Las casetas del populoso mercado Mutualista en Santa Cruz comenzaron a quemarse la noche de ayer domingo, justamente al día siguiente de que los gremialistas anunciaron que no acatarán el anunciado paro de 48 horas decidido por la Gobernación y el Comité Cívico cruceños, a la cabeza de otras instituciones totalmente controladas por la derecha, como la Universidad Gabriel René Moreno. Aunque se desconocen las causas que originaron este desastre, llamó enormemente la atención que los pocos hidrantes de la zona no tenían agua, por lo que el fuego que inició en algunos puestos pudo extenderse rápidamente. Vanos fueron los esfuerzos de los comerciantes, que trataron de recuperar la mercadería que tenían en sus kioscos, arriesgando sus vidas. Con la llegada de los bomberos y colaboración de los mismos comerciantes se combatió el siniestro; luego, cuando arribó al lugar Luis Fernando Camacho, fue recibido con mucha hostilidad porque varios comerciantes abiertamente lo acusaron de estar detrás...
Por: Pablo Stefanoni
El artículo que publicó La Razón este lunes es verdaderamente alarmante. Según la nota, en Bolivia hay sólo 16 oncólogos. Pueden ser un poco menos o un poco más, no queda claro además cuántos son clínicos y cuántos cirujanos. Más aún: dice que hay sólo cinco especializados en pediatría. En cualquier caso un panorama desolador. Ningún cambio es posible si no se revierte una situación como ésta, que afecta especialmente a los sectores sociales más excluidos y discriminados.
No fue casual que el peronismo apenas llegó al poder en 1945 en Argentina, haya hecho de la salud para el pueblo una de sus grandes banderas. Y mientras construía hospitales y ponía a trabajar a los médicos sanitaristas para revolucionar el sistema de acceso a la salud puso en marcha el Tren Sanitario Eva Perón, que recorrió el país llevando la atención médica a los rincones más alejados del país. Cada vagón era una especialidad, incluyendo un laboratorio de análisis clínicos (y un cine en el último, para aliviar la espera). La Revolución cubana construyó gran parte de su legitimidad con su sistema de salud. Y ni hablar de los estados de bienestar socialdemócratas europeos.
Es cierto que el actual Gobierno desplegó a lo largo y ancho de Bolivia centenares de médicos cubanos con un efecto positivo especialmente en poblaciones rurales. Mucha gente recuperó la vista con la Operación Milagro. Pero no alcanza. Se necesita estar a la altura de los avances tecnológicos. Los datos de La Razón son intolerables para cualquier Gobierno popular. Señala que Tarija, Potosí, Oruro, Beni y Pando no cuentan con un instituto de curación (¿qué dicen los gobiernos “autónomos” al respecto? Pongamos que la cifra no sea exacta, que en vez de 16 haya 20 o 30, ¿cambia eso en algo las cosas? Por lo pronto el viceministro dice que no sabe cuántos son. Y a ello se suma la falta de equipos de última generación.
Si meses atrás fueron 67 ingenieros a capacitarse a China en la agencia espacial, otros 67 médicos deberían ir a capacitarse a algún lado en oncología y otras áreas donde la situación debe ser igual de crítica. Existe el riesgo de que lo simbólico -saltos industriales ilusorios- nos quite del camino de las transformaciones profundas de la sociedad. Quienes tienen los recursos se van a tratar al exterior, quienes no, lo resuelven como pueden.
Lo positivo, en todo caso, es que a diferencia del pasado Bolivia tiene hoy los recursos para una intervención estatal a gran escala (¿por qué no destinar una parte de las reservas a una revolución de la salud?); lo negativo es que el debate es escaso. Los planes anunciados por el viceministro de Salud, Martín Maturano, son positivos pero están lejos de representar un “gran salto adelante” en el tema salud. Está bien mandar a cinco profesionales a Argentina para capacitarse en medicina nuclear, “adquirir un acelerador lineal para el tratamiento eficaz del mal e implementar un ciclotrón para producir los insumos necesarios”. Pero es necesario un cambio estructural que involucre y comprometa a todos los actores. Lamentablemente no escuchamos a las universidades comprometerse en el debate público sobre la salud de los bolivianos; desde hace años las protestas universitarias sólo tienen que ver con cuestiones sectoriales. El corporativismo parece ahogar cualquier debate importante sobre el cambio estructural. La discusión sobre si seis u ocho horas es particularmente inconducente. ¿Por qué en vez de solamente indignarse por las ocho horas los galenos no pidieron becas para ir a estudiar al exterior? También hay simplificaciones del otro lado. Es normal que los movimientos sociales asocien las carencias en la salud a que “los médicos no quieren trabajar”, pero corresponde al Estado incorporar las variables necesarias para que la discusión dé cuenta de las verdaderas complejidades. Tampoco desde la oposición se ha avanzado en este tema. Ni entre los que promueven la reconducción del proceso de cambio y suelen enredarse en discursos “pachamámicos”, decoloniales y posmodernos.
Lo cierto es que sin revolucionar la salud no podemos hablar de un verdadero cambio social. Menos aún de “vivir bien”.
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