Las casetas del populoso mercado Mutualista en Santa Cruz comenzaron a quemarse la noche de ayer domingo, justamente al día siguiente de que los gremialistas anunciaron que no acatarán el anunciado paro de 48 horas decidido por la Gobernación y el Comité Cívico cruceños, a la cabeza de otras instituciones totalmente controladas por la derecha, como la Universidad Gabriel René Moreno. Aunque se desconocen las causas que originaron este desastre, llamó enormemente la atención que los pocos hidrantes de la zona no tenían agua, por lo que el fuego que inició en algunos puestos pudo extenderse rápidamente. Vanos fueron los esfuerzos de los comerciantes, que trataron de recuperar la mercadería que tenían en sus kioscos, arriesgando sus vidas. Con la llegada de los bomberos y colaboración de los mismos comerciantes se combatió el siniestro; luego, cuando arribó al lugar Luis Fernando Camacho, fue recibido con mucha hostilidad porque varios comerciantes abiertamente lo acusaron de estar detrás...
Por: Manuel
Cabieses Donoso
“La izquierda y la derecha unidas/ jamás serán vencidas”.
Nicanor Parra
Nicanor Parra
Casi un cuarto de siglo de retraso tiene la convocatoria a una Asamblea
Constituyente que permita a los chilenos decidir libremente el destino de la
nación, y así poner fin al periodo de dominación oligárquica que abrió el golpe
de Estado de septiembre de 1973 y que no ha terminado. Esta deuda, que mantiene
en interdicción la soberanía popular, reduciendo los derechos del ciudadano a una
mínima expresión, es todavía más antigua si tomamos como referencia los
compromisos que en los años 80 asumieron todos los partidos políticos, desde
liberales de derecha hasta el MIR, pasando por la Democracia Cristiana y los
partidos Socialista, Comunista, Radical, etc. Asimismo están las declaraciones
pro Constituyente de figuras destacadas de esas colectividades, como Eduardo
Frei Montalva, Patricio Aylwin, Ricardo Lagos, Ricardo Núñez, Hugo Zepeda,
etc.(1)
Para los años 80 -incluso se registraron opiniones tempranas en los 70-,
todos los sectores políticos que se agrupan hoy en la Concertación de Partidos
por la Democracia, más la corriente liberal que tiene domicilio en Renovación
Nacional -y por supuesto el Partido Comunista-, coincidían en que al recuperar
Chile el Estado de derecho “se crearían las condiciones necesarias para el más
pronto funcionamiento de las instituciones democráticas, particularmente
mediante la convocatoria a una Asamblea Constituyente integrada por las
distintas corrientes de opinión y la adopción de un sistema electoral que
garantice la libre, informada y auténtica expresión de la voluntad ciudadana”
(declaración de marzo de 1983).
No obstante, la Concertación llegó al gobierno en 1990 y permaneció 21 años
en La Moneda, disfrutando de las delicias del poder sin hacer nunca amago de
convocar a la Constituyente. Más bien por el contrario; los dirigentes de esa
coalición -que busca retornar al gobierno este año- se convirtieron en
ardientes enemigos de la Asamblea Constituyente como legítima vía de retorno a
una democracia construida por voluntad libremente expresada de los ciudadanos.
La excusa para este viraje es el temor de apelar a la soberanía del pueblo en
cada una de las etapas del proceso constituyente (plebiscito de la
convocatoria, elección de los diputados a la Constituyente y la aprobación -o
rechazo- de la nueva Constitución), lo cual pondría en peligro la
gobernabilidad. En buenas cuentas, una defensa cerrada del statu quo
cuyos fundamentos fueron diseñados por la extrema derecha política y
empresarial asociada a la corrupta dictadura militar.
La aspiración de contar -por primera vez en la historia de Chile- con una
Constitución generada con participación directa de los ciudadanos, ha sido
estigmatizada por politiquillos con ínfulas de repúblicos. En medio de aplausos
de la derecha, han calificado esa solución cívica a la crisis institucional en
marcha como “fumar opio”. En agosto del año pasado, bajo presión de la
movilización estudiantil, personeros concertacionistas como el senador Ignacio
Walker, presidente de la DC, y el ex presidente de la República Ricardo Lagos,
admitieron la posibilidad de convocar a una Asamblea Constituyente. Pero
retrocedieron casi de inmediato, ante la airada reacción de El Mercurio
-que los condenaba al ostracismo publicitario-. El socialdemócrata Lagos llegó
al extremo de asegurar que si la UDI aceptaba reformar el sistema electoral
binominal “¡se acabó la discusión de la Asamblea Constituyente!”.(2) El
demócratacristiano Walker, a su vez, se disculpó por su herejía y aseguró que
la Constituyente era sólo una “posibilidad” teórica.
Por su parte el Partido Comunista, que ha cerrado filas con la Concertación
en el pacto Nueva Mayoría, también le saca ahora el cuerpo a la Asamblea Constituyente.
En su reemplazo propone una “asamblea ciudadana” que elabore un pre-proyecto de
Constitución. Algo así como “al de por ver”. En cuanto a la candidata Michelle
Bachelet, ha manifestado que hay que cambiar la Constitución por “vías
institucionales”, negándose a mencionar la Asamblea Constituyente.
La Constitución dictatorial no consulta el plebiscito y por tanto, respetar
el espíritu y letra de su articulado lleva a un callejón sin salida, que es lo
que se propusieron los redactores de este cepo antidemocrático. A lo sumo
permite reformas superficiales, como las de 2005, que se cocinarían en una
comisión bicameral de los mismos que cierran el paso a la Asamblea
Constituyente. Se ha sugerido que la llave que franquearía el paso a esa
fórmula elitista sería una reforma del binominal, aumentando el número de
senadores y diputados para dejar contentos a todos los partidos. En los hechos
se ha conformado un frente anticonstituyente de los dos bloques autodenominados
de “centroderecha” y “centroizquierda” que se alternan en el gobierno. Se ha
consumado lo que anticipó la ironía del poeta de Las Cruces, la unidad de
derecha e izquierda.
Es difícil encontrar otro espectáculo político tan bochornoso como el que
están dando los partidos “democráticos” de Chile. En nombre de la
gobernabilidad se han puesto de acuerdo para impedir la libre expresión de la
voluntad del pueblo. En el colmo del descaro piden respetar la
institucionalidad de una Constitución ilegítima de origen. Su abolición
mediante una Asamblea Constituyente debió ser el primer paso del primer
gobierno después de la dictadura militar. Era -y es- la única manera
democrática de poner fin al periodo de dominación oligárquica que se abrió el
73. Temer a una presunta ingobernabilidad porque se convoca al pueblo al más
auténtico proceso democrático que es una Asamblea Constituyente, significa
aceptar que los chilenos somos incapaces de determinar el rumbo político,
social y económico del país que en forma libre e informada decidamos.
Los partidos políticos parecen ignorar que impedir la Constituyente,
obstruyendo el cauce pacífico y democrático de los anhelos ciudadanos, es mucho
más peligroso para la gobernabilidad que llamar a la Constituyente. La
paciencia de los pueblos -y el de Chile no es una excepción- tiene un límite.
Lo que se está exigiendo es reconocer -después de 40 años- que la soberanía
reside en el pueblo y que es hora de poner fin al periodo que abrió el zarpazo
oligárquico y del imperialismo en 1973.
Mientras los partidos continúan eludiendo este deber fundamental, los
intereses que gobiernan en forma ilegítima nuestra nación aumentan su
voracidad. La banca, por ejemplo, confiesa una ganancia de 1.392 millones de
dólares en el periodo enero-mayo. En otro plano, el consorcio anglo-australiano
BHP Billiton -que explota la minera Escondida- aventaja largamente la
producción y utilidades de Codelco, haciendo sal y agua la nacionalización del
cobre, máxima conquista popular de los años 70. Los grandes intereses
financieros que se han adueñado de Chile saben que no les queda mucho tiempo.
Porque el pueblo -en definitiva- impondrá su voluntad soberana, rescatando las
instituciones y políticas públicas de su país.
(1) Para una información más detallada, consultar el excelente trabajo de
investigación del periodista Patricio Segura Ortiz, “Los años en que la elite
política sí creía en la Asamblea Constituyente”, en Le Monde Diplomatique,
edición chilena, Nº 141, junio de 2013.
(2) El Mercurio, 28 de agosto 2012 (C 2).
Editorial “Punto Final”, edición Nº 785, 12 de
julio, 2013
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