Las casetas del populoso mercado Mutualista en Santa Cruz comenzaron a quemarse la noche de ayer domingo, justamente al día siguiente de que los gremialistas anunciaron que no acatarán el anunciado paro de 48 horas decidido por la Gobernación y el Comité Cívico cruceños, a la cabeza de otras instituciones totalmente controladas por la derecha, como la Universidad Gabriel René Moreno. Aunque se desconocen las causas que originaron este desastre, llamó enormemente la atención que los pocos hidrantes de la zona no tenían agua, por lo que el fuego que inició en algunos puestos pudo extenderse rápidamente. Vanos fueron los esfuerzos de los comerciantes, que trataron de recuperar la mercadería que tenían en sus kioscos, arriesgando sus vidas. Con la llegada de los bomberos y colaboración de los mismos comerciantes se combatió el siniestro; luego, cuando arribó al lugar Luis Fernando Camacho, fue recibido con mucha hostilidad porque varios comerciantes abiertamente lo acusaron de estar detrás...
Por: H. Ernesto Sheriff
El tiempo
—cuando pasa— trae respuestas que en su momento eran elusivas; las innovaciones
no parecían tales y los errores parecían aciertos. La economía boliviana en
toda la década de los 90 se debatía en una “trampa de fondo de piso” de la que
no pudo salir sino hasta 2006. Todo comenzó el 29 de agosto de 1985 (si no
antes, mucho antes).
Esa noche,
cuando la alianza gobernante anunciaba sus medidas de ajuste la población
promedio aceptó con resignación una treintena (pocas) de medidas que sepultaban
el estado intervencionista y anunciaban un largo periodo de privaciones hasta reencontrar
la senda del crecimiento. En medio de contradicciones y tímidas protestas el
proceso de ajuste fue avanzando. Recibió sendos golpes cuando el precio del
estaño se derrumbó en octubre de 1985 y cuando el Banco Central de Bolivia
volvió a emitir dinero a razón del 40% mensual desde diciembre de 1985 para
volver a registrarse una tasa de inflación del 40% MENSUAL. La purga interna de
enero de 1986 está poco estudiada pero sí ampliamente documentada. En mi
opinión el llamado periodo neoliberal comenzó en ese mes: enero de 1986 cuando
Gonzalo Sánchez de Lozada toma el Ministerio de Planeamiento y Guillermo
Bedregal es aislado junto a toda la “guardia vieja” del MNR que estuvo
anunciando que el D.S. 21060 era coyuntural y que pronto se retomarían las banderas
de Abril de 1952 (anuncio de Javier Campero Paz). El Presidente Paz Estenssoro
salió al paso de dichos anuncios diciendo que evidentemente era una coyuntura
pero que iba a durar 20 años (y fueron 20 años exactos con diferencia de 6
días).
Pablo Ramos
escribió “Los Empresarios en el Poder” e ilustró cómo el desmantelamiento del
Estado productor era más parecido a un saqueo que cualquier otra cosa. Era
tarde ya, el proceso había comenzado. La gran intelectualidad de la época
abandonó de a poco posturas revolucionarias y se subió entusiasta al tren de
las transformaciones estructurales y la liberalización de los mercados. Todo
fue ajuste y privaciones hasta mediados de 1987 cuando esa intelectualidad
empezó a ser presionada para dar respuestas en torno a una variable muy
precisa: el crecimiento. El Banco Central organizó un evento pomposo (tal como
los hace hoy en día) para tratar el tema de la transición de la estabilidad al
crecimiento. Invitó a destacados economistas latinoamericanos y norteamericanos
(los chilenos estaban de moda) poniendo de teloneros a los economistas
bolivianos. Obviamente del seminario no salió nada nuevo ni en los días y meses
siguientes tampoco.
En 1989,
la “intelectualidad” estaba preocupada. Su primera camada, la que gobernó entre
1985 y 1989 se había desgastado en el proceso de ajuste sin logar atisbos de un
crecimiento mínimo para revertir los niveles de pobreza. Tras una fuerte
confrontación política, la “intelectualidad” convocó a economistas aún más
prominentes. Esta vez UDAPE trae a Dornbusch, Fisher, Fishlow y Harberger entre
otros. En mis apuntes encuentro que el chileno Sebastian Edwards en un perfecto
español dijo que iba a dar su conferencia en inglés.
Llegaba la
moda del inglés para hablar a los coterráneos latinos en sus propios países en
un idioma extranjero. En esos momentos el estaño estaba viviendo un veranillo
de 6 meses de precios altos. Un entusiasta economista boliviano, asesor del
gobierno por ese entonces, respondió de manera sarcástica a mi pregunta sobre
si realmente era justificado tanto entusiasmo ante un shock que podría ser
transitorio. “Los bolivianos (con sorna) son unos llorones, nada los convence”.
Me sentí feliz de ser un boliviano promedio. A los 3 meses de dicho seminario
el precio del estaño volvió a su nivel inicial y otra vez, a tratar de
encontrar la “senda del crecimiento”, aunque no sea sostenido, crecimiento como
sea. Pero no pasó nada.
En 1992 la
“intelectualidad” casi fuera de sí, tras haber superado al fin por un solo año
el 5% anual en 1991, se topaba ahora con que el contrato de venta de gas a la
Argentina llegaba a su fin, que el petróleo estaba en niveles piso y el estaño
más lejos que nunca. Acosado por las preguntas, el entusiasta asesor de 1989,
en ese momento en las filas de la oposición que preparaba el Plan de Todos,
finalmente dijo que éramos un país con mala suerte, que habíamos hecho todo
bien (lo que el FMI nos dijo), que todo se hizo con precisión, pero que todo
ese esfuerzo coincidió con mercados internacionales deprimidos. Su inmediato
seguidor le puso su sello característico indicando que “estamos en un
equilibrio de fondo de piso”. Mientras la población ya había estado soportando
seis (6) años de ajuste. No dudó el gobierno en disfrazar las cifras en su
último año de gobierno, las cifras el IMAE (Indice Mensual de Actividad
Económica) nació con tasas de crecimiento anuales que oscilaban entre 3.1% y
3.3% mientras la meta gubernamental era de 3.5%. En una ocasión cuando reclamé
la alteración de las cifras (ya que las predicciones colocaban al crecimiento
entre 0.8% y 1.2%) me dijeron que no publicaron las reales “porque el ministro
se iba a enojar” (agosto 1992). Hoy en día vemos que el periodo 1992 fue un
periodo recesivo con crecimiento de 1.65% anual. La añoranza de alcanzar los
niveles de exportación de 1980 estaba lejos (superar los mil millones de
dólares) pese al lema de “exportar o morir”.
Anunciando
el fin de la “hipercorrupción” el nuevo gobierno accede en 1993 de la mano de
una frondosa “intelectualidad” que había trabajado un plan de gobierno que
buscaba competir con aquellos de la década de los 70: el Plan de Todos.
Comenzaron las reformas de segunda generación pidiendo a la población paciencia
para los nuevos ajustes ya que pronto, con la capitalización, llegarían los
buenos tiempos. Las reformas se suceden y llegan a provocar entusiasmo fuera de
nuestras fronteras. Junto a algunos amigos economistas argentinos (un cariño
para Alfredo Canavese(+), PablorGerchunoff, Roberto Frenkel y Luis Lucioni),
observábamos desde afuera una lluvia de reformas pero ya se veía cierta
soberbia en los anuncios, en la gestión, en el trato al ciudadano promedio.
Emergen nuevas formas de protesta, aparece Evo Morales en los periódicos argentinos,
me preguntan quién es, si es importante. Simplemente no lo conocía. El proceso
de capitalización es retrasado con fines electorales, recién empieza a armarse
en 1995 para dar frutos en 1997. Por fin, bajo el nuevo gobierno, la economía
alcanza 5.03% de crecimiento del PIB (“el diablo no sabe para quién trabaja”
dice el refrán). Crecer por encima del 5% fue algo que siempre se buscó junto a
una inflación menor al 5% anual, unas exportaciones superiores a los mil
millones de dólares, reservas Internacionales para 3 a 6 meses de importaciones
y un déficit fiscal menor al 3% del PIB.
El
descalabro de las bolsas asiáticas acompañadas de los severos efectos sobre
Brasil y Argentina determinó un nuevo periodo recesivo en Bolivia. Tras vivir
un boom (que no pasó del 5.03% de crecimiento del PIB) entre 1997 y 1998, que
sólo se tradujo en un boom de la construcción y el consumo suntuario, la
recesión del periodo 1999 - 2000 habría de ser definitiva. Tras el anuncio de
grandes reservas de gas, empezaba la lucha por la renta futura, pero de eso ya
no se dio cuenta el gobierno de turno. Bolivia respondió mejor que muchas otras
economías neoliberales en dicho periodo, de hecho fue la única que mostró tasas
positivas de crecimiento, pero la población no estaba dispuesta a seguir
soportando a esa altura 15 años de ajuste. Las protestas de abril de 2000
demostraron que había un malestar generalizado pero no capitalizado por ningún
movimiento político. En la Guerra del Agua emergieron cuatro liderazgos nuevos
entre estos movimientos.
La
descomposición en que se vio sumida la clase política también alcanzó a la
“intelectualidad” que a esa altura (2002) ya en su integridad había estado en
posiciones ejecutivas en algún gobierno del llamado periodo neoliberal, de ahí
que hasta hoy se pasen justificando sus gestiones e incluso reclamando por
volver a la “senda correcta”. Lo concreto es que el nuevo recurso de la
economía extractivista estaba listo para ser exportado, probablemente por
Chile. La Guerra del Gas en 2003 no tuvo una bandera clara, más bien la veo
como una explosión de malestares acumulados en casi dos décadas de ajuste sin
crecimiento relevante. La expectativa sobre una renta futura de un recurso
perteneciente al Estado debiera generar conflictos distributivos ex ante, y fue
eso exactamente lo que pasó. La intelectualidad restante, apoyó a Carlos Mesa
en una transición hacia la descomposición mientras nuevas inversiones mineras
ya habían madurado, y la exportación de gas se hacía inminente, no importaba
dónde con tal de no ser por ni hacia Chile.
El cambio
de 2006 fue doble. Políticamente cualquier gobierno serio debiera desmarcarse
de cualquier semejanza o afinidad con los gobiernos de 1985 a 2005. Era el
momento de la antítesis que coincidía con la recuperación de los mercados
internacionales. La antítesis fue aceptada por la población en momentos en que
dichos mercados aún habían mostrado signos de boom. Para el momento en que
inició el nuevo gobierno el petróleo estaba por debajo de los 60 dólares por
barril pero con tendencia positiva desde julio de 2003. Esta coyuntura demostró
que la clase gobernante de 2003 y su masiva “intelectualidad” sólo veían el
corto plazo. El gobierno de la antítesis inició su gestión con una serie de
reformas menores y que se hicieron más profundas a medida que el ejercicio de
gobierno adquiría más habilidades. Ello a su vez coincidió con la masiva alza
de precios en los mercados internacionales. En cada mercado se vivieron
escenarios de boom incluso después del periodo 2008 - 2009 cuando la recesión
mundial debilitó dichos mercados transitoriamente. En 2013 los precios
experimentan un cambio de tendencia. Urge analizar econométricamente si este
cambio es transitorio o permanente pero el derrumbe del periodo mayo - junio
2013 merece un seguimiento cuidadoso que entiendo, no fue iniciado aún.
¿Cambió
algo en este periodo? Los recursos extractivos (minerales, metales e
hidrocarburos) son los que más pesan en el PIB, incluso más que en ningún
periodo de la historia posterior a 1952. Las exportaciones son en más de 70% de
origen extractivo sin contar lo forestal. La “intelectualidad” adherida a los
gobiernos de 1986 a 2005 está en un buen porcentaje adherida al gobierno de la
antítesis (“con tal de que ayuden” me dicen). El boom de construcción está en
su apogeo (no olvidemos que a medida que la brecha crecimiento de la
construcción menos crecimiento del PIB se expande, esa es la medida del costo
posterior al boom). ¿Qué cosas cambiaron entonces?
Hay
cambios concretos en la administración de los booms externos que a esta altura
pueden compararse con el periodo 1976 - 1980 cuando estaba en gestión Banzer
(otro mimado de la “intelectualidad”). La tasa de crecimiento del PIB es más
estable que en ese periodo (que comenzó con tasas altas pero que en 1980 ya
estaban por debajo del 1% anual); la reservas internacionales son mayores como
porcentaje del PIB que en ese periodo; el endeudamiento externo es totalmente
menor al registrado en ese periodo en que el país se endeudó más a medida que
aumentaban los precios; se tiene superávit en cuenta corriente por varios años
consecutivos mientras en ese periodo sólo fue esporádico (un solo año); se
tiene superávit fiscal mientras que en dicho periodo nunca se tuvo superávit.
Los
enfoques modernos del desarrollo sostenible han abandonado el PIB para evaluar
este factor. Hay preguntas dentro de los nuevos enfoques que debemos hacer al
gobierno de la antítesis: ¿se ha incrementado la inversión en capital humano?, ¿Se
ha incrementado la inversión en otros sectores no extractivos por encima de las
rentas generadas por la minería y los hidrocarburos? Si la respuesta es sí
entonces estaríamos escapando de la llamada maldición de los recursos y nos
estaríamos acercando a un periodo en que la economía irá bien aún sin sus
recursos naturales.
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