Las casetas del populoso mercado Mutualista en Santa Cruz comenzaron a quemarse la noche de ayer domingo, justamente al día siguiente de que los gremialistas anunciaron que no acatarán el anunciado paro de 48 horas decidido por la Gobernación y el Comité Cívico cruceños, a la cabeza de otras instituciones totalmente controladas por la derecha, como la Universidad Gabriel René Moreno. Aunque se desconocen las causas que originaron este desastre, llamó enormemente la atención que los pocos hidrantes de la zona no tenían agua, por lo que el fuego que inició en algunos puestos pudo extenderse rápidamente. Vanos fueron los esfuerzos de los comerciantes, que trataron de recuperar la mercadería que tenían en sus kioscos, arriesgando sus vidas. Con la llegada de los bomberos y colaboración de los mismos comerciantes se combatió el siniestro; luego, cuando arribó al lugar Luis Fernando Camacho, fue recibido con mucha hostilidad porque varios comerciantes abiertamente lo acusaron de estar detrás...
Por: James
Petras
Las
revelaciones sobre cómo el gobierno de Obama usa a la Agencia de Seguridad
Nacional (NSA en inglés) para espiar secretamente las comunicaciones de cientos
de millones de ciudadanos de EE.UU. y otros países ha generado denuncias en
todo el mundo. En EE.UU. no hubo ninguna protesta masiva, a pesar de la amplia
cobertura periodística y de la oposición de las organizaciones pro libertades
civiles. Los líderes del Congreso, tanto del partido demócrata como del
republicano, al igual que los jueces más importantes aprobaron un programa de
espionaje doméstico sin precedentes... Aún peor, cuando se hicieron públicas
las operaciones de espionaje a gran escala, los líderes principales del Senado
y del Congreso reafirmaron su respaldo a todas y a cada una de las
intromisiones en las comunicaciones electrónicas y escritas de ciudadanos
estadounidenses. El presidente Obama y su fiscal general Holder defendieron
firme y abiertamente las operaciones globales de espionaje de la NSA.
Las cuestiones
que surgen de este vasto aparato policíaco secreto y de la penetración y
control que ejerce sobre la sociedad civil, atentando contra la libertad de
expresión de los ciudadanos, va mucho más allá de meras “violaciones de la
privacidad”, como la calificaron muchos expertos legales. La mayoría de los
defensores de las libertades civiles se enfocan en las violaciones de los derechos
individuales, garantías constitucionales y derechos a la privacidad de los
ciudadanos. Estas son cuestiones legales importantes y esta postura es
correcta. Sin embargo, las críticas constitucionales-legales no van lo
suficientemente lejos: no tocan los temas fundamentales; evitan hacer
cuestionamientos políticos básicos.
¿Por qué un
aparato tan masivo de espionaje global manejado por el estado policial se
volvió tan esencial para el régimen gobernante? ¿Por qué el conjunto de los
líderes de los poderes ejecutivo, legislativo y judicial hicieron declaraciones
públicas en las que repudiaron todas las garantías constitucionales de manera
tan descarada? ¿Por qué los dirigentes electos defendieron el espionaje
político global contra la ciudadanía? ¿Qué tipo de políticos existen en un
estado policial? ¿Qué tipo de políticas de largo término, de gran escala, a
nivel interno e internacional son ilegales e inconstitucionales como para
justificar el desarrollo de una vasta red de espionaje doméstico y una infraestructura
de tecno-espionaje de billones de dólares manejada por el estado corporativo en
una época de “austeridad” presupuestaria caracterizada por los recortes en los
programas sociales?
El segundo
grupo de preguntas surge del uso de los datos obtenidos por el espionaje. Hasta
el momento, la mayoría de los críticos cuestionaron la existencia del espionaje
masivo implementado por el estado pero evitaron el tema crucial sobre qué
medidas toman a continuación, o como resultado del espionaje, contra los
individuos, grupos o movimientos espiados. La pregunta esencial es: ¿Qué
represalias y sanciones se producen como resultado de la “información” que ha
sido recolectada, clasificada y aplicada por estas redes de espionaje manejadas
por el estado policial? Ahora que el “secreto” del espionaje extendido
realizado por el estado policial forma parte de la conversación pública, el
próximo paso debería ser la revelación de las operaciones secretas contra
aquellos espiados por las redes de espionaje luego de haber sido rotulados como
un “riesgo para la seguridad nacional”.
Las
políticas detrás del estado policial
La razón
fundamental para la transformación del estado en un enorme aparato de espionaje
es el carácter profundamente destructivo de las políticas interna e internacional
implementadas violentamente por el gobierno. La vasta expansión del aparato del
estado policial no es una respuesta a los atentados del 11 de septiembre. El
crecimiento geométrico de espías, presupuestos policiales secretos y la vasta
intromisión en las comunicaciones de los ciudadanos coincide con las guerras
globales. La decisión de militarizar la política global de EE.UU. requiere de
una redistribución radical del presupuesto, del recorte del gasto social a
favor del crecimiento del imperio; de la destrucción de la salud pública y del
seguro social para beneficio de Wall Street. Estas son políticas que aumentan
drásticamente las ganancias de los banqueros y de las corporaciones mientras
que castigan a los trabajadores con impuestos regresivos.
Las guerras
internacionales extendidas y prolongadas fueron financiadas a expensas del
bienestar de los ciudadanos. Esta política generó un deterioro en el estándar
de vida de varias decenas de millones de ciudadanos y una creciente
insatisfacción en la población. El potencial de resistencia social, como quedó
evidenciado por el movimiento de breve vida “Ocupar Wall Street”, contó con el
respaldo del 80% de la población. La respuesta positiva fue una alarma para el
estado y condujo a una escalada de las medidas tomadas por el estado policial.
El espionaje masivo tiene como fin identificar a los ciudadanos que se opongan
a las guerras imperiales y a la destrucción del sistema de asistencia social;
se los rotula como “amenazas para la seguridad” como una manera de controlarlos
usando los poderes policiales arbitrarios.
La expansión de
los poderes presidenciales para hacer la guerra ha sido acompañado con el
incremento del tamaño y del alcance del aparato estatal de espionaje: cuanto
más ataques con drones se hacen en el exterior bajo órdenes presidenciales,
mayor es la cantidad de intervenciones militares, y mayor es la necesidad de
una élite política presidencial que fortalezca la vigilancia de los ciudadanos
para prevenir un contraataque popular. En este contexto, la política de
espionaje masivo es llevada a cabo como una “acción preventiva”. A mayores
operaciones del estado policial, mayor será el miedo y la inseguridad entre los
ciudadanos y activistas disidentes.

El aparato del
estado policial tiene sus propias reglas de auto-protección y
auto-perpetuación; tiene sus propias conexiones y hasta puede llegar a competir
con el Pentágono. El estado policial se conecta y protege a los amos de Wall
Street y a los propagandistas de la clase media -¡incluso hasta cuando los
espíe (porque debe hacerlo)!
El estado
policial es un instrumento del Poder Ejecutivo, un canal para sus prerrogativas
y poderes arbitrarios. Sin embargo, en temas administrativos, posee un grado de
“autonomía” para atacar conductas disidentes. Lo que queda claro es el alto
grado de cohesión, disciplina vertical y defensa mutua, desde arriba hacia
abajo en la jerarquía. El hecho de que un solo denunciante de conciencia,
Edward Snowden, emerja de entre cientos de miles de espías, es una excepción
solitaria que confirma la regla: Hay menos desertores entre los millones de
miembros de la red de espionaje de EE.UU. que en todas las familias mafiosas de
Europa y América del Norte.
El aparato de
espionaje doméstico opera con impunidad gracias a su red de poderosos aliados
internos e internacionales. Todos los líderes legislativos de ambos partidos
están informados y son cómplices de las operaciones de espionaje. Ramas
relacionadas del gobierno, como la agencia impositiva (Internal Revenue
Services, IRS) cooperan proporcionando información y persiguiendo a los grupos
o individuos bajo vigilancia. Israel es un aliado clave del IRS, como ha sido
documentado por la prensa israelí (Haaretz, 8 de junio, 2013). Dos firmas
israelíes de alta tecnología (Verint y Narus) con conexiones con la policía
secreta israelí (MOSSAD) proveyeron el software de espionaje usado por la NSA y
esto, por supuesto, abrió una ventana hacia el Verint y Narus) con conexiones con la policía
secreta israelí (MOSSAD) proveyeron el software de espionaje usado por la NSA
El escritor y
crítico Steve Lendman señala que los amos del espionaje israelí, usando sus
“empresas de fachada”, han tenido desde hace tiempo la impunidad para “robar
información comercial e industrial”. Y que debido al poder y a la influencia de
los presidentes de las 52 organizaciones judías-estadounidenses, los
funcionarios del Ministerio de Justicia dieron la orden de suspender docenas de
casos de espionaje israelí. Los estrechos vínculos entre Israel y el aparato de
espionaje de EE.UU. evitan un verdadero escrutinio de las operaciones y de los
objetivos políticos -a un precio muy alto para la seguridad de los ciudadanos
de EE.UU. En años recientes se destacan dos incidentes: “expertos” de seguridad
israelí fueron contratados para asesorar al Departamento de Seguridad Nacional
de Pennsylvania en su trabajo de investigación; y la represión gubernamental
“estilo Stasi” contra críticos y ambientalistas (comparados con “los
terroristas de Al Qaeda” por Israel). Cuando esto fue revelado, en 2010, tuvo
que renunciar el Director James Power. En 2003, el gobernador de New Jersey,
Jim McGreevy nombró a su amante, un agente del gobierno de Israel; después, a
fines de 2004, renunció y denunció al israelí Golan Cipel por extorsión. Estos
ejemplos son una pequeña muestra para ilustrar la magnitud de la intersección
entre las tácticas del estado policial israelí y la represión interna en EE.UU.
Las
consecuencias políticas y económicas del estado-espía
Las denuncias
de las operaciones masivas de espionaje son un paso positivo, hasta ahora. Pero
igualmente importante es la pregunta “¿qué viene después del acto de espiar?”.
Ahora sabemos que cientos de millones de estadounidenses fueron y son espiados
por el estado. Sabemos que el espionaje masivo es una política oficial del
Ejecutivo que cuenta con la aprobación de los líderes legislativos. Pero solo tenemos
información fragmentada de las medidas represivas derivadas de la vigilancia de
“los sospechosos”. Podemos asumir que hay una división del trabajo entre los
recolectores de información, los analistas de inteligencia y los agentes que
hacen trabajo de campo en la vigilancia de “grupos e individuos peligrosos”,
basado en un criterio interno que solo la policía secreta conoce.
Los agentes de
espionaje clave se encargan de elaborar y aplicar los criterios para calificar
a alguien como un “riesgo de seguridad”. Los individuos y grupos que expresan
posturas críticas de la política interior y exterior del gobierno son
catalogados como un “riesgo”; aquellos que protestan activamente están en la
categoría de “riesgo mayor”, incluso aunque no hayan violado ninguna ley. La
cuestión de la legalidad de las acciones y posturas de un ciudadano ni siquiera
entra en la ecuación de los amos del espionaje; ni tampoco la valoración de la
legalidad de los actos de espionaje contra los ciudadanos. El criterio
determinante de un riesgo de seguridad está por encima de cualquier
consideración o defensa de la Constitución.
Sabemos por una
gran cantidad de casos públicos que personas críticas del tema legal, fueron
ilegalmente espiadas, arrestadas, sometidas a juicio y encarceladas -sus vidas
y las vidas de sus familias y amigos sufrieron un altísimo costo. Sabemos que
cientos de hogares, sitios de trabajo de personas bajo sospecha han sufrido
redadas tipo “excursiones en busca de quién sabe qué”. Sabemos que familiares,
asociados, vecinos, clientes y empleados de los “sospechosos” han sido
interrogados, presionados e intimidados. Sobre todo, sabemos que decenas de
millones de ciudadanos respetuosos de las leyes, que tienen posturas críticas
de la economía interna y de las guerras en el extranjero, han sido censurados
por el miedo, con mucho fundamento, a las operaciones masivas ejecutadas por el
estado policial.
En esta
atmósfera intimidatoria, cualquier conversación crítica o palabra emitida en
cualquier contexto o enviada por algún medio puede ser interpretada, por espías
sin nombre ni rostro, como una “amenaza de seguridad” -y el nombre de uno puede
entrar así en la lista secreta, y cada vez más larga, de “terroristas
potenciales”. La mera presencia y dimensiones del estado policial ya es
intimidante. Mientras tanto, hay ciudadanos que sostendrían que el estado
policial es necesario para protegerlos de los terroristas. Pero, ¿cuántos se
sienten obligados a respaldar un estado terrorista solo para alejar cualquier
sospecha, con el fin de no ser incluido en la lista de sospechoso? ¿Cuántos
estadounidenses con mentalidad crítica tienen miedo del estado y jamás van a
pronunciar en público lo que susurran en casa?
Cuánto más
grande sea la policía secreta, mayor será su capacidad operativa. Cuánto más
regresiva sea la política económica interna, mayor será el miedo y el desprecio
de la élite política. Incluso mientras el presidente Obama y sus socios
demócratas y republicanos hacen alarde de su estado policial y de su eficiencia
en el cumplimiento de la “función de seguridad”, la vasta mayoría de los
estadounidenses toman conciencia de que el miedo creado hacia dentro del país
sirve a los intereses de librar guerras imperiales en el extranjero; la
cobardía frente al estado policial solo incentiva mayores recortes en los
estándares de vida.
¿Cuándo se
darán cuenta que el hecho de exponer el espionaje es solamente el principio de
una solución? ¿Cuándo reconocerán que la tarea de terminar con el estado
policial es esencial para desmantelar el costoso imperio y hacer que EE.UU. sea
una nación segura y próspera?
El
avance del estado policial y la ausencia de oposición de masas (1)
Uno de los
sucesos de mayor significado político en la historia reciente de EE.UU. ha sido
el avance del estado policial y la ausencia de prácticamente cualquier tipo de
oposición. A pesar del amplio incremento de los poderes policiales de la rama
ejecutiva del gobierno, del extraordinario crecimiento de una panoplia de
agencias represivas con cientos de miles de empleados, enormes presupuestos
públicos y secretos y una vasta gama de vigilancia policial, incluyendo el
monitoreo de más de 40 millones de ciudadanos y residentes de EE.UU., no ha
surgido un movimiento de masas democrático que confronte al poder y sus prerrogativas,
y proteste contra el accionar del estado policial.
A principios de
la década del 50, cuando junto a las purgas macartistas , se implementaron
restricciones a la libertad de expresión, juramentos obligados e
investigaciones tipo “caza de brujas” llevadas adelante por el Congreso contra
funcionarios, figuras culturales, intelectuales, académicos y sindicalistas,
estas medidas provocaron un amplio debate público y protestas , e incluso
resistencia institucional. Hacia fines de la década del 50, hubo protestas
masivas en las audiencias públicas del Comité de Actividades Antiestadounidense
(House Un-American Activities Committee -HUAC) en San Francisco (1960) y en
otras partes. Surgieron importantes movimientos por los derechos civiles en
oposición a la segregación racial del Sur, a la complicidad del gobierno
federal y los escuadrones de la muerte de los terroristas raciales del Ku Klux
KLAN (KKK). El movimiento por la libertad de expresión de Berkeley (1964) fue
la chispa a partir de la cual surgieron demostraciones masivas en todo el país
contra los gobiernos autoritarios de las universidades.
Los movimientos
de masas en defensa de los derechos civiles y de las libertades democráticas se
opusieron al estado policial incubado durante los primeros años de la Guerra
Fría. Un factor clave para entender el surgimiento de los movimientos de masas
por las libertades democráticas fue la fusión con amplios movimientos sociales
y culturales: las libertades democráticas conectadas a la lucha por la igualdad
racial. La libertad de expresión era necesaria para organizar el movimiento de
masas contra las guerras imperiales de EE.UU. en Indochina y la rampante
segregación racial; para acabar con la “caza de brujas” llevada adelante por el
Congreso y las purgas, esto abrió la esfera cultural a nuevas voces críticas y
revitalizó a los sindicatos y las asociaciones profesionales. Todo esto tuvo
una importancia crucial en la defensa de los arduamente ganados derechos y
avances sociales de los trabajadores.
Frente a la
oposición masiva, muchas de las tácticas públicas del estado policial de la
década del 50, se hicieron encubiertas; la violencia policial selectiva
aplicada contra individuos reemplazó a las purgas masivas. Los movimientos
populares prodemocráticos fortalecieron a la sociedad civil y las audiencias
públicas expusieron y debilitaron el aparato del estado policial pero no lo
destruyeron. Sin embargo, desde principios de los 80 hasta el presente,
especialmente en los últimos 20 años, el estado policial ha experimentado un
crecimiento drástico, penetrando todos los aspectos de la sociedad civil sin
una oposición de masas sostenida, ni siquiera esporádica.
La pregunta es:
¿Por qué el estado policial ha crecido, e incluso sobrepasado los límites de
los periodos de represión previos, y no ha provocado hasta la fecha ninguna
oposición de masas sostenida? Esto marca un contraste con los movimientos
prodemocráticos amplios de mediados-fines del siglo XX. La existencia de un
aparato del estado policial masivo y en expansión está más allá de cualquier
duda: solo hay que mirar los récords de personal (tantos de las agencias
públicas como de los contratistas privados), los enormes presupuestos y la gama
de agencias involucradas en el espionaje interno de decenas de millones de ciudadanos
y residentes de EE.UU. El alcance y la profundidad de las medidas tomadas por
el estado policial incluyen detenciones arbitraria s, interrogatorios,
emboscadas y confección de listas negras con cientos de miles de ciudadanos.
Mediante órdenes presidenciales (fiats) se estableció el contexto para el
asesinato de ciudadanos y residentes de EE.UU., y el establecimiento de
tribunales militares y campos de detención y apropiaciones de propiedad
privada.
A pesar de
estas graves violaciones del orden constitucional y la continua erosión de las
libertades democráticas, no hubo movimientos masivos contra la “seguridad
nacional”, ni movimientos por la libertad de expresión en las universidades.
Solo se escuchan las voces aisladas y valientes de los activistas y
organizaciones especializadas en las libertades civiles y en defensa de las
garantías constitucionales, quienes protestan y llevan adelante juicios legales
contra los abusos, pero que carecen de un amplio apoyo de masas, y que además
no reciben ningún tipo de cobertura por parte de los medios.
Para referirnos
a este tema de la inactividad de las masas ante el avance el estado policial,
vamos a tratar el tema desde dos perspectivas. Vamos a describir cómo los
organizadores y agentes han estructurado el estado policial y cómo han
neutralizado las respuestas de las masas. Luego analizaremos el “significado”
de la ausencia de actividad, desplegando varias hipótesis sobre los motivos y
actitudes subyacentes de la “masa pasiva” de ciudadanos
Los
círculos concéntricos del estado policial
Mientras el
alcance potencial de las agencias del estado policial cubre a la totalidad de
la población de EE.UU., de hecho opera sobre la base de “círculos
concéntricos”. El estado policial es percibido y experimentado por la población
de EE.UU. según su grado de participación en la oposición crítica del estado
policial. Mientras que el estado policial teóricamente afecta a todos, en la
práctica opera mediante una serie de círculos concéntricos. El “grupo del
núcleo” de aproximadamente varios millones de ciudadanos es el sector expuesto
a la mayor persecución policial. Entre ellos se hallan los ciudadanos más
activos y críticos, especialmente aquellos que la policía identifica como asociados
religiosos y étnico s de los enemigos extranjeros declarados, de los críticos y
de los supuestos “terroristas”. Ellos incluyen a inmigrantes y ciudadanos
originarios de Arabia Saudita, Persia, Pakistán, Afganistán y Somalia, al igual
que estadounidenses convertidos a la religión islámica.
El control
basado en el perfil étnico y religioso es rampante en todos los centros de
transporte (aeropuertos, estaciones de buses y trenes y en las carreteras). Las
mezquitas al igual que centros islámicos de caridad y otras instituciones están
bajo constante vigilancia y son objeto de allanamientos, detenciones e incluso
de asesinatos al estilo israelita.
El “segundo
grupo del núcleo” blanco de ataque del estado policial incluye afroamericanos,
hispanos y activistas por los derechos de los inmigrantes (algunos millones de
personas). Contra ellos se realizan redadas arbitrarias masivas y detenciones
por tiempo ilimitado sin juicios al igual que deportaciones masivas e
indiscriminadas.
Después de los
grupos del núcleo se halla el “círculo interno” , que incluye a millones de
ciudadanos y residentes de EE.UU., que han escrito o hablado críticamente de la
política de EE.UU. e Israel en el Medio Oriente, que han expresado solidaridad
con el sufrimiento del pueblo palestino, que se han opuesto a las invasiones de
Irak y Afganistán o que han visitado países o regiones opuestas al imperialismo
estadounidense (Venezuela, Irán, Sur del Líbano, Siria, la Franja Occidental y
de Gaza, etc.) Cientos de miles de estos ciudadanos tienen sus teléfonos,
correo y comunicaciones de internet bajo vigilancia; han sido objeto de
controles especiales en los aeropuertos, se le ha negado el pasaporte, han
recibido “visitas” y han sido encubierta y abiertamente incluidos en listas
negras en sus sitios de trabajo, incluyendo universidades y escuelas.
Los activistas
involucrados en libertades civiles, abogados y profesionales, izquierdistas que
participan en actividades antiimperialistas, prodemocráticas y contra el estado
policial están fichados como “terroristas políticos” en el laberinto de datos
recolectados por el estado represivo. Los movimientos ambientalistas y sus
activistas reciben la calificación de terroristas potenciales, y sus familias
son objeto de hostilidad policial y “visitas” atemorizantes.
El “círculo
externo” incluye líderes y activistas comunales, religiosos, cívicos y
sindicales que en el curso de sus actividades interactúan con, o expresaron
apoyo a, los grupos del núcleo o del círculo interno y las víctimas de las
violaciones del debido proceso. El “círculo externo” abarca algunos millones de
ciudadanos “fichados” como “personas de interés”, lo que puede implicar la
vigilancia del correo electrónico y “chequeos” periódicos de sus peticiones y
otras apelaciones.
Estos “tres círculos”
son los blancos centrales de ataque del estado policial, abarcando más de 40
millones de ciudadanos estadounidenses e inmigrantes -que no han cometido
ningún delito. Por ejercer sus derechos constitucionales, son objeto de varios
grados de represión y ataques por parte del estado policial. El estado
policial, sin embargo, posee “límites fluidos” con respecto a quién espiar, a
quién arrestar y cuando -dependiendo en cualquier situación que genere
sospechas o deseos de ejercitar el poder o de complacer a sus superiores en un
momento dado.
La clave de las
operaciones del estado policial en EE.UU. en el siglo XXI es la represión de
los ciudadanos prodemocráticos y la anulación de cualquier movimiento de masas
sin que ello afecte el sistema electoral, que provee el teatro político y la
legitimidad. Los límites del estado policial sirven para garantizar que los
ciudadanos tendrán solamente la opción de votar por dos partidos a favor del
estado policial, por legisladores y ejecutivos, sin tener en cuenta el accionar,
las condiciones ni las reivindicaciones de las víctimas, los críticos y los
activistas del núcleo, del círculo interior y del exterior. Las frecuentes
redadas, los duros castigos públicos “ejemplares” y la estigmatización
proveniente de los medios de comunicación masivos transmiten un mensaje a la
masa pasiva de votantes y de no-votantes que las víctimas de la represión
“deben haber hecho algo equivocado” para ser objeto de la represión.
La clave de la
estrategia del estado policial es evitar que los críticos tengan una base de
apoyo masiva, legitimidad popular o aceptación pública. El estado y los medios
baten el tambor constante del mensaje de que las “causas” de los activistas no
son nuestras causas (estadounidenses, patriotas); que las actividades
democráticas de ellos impiden nuestras actividades electorales; que sus vidas,
posturas y experiencias no se conectan con nuestras asociaciones laborales,
barriales, deportivas, religiosas y cívicas. El grado en el que el estado
policial ha “cercado” a los círculos de activistas democráticos les ha
permitido tener las manos libres para profundizar y extender las fronteras del
estado autoritario. El grado en que el pensamiento y la presencia del estado
policial han penetrado la conciencia de las masas de la población de EE.UU. les
ha permitido crear una barrera poderosa para separar el descontento privado del
accionar público.
Hipótesis
de la complicidad y permisividad de las masas con el estado policial

Una explicación
de la pasividad es que precisamente el poder y omnipresencia del estado
policial han generado un profundo miedo, especialmente entre las personas con
obligaciones familiares, vulnerabilidad laboral y un grado de compromiso
moderado con las libertades democráticas. Este grupo de ciudadanos es
consciente de casos en los que el poder policial afectó a ciudadanos que
estaban involucrados en actividades de crítica, que perdieron sus empleos y
sufrieron otras pérdidas, y no están dispuestos a sacrificar su seguridad y el
bienestar de sus familias por lo que visualizan como una “causa perdida” -un
movimiento que carece de una base popular sólida y que tiene muy poco apoyo
institucional. Este sector solamente expresó su apoyo transitorio cuando la
protesta contra el rescate de Wall Street y el movimiento “Ocupar Wall Street”
contra el “1%” alcanzaron su pico. Pero cuando desde la presidencia se consumó
el rescate de los bancos y el estado policial aplastó al movimiento “Ocupar”,
el miedo y la cautela llevaron a muchos simpatizantes a retirarse tímidamente
de regreso a la pasividad.
La segunda
razón de la “permisividad” entre una parte sustancial del público se debe a que
este tiende a apoyar al estado policial, debido a su postura de aceptación de
la ideología antiterrorista y a un virulento racismo antiárabe y antiislámico,
alimentado en gran parte por los influyentes sectores generadores de opinión a
favor de Israel. El miedo y el desprecio de los musulmanes, cultivado por el
estado policial y los medios de comunicación masivos, fue un eje central del
mensaje de la etapa posterior al 11 de septiembre difundido por el Departamento
de Seguridad Nacional (Homeland Security -HS) y las guerras seriales de Israel
contra sus adversarios, incluyendo Irak, Líbano, Libia, ahora Siria, y los
planes contra Irán. El apoyo activo al estado policial alcanzó el punto más
alto durante los cinco años posteriores al 11 de septiembre y luego disminuyó
con la crisis económica generada por Wall St., el aumento del desempleo y los
fracasos de las políticas gubernamentales que incrementaron las preocupaciones
sobre el futuro económico del estado policial. Aún así, al menos un tercio del
electorado continúa apoyando al estado policial, independientemente de que lo
juzguen “correcto o equivocado”. Creen firmemente que el estado policial les
garantiza su “seguridad”, que los sospechosos, los detenidos y los que están
siendo vigilados “deben haber hecho algo ilegal”. Los partidarios más
fervorosos del estado policial se hallan entre los grupos antiinmigrantes que
defienden las redadas masivas, las deportaciones en masa y el incremento del
poder policial a expensas de las garantías constitucionales.
La tercera
razón posible para la permisividad frente al estado policial es la ignorancia:
millones de ciudadanos de EE.UU. no tienen una idea clara del tamaño, del
alcance ni de las actividades del estado policial. Su actitud práctica los
lleva a pensar que “si yo no fui afectado, no debe existir”. Imbuidos en la
vida cotidiana, ganándose la vida, disfrutando del tiempo libre, de los
entretenimientos, deportes, familia, vecindario y solamente preocupados por el
presupuesto familiar... Esta masa está tan imbuida en su micro-mundo personal
que considera a los temas macro-económicos y políticos -generados por el estado
policial- como “distantes”, fuera de su órbita de interés y de su experiencia.
“No tengo tiempo”, “No sé lo suficiente”, “Todo es ‘político’”... El extendido
apoliticismo del público estadounidense es un factor en la actitud de ignorar
al monstruo que creció en su seno.
Paradójicamente,
mientras que ha crecido la preocupación y el descontento pasivo con respecto a
la economía, han disminuido tanto el apoyo como la oposición al estado
policial. En otras palabras el estado policial florece mientras que el
descontento popular se enfoca cada vez más en las instituciones económicas
estatales y sociales. Muy pocos, casi ninguno, de los líderes políticos
contemporáneos educan a su electorado haciendo la conexión entre el avance del
estado policial, las guerras imperiales y Wall Street con los temas económicos
cotidianos que afectan a la ciudadanía. La fragmentación de los temas, la
separación de lo económico y lo político y el divorcio entre las preocupaciones
políticas y las individuales, permiten que el estado policial permanezca
“arriba y por encima” de la conciencia popular, de sus preocupaciones y actividades.
El miedo
propagado desde el estado, que bate los tambores de la guerra a favor del
estado policial es amplificado y popularizado por los medios comerciales
diariamente, mediante las “noticias” de propaganda, los programas de detectives
“antiterroristas”, varias décadas de cine de Hollywood antiárabe, películas con
fobias hacia todo lo que sea musulmán. Ha tenido mucho éxito la manera en la
que los medios de comunicación masivos representan las violaciones de los
derechos democráticos cometidas por el estado policial: son normales y
necesarias en un medio infiltrado por terroristas musulmanes, en el que los
“liberales” irresponsables (defensores del debido proceso y de los Derechos del
Hombre) son una amenaza para la seguridad nacional.
Ideológicamente,
el estado policial se asienta sobre la base de que la mayoría silenciosa
identifique los poderes policiales con la “seguridad nacional”, aun cuando esto
cree una profunda inseguridad en una minoría activa y crítica. La
identificación beneficiosa de la “nación” y la “bandera” con el aparato del
estado policial es especialmente notoria durante los espectáculos masivos, en
los que el rock y los deportes mezclan el entretenimiento de masas con solemnes
juramentos de respeto al estado policial con llamativas mujeres jóvenes cantan
do el himno nacional con gran histrionismo ante estruendosos aplausos. Los
“guerreros” heridos y los soldados rígidos en sus uniformes de gala hacen la
venia de saludo a enormes banderas, mientras que se difunde el mensaje de que el
estado policial complementa internamente la labor de nuestros “hombres y
mujeres en uniforme” en el exterior. El estado policial es presentado como una
extensión patriótica de las guerras externas, y como tal, exige una restricción
“necesaria” de la oposición, de la crítica y de cualquier defensa del derecho a
la libertad por parte de los ciudadanos.
Conclusión:
¿Qué hacer?
El avance del
estado policial se ha beneficiado enormemente con la falsa despolitización
bipartidaria de la legislación represiva, y con la fragmentación entre las
luchas socio-económicas y el disenso democrático. Los movimientos contra la
guerra de principios de la década del 90 y del 2001-2003 fueron desgastados
(vendidos) por la deserción de los líderes que se pusieron al servicio de la
maquinaria del Partido Demócrata y de la agenda electoral. El masivo movimiento
de los inmigrantes fue copado por los oportunistas méxico-americanos del
Partido Demócrata liderado por el Presidente Obama, quien incrementó la
represión del estado policial contra los inmigrantes, deportando a millones de
trabajadores latinos y sus familias.
La experiencia
histórica nos enseña que un lucha exitosa contra un estado policial emergente
depende de la unión entre las luchas socio-económicas que representen a los
ciudadanos masivamente y los movimientos democráticos, pro -derechos civiles de
las clases medias. La profundización de la crisis económica, los recortes
salvajes en las condiciones de vida y de trabajo y la lucha para salvar los
programas sociales “sagrados” (Seguro Social y Medicare) tienen que estar
ligada a la expansión del estado policial. Un movimiento masivo por la justicia
social, que una a los miles de activistas de Wall Street, los millones pro
-Medicare, Seguro Social y Medicaid con los cientos de miles de trabajadores
inmigrantes se enfrentará inevitablemente con el inflado estado policial. La
libertad es esencial en la lucha por la justicia social y la lucha masiva por
la justicia social e s lo único que hará retroceder al estado policial.
La esperanza
está depositada en que el sufrimiento económico de las masas prenda la chispa
de la actividad, la que a su vez, despierte la conciencia sobre el peligroso
crecimiento del estado policial. Un entendimiento masivo de esta conexión será
esencial para cualquier avance del movimiento por la democracia y el bienestar
popular en EE.UU. y por la paz en el exterior.
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