Las casetas del populoso mercado Mutualista en Santa Cruz comenzaron a quemarse la noche de ayer domingo, justamente al día siguiente de que los gremialistas anunciaron que no acatarán el anunciado paro de 48 horas decidido por la Gobernación y el Comité Cívico cruceños, a la cabeza de otras instituciones totalmente controladas por la derecha, como la Universidad Gabriel René Moreno. Aunque se desconocen las causas que originaron este desastre, llamó enormemente la atención que los pocos hidrantes de la zona no tenían agua, por lo que el fuego que inició en algunos puestos pudo extenderse rápidamente. Vanos fueron los esfuerzos de los comerciantes, que trataron de recuperar la mercadería que tenían en sus kioscos, arriesgando sus vidas. Con la llegada de los bomberos y colaboración de los mismos comerciantes se combatió el siniestro; luego, cuando arribó al lugar Luis Fernando Camacho, fue recibido con mucha hostilidad porque varios comerciantes abiertamente lo acusaron de estar detrás...
Por: Néstor Kohan
y Rémy Herrera
Rebelión
Desde 1950, Henri Alleg [Francia, 1921] trabaja
como director del mítico periódico Alger Républicain, una de las
principales voces de prensa que en Argelia apoyaban la lucha del pueblo por su
independencia de Francia. Este periódico llega a ser el de mayor circulación en
todo el norte de África (vendía hasta 1965 entre 80.000 y 100.000 ejemplares,
mientras el periódico del Frente de Liberación Nacional (FLN) Ech Chaab
[El Pueblo] sólo llegaba a 15.000).
En
septiembre de 1955 Alger Républicain es clausurado por las autoridades
coloniales. En noviembre de 1956 Henri Alleg, militante del Partido Comunista
Argelino, pasa a la clandestinidad. Había sido dictada una orden de arresto
contra él. El 12 de junio de 1957 es capturado por los paracaidistas franceses
del general Massu, temible cuerpo militar de los colonialistas. Es salvajemente
torturado en El Biar, campo de tortura en las afueras de Argel. Henri resiste a
los métodos más salvajes, incluso a la “tortura científica” del pentotal. Luego
es trasladado al campo de concentración de Lodi. Desde este campo, Henri Alleg
hace llegar a Francia sus denuncias sobre las torturas a las que fue sometido.
Lo escribe a fines de 1957 y, casi hoja por hoja, las va sacando
clandestinamente desde la cárcel hasta que se publica en París en marzo de
1958.
Su alegato,
apoyado por Jean-Paul Sartre y Gabriel Marcel —entre otros importantes
intelectuales que firman un manifiesto de repercusión mundial—, conmueve a la sociedad
francesa. Se conoce con el título de La question. Jean-Paul Sartre le
escribe el prólogo, donde el filósofo traza un paralelo de la tortura francesa
en Argelia con las torturas nazis de la GESTAPO.
La
“question” era el nombre que le daban a la tortura los paracaidistas franceses,
magistralmente retratados en la película La batalla de Argel del
director Pontecorvo. Entre los métodos que ellos utilizaron también estaban el
arrojar prisioneros vivos (con los pies en cemento) desde los helicópteros y la
desaparición de personas. Lo mismo que se utilizó años después en Vietnam y en
la mayor parte de América Latina.
El libro La
question [publicado en Argentina con el título La tortura. Buenos
Aires, Editorial El Yunque, agosto de 1974], ha sido traducido a numerosos
idiomas. Ha dado origen incluso a películas documentales y de ficción. Entre
otros films, el director Jean-Pierre Lledo ha filmado en Le rêve algérien
[El sueño argelino, 2003, Francia, Bélgica y Argelia] el regreso de Henri Alleg
a Argelia, el encuentro con sus antiguos compañeros de militancia, de
periodismo y de prisión, y la visita al lugar donde fue torturado.
Breve, pero
contundente, La question constituye sin duda uno de los libros más
importantes de la literatura política mundial. Puede compararse con Reportaje
al pie de la horca de Julius Fucik, ese otro gran revolucionario torturado
que combatió contra el nazismo. En ambos casos, como en muchísimos testimonios
de sobrevivientes a la tortura militar en Argentina, Chile, Brasil, Perú, Guatemala,
Vietnam, Palestina o Irak, el relato está exento de ribetes melodramáticos.
Simplemente se ponen palabras y se narra aquello innombrable: la bestialidad
inaudita a la que puede llegar el ser humano cuando forma parte del engranaje
represor del capitalismo, el colonialismo y el imperialismo. No sólo en el
bando nazi, como muestran las películas de Hollywood... sino también en lo que
durante demasiado tiempo se conoció como “Mundo libre” u “Occidente cristiano”.
Entre los torturadores nazis de la GESTAPO, los torturadores franceses en
Argelia, los torturadores norteamericanos en Vietnam e Irak y los torturadores
argentinos de la ESMA [Escuela Superior de Mecánica de la Armada] no hay
diferencia alguna. Una misma degradación humana —producto del capitalismo y su
dominación social—, compartida por “maestros” europeos y “alumnos” americanos,
los envuelve a todos en la misma mugre e inmundicia.
Durante los
últimos tiempos, en notable coincidencia con las torturas norteamericanas en
las prisiones de Irak, Francia sufre una nueva conmoción. El general Paul
Aussaresses, el coronel Bernard y otros genocidas franceses de la guerra
colonial salieron a la luz pública a reivindicar los métodos de la tortura en
Argelia. La justicia burguesa les inicia causas judiciales. ¡Pero no por lo que
hicieron sino por la apología verbal de la violencia!. Su crimen no es, a los
ojos de la burguesía francesa, haber torturado y asesinado a cientos de miles
de argelinos... sino decirlo en público. Henri Alleg salió a contestarles. Su
voz expresa el punto de vista de las víctimas, de todos los torturados y
torturadas que a pesar de la barbarie que padecieron han mantenido en alto los
mejores valores de la especie humana. Especialmente la dignidad, aquella que
jamás tuvieron sus torturadores.
Cuando en La
question se toma noticia de las tremendas torturas a las que fue sometido
Henri Alleg y cómo él logró resistir y sobrevivir, los lectores se imaginan que
el autor debe ser un hombre altísimo y con cuerpo de atleta olímpico. No obstante,
al conocerlo, sucede algo análogo a lo que le ocurrió a Gramsci. Sus compañeros
de prisión cuentan que cuando Gramsci llegó a la cárcel fascista, nadie le
creía. Le preguntaron su nombre. Él respondió: “Soy Antonio Gramsci”. Ellos le
contestaron: “Usted no puede ser Gramsci. Es demasiado pequeño. Antonio Gramsci
tiene que ser un gigante”. Casi las mismas palabras pueden repetirse para el
caso de Henri Alleg.
Al conversar
con él aflora al primer plano la nobleza, la coherencia y el humanismo de
aquello que el Che Guevara sintetizó con palabras inequívocas como “los sueños
honestos de los comunistas del mundo”. Del comunismo entendido, no sólo como un
proyecto político de revolución mundial, sino también como una nueva ética y
una nueva manera de vivir según los principios. Exactamente lo contrario de la
doble moral, el doble discurso y el cinismo de aquellos señores, jerárquicos,
elitistas y alejados del pueblo, que durante tanto tiempo mancharon la bandera
roja de la revolución con el triste gris de la burocracia, la geopolítica y la
mediocridad, mientras hoy se adaptan al capitalismo sin pena ni gloria.
Henri Alleg
es hoy una de las grandes figuras, ya legendarias, de la lucha revolucionaria
mundial. Su obra periodística y ensayística es prolífica. Además de La
question, escribió: Prisioneros de Guerra (1961); Cuba victoriosa
(1963), Étoile Rouge et Croissant Vert: L’Orient Soviétique (1983); S.O.S.
América (1985); La URSS y los judíos (1989); Requiem por el Tío
Sam (1991); El siglo del Dragón (1994); Le Grand Bond en Arrière
(1997) y Retour sur «La Question» (2001).
Además, fue coautor de La gran aventura de Argel Républicain (1987) y
dirigió la redacción de la obra en tres volúmenes sobre La guerra de Argelia
(1981).
Con 83 años
y más de medio siglo de militancia en la espalda, Henri Alleg sigue
desparramando optimismo y esperanza. A pesar de lo que sufrió y de los siete
años de su vida que pasó en prisión (entre Argelia y Francia), se ríe con
ganas, cuenta anécdotas y hasta hace chistes mientras relata las cosas más
horrendas que hicieron los militares colonialistas en Argelia. Aunque
constituye una personalidad histórica, este experimentado escritor y periodista
político no abandona nunca la sencillez. Sigue siendo, después de tantos años y
tantas peripecias, un humilde militante de nuestra causa, la revolución
socialista mundial.
(En esta
entrevista también participó el compañero Luciano Álzaga, a quien mucho le
agradecemos)
P: Las
fotografías de las torturas realizadas por los norteamericanos en Abu Ghraib a
los prisioneros de Irak recorrieron el mundo. No es la primera vez. Otro
escándalo similar ocurre en la base estadounidense de Guantánamo. ¿Los
torturadores franceses de Argelia fueron maestros de los torturadores
norteamericanos?
Henri Alleg:
Los colonialistas franceses han sido verdaderamente
profesores de tortura tanto en América Latina como en África del sur. Allí
fueron reclutados con el acuerdo de las autoridades francesas para servir de
“maestros” en la represión, particularmente en los interrogatorios de tortura.
Efectivamente, lo que sucede en Irak es una versión de lo que había sucedido en
Argelia y en otros países, no sólo en aquellos donde se desarrollaba una guerra
sino también en todos los que estaban bajo dominación colonial. Evidentemente,
durante las guerras coloniales, tanto en Vietnam como en Argelia, los
torturadores franceses han sido los profesores de interrogatorios y tortura de
los oficiales norteamericanos. Esta enseñanza la realizaron en los mismos
Estados Unidos, particularmente en Fort Bragg, así como también en América
Latina. Recientemente, en el periódico francés Le Monde, se ha hablado
de la participación de oficiales franceses en el Plan Cóndor implementado por
las dictaduras militares del cono sur latinoamericano. Estos antiguos oficiales
franceses habían actuado en la guerra de Argelia. Participaron del Plan Cóndor
con la bendición y autorización, naturalmente, del gobierno francés.
P: Tanto en
las torturas de los oficiales franceses como en las de los norteamericanos se
repite el caso de la violación y las humillaciones sexuales...
Henri Alleg:
Exacto. Un caso particular y peculiar de la tortura
tiene que ver con las humillaciones de carácter sexual. Durante la guerra de
Argelia nunca uno ha hablado de eso. A tal punto que ni yo ni mis compañeros
habíamos hablado de las violaciones sexuales. Los oficiales franceses, los
militares colonialistas, nunca habían hablado de eso. Del lado argelino también
había un silencio total a partir de la cultura de tradición islámica. Por eso
los argelinos se mantuvieron en silencio en relación con esto. En la tradición
argelina, y árabe más en general, se piensa que una mujer violada está
humillada y ensuciada. No solamente ella, como persona individual, sino que se
piensa que toda la familia está humillada. Una de estas mujeres argelinas,
amiga mía, fue violada. Tiene ahora 72 años. Me ha dicho que cuando ella cayó
en prisión —tenía entonces 17 años— y le contó a su madre que también estaba en
prisión el hecho de la violación, su propia madre le replicó que no le cuente a
nadie más que había sido violada. Ni al padre, ni a los hermanos ni a nadie.
Nadie de la familia ni de fuera de la familia. ¿Qué podía pasar? Pues que la
niña fuera echada de la familia y así podría perder absolutamente todo. Ese fue
el caso de todas o casi todas las prisioneras argelinas en poder de los
colonialistas franceses.
Muy
recientemente, hubo mujeres de más de 70 años con un coraje magnífico que han
revelado que ellas fueron violadas. Un oficial colonialista del ejército
francés ha revelado en el periódico Le Monde que todas las mujeres
capturadas y hecho prisioneras por los militares franceses, a escala de un 90%
(noventa por ciento), fueron sistemáticamente violadas.
P: En la
retórica imperialista de George W.Bush y en los grandes monopolios de la
comunicación que lo defienden suele repetirse hasta el cansancio la palabra
“terrorista” para designar a cualquier disidente radical. Ni siquiera en la
campaña presidencial de EEUU por la reelección dejó de pronunciarse ese
término. En su opinión ¿quiénes son hoy en día los terroristas?
Henri Alleg:
Sobre este tema yo pienso que hay que hacer una
diferenciación clara al interior del conjunto de personas que utilizan la
acción violenta. Los que se levantan para luchar por la liberación de un país
con los medios pobres y las pocas armas que cuentan no son lo mismo que los que
tienen todo el poder militar del mundo. Ya en tiempos de los alemanes, durante
la segunda guerra mundial, los nazis caracterizaron invariablemente a sus
opositores como “terroristas”. Pero todos aquellos que combaten a los nazis no
son “terroristas”, son combatientes por la libertad.
Un ejemplo
interesante sobre este problema es el siguiente. En Argelia existía un
dirigente nacionalista argelino que es un héroe de la guerra anticolonialista.
Él fue asesinado por los militares en su celda de la prisión. Como tantas otras
veces, su asesinato fue hecho pasar por “suicidio”. Se trata de Ben M'hidi. El
oficial francés que dirigió su ejecución le había dicho a este héroe de la
resistencia: “Usted es un terrorista. Usted pone bombas a través de las
canastas que llevan las mujeres de Argelia”. Él le respondió al oficial
francés: “Si ustedes me dan sus aviones bombarderos y el NAPALM yo les doy mis
canastas...”.
Entonces, lo
que ellos —los poderosos— denominan “terrorismo” es frecuentemente el último
medio de un pueblo para resistir. ¡Los auténticos terroristas son ellos, los militares colonialistas!
Ahora bien,
ciertas acciones que algunas veces no son controladas pueden no ser positivas,
como por ejemplo hacer explotar bombas en cualquier lugar. Cuando mueren
civiles en estas acciones no pensadas, la acción es claramente negativa. Los
dirigentes políticos de una acción de resistencia no pueden promover ni admitir
estas acciones. Esa fue, precisamente, la posición de los comunistas argelinos,
quienes rechazaban estas acciones.
P: El
general Acdel Vilas, uno de los genocidas argentinos que en la provincia de
Tucumán estuvo a cargo del “Operativo Independencia” dirigido a aniquilar el
frente rural del Partido Revolucionario de los Trabajadores-Ejército
Revolucionario del Pueblo (PRT-ERP), escribió un libro de campaña que en su
momento no fue publicado. Vilas dice en ese texto que sus maestros en
contra-insurgencia fueron militares franceses. Cita expresamente el libro Subversión y revolución del coronel Roger Trinquier. [Acdel Edgardo Vilas: Diario de campaña. Tucumán: De enero a
diciembre 1975. S/editorial, s/fecha]. La misma información que brinda
Vilas es formulada por otro conocido genocida argentino, el general Osiris Villegas [Temas para leer y meditar. Bs.As.,
Theoría, 1993]. Más recientemente, vuelve a aparecer esa confirmación, ahora
por boca del general Alcides López Aufranc, en un documental de
la periodista francesa Marie-Monique Robin titulado “Escuadrones de la muerte.
La escuela francesa” [Les escadrons de la mort: L’école francaise,
2003], estrenado hace muy poco tiempo en Argentina. Dado que usted opina que
la decisión de exportar esta doctrina, sus métodos de tortura y sus
especialistas en interrogatorios, fue una decisión de Estado, ¿quiénes fueron
concretamente los responsables en Francia?
Henri Alleg:
Quisiera hacer una aclaración previa. Yo creo que
la tortura no comienza con la guerra. Siempre, antes de la guerra, en nuestro
periódico Alger Républicain [Argel republicana] mucha
gente que fue arrestada por la policía, ya sean nacionalistas o comunistas,
todos fueron torturados. En Vietnam pasó lo mismo. Cuando en Argelia hablamos
de eso, de la tortura, nuestro periódico fue intervenido y cerrado. El
compañero que en nuestro periódico escribió sobre la tortura fue arrestado y
condenado a prisión. Su nombre es Khalfa Woualem. Por denunciar y escribir
sobre la tortura fue condenado a dos años de prisión.
Entonces, la
tortura es un arma del colonialismo aún antes de que comience la insurrección.
Hasta que comienza la guerra, en el tiempo previo, la tortura tiene una
dimensión artesanal. Durante la guerra colonial o contrarrevolucionaria la
tortura adquiere una dimensión industrial.
Esta
situación de no respeto de los derechos humanos, antes y durante la guerra, que
fue promovida a escala industrial durante la guerra, ha sido el hecho común de
todos los gobiernos de Francia. Tanto del gobierno socialista de Guy Mollet, como los gobiernos de derecha que sucedieron a los
socialistas, así como también el gobierno del general De Gaulle. Incluso un
gobierno que se ha llamado “de izquierda” ha cubierto y ha mantenido el
silencio, ha dado su aprobación a todas estas acciones de tortura y a su
exportación a América Latina. No se puede hacer una diferencia muy clara entre
los que han dirigido la guerra de Argelia, sean de “izquierda” o de derecha. Sin
ninguna duda, ¡todos fueron responsables!
P: En el
relato de La question usted describe el método represivo de la
desaparición de los prisioneros argelinos a manos de los militares franceses.
Más tarde, ese método se exportó y aplicó masivamente en Argentina. También en
Chile, en Guatemala, en Perú y otros países de América Latina. ¿Cuándo es la
primera vez que se aplica la técnica represiva de la desaparición? ¿Es en
Argelia? ¿Quizás en Indochina?
Henri Alleg:
Yo no creo que en Indochina la desaparición haya
sido muy nombrada ni que haya habido muchos casos de desapariciones. Pero en
Argelia sí ya son decenas de miles las personas que han desaparecido. Por
ejemplo, una cosa muy interesante es la siguiente. En Argel, la capital de
Argelia, se encontraba el secretario general de la Policía que se llama Paul Teitgen. Este funcionario, antes de ir a
Argelia, había sido un militante de la resistencia en la época de la guerra
contra Alemania. Él había sido arrestado y torturado por los nazis. Había sido
deportado al campo de concentración de Buchenwald. Años más tarde, fue enviado a Argelia. Cuando
llega, él no conoce nada de ese país. Yo lo conozco a él personalmente. Él era
un hombre, como quien dice, “no político”. Su tarea no era hacer política. Era
un patriota francés, un antifascista. Cuando él llega a Argelia su rol
consistía en aplicar el reglamento en lo que concierne a los arrestos. Es decir
que cuando una persona era arrestada por la policía o por los paracaidistas
existía el deber de señalar, de informar los nombres, las condiciones del
arresto, etc. Antes de que transcurriera un mes, existía la obligación de
informar lo que había sucedido con el prisionero. O la persona había sido
liberada —algo muy raro, por cierto—, o había sido deportada a un campo o había
permanecido en la cárcel. Después de tres meses, o dos meses y medio, solamente
por la ciudad de Argel, Teitgen corroboró que
dentro del grupo de personas hechas prisioneras... ¡faltaban 3.026 nombres!.
Entonces él preguntó: “Pues bien, ¿qué pasó? Me dan una explicación”. No hubo
explicación... Teitgen
comprendió que estos desaparecidos habían sido ejecutados. Muchos fueron
abatidos, ejecutados y fusilados, bajo el pretexto de “una tentativa de fuga”.
Dentro de esta cifra existían tales tentativas de fuga, pero esos casos fueron
contabilizados como muertos. Los 3.026 desaparecidos corresponden, no a toda la
guerra de Argelia ni a todo el país, sino tan sólo al período de dos meses y
medio y sólo a la ciudad de Argel. Teitgen entregó su renuncia y dijo, muy
valientemente, lo siguiente: “Yo no puedo admitir la tortura, no puedo admitir
lo mismo que nos hicieron a mí y a nuestro pueblo los torturadores de la
GESTAPO nazi”. Él renunció.
P: En la
guerra de Argelia fueron asesinados casi un millón de argelinos. ¿Existían
campos de concentración como en Argentina o a los prisioneros los mataban
directamente?
Henri Alleg:
Existían campos de concentración. En ellos
estuvieron prisioneras —en total— alrededor de 30.000
personas. Había varios tipos de campos de concentración. Había algunos,
por ejemplo, campos muy duros, destinados a quienes fueron hecho prisioneros
con armas en la mano. Eran los campos PAM (prisioneros con armas en la mano).
Allí había muertos, torturados, desaparecidos. Pero también había otros tipos
de campos, un segundo ejemplo, donde la tortura también se practicó. Existía
también un tercer tipo de campos. Aquellos que funcionaban como “vitrinas”,
preparados para recibir las comisiones, para mostrar que “los prisioneros comen
y duermen bien”, “no gritan”, etc. Yo estuve en El Biar, uno de los sitios
“duros” de represión y tortura, y luego estuve un mes en el campo Lodi, un campo “vitrina”, porque en mi caso existió una
presión internacional tremenda. Pero incluso en los campos “vitrina” los
paracaidistas fueron autorizados a ingresar y a tomar cualquier tipo de
prisioneros, torturarlos, si su nombre había aparecido en algún lugar. No
existieron muchos campos “vitrina”.
P:
¿Existieron pueblos y aldeas que hayan funcionado como campos?
Henri Alleg:
Hubo pueblos enteros cerrados, exactamente como en
Vietnam, porque se consideró que el pueblo entero participaba de la lucha. No
era exactamente un campo porque había desplazamiento de población. A los
habitantes de estos pueblos, quienes en su totalidad eran hecho prisioneros,
los desplazaban hacia otros pueblos. En esos pueblos existía la prohibición
para todo el mundo de salir del lugar donde estaban prisioneros. En algunos
casos existieron regiones enteras consideradas como “zonas prohibidas”. En el
norte de Argelia una tercera parte del territorio fue considerado “zona
prohibida”. Los militares franceses han tenido el derecho de ingresar al pueblo
y disparar contra cualquier persona que se mueva sin dar ninguna explicación. Hubo
un general que declaró que estas “zonas prohibidas” fueron muy buenas,
excelentes, porque “todo lo que se mueve allí adentro es malo”.
P: ¿Cuál era
el objetivo de la tortura? ¿Qué perseguían los militares colonialistas, los
paracaidistas franceses, con el método de la tortura y la desaparición?
Henri Alleg:
Durante aquellos años, en Argelia se desarrolla una
guerra popular. Esto quiere decir que no hay muchas unidades combatientes con
uniforme. El enemigo, para los paracaidistas franceses, son los patriotas. El
enemigo, en consecuencia, es todo el mundo. Por eso ellos, los militares
franceses, han tenido muy poca información —en el sentido policial del término
“información”— sobre el enemigo, es decir, sobre los patriotas. ¿Qué hacen
entonces los militares? Pues van de noche a un barrio donde hay patriotas, en
el caso de Argelia ese barrio es árabe, y entonces toman prisioneros al azar.
Capturan 100 ó 150 personas, tanto hombres como mujeres. Lo hacen de noche. La
gente está semidesnuda. Y llevan a todos a una casa de tortura que tiene varios
pisos. Allí empiezan a golpear a cada persona. Dan golpes, golpes y más golpes. Inmediatamente
después de la tortura a un prisionero traen a otro. Uno detrás del otro.
Entonces, en este caso, los militares torturan sin saber nada. No es como
torturar a un militante. Los militares llegaron a una buena conclusión: la
inmensa mayoría de la población había sido conquistada por las ideas de la
insurrección, por el proyecto revolucionario de los patriotas. ¿Cómo hacer si ellos,
los militares, no saben nada y todo el mundo apoya la insurrección?. Entonces
empiezan diciendo al prisionero o prisionera: “Tú no haces nada. Pero seguro
que tú aportas dinero”. Golpes, golpes y más golpes. Y continúan: “¿A quién le
das la plata? Dinos quien está encima tuyo”. El objetivo de la tortura es
reconstruir el organigrama de los revolucionarios. Entonces, luego de la
tortura, ellos toman al prisionero o la prisionera y encapuchados los llevan al
barrio. Allí le dicen: “Denuncia a la persona a quien tú le entregas el
dinero”. Una vez que logran capturar a la persona que recolecta el dinero, lo
llevan y lo torturan. Le dicen: “Tú eres alguien sin importancia. Tú haces
pocas cosas”. Entonces lo golpean y lo vuelven a golpear. Luego le preguntan: “¿A
quién entregas tú el dinero que recolectas?”. Así van reconstruyendo hasta
llegar al recolector más importante del barrio. Entonces lo torturan hasta dar
directamente con el Frente de Liberación Nacional, el FLN, es decir, con la
organización de la lucha armada. Así fue el proceso. El primer objetivo,
entonces, de la tortura era obtener información para reconstruir el
organigrama, subiendo la cadena hasta alcanzar a los mandos guerrilleros. El
segundo objetivo era implantar el terror. Repito: ¡los auténticos terroristas
son ellos, los militares! En las épocas de guerra popular todo el mundo sabe
que si caes prisionero seguro que te torturan. Y si te torturan tú puedes
morir. Eso lo sabía todo el mundo. Realmente el terror estaba implementado para
ser disuasivo.
P: ¿Esa tortura generalizada no provocó, en el caso de Argelia, el
efecto contrario?
Henri Alleg:
Exactamente, se logró lo contrario. Aquel que
estaba indeciso, que no estaba convencido de ingresar en la lucha armada,
cuando los militares colonialistas asesinan a su hermano o a su padre, entonces
sí toma la decisión y entra, ingresa en la organización y asume la lucha
armada. Por los mismos métodos militares de represión y tortura se terminó
alimentando y fortalecido a las fuerzas de liberación.
P: ¿Qué rol
jugaron los marxistas en la lucha anticolonialista de Argelia? ¿Ese papel fue
la continuidad de la resistencia antinazi?
Henri Alleg:
En primer lugar hay que aclarar que la resistencia
antinazi en Argelia no tuvo la fuerza que había tenido en Francia. Porque allí
no había fuerzas de ocupación alemanas o italianas en el propio territorio
argelino. Solamente había comisiones alemanas o italianas al servicio del
gobierno fantoche de Vichy. En Argelia hubo comunistas de origen europeo y
fueron cazados. Cuando yo era joven, ya militaba en la juventud comunista. En
aquellos años había tratado de hacer propaganda. Pero nunca existió el grado de
resistencia como en Francia. Por ejemplo, no hubo nunca ataques contra trenes o
contra soldados alemanes.
En cuanto a
los nacionalistas que ingresaron en la lucha por la independencia de Argelia,
el movimiento nacional fue muy vacilante. Hubo gente buena, bienintencionada y
honesta contra el colonialismo francés. Pero esta gente no entendió, realmente,
que la lucha contra el nazismo y a favor de la resistencia francesa fue también
su propia lucha. Es decir que muchos pensaron que los enemigos son los
franceses y los alemanes son los enemigos de los franceses. Tuvieron la idea de
que los alemanes no son nuestros amigos pero tampoco nuestros enemigos. Hubo
otros nacionalistas como Ahmed Messali Hadj quien rechazó caminar con los alemanes y con el
gobierno de Vichy. Este tipo de nacionalista expresó: “No quiero que se diga
que soy un fascista”.
En segundo
lugar, en cuanto al papel de los comunistas en Argelia, conviene recordar que
su población era muy variada, muy heterogénea, bastante plural. Había
musulmanes, europeos, judíos, etc. La orientación del Partido Comunista era que
no importa el origen étnico o la religión de la que se proviene, lo importante
es que todos y todas pueden contribuir a hacer una Argelia pluralista, donde
cada uno pueda vivir bien y sin problemas, independientemente de su origen. Los
comunistas afirmábamos que sólo con una Argelia libre, independiente del
colonialismo, era posible que ese sueño se pudiera concretar. Todas las
restricciones coloniales eran terribles en Argelia. No solamente la tortura,
también el analfabetismo, el desempleo, fueron liquidados junto con el
colonialismo. La idea era que ese cambio tenía que conducir a una Argelia libre
y no convertir ese país en una provincia francesa.
P: ¿Los
marxistas participaron de la lucha armada en Argelia?
Henri Alleg:
Los marxistas, los comunistas, entraron y formaron
parte de la lucha armada desde que tuvieron la oportunidad y la posibilidad
porque la situación fue muy diferente de un lugar al otro. Por ejemplo, en el
Este de Argelia, donde el Partido Comunista ha tenido fuerza, la lucha de
liberación armada empezó muy temprano. Los comunistas estuvieron en esa lucha
desde el primer día. Pero hubo muchos otros lugares donde hubo un retardo en
comenzar. En consecuencia la lucha en estos lugares ha adoptado una forma más
pacífica. Pero los colonialistas franceses liquidaron rápidamente estas diferencias
regionales. Después de dos años y medio todo el país de Argelia pasó a estar
igual y a participar igualmente en la lucha armada.
P: ¿Cómo era
la relación entre los dirigentes nacionalistas de Argelia y los comunistas?
Henri Alleg:
Una de las cosas que durante mucho tiempo no se
habló y que recién han comenzado a discutirse en los últimos tiempos es la
actitud de algunos dirigentes nacionalistas del FLN —no todos— que eran
anticomunistas y muy sectarios con respecto a los compañeros comunistas. Por
ejemplo, había algunos compañeros miembros del comité central del PC, uno de
ellos fue un formidable y magnífico combatiente, muy famoso, que se había
formado en las Brigadas Internacionales en España y tenía muchas acciones de
guerra en su haber, y cuando él y otro compañero arribaron al maqui, en las
montañas de Argelia, fueron ejecutados. Los dos fueron ejecutados por los
dirigentes nacionalistas del FLN porque no quisieron firmar un papel diciendo
que “los comunistas son traidores, los comunistas no son verdaderos argelinos”.
Los nacionalistas quisieron obligarlos diciéndoles: “O firman o los matamos”.
Ellos dos respondieron que no querían firmar eso contra el Partido Comunista y
entonces fueron degollados por los nacionalistas. Les cortaron la garganta.
Estos dirigentes nacionalistas del FLN, muy sectarios, tenían políticamente
miedo del desarrollo de la influencia del Partido Comunista durante la lucha.
P: Usted conoció personalmente al Che Guevara. ¿Cómo fueron esos
encuentros y en qué circunstancias se produjeron?
Henri Alleg:
El Che Guevara había viajado a Argel. Allí
lo conocí. Si no me acuerdo mal fue en 1963. Él se quedó bastante tiempo,
varias semanas. Argel, en esos días, se convirtió en una especie de punto de
encuentro de todos los países y representantes de movimientos africanos que
combatían por la independencia. Por eso era un lugar de pasaje, donde se
buscaba informaciones. Era lógico que Ernesto Guevara se quedara un tiempo
allí. Al Che le debe haber interesado esto porque estaba pensando y buscando en
qué parte de África se podía crear un buen maqui antiimperialista, es decir, un
buen lugar donde comenzar la lucha armada. En esta época mucha gente visitó
Argelia. Por ejemplo, Carlos Bellibello, un famoso economista y analista
político de Angola, cuando nos encontramos hace un par de días nos dimos un
gran abrazo y él me dijo, después de tantos años: “Henri, nosotros nos habíamos
visto en Argelia...”. Efectivamente, él había estado en nuestro periódico. Lo
mismo sucedió con Agostinho Neto y también con compañeros de África del sur.
Todos los que resistían pasaban por Argel. Es en este contexto en que yo lo
encontré al Che Guevara. Nos vimos varias veces. La primera vez lo vi junto con
un periodista argelino en el hotel. Otra vez lo encontré en la embajada de Cuba
en Argel. Lo vi una tercera vez, pero no me acuerdo ahora donde fue, y la
cuarta vez el Che vino a la redacción de nuestro periódico. Yo tengo varias
fotografías con él en la redacción del periódico Argel Republicana.
Recuerdo que cuando nos encontramos y conversamos con el Che, nosotros hablamos
con él con mucha simpatía. Lo mismo le sucedió a muchos jóvenes que trabajaban
conmigo en el consejo de redacción del periódico. Ellos y yo teníamos una gran
simpatía personal por el Che Guevara.
P: ¿Cómo
veía el Che Guevara lo que sucedía entonces en Argelia?
Henri Alleg:
Este era un período muy complicado para los
compañeros extranjeros que estaban en Argelia porque ellos estaban realmente
sorprendidos ante la actitud de los dirigentes del FLN, quienes expresaban que:
“¡Cuba es magnífica!”. El Che, obviamente, veía esto con gran simpatía. No es
casual que él pronunciara su famoso discurso de Argel en aquel lugar. Pero el
Che Guevara no dejaba de tener sus propias opiniones. Algunas aseveraciones y
puntos de vista ideológicos de los dirigentes del FLN estaban en contradicción
con el pensamiento marxista del Che. Algunos de ellos, por ejemplo Ahmed Ben Bella
—quien era nacionalista—, decían a propósito de los campesinos que “La única
clase revolucionaria en Argelia está constituida por el campesinado”. En
cambio, no opinaba lo mismo de los obreros y trabajadores. Ben Bella decía que
había que poner atención para no caer en el “peligro del obrerismo”. Estas eran
ideas de Frantz Fanon, quien había sugerido que la clase obrera del norte era
“enfant chérie du colonialisme” (niño querido del colonialismo), es decir, que
eran funcionales al colonialismo. Evidentemente esto no concordaba con lo que
pensaba el Che Guevara, quien compartía y había formulado una vieja concepción
leninista según la cual el campesino no ve más lejos que el acto de posesión de
un pedacito de tierra.
P: ¿Cuál fue
el papel de la mujer en la lucha anticolonialista en Argelia?
Henri Alleg:
La situación de las mujeres en Argelia hacía que la
idea de que las mujeres tomaran las armas y entraran en la lucha armada parecía
imposible. Nadie podía pensar algo así. Pero en la tradición de la lucha
anticolonialista de Argelia, durante el siglo XIX, existieron mujeres que
empuñaron los fusiles contra los colonialistas franceses. Más tarde, en el
siglo XX, durante la guerra de liberación anticolonial, estos tabúes
ancestrales que pesaban contra las mujeres cayeron. Por ejemplo, se necesitaban
enfermeras. Además, hubo pocas pero existieron mujeres con una educación que
fueron a la escuela e incluso entraron en acción en los combates. Ellas jugaron
un rol activo en el combate contra los colonialistas. Mujeres que desempeñaron
un importante papel en las acciones armadas en la ciudad. Yo las he conocido.
Hubo necesidad de acciones dentro de las ciudades, acciones de inteligencia.
Además fue necesario cargar las bombas en las canastas de las mujeres. Para
comprender la acción de las mujeres este aspecto es quizás es más espectacular,
pero no es el fundamental. Hay otros más importantes. Los hombres fueron
arrestados y encerrados en campos de concentración y en prisiones. Estaban bajo
un control mucho más duro que las mujeres. Entonces, en varios casos, las
mujeres tuvieron que tomar el lugar de los hombres: en el trabajo, con los
niños, para salir de la casa, etc. Muchos hombres no querían que las mujeres
salieran. Ellos hubieran preferido que las mujeres se quedaran en la casa...
¡Pero si el hombre no está, sí o sí es la mujer la que tiene que salir! Por
ejemplo, me acuerdo de una anécdota. Una vez yo estaba en la misma celda en la
cárcel con un compañero comunista, un líder sindical muy conocido, muy amado,
pero que tenía costumbres musulmanas. Un día hubo una visita para él en la
cárcel. Luego de ir a la visita este compañero regresa a la celda y yo le digo:
“Tú has visto un fantasma. ¿Qué te sucede?”. Estaba blanco. Entonces él me
dice: “Fue mi mujer”. Para él era algo increíble que su mujer haya ido sola...
¡a la administración colonial!..., ¡al comisario de policía!..., para pedir...
¡a los franceses!... el permiso para encontrar a su esposo. Para él fue una
sorpresa. No sólo ella se había hecho cargo de la casa sino que además hizo
todo lo necesario en la administración colonial francesa para encontrarlo y
verlo a él, para encontrar a su esposo prisionero. Ese fue el caso para muchos
otros. Esto se repitió, sin duda, durante la lucha anticolonialista.
P: ¿Qué
sucedió después de la independencia de Argelia con la situación de las mujeres?
Henri Alleg:
Una vez que se logra la independencia del dominio
colonial se creyó que todo lo que se había conquistado durante la guerra de
liberación respecto de la emancipación de la mujer se podría conservar. Pero
inmediatamente después se retomó el control por parte de las fuerzas
reaccionarias. Una anécdota al respecto es la siguiente. El edificio de nuestro
periódico, Argel Republicana, tenía un balconcito. Justo enfrente del
nuestro había otro balconcito que pertenecía al ministerio de la agricultura.
El 8 de marzo de 1963 en Argel hubo una manifestación inmensa de mujeres
reclamando por sus propios derechos, así como también por la independencia, la
lucha de liberación del pueblo argelino, etc. Era una manifestación de mujeres
con velo y de mujeres sin velo. Todas mezcladas. También con los tradicionales
gritos árabes. Yo estaba en el balcón del periódico junto con otros compañeros
comunistas, jovencitos, mirando esta manifestación de mujeres. Los compañeros
veían movilizarse a sus mujeres, a sus madres, a sus hermanas, etc. Estos
compañeros jóvenes, comunistas, estaban con mucho entusiasmo. Tenían una
alegría tremenda. Pero enfrente nuestro, en el otro balconcito donde estaban
los funcionarios del ministerio de agricultura, ellos tenían un rostro
absolutamente descontento. Miraban todo eso como algo feo, como algo malo.
¡Ellas habían ido tres kilómetros adelante de sus maridos y esposos! Tres días
después me encontré con una amiga, ella no era comunista, pero había
participado de esta manifestación. Pues bien, resulta que ella había sido
convocada a la comisaría de policía y allí le dijeron: “Te hemos visto gritando
«¡los maridos a la cocina!». Lo que hicieron estos policías era algo estúpido,
pero expresa algo...
P: ¿Qué es
lo que expresa?
Henri Alleg:
Yo creo que los hombres reaccionarios, después de
la independencia, pararon el movimiento. Sobre todo existe un código de la
familia que ha mantenido las cosas como antes, incluso las cosas más estúpidas.
En particular, por ejemplo, aquello de que las mujeres que quieren un pasaporte
no pueden obtenerlo sin el acuerdo del marido, del padre o del hermano varón.
Si ella se quiere separar y divorciarse del esposo, sucede lo mismo. Para la
herencia económica ocurre algo análogo: si existe un hijo varón tiene el derecho,
si hay una hija mujer no tiene el derecho. Eso fue muy criticado. En Argelia
hay muchas mujeres progresistas, por supuesto, hay mujeres diputadas, hay
mujeres ministras, pero el fondo reaccionario no cambió, no fue liquidado por
la independencia. Continúa la autoridad masculina, incluso peor que en las
sociedad de Túnez o Marruecos. Las mujeres se vieron muy frustradas porque se
produjo este movimiento hacia adelante y luego hubo un retroceso, una reacción.
P: ¿Qué
sucede con la relación de los argelinos religiosos con los no religiosos, en
particular con los marxistas?
Henri Alleg:
Pienso que eso no era contradictorio. Por un lado
existía la voluntad de los dirigentes del FLN, de aquellos más sectarios que
han llevado el movimiento hacia la reacción, y por otro lado, pero al mismo
tiempo, se encontraban las ideas de las masas populares que han tenido varias
ideas preconcebidas (entre otras el machismo). Pero de manera general, si se
toma colmo referencia la orientación general del movimiento nucleado en torno
al FLN, allí nunca se han tenido ideas islámicas cerradas e intolerantes, que
llamaran a matar a los no musulmanes. Nunca pasó eso. Al contrario. Los más
sencillos y humildes de la población han tenido una grandísima tolerancia
religiosa. De manera más general, eso ha predominado en la tradición de
Argelia. Sin idealización. Nunca hubo en Argelia progroms contra los judíos.
Por ejemplo, el gran líder Abd el-Kader, el gran líder contra la colonización francesa, ha
tenido un ministro de relaciones exteriores judío. ¡Fue en 1830!. En Europa,
por esa misma época, no sucedía eso...
P: Dado que
usted es marxista, ¿cómo vivió el tema de la religión?
Henri Alleg:
A pesar de lo que sucedió después en Argelia con
las masacres islámicas, intolerantes y completamente reaccionarias, hay algunas
anécdotas que lo ejemplifican bien claro. Por ejemplo, recuerdo una que sucedió
en otra prisión —distinta a la que mencioné antes—. En esta cárcel había 100 ó
120 campesinos, todos encerrados en el mismo pabellón carcelario. Dentro de
ellos había unos 10 europeos. Los diez eran comunistas. Los prisioneros árabes
argelinos estaban muy sorprendidos de ver europeos en el grupo de prisioneros.
Se sorprendieron porque eran campesinos. En las ciudades era un poquito
diferente, había una mezcla de árabes con europeos, pero en el campo no. En las
ciudades, aunque los argelinos tuvieran ideas un poquito racistas, sabían
perfectamente que los europeos podían luchar junto con ellos. Pero los campesinos
no lo sabían. Entonces en la cárcel los campesinos argelinos preguntaron: “Pero
¿quiénes son ellos? ¿Quiénes son estos europeos?”. Estaban totalmente sofocados
al ver a europeos que, como ellos, también sufrían la prisión. ¡No lo podían
creer!. Entonces un día, uno de los viejos campesinos argelinos que estaba en
esta prisión, pidió un traductor entre los presos para traducir en perfecto
árabe y en perfecto francés lo que él quería expresar. ¿Y qué comunicó este
campesino argelino? Pues les dijo a los comunistas que, a pesar de ser
europeos, estaban prisioneros como él, lo siguiente: “¡Ustedes, crean o no
crean en Dios, lo quieran o no, van a ir al Paraíso y van a ir adelante
nuestro! ¡Sí, ustedes van a ir al Paraíso antes que nosotros!”. [grandes risas
de Henri Alleg]. Esto fue una clara muestra de tolerancia y de simpatía con la
lucha de sus compañeros, los comunistas.
P: ¿Cómo fue
que aquella tolerancia dio paso al fanatismo religioso?
Henri Alleg:
Sí, realmente hay una diferencia dramática entre aquella
época y lo que sucedió muchos años después, cuando en Argelia aumentó la
intolerancia, se produjeron masacres, y hubo matanzas de monjes religiosos.
Antes nadie los había tocado, pero en la guerra reciente terminaron degollados,
con la garganta cortada. Esto fue un golpe tremendo para los propios argelinos.
Ellos mismos, los argelinos, dijeron: “Estos asesinos están ensuciando nuestra
cultura y nuestras tradiciones”.
P: Tanto en
la actual guerra de Irak como antes en la de Argelia, las potencias colonialistas
utilizan como pretexto el fantasma del Islam como sinónimo de fundamentalismo.
¿Cuándo surge el fundamentalismo en Argelia?
Henri Alleg:
El fundamentalismo musulmán
apareció en Argelia en 1992, hace poco más de una década. No tiene entonces
nada que ver con el desarrollo del proceso durante treinta años después de la
independencia de Argelia como algunos han querido hacer creer. ¿Cómo explicar
esta ola actual del fundamentalismo y sobre todo esta integración de jóvenes
que han dado su vida por el fundamentalismo? La primera, la más importante
razón, es la situación económica y política del país que ha creado las
condiciones para el desarrollo del fundamentalismo islámico. La lucha por la
independencia provocó un entusiasmo general, una esperanza tremenda. En Argelia
la cuestión de las clases sociales fue una cuestión sencilla. Existían los muy
pero muy ricos, que eran todos europeos con algunos feudales aliados de los
europeos, y del otro lado, la inmensa mayoría de los argelinos con diferencias de
clase que eran mínimas entre ellos. La aspiración a la liberación nacional
significó también la aspiración a la emancipación social. Se quería cambiar las
cosas, crear una Argelia nueva: ¡una Argelia socialista!. La palabra
“socialista” apareció de una manera espontánea en la boca de todo el mundo en
esos años. ¡El proyecto era de una Argelia socialista!. Todo el mundo hablaba
de una Argelia socialista. Pero el movimiento fue dirigido por una pequeña
burguesía que poco a poco se fue enriqueciendo hasta llegar a ser millonarios.
Todo eso provocó una decepción inmensa de los más pobres, sobre todo de los
jóvenes. Los que más sufrieron fueron ellos, los jóvenes. Actualmente, y desde
los años ’90, el desempleo alcanza una cifra que oscila entre el 30 y el 40 % de
los jóvenes. En el interior de Argelia, en el campo, el desempleo alcanza el
60%. Existe una voluntad de fugarse y salir de esta situación. Además, existe
un hecho social en Argelia. Si a un jovencito le gusta una chica, no pueden
vivir juntos. Eso no existe en esta sociedad. Porque tiene que dar plata al
padre, buscar una vivienda y todo eso. Como estas condiciones no existen, los
jóvenes tienen un stress muy fuerte. Incluso los jóvenes no pueden tener
mujeres. Eso genera un gran malestar. En octubre de 1988 hubo una manifestación
en Argel, la capital de Argelia, en una fecha de cambio. Era el tiempo del
dirigente Chadli Bendjedid quien ha dado la orden de tirar sobre la manifestación. Hubo en ese
momento —esto está confirmado— al menos 500 muertos en Argel. La mayoría fueron
jóvenes. La manifestación no tenía grandes objetivos políticos, ni
reivindicaciones muy delimitadas. Querían pan, querían trabajo y hubo una
masacre. Eso tuvo una repercusión tremenda en Argel y en todo el país.
Precisamente a partir de este hecho los islamistas han empezado a prosperar y
desarrollarse con una lógica de argumentación muy sencilla: “El socialismo ha
sido quebrado, es una porquería. Luego, si la opción no es el socialismo, tiene
que ser el liberalismo. ¿Qué nos ha dado el liberalismo? Pues nada. Ahora lo
tienes enfrente de ti. Han matado a los jóvenes, los han fusilado. Entonces el
problema viene de la gente que dirige Argelia, que imita el Occidente y lo
adopta como modelo. Nos hacen olvidar que somos musulmanes. La única solución
es abandonar todas estas ideas y concentrarse sobre el regreso al Islam...”.
Esa es la lógica que permite comprender lo que está pasando en Argelia.
P: ¿Los fundamentalistas islámicos se han desarrollado en forma aislada
o cuentan con apoyo externo?
Henri Alleg:
Existió este terreno de
frustración, de reprobación, de disgusto con respecto al poder político, y toda
esta situación ha facilitado el trabajo de los islamistas y el desarrollo del
islamismo. Pero al mismo tiempo los islamistas han contado con apoyos,
especialmente fuera de Argelia. Algo interesante a destacar es que en Argelia
hubo muchos extranjeros, representantes de empresas o cooperantes y hubo
franceses, italianos y yugoslavos asesinados. Gente de muchas nacionalidades.
Lo sorprendente es que nunca hubo un solo norteamericano asesinado... En
Inglaterra los ingleses han dado, paulatinamente, la autorización a los
islámicos (por ejemplo para abrir oficinas), quienes anteriormente estaban
prohibidos en ese país, así como también habían estado prohibidos en Argelia.
Uno de estos grupos ha sido el Frente Islámico de Salvación (FIS). Incluso,
hasta en los mismos Estados Unidos hubo una oficina legalizada de los
islámicos. El Departamento de Estado norteamericano ha tenido una posición bastante
proclive respecto a ellos. No fue un apoyo sistemático en todos los lugares
pero sí los han apoyado en función de sus propios intereses. Por ejemplo, el
rey de Marruecos ha combatido a los islámicos mientras Estados Unidos los
apoyaba. Al principio, en Turquía, el gobierno turco combatió a los islámicos y
los EEUU los han apoyado. En el caso de Argelia ha habido un apoyo de los
norteamericanos a los islámicos porque el gobierno de EEUU no tenía confianza
en la estabilidad y la fiabilidad del poder político argelino. ¡Hay muchos
indicios de que el Departamento de Estado ha apoyado a los islámicos!. Dentro
de los primeros que cometieron atentados del FIS (Frente Islámico de
Salvación), por ejemplo horribles masacres de mujeres embarazadas que estaban
con niños y otras cosas horrendas del mismo estilo, se encuentran individuos
que provenían de Afganistán, donde antes habían trabajado al servicio de
quienes los habían reclutado: los norteamericanos. La CIA los había reclutado
en la lucha contra los soviéticos. Luego de la lucha con los soviéticos, fueron
exportados por la CIA desde Afganistán a Argelia. En Argelia la gente los
llamaba simplemente “los afganos”.
P: A partir
de la experiencia política que usted aprendió a lo largo de tantos años de
lucha por la revolución, ¿qué le gustaría decirle a los jóvenes que hoy
comienzan a participar en la resistencia contra el capitalismo y el
imperialismo?
Henri Alleg:
Pienso y creo que de toda esta experiencia se
podrían extraer al menos dos “lecciones”, por llamarlas de algún modo. Para los
jóvenes pero también para lo no tan jóvenes. En primer lugar, no creer que todo
lo que fue ganado se ganó para siempre. Esa es una gran lección, de alcance muy
general. Desde el principio de mi militancia, desde el momento en que empecé a
luchar contra el fascismo, para mí fue algo obvio que el fascismo sería
derrotado. Era evidente que los países que en ese momento fueron ocupados por
los alemanes, por el nazismo, serían liberados. Para mí era algo obvio que la
Unión Soviética saldría victoriosa, que nuevas fuerzas se agruparían junto a
ella, que el comunismo ganaría terreno. Y eso sucedió, efectivamente, un poco
después. En Francia, al momento de la liberación, una tercera parte del
Parlamento llegó a ser comunista. Había ministros comunistas en el gobierno. El
“espíritu de esta época” indicaba que no pasarían muchos años para que Francia
se volviera un país socialista. A propósito de esto, recuerdo una anécdota. Una
discusión con E. F., secretario del PCF, miembro de la dirección del periódico L'Humanité.
Él tenia 10 años mas que yo. Era un hombre muy simpático. Al final de una
sesión de la Escuela del Partido, le pregunté: “¿Cuánto tiempo tendremos que
esperar para que Francia sea un país socialista?”. Él me contestó: “Escucha,
eres joven, eres impaciente, no creo que eso vaya a ocurrir muy rápidamente. No
creo que Francia sea socialista antes de 10 años...”. ¡Eso fue hace 40 años! La
segunda lección es que jamás hay que desanimarse ni descorazonarse. La vida es
corta, pero todo impulsa a los seres humanos a combatir por su liberación, a
luchar por un futuro mejor. Yo creo en nuestra victoria. La mayoría de los
pueblos del mundo se convencerá de que no hay otra vía para lograr esta
liberación y este futuro mejor que la del socialismo. Eso es lo que quisiera
decir a los jóvenes, pero también a los no tan jóvenes.
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