Las casetas del populoso mercado Mutualista en Santa Cruz comenzaron a quemarse la noche de ayer domingo, justamente al día siguiente de que los gremialistas anunciaron que no acatarán el anunciado paro de 48 horas decidido por la Gobernación y el Comité Cívico cruceños, a la cabeza de otras instituciones totalmente controladas por la derecha, como la Universidad Gabriel René Moreno. Aunque se desconocen las causas que originaron este desastre, llamó enormemente la atención que los pocos hidrantes de la zona no tenían agua, por lo que el fuego que inició en algunos puestos pudo extenderse rápidamente. Vanos fueron los esfuerzos de los comerciantes, que trataron de recuperar la mercadería que tenían en sus kioscos, arriesgando sus vidas. Con la llegada de los bomberos y colaboración de los mismos comerciantes se combatió el siniestro; luego, cuando arribó al lugar Luis Fernando Camacho, fue recibido con mucha hostilidad porque varios comerciantes abiertamente lo acusaron de estar detrás...
Por: Gastón Nuñez
El 17 de julio de 1980, se registró uno de los golpes más cruentos de
nuestra historia, estuvo encabezado por Luis García Meza y la Junta de
Comandantes con el objetivo asesinar a Marcelo Quiroga Santa Cruz, líder del
Partido Socialista Uno (PS-1).
Relatan que “Marcelo Quiroga Santa Cruz aún con vida fue arrastrado por los
paramilitares e introducido en una ambulancia, los otros, Juan Lechín, Simón
Reyes, Wálter Vásquez Michel y Noel Vásquez, con las manos en la nuca, fueron
subidos en dos ambulancias bien custodiadas y conducidos al Estado Mayor
General de Miraflores”. En ese cruento asalto a la sede de los trabajadores
también caen el dirigente minero Gualberto Vega Yapura y Carlos Flores
Bedregal.
Pasaron 33 años. Era el amanecer del 17 de julio de 1980, la presidenta
Lidia Gueiler es informada del alzamiento de una parte del Ejército, en la
ciudad de Trinidad, de inmediato Juan Lechín Oquendo, secretario ejecutivo de
la COB, convoca a una reunión de emergencia del Comité de Defensa de la
Democracia (CONADE).
Marcelo, el perfil del defensor de los recursos
naturales

Por esos años en el exilio en Argentina, Chile y México, se dedicó a la
docencia al producirse en Bolivia el golpe militar que derrocó a Luis Adolfo
Siles Salinas. Fue director invitado del Simposio sobre Poder Político en
América Latina organizado por el Congreso Centenario de Americanistas en La
Sorbona (París 1976), miembro fundador del Instituto de Economistas del Tercer
Mundo, miembro fundador del Seminario Permanente para América Latina (México
1976), delegado de América Latina para el análisis crítico de la Política
Hemisférica del Gobierno Norteamericano (Washington 1977), y delegado a la
Tribuna Internacional del Socialismo (Yugoslavia 1979).
Marcelo, el idealista
A sus 26 años publicó la novela “Los Deshabitados” y ganó el premio William
Faulkner, la mayor distinción internacional recibida por un escritor boliviano.
Así no tardó en cultivar la amistad de escritores de la talla de Pablo Neruda,
Juan Rulfo y Eduardo Galeano.
Luego entre el arte y sus reflexiones sociales ingresó en el periodismo.
Conmovido por los agitados días que sucedieron al declive del proceso
nacionalista empezó a escribir agudos y destacados ensayos. Corría 1964 y se
embarcó entonces en la publicación del diario El Sol.
Su principal obra, Los deshabitados (1957), fue un ejemplo de la
novela social más significativa de la literatura contemporánea boliviana. Tanto
la estructura fragmentaria de Los deshabitados como su carencia de una
trama perfectamente definida que opere como hilo conductor de los hechos
narrados ponen de manifiesto el sentido fundamental de esta gran novela: la
irremisible soledad a la que parece estar condenado el ser humano, y que se
hace aún más patente a través de los encuentros y las conversaciones que dichos
personajes mantienen entre ellos.
Durante el exilio Quiroga Santa Cruz se convirtió en una figura de renombre
continental por sus denuncias contra las dictaduras y a la influencia de EEUU.
Tuvo incesantes participaciones en foros internacionales, incluso en el propio
Senado estadounidense. Allí señaló al gobierno de Jimmy Carter que “la mejor
forma de ayudar a Latinoamérica era dejar de intervenir en Latinoamérica”.
El final de la dictadura en 1978 abrió paso a la palestra más destacada de
Quiroga. Electo como diputado, junto a cinco otros socialistas, lanzó el más
célebre juicio de responsabilidades de la historia boliviana. Filmaciones,
fotografías, archivos internacionales, copias de los singulares “decretos
reservados” desnudaron uno de los regímenes en los que más delitos económicos,
políticos y de lesa humanidad se habían cometido.
En pleno asalto de la COB, el líder socialista fue trasladado malherido
hacia el Estado Mayor. En el camino sus captores iniciaron vejámenes e
incipientes torturas. Poco después, resultaron llamativos los gestos de
sorpresa con los que el virtual ministro de Gobierno, Luis Arce Gómez, recibió
los cuerpos de Quiroga y Flores. Pareció a más de un testigo que el jefe
militar no sabía que el operativo derivaría en sus manos.
La ráfaga que el 17 de julio de 1980 termina con la vida de Marcelo, se extiende
hasta nuestros días y aún mantiene al pueblo boliviano acribillado por tan
devastadora ausencia.
Irónicamente, en junio de 2002 y pese a la oposición de la familia, los
militares recibieron la distinción “Marcelo Quiroga Santa Cruz” de parte del
Congreso. Mientras, su proverbial reclamo de justicia fue lo menos homenajeado.
Tres de los implicados en los hechos de la COB murieron en situaciones
confusas, por decir lo menos.
Los que fueron identificados como responsables inmediatos andan libres. Dos
de ellos, los ex militares Felipe Molina y Franz Pizarro, fueron custodios de
Banzer durante la dictadura. Ambos reconocieron ante los jueces su
participación en los hechos. El nombre del ejecutor nunca fue revelado, pese a
haberse sabido que fue fruto de un sorteo entre uniformados.
El autor es comunicador, conductor del programa radial
“Memorias de Nuestra América”
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