltado, y dar su vida
para encontrar una nueva. [ ... ] Como una última figura cristiana-, Batman se
sacrifica a sí mismo para salvar a los otros”.
Y, en
efecto, desde esta perspectiva, sólo hay un paso atrás de Dickens a Cristo en
el Calvario: “Porque el que quiera salvar su vida, la perderá, y cualquiera que
perdiere su vida por mi causa, la hallará. ¿De qué le servirá al hombre ganar
el mundo entero, si pierde su alma?” (Mateo 16:25 26). ¿El sacrificio de Batman
como la repetición de la muerte de Cristo? ¿No está esa idea comprometida por
la última escena de la película (Wayne con Selena en un café de Florencia)? ¿No
es el equivalente religioso de este final más bien la idea blasfema bien
conocida de que Cristo en realidad sobrevivió a su crucifixión y vivió una
larga y pacífica vida (en la India, o incluso en el Tíbet, según algunas
fuentes)? La única manera de redimir a esta escena final habría sido leerla
como un sueño (alucinación), de Alfred que se sienta solo en una cafetería de
Florencia. La característica más dickensiana de la película es una denuncia
despolitizada de la brecha entre los ricos y los pobres –al principio del film,
Selina susurra a Wayne mientras están bailando en una exclusiva gala de la
clase alta: “Se aproxima una tormenta, Sr. Wayne. Y es mejor que usted y sus
amigos cierren las escotillas. Porque cuando llegue, ustedes van a preguntarse
cómo es que pensaron que podían vivir tan a la grande, y dejar tan poco para el
resto de nosotros”. Nolan, como todo buen liberal, está “preocupado” por esta
disparidad y él admite que esta preocupación penetra en la película:
“Lo que veo
en la película que se relaciona con el mundo real es la idea de falta de
honradez. La película entera trata de la llegada de un punto crítico [...]. La
noción de la equidad económica se apodera de la película, y la razón es doble.
Una de ellas, Bruce Wayne es un multimillonario. Y eso tiene que ser abordado.
[...] Sin embargo, la segunda, es que hay un montón de cosas en la vida y la
economía es una de ellas, en la que tenemos que tener un montón de confianza en
lo que nos dicen, porque la mayoría de nosotros sentimos que no tenemos la
herramientas analíticas para saber lo que está pasando [... ]. Yo no siento que
exista una visión de izquierda o derecha en la película. Lo que hay es
simplemente una evaluación honesta o una exploración honesta del mundo en que
vivimos –las cosas que nos preocupan”.
Aunque los
espectadores saben que Wayne es mega-rico, tienden a olvidar que su riqueza
proviene de la fabricación de armas y la especulación en el mercado de valores,
que es la razón por la que los juegos bursátiles de Bane pueden destruir su
imperio –traficante de armas y especulador, ese es el verdadero secreto
bajo la máscara de Batman. ¿Cómo se ocupa la película de ello? Resucita el tema
arquetípico de Dickens de un buen capitalista que se dedica a la financiación
de orfanatos (Wayne) versus un mal capitalista codicioso (Stryver, como en
Dickens). En tal sobre-moralización dickesiana, la disparidad económica se
traduce en “falta de honradez”, que debe ser “honestamente” analizada, a pesar
de que no tengamos algún tipo de mapa congnocitivo confiable, y ese enfoque
”honesto”, da lugar a un nuevo paralelismo con Dickens – como el hermano de
Christopher Nolan, Jonathan (quien co-escribió el guión) dijo sin rodeos: “Para
mi Historia de Dos Ciudades fue el más terrible retrato de una
civilización conocida y descriptible que se cae completamente en pedazos. Los
terrores en París, en Francia en ese período, no es difícil imaginar que las
cosas podrían ir tan mal y de forma equivocada”[v]. Las escenas de la revuelta
vengativa populista en la película (una turba sedienta de la sangre de los
ricos que los han ignorado y explotado) evocan la descripción de Dickens del
reinado del Terror, por lo que, aunque la película no tiene nada que ver con la
política, sigue la novela de Dickens en retratar “honestamente” revolucionarios
como poseídos fanáticos y así proporciona “la caricatura de lo que en la vida
real sería un revolucionario comprometido ideológicamente al combate de la
injusticia estructural. Hollywood le dice lo que el stablishment quiere que
sepa –los revolucionarios son criaturas brutales, con absoluto desprecio por la
vida humana. A pesar de la retórica emancipadora de la liberación, tienen
planes siniestros ocultos. Entonces, cualesquiera que sean sus razones, tienen
que ser eliminados”.
Tom Charity
estaba en lo correcto al señalar la “defensa de la película del stablishment bajo
la forma de multimillonarios filantropos y una policía incorruptible” – en su
desconfianza de la gente tomando cosas entre sus propias manos, la película
“demuestra, al mismo tiempo, un deseo de justicia social como un temor de que
eso pueda realmente verse en las manos de una turba”. Karthick aquí plantea una
perspicaz pregunta con respecto a la inmensa popularidad de la figura del Joker
de la película anterior: ¿por qué una disposición tan dura hacia Bane cuando el
Joker fue tratado con clemencia en la película precedente? La respuesta es
simple y convincente:
“El Joker,
llamando a la anarquía en su forma más pura, críticamente subraya las
hipocresías de la civilización burguesa, tal como existe, pero sus opiniones
son incapaces de traducirse a la acción de las masas. Por otro lado, Bane,
plantea una amenaza existencial para el sistema opresivo. Su fuerza no es sólo
su físico sino también su capacidad para comandar a la gente y movilizarlos
para alcanzar un objetivo político. Él representa a la vanguardia, el
representante organizado de los oprimidos que promueve la lucha política en
nombre de ellos para generar cambios sociales. Es la fuerza, con el mayor
potencial subversivo, que el sistema no puede acomodar. Tiene que ser
eliminado”.
Sin embargo,
incluso si Bane carece de la fascinación del Joker de Heath Ledger, hay una
característica que lo distingue de este último: amor incondicional, la misma
fuente de su dureza. En una breve pero emotiva escena, vemos cómo, en un acto
de amor en medio de terribles sufrimientos, Bane cuida a la pequeña Talia, sin
importarle las consecuencias y pagando un precio terrible por ello (fue
golpeado en cada pulgada de su cuerpo mientras la defendía). Karthick está
totalmente justificado al localizar este evento en la larga tradición, desde
Cristo hasta el Che Guevara, que exalta la violencia como una “obra de amor”,
como en las famosas líneas del diario del Che Guevara: “déjenme decir, con el
riesgo de parecer ridículo, que el verdadero revolucionario es guiado por un fuerte
sentimiento de amor. Es imposible pensar en un revolucionario auténtico sin
esta cualidad”. Lo que encontramos aquí no es tanto la “Cristinización del Che”
sino más bien un “Cheitización” del propio Cristo –el Cristo de las
“escandalosas” palabras de Lucas (“Si alguno viene a mí y no aborrece a su
padre y a su madre, su esposa e hijos, sus hermanos y hermanas – e, incluso su
propia vida – no puede ser mi discípulo” (14:26), punto que va en exactamente
la misma dirección que la famosa frase del Che: “Tú tienes que endurecerte,
pero sin perder la ternura”[xi]. La declaración de que “el verdadero
revolucionario es guiado por un gran sentimiento de amor” debería ser
interpretada conjuntamente con la mucho más problemática afirmación del Che
Guevara sobre los revolucionarios como “máquinas de matar”:
“El odio es
un elemento de lucha, el odio implacable del enemigo que nos impulsa a ir más
allá de los límites naturales de los hombres y transformarnos en máquinas
efectivas, violentas, selectivas y asesinos fríos. Nuestros soldados deben ser
así, una persona sin odio no puede derrotar a un enemigo brutal”.
O,
parafraseando a Kant y Robespierre una vez más: un amor sin crueldad es
impotente; una crueldad sin amor es ciega, una pasión efímera que pierde su
ventaja persistentemente. Guevara está aquí parafraseando las declaraciones de
Cristo en la unidad del amor y la espada: en ambos casos, la paradoja
subyacente es que lo que hace el amor Angélico, lo que lo eleva sobre mero
sentimentalismo inestable y patético, es su crueldad, su vínculo con la
violencia –es este vínculo que asciende al amor sobre y más allá de las
limitaciones naturales del hombre y lo transforma en una unidad incondicional.
Esto es por qué, detrás de The Dark Knight Rises, el único amor autentico en la
película es el de Bane, el “terrorista”, en clara contraposición a Batman.
En el mismo
sentido, la figura de Ra’s, el padre de Talia, merece una mirada más cercana.
Ra’s es una mezcla de rasgos árabes y orientales, un agente del terror virtuoso
luchando para equilibrar la dañada civilización occidental. Es interpretado por
Liam Neeson, actor cuyo personaje en pantalla generalmente irradia bondad,
dignidad y sabiduría (es Zeus en el Clash of Titans), y que también interpreta
a Qui-Gon Jinn en la amenaza fantasma, el primer episodio de la serie Star
Wars. Qui-Gon es un Caballero Jedi, el mentor de Obi-Wan Kenobi como también el
primero en descubrir a Anakin Skywalker, creyendo que Anakin es el elegido que
restablecerá el equilibrio del universo, haciendo caso omiso de las
advertencias de Yoda acerca de la naturaleza inestable de Anakin; al final de
la amenaza fantasma, Qui-Gon es asesinado por Darth Maul.
Ra’s en la
trilogía de Batman, también es el maestro del joven Wayne: en Batman Begins,
encuentra al joven Wayne en una prisión China; presentándose a sí mismo como
“Henri Ducard”, le ofrece al niño un “camino”. Después Wayne es liberado, y le
sigue a la fortaleza de la Liga de las sombras, donde Ra’s está esperando, a
pesar de que se presente como el siervo de otro hombre llamado Ra’s al Ghul. Al
final de un entrenamiento largo y doloroso, Ra’s explica que Bruce debe hacer
lo necesario para luchar contra el mal, al revelar que lo han entrenado con la
intención de que él lidere a la Liga para destruir ciudad Gótica, la que creen
que se ha vuelto irremediablemente corrupta. Ra’s así, no es una simple
personificación del mal: él representa la combinación de la virtud y el terror,
disciplina igualitaria que combate contra un imperio corrupto y por tanto pertenece
a la línea que se extiende (en la ficción reciente) de Paul Atreides en Dune a
Leonidas en 300. Y lo que es crucial es que Wayne es su discípulo: Wayne fue
formado como Batman por él.
Dos críticas
de sentido común se presentan aquí. En primer lugar, hubo monstruosas matanzas
y violencia en revoluciones reales, del estalinismo hasta Khmer Rojo, por lo
que la película claramente no sólo está participando de la imaginación
reaccionaria. La segunda crítica, opuesta a esta: el actual movimiento de OWS
(Occupy Wall Street) no fue violento, su meta no era definitivamente un nuevo
reinado del terror; y en la medida en que, como se supone, la revuelta de Bane
extrapola la tendencia inmanente del movimiento OWS, la película ridículamente
tergiversa sus objetivos y estrategias. Las protestas anti-globalización son
todo lo contrario del terror brutal de Bane: Bane se alza como la imagen
especular del terror de Estado, de una secta fundamentalista asesina usurpando
y gobernando por el terror, no para su superación a través de la
auto-organización popular… Lo que comparten ambas críticas es el rechazo de la
figura de Bane. La respuesta a estas dos críticas es múltiple.
En primer
lugar, se debe dejar en claro el alcance real de la violencia – la mejor
respuesta a la afirmación de que la reacción de una turba violenta a la
opresión es peor que la opresión original, fue proporcionado hace mucho tiempo
por Mark Twain en su Un Yanquee de Connecticut en la Corte del Rey Arturo:
“hubo dos reinos de Terror si podemos recordarlo y examinarlo; el primero
forjado en caliente pasión, el otro en sangre fría sin corazón… nuestros
estremecimientos son para los horrores del menor Terror, el Terror momentáneo,
por así decirlo, mientras que, ¿cuál es el horror de la muerte rápida por el hacha
comparado con la muerte de toda la vida por el hambre, el frío, el insulto, la
crueldad y angustia? Un cementerio de la ciudad podría contener los ataúdes
llenados por ese breve Terror al cual a todos tan diligentemente nos han
enseñado a temblar y afligirnos pero ni toda la Francia podría contener los
ataúdes llenos por ese Terror más antiguo y real, ese indecible, amargo y
terrible terror, que a ninguno de nosotros han enseñado a ver en la inmensidad
o pena que merece”.
Entonces,
uno debe desmitificar el problema de la violencia, rechazar reclamaciones
simplistas de que el comunismo del siglo XX ha usado demasiado excesiva
violencia asesina y que debemos tener cuidado para no caer en esta trampa
nuevamente. Como un hecho, esto es, por supuesto, aterradoramente cierto –pero
ese enfoque directo sobre la violencia oscurece la cuestión de fondo: ¿qué
estaba mal en el proyecto comunista del siglo XX como tal, que la debilidad
inmanente de este proyecto empujó a recurrir a los comunistas (y no sólo a
aquellos) en el poder a la violencia desenfrenada? En otras palabras, no es
suficiente decir que los comunistas “descuidaron el problema de la violencia”:
fue un fracaso social y político más profundo lo que empujó a la violencia. (Lo
mismo ocurre con la noción de que los comunistas “descuidaron la democracia”:
su proyecto global de transformación social forzaba sobre ellos este
“descuido”). Por lo tanto, no es sólo que el cine de Nolan no fuera capaz de
imaginar el poder popular auténtico –los “reales” movimientos radicales-emancipatorios
tampoco fueron capaces de hacerlo y permanecieron atrapados en las coordenadas
de la vieja sociedad, por eso el real “poder popular” muchas veces fue un
horror tan violento.
Y por
último, pero no menos importante, es demasiado simple afirmar que no existe
ningún potencial violento en OWS y movimientos similares – HAY una violencia en
juego en cada proceso emancipador auténtico: el problema de la película es que
traduce erróneamente esta violencia en terror asesino. ¿Cuál es, entonces, la
violencia sublime respecto a la que el más brutal asesinato es un acto de
debilidad? Hagamos un desvío a través Ensayo sobre la lucidez, de José
Saramago, que narra la historia de los extraños sucesos en la
capital sin nombre de un país democrático no identificado. Cuando la mañana del
día de las elecciones es enturbiada por lluvias torrenciales, es
preocupantemente baja la participación electoral, pero el tiempo mejora por la
tarde y la población se dirige en masa a sus puestos de votación. Sin embargo,
el alivio del gobierno dura poco tiempo, cuando el conteo de votos revela que
más del 70% de los votos emitidos en la capital han quedado en blanco.
Desconcertado por este aparente lapsus cívico, el Gobierno da a la ciudadanía
la oportunidad de enmendarse tan sólo una semana más tarde con otro día de
elecciones. Los resultados son peores: ahora el 83% de los votos está en
blanco. Los dos principales partidos políticos: el gobernante partido de la
derecha (P.D.D.) y su principal adversario, el partido del centro (P.D.M.) –
están entran en pánico, mientras que el desgraciadamente marginado partido de
izquierda (P.D.I.) hace un análisis afirmando que los votos en blanco son
esencialmente un voto para su agenda progresista. Sin estar seguros de cómo
responder a una protesta benigna, pero con la certeza de que existe una
conspiración antidemocrática, el Gobierno rápidamente etiqueta al movimiento de
“terrorismo, puro y duro” y declara estado de emergencia, lo que permite
suspender las garantías constitucionales y adoptar una serie de medidas cada
vez más drásticas: los ciudadanos son capturados al azar y desaparecen en
sitios secretos de interrogación, la policía y la sede del Gobierno se retiran
de la capital, sellando la ciudad contra cualquier entrada o salida, y
finalmente produce su propio cabecilla terrorista. La ciudad sigue funcionando
casi normalmente por mucho tiempo, la gente esquiva las ofensivas del Gobierno
con una armonía inexplicable y con un nivel verdaderamente gandhiano de
resistencia no violenta… esta, abstención de los votantes, es un caso
verdaderamente radical de “violencia divina” que despierta reacciones de pánico
brutales de aquellos que están en el poder.
Volvamos a
Nolan, la trilogía de películas de Batman, sigue, por tanto, una lógica
inmanente. En Batman Begins, el héroe permanece dentro de las
limitaciones de un orden liberal: el sistema puede ser defendido con métodos
moralmente aceptables. The Dark Knight es efectivamente una nueva
versión de los dos western clásicos de John Ford (Fuerte apache y El
hombre que mató a Liberty Valance) que retratan cómo, con el fin de
civilizar el salvaje oeste, es necesario “imprimir la leyenda” e ignorar la
verdad – en definitiva, cómo nuestra civilización tiene que basarse en una
mentira: es preciso romper las reglas con el fin de defender el sistema. O,
para decirlo de otra manera, en Batman Begins, el héroe es simplemente
una figura clásica de los vigilantes urbanos que castiga a los criminales donde
la policía no puede hacerlo; el problema es que la policía, la agencia oficial
del cumplimiento de la ley, admite ambiguamente la ayuda de Batman: mientras
admite su eficiencia, también lo percibe como una amenaza a su monopolio del
poder y un testimonio de su propia ineficiencia. Sin embargo, la transgresión
de Batman aquí es puramente formal, reside en actuar en nombre de la ley sin
estar legitimado para hacerlo: en sus actos, no viola la ley. The Dark
Knight cambia estas coordenadas: el verdadero rival de Batman no es el
Joker, su oponente, sino Harvey Dent, el “Caballero blanco”, el agresivo nuevo
fiscal de distrito, una especie de vigilante oficial cuyo fanática batalla
contra la delincuencia le lleva a matar a gente inocente y a su propia
destrucción. Es como si Dent fuera la respuesta del ordenamiento jurídico a la
amenaza de Batman: contra la lucha del Batman vigilante, el sistema genera su
propio exceso ilegal, su propio vigilante, mucho más violento que Batman,
directamente violando la ley. Por tanto, existe una justicia poética en el
hecho de que, cuando Bruce planea revelar públicamente su identidad como
Batman, Dent salta y en su lugar se indica a sí mismo como Batman –él es
”más Batman que el propio Batman”, llevando a cabo la tentación a la que Batman
todavía era capaz de resistir. Entonces cuando, al final de la película, Batman
asume los crímenes cometidos por Dent para salvar la reputación de héroe
popular que encarna la esperanza para la gente común, su modesto acto contiene
una cuota de verdad: Batman de algún modo devuelve el favor a Dent. Su acto es
un gesto de intercambio simbólico: Dent primero toma para sí la identidad de
Batman y, a continuación, Wayne – el Batman real– toma sobre sí mismo los
crímenes de Dent.
Por último, The
Dark Knight Rises empuja aún más las cosas: ¿no es acaso que Bane llevó a
Dent hasta el extremo, hasta su auto-negación? ¿Un Dent que llega a la
conclusión de que el sistema en sí mismo es injusto, por lo que con el fin de
luchar eficazmente contra la injusticia, uno tiene que atacar directamente al
sistema y destruirlo? ¿Y, como parte del mismo movimiento, un Dent que pierde
las ultimas inhibiciones y está listo para usar toda su brutalidad asesina para
lograr este objetivo? El surgimiento de tal figura cambia la constelación por
completo: para todos los participantes, inclusive Batman, se relativiza la
moralidad, se convierte en un asunto de conveniencia, algo determinado por
circunstancias: es lucha de clases abierta, todo está permitido para defender
al sistema cuando nos encontramos lidiando no sólo con gangsters maniáticos,
sino que con un levantamiento popular.
Entonces,
¿esto es todo? ¿Debe la película ser rechazada de plano sólo por aquellos que
están comprometidos en las luchas emancipadoras radicales? Las cosas son más
ambiguas, y uno tiene que leer la película en el mismo modo en que tiene que
interpretar un poema político chino: las ausencias y las presencias
sorprendentes cuentan. Recuerden la vieja historia francesa sobre una esposa
que se queja de que el mejor amigo de su marido hace insinuaciones sexuales
ilícitas hacia ella: tarda un tiempo hasta que el amigo sorprendido entiende el
asunto –de esta manera retorcida, ella está invitándolo a seducirla… Es como el
inconsciente freudiano que no conoce de la negación: lo que importa no es un
juicio negativo sobre algo, sino el mero hecho de que ese algo sea mencionado –
en The Dark Knight Rises, el poder popular ESTÁ AQUÍ, se escenifica como
un Acontecimiento (Event), en un paso clave dado desde los oponentes habituales
de Batman (mega-capitalistas criminales, mafiosos y terroristas).
Nosotros
tenemos aquí la primera pista –la perspectiva de que el movimiento OWS tome el
poder y establezca una democracia popular en Manhattan es tan evidentemente
absurda, tan absolutamente irreal, que uno no puede sino plantear la
interrogante: ¿POR QUÉ, ENTONCES, EL PRINCIPAL BLOCKBUSTER DE HOLLYWOOD SUEÑA
CON ESO? ¿POR QUÉ EVOCA ESTE ESPECTRO? ¿Por qué incluso soñar con el OWS
explotando en una violenta toma del poder? La respuesta obvia (manchar al OWS
con acusaciones de que alberga un potencial terrorista totalitario) no es
suficiente para dar cuenta de la extraña atracción ejercida por la perspectiva
de “poder popular”. No es de extrañar que el correcto funcionamiento de este
poder permanezca en blanco, ausente: no se dan detalles acerca de cómo este
poder del pueblo funciona, qué está haciendo la gente movilizada (Recuerden que
Bane dice que las personas pueden hacer lo que quieren –él no está imponiendo
sobre ellos su propio orden).
Es por eso
que la crítica superficial de la película (“su representación del reino OWS es
una caricatura ridícula”) no es suficiente, la crítica tiene que ser inmanente,
tiene que buscar dentro de la propia película una multitud de signos que
apuntan hacia el auténtico Acontecimiento. (Recordar, por ejemplo, que Bane no
es sólo un terrorista brutal, sino una persona de profundo amor y sacrificio.)
En resumen, la pura ideología no es posible, la autenticidad de Bane HA dejado
un rastro en la textura de la película. Este es el porqué la película
merece una lectura minuciosa: el Acontecimiento (Event) – la “republica popular
de Ciudad Gótica”, la dictadura del proletariado en Manhattan – es inmanente
a ella, ese es su centro ausente.
Fuente: http://www.elpuercoespin.com.ar/2012/09/06/batman-y-la-dictadura-del-proletariado-por-slavoj-zizek/
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muy buen artículo, hay que prestar atencion a lo presente y lo ausente en todo...
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