Las casetas del populoso mercado Mutualista en Santa Cruz comenzaron a quemarse la noche de ayer domingo, justamente al día siguiente de que los gremialistas anunciaron que no acatarán el anunciado paro de 48 horas decidido por la Gobernación y el Comité Cívico cruceños, a la cabeza de otras instituciones totalmente controladas por la derecha, como la Universidad Gabriel René Moreno. Aunque se desconocen las causas que originaron este desastre, llamó enormemente la atención que los pocos hidrantes de la zona no tenían agua, por lo que el fuego que inició en algunos puestos pudo extenderse rápidamente. Vanos fueron los esfuerzos de los comerciantes, que trataron de recuperar la mercadería que tenían en sus kioscos, arriesgando sus vidas. Con la llegada de los bomberos y colaboración de los mismos comerciantes se combatió el siniestro; luego, cuando arribó al lugar Luis Fernando Camacho, fue recibido con mucha hostilidad porque varios comerciantes abiertamente lo acusaron de estar detrás...
Por: Arturo D.
Villanueva Imaña
Perplejidad es la reacción que ha causado conocer
los datos finales del censo nacional del año 2012, en lo que respecta a la
autoidentificación étnico cultural de la población boliviana.
Inmediatamente
se ha hecho explícita una inquietud (inclusive presidencial que expresaba
sorpresa y duda) relacionada con lo que se denomina como el sujeto social
hegemónico y la centralidad y protagonismo que tiene (o se espera que debería
tener lo indígena-originario-campesino) en el proceso de cambio y transformación
democrático cultural del país.
La inquietud
no es menor, porque los datos censales muestran que entre 2001 y 2012 se ha
reducido de 62% a 41% la población autoidentificada étnica y culturalmente
(algo más de 336 mil personas). Y es que detrás de la perplejidad expresada
frente a los datos censales, se plantea en realidad un asunto central: si la
mutación indentitaria implica también un cambio de conciencia [1] en este
sujeto social protagónico de la sociedad nacional.
En caso de
que ese cambio de identidad traduzca también un cambio de conciencia,
estaríamos hablando de que la reducción de la población que se autoidentificaba
como IOC, no es un mero cambio demográfico, sino que incidiría en la
correlación de fuerzas y hasta en el imaginario social que se ha formado en la
sociedad, otorgándole un protagonismo y una centralidad que no solo es
reconocida en la propia Constitución Política del Estado, sino en la
cotidianidad y la marcha del propio proceso de cambio y transformación
democrático cultural.
Con la
limitante de que los datos censales proporcionados son aún incompletos y no
desagregados, el artículo que sigue a continuación busca abordar las
consecuencias e implicaciones que surgen como resultado de ese cambio y
reducción en la identidad indígena-originario-campesina (IOC) de la población
nacional boliviana.
Lo que hace
la “diferencia” respecto de los datos proporcionados
Las
principales y más extendidas reacciones (y en muchos casos rechazo y exigencia
de anulación) sobre los datos y el proceso censal, han estado relacionadas con
la reducción y diferencia que existe entre la cantidad total de población
anunciada en forma preliminar, con los datos finales contabilizados que se
proporcionaron a fines del mes de julio, cuando se informó que la población
nacional había bajado algo más de 360 mil personas.
La
susceptibilidad de varios sectores ciudadanos no es para menos, porque la
diferencia y reducción entre los datos preliminares y finales está
estrechamente relacionada a la composición y distribución de escaños
parlamentarios, el acceso a los recursos de coparticipación y por impuestos a
los hidrocarburos (IDH), e inclusive afecta la planificación del desarrollo que
está íntimamente asociada al crecimiento, la localización y el tamaño de la población
en cada uno de los municipios y departamentos. Además, a ello se suma que en la
fase preparatoria y durante la realización del censo nacional se produjo la
renuncia de 2 directores nacionales del INE, así como diversas anomalías,
errores y omisiones de carácter técnico y operativo, que al margen de alimentar
dicha susceptibilidad social, también incidieron en el proceso y afectaron la
realización del mismo.
Sin embargo,
existe una “diferencia” que vale la pena resaltar. Sucede que la susceptibilidad
originada en la forma cómo se llevó a cabo el proceso censal y la manera cómo
se anunciaron los resultados, respecto de lo que sucede con la identidad
indígena-originario-campesina, es que en este segundo caso no se trata de una
diferencia entre datos preliminares y finales, o un asunto atribuible a
problemas técnicos del proceso censal; lo que ha sucedido es una reducción y
disminución efectiva de población, que ha significado el paso de constituir una
mayoría social predominantemente indígena-originario-campesina, a representar
una minoría étnico cultural.
Este
fenómeno que en forma por demás oportunista ha sido aprovechada para volver a
actualizar aquel falso debate sobre el mestizaje (que no viene al caso), y
poner en tela de juicio el carácter del Estado Plurinacional (que tampoco
corresponde); en realidad implica una fuerte interpelación a la detentación y
el protagonismo del proyecto político que el proceso de cambio y transformación
ha puesto en marcha. Se afirma esto, porque lo indígena-originario-campesino no
solo forma parte del imaginario de la sociedad y constituye uno de los más
importantes componentes de la identidad nacional, sino porque material y
físicamente su presencia es innegable.
Las
explicaciones adelantadas
Una de las
explicaciones más recurrentes que se ha dado a la significativa reducción de la
población IOC entre el año 2001 y el 2012, es que se ha producido un proceso de
descampesinización asociado a la creciente urbanización y concentración
poblacional en centros metropolitanos que han acentuado la desruralización del
país. Sin embargo, este fenómeno que da cuenta del cambio rural-urbano y que
puede ser objetivamente verificado cuando se constata el crecimiento
poblacional de las principales capitales urbanas y el crecimiento importante de
las poblaciones intermedias (aun a pesar de que en muchos casos se ha
disminuido la cantidad de población originalmente anunciada en los datos
preliminares), no explica ni permite entender aquellas otras implicaciones de
la mutación identitaria que se ha producido en el Censo de población, con
relación a la centralidad y el protagonismo indígena-originario-campesino y el
sujeto social hegemónico del proceso.
Lo que los
datos no permiten vislumbrar con toda claridad, es que si lo que ha sucedido
con esta mutación identitaria también implica un cambio en los intereses
sociales, económicos y políticos, así como la adopción de una nueva visión de
sociedad en la población que ha dejado de identificarse como IOC. Esta
inquietud no es ociosa ni políticamente impertinente, porque al producirse
dicho abandono y adoptarse nuevas o diferentes visiones e intereses, también se
afectan las proyecciones del propio proceso de cambio y transformación, porque
se habrá cambiado la lógica y el tipo de intereses predominantes previamente.
A nuestro
modesto entender, la decisión de no identificarse como
indígena-originario-campesinos (que ha dado lugar a una drástica reducción de
esta población), puede ser entendida como la pérdida, la no asimilación, o
inclusive el rechazo de los principios, valores y prácticas constitutivas de lo
indígena-originario-campesino, para adoptar y apropiarse de otro tipo de
intereses y valores que, en este caso, no pueden ser otras que las contenidas e
irradiadas por las capitales urbanas y los centros metropolitanos a los que se
han trasladado las poblaciones rurales.
La
urbanización de la población rural que ha salido de sus comunidades, ha
contraído el aprendizaje y la asimilación de una educación diferente, nuevos
intereses, diferentes valores y otras prácticas. Es decir, ha provocado un
cambio de identidad, pero también de conciencia y de intereses.
Por ello se
explica que la reducción se haya producido precisamente en aquella población
IOC que se encuentra más vinculada a los centros urbanos y las ciudades
intermedias, como es el caso de quechuas, aymaras, guaraníes, mojeños y
chiquitanos; puesto que en el caso de los demás pueblos IOC, más bien se ha
producido un crecimiento significativo de su población autoidentificada como
IOC. Las ciudades no son únicamente una nueva locación; también son un nuevo
centro de aprendizaje y una nueva forma de ser que corresponde a su antípoda;
es decir a la sociedad occidental, capitalista y monocultural.
Una
explicación alternativa (pero que bien puede ser complementaria a la mencionada
anteriormente), es que el cambio de identidad que ha provocado la reducción
total de la población IOC hasta convertirla en una minoría, es que la decisión
haya estado asociada al impulso o deseo de reivindicar o subrayar su sentido de
pertenencia a la bolivianidad (antes que a sus propias identidades colectivas),
en vista de que el nuevo Estado plurinacional ha dado pasos inequívocos para
superar el carácter excluyente y monocultural que caracterizaba a los estados neoliberal
y republicano del pasado.
No debería
pasarse por alto que a diferencia de lo que ocurrió en el censo nacional de
población del año 2001, cuando más del 60% de la población se identificó como
indígena, se presenta en un contexto nacional adverso, donde los pueblos
indígenas se encontraban en pie de lucha para visibilizar y obtener el
reconocimiento de su identidad que había sido ocultada y excluida
históricamente.
Es decir, la
decisión de marcar y resaltar su pertenencia a un pueblo indígena originario en
un contexto y una sociedad excluyentes, se produjo por la necesidad de
evidenciar su presencia ante el desconocimiento histórico sufrido, y estuvo
vinculada a las luchas emprendidas desde finales de los años 80. En esos años,
los pueblos indígena-originario-campesinos se encontraban reclamando sus
derechos territoriales, a la dignidad y al reconocimiento de su identidad
colectiva, que culminaron en la reforma constitucional de 1994 (en pleno auge
neoliberal), cuando el artículo primero de dicha Constitución definía al país
como multiétnico y pluricultural. De esa forma se abren condiciones para dar
paso a lo que se ha denominado como la emergencia indígena-originario-campesina
que, no es casual, también se hace patente en el censo de 2001, cuando más del
60% de la población se autoidentifica étnica y culturalmente.
La paradoja del silencio y la centralidad de lo
indigena-originario-campesino
A diferencia
de lo que ocurre con diversos sectores sociales, instituciones y hasta
gobiernos municipales y departamentales que han hecho conocer su criterio
respecto de lo sucedido con los datos del Censo nacional de población; en el
caso de la reducción de la identidad indígena-originario-campesina, llama mucho
la atención (salvo algunos casos aislados como la Asamblea del Pueblo Guaraní y
un sector de CONAMAQ), el silencio de los dirigentes y sus organizaciones
representativas en este asunto tan trascendental.
Este
silencio contrasta con la sistemática y periódica exteriorización de su
presencia y protagonismo en diverso tipo de actos, manifestaciones y eventos,
donde se hace patente su centralidad social y discursiva, así como la
apropiación e influencia que ejercen sobre el proceso y los actos de la gestión
gubernamental, cuyos resultados y avances son reclamados como propios.
Parecería como si públicamente reivindicaran, reclamaran y se apropiaran de la
gestión y el sello que otorgan e irradian al proceso, pero que en privado hayan
decidido negar y cambiar su propia identidad indígena-originario-campesina.
Esta extraña
paradoja resalta, porque en el imaginario social la identidad
indígena-originario-campesina está asociada a la detentación de una parte
esencial del proceso de transformación y cambio, que tiene que ver con el
socialismo comunitario, el paradigma alternativo al capitalismo del Suma Qamaña
(Vivir Bien) y la construcción de una relación armoniosa con la naturaleza, que
se basan en las prácticas y principios culturales de los pueblos indígena
originario campesinos. De ahí que, al producirse la mutación identitaria, se
pone en duda la centralidad y protagonismo de lo IOC en la sociedad.
No debe
olvidarse que la condición indígena-originario-campesina ejerce en este caso el
mismo efecto de expansión, irradiación y hegemonía que en el pasado impregnaba el
proletariado minero y fabril (representados en la COB y la FSTMB), cuando el
imaginario de la sociedad los había asociado y entendido como una vanguardia y
dirección política e ideológica, sobre todo en aquellas coyunturas de crisis y
conflicto nacional. El proletariado minero y fabril no era (entendido)
únicamente una clase social, un sector poblacional, o un sujeto político;
constituía también una idea y una visión de sociedad diferente y opuesta a la
que imponía condiciones de sometimiento y explotación.
Por eso se
puede afirmar (utilizando el concepto de irradiación de la clase de René
Zavaleta), que esta idea de expansión, irradiación y hegemonía de lo
indígena-originario-campesino, que emerge de la centralidad y protagonismo que
ejerce en el escenario nacional, esté asociado a la influencia, a la forma de
imprimir un sello y desarrollar una forma de ser que impregna al conjunto
social y geográfico que lo rodea, otorgando una marca especial y propia que es
internalizada por la sociedad. Es decir, creando un imaginario. Por esta razón
se puede hablar de la constitución de un sujeto social hegemónico que irradia
su forma de ser, su visión y su proyecto, al conjunto de la sociedad.
Ahora bien,
aunque la experiencia histórica nacional muestra que el número y la cantidad de
población (salvo el peso electoral que pueda tener a la hora de los comicios
democráticos), no es determinante en la esfera política para abanderar, dirigir
y construir un proyecto nacional hegemónico [2]; en este caso adquiere
relevancia, porque la reducción poblacional originada en la mutación
identitaria no solo ha significado convertirse en una minoría étnico-cultural,
sino que trasluce la adopción de nuevos intereses y valores sociales que pueden
traducirse en una nueva y diferente visión de sociedad y forma de vida que
alteraría el proyecto detentado por lo IOC.
En
consideración a estos cambios producidos en la composición y la cantidad
demográfica, y asumiendo una centralidad y protagonismo (desportillado y
reducido) del sujeto indígena-originario-campesino; solo falta esperar el curso
de los acontecimientos y la forma cómo efectivamente se resuelvan las tensiones
originadas en la reducción y la mutación identitaria de lo IOC, para establecer
el rumbo que tomará el proceso en marcha.
Notas:
[1] Es
importante destacar que conciencia (política y cultural) se entiende como una
cualidad (individual o colectiva), que abarca y trasciende los intereses de
clase y una visión de sociedad propia que emerge del tipo de relaciones y la
ubicación que se establece respecto de los medios de producción y la forma de
trabajo, para incluir valores, prácticas y principios culturales y étnicos que
entrañan una cosmovisión diferente a la establecida o imperante. Es decir, no
solo es conciencia de clase, sino también étnica y cultural.
[2] Revisar
por ejemplo el peso específico y el rol ejercido por aquella “minoría”
(poblacional pero cualitativa y estratégicamente importantes) de mineros y
obreros asalariados representados en la COB y la FSTMB, en los acontecimientos
de la revolución de 1952, o la conformación de la Asamblea Popular y las luchas
por la apertura democrática de los años 80, etc.
Arturo D.
Villanueva Imaña. Sociólogo. Cochabamba (Bolivia).
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