Las casetas del populoso mercado Mutualista en Santa Cruz comenzaron a quemarse la noche de ayer domingo, justamente al día siguiente de que los gremialistas anunciaron que no acatarán el anunciado paro de 48 horas decidido por la Gobernación y el Comité Cívico cruceños, a la cabeza de otras instituciones totalmente controladas por la derecha, como la Universidad Gabriel René Moreno. Aunque se desconocen las causas que originaron este desastre, llamó enormemente la atención que los pocos hidrantes de la zona no tenían agua, por lo que el fuego que inició en algunos puestos pudo extenderse rápidamente. Vanos fueron los esfuerzos de los comerciantes, que trataron de recuperar la mercadería que tenían en sus kioscos, arriesgando sus vidas. Con la llegada de los bomberos y colaboración de los mismos comerciantes se combatió el siniestro; luego, cuando arribó al lugar Luis Fernando Camacho, fue recibido con mucha hostilidad porque varios comerciantes abiertamente lo acusaron de estar detrás...
Por: Juan Carlos Pinto Quintanilla
¿Sabía usted que las cárceles bolivianas
son las menos violentas de todo el continente y quizás del mundo?, ¿Que las
tasas de reincidencia de los que vuelven a cometer delitos luego de lograr su
libertad es también la menor en América Latina?, ¿Que las cárceles de Bolivia
tienen una organización propia de presos y presas que son elegidos
periódicamente a través del voto o de la aclamación?,¿Que, a pesar de las
condiciones miserables de vida a las que el Estado ha condenado a estas
personas, ellas han logrado sobrevivir organizadamente?,¿Que más del 75% se
encuentran meses y años en calidad de preventivos sin sentencia, mientras dura
el juicio que quizás los declare inocentes?
¿Que, a pesar de los cambios en la
legislación penal, los abogados, jueces y fiscales viven del alargamiento
penal, la chicanería y la coima institucionalizada y por tanto no quieren que
cambie la forma en que el sistema penitenciario funciona?,¿Que la política
penal no ha cambiado a pesar de los años y los gobiernos y esgrimen el mismo
argumento de culpar a los propios presos por las condiciones en que viven, y
por todos los males de la sociedad, mientras los poderosos de siempre que
lucraron con el país fugan con los capitales, y las autoridades judiciales
hacen fortunas con el retardo de justicia a costa del sufrimiento de miles de
pres@s y miles de familias que viven bajo la sombra de la cárcel?... Lo
sabía????...
Entonces, tal vez tampoco sabe que
existen cientos de familias que viven al interior de algunas cárceles del país
que a pesar de vivir en condiciones paupérrimas, se mantienen juntas y pueden
salir adelante gracias al trabajo familiar pero sobre todo porque afectivamente
existe una razón importante para pensar en una vida después de la cárcel. Este
no es un mero detalle, es una diferencia fundamental respecto a la cárcel
clásica que lo único que ha creado históricamente son “seres humanos rotos”
destruidos, sin familia, sin relaciones y que optan por su autodestrucción y la
reincidencia cuando salen frente a una sociedad que no sólo los penalizó entre
muros sino también quitándoles las razones de vivir.
Por eso las tasas de reincidencia en
países como Estados Unidos o Rusia bordean el 90%; o bien más cerca con Chile
en el 75% o Perú o Argentina que bordean los mismos porcentajes, mientras en
Bolivia no llega al 30%; la razón fundamental está en el afecto familiar y la
organización propia de l@s pres@s. En Bolivia gracias a las ausencias
estatales, los pres@s se organizaron como comunidades o sindicatos internos que
provenían de la experiencia de vida de los más pobres que son los que sistémicamente
caen en las cárceles. Pero no sólo eso sino que estos, los más pobres
encarcelados, demandaron organizadamente poder tener a sus familias cerca para
no perderse y no perder su relación con la vida; así recuperaron las
posibilidades de seguir viviendo con sentido.
Por eso existen niños en las cárceles de
Bolivia, no por la “maldad” de los presos que se encierran con sus hijos para
hacerlos sufrir; sino por el contrario para darles lo único que nadie les podrá
dar: afecto y protección, familia y sentido de vida a pesar del dolor. El
Estado por su parte volcando los ojos para otra parte, permitió este ingreso
por comodidad ya que con familias los recintos son menos conflictivos y existe
mejores condiciones de seguridad. Sin embargo ningún gobierno mejoró las
condiciones de vida de los presos y sus familias, todavía más, el uso
indiscriminado de la cárcel como recurso penal generó un mayor hacinamiento
dificultando la convivencia por las consecuencias que devienen de la falta de
espacio, alimentación precaria y escasa, enfermedades y condiciones poco
salubres a los que debemos coronar con la connotada retardación de justicia que
viene acompañada de corrupción y de injusticia institucionalizada.
Los niños son el mayor patrimonio de
quien nadie tiene, y así los presos devienen en los mejores padres en el
encierro, porque entienden lo que la familia vale y significa para la vida.
Salvo contadas excepciones, señaladas por los mismos presos, la relación
siempre ha sido mejor que afuera cuando el padre ausente era la constante en
hogares marcados por la miseria y el abandono, como lo son los de los barrios
marginales de nuestras ciudades. Por tanto es una hipocresía hablar de las
condiciones en las que los niños de la cárcel viven cuando antes ni ahora, gran
parte del estado o las instituciones no se preocupan por el hacinamiento y la
miseria de los barrios pobres. Tampoco es la de pretender, basados en un
discurso “humanitario”, sacar a los niñ@s a los hogares que desperdigados en
las ciudades, en su gran mayoría han producido delincuencia juvenil además del
abuso sexual del que han sido objeto algunos menores, consecuencias en gran
parte de la ausencia de un referente familiar necesario para el desarrollo
psicológico y afectivo del ser humano.
En contraparte, los presos nos ofrecen
algunas lecciones de vida. En varias cárceles se han creado los centros de
padres, que establecen reglas para tener el derecho a tener familia e hijos en
el recinto. En San Sebastián de Cochabamba, el centro de padres podía retirar
ese derecho a los padres irresponsables que maltrataban a su familia o no
velaban por ella. Los mismos padres generan actividades de apoyo escolar por
turnos, e incluso algunas instituciones e iglesias apoyaron ese papel como
complemento familiar para el apoyo psicológico y el rendimiento en la escuela.
Por esas condiciones que emanan de la
realidad y de la forma en que somos como país, y en la que el Estado se
ausentó, es que la comunidad tiene tanta fuerza organizada y tiene su núcleo
central en la familia. El actual Reglamento de la LEP establece claramente esta
realidad para proponer su institucionalización en el marco de un mayor apoyo
del Estado para mejorar las condiciones de vida de quienes están
circunstancialmente bajo su tutela, no para ser objetos de violencia vengativa
por los delitos cometidos, sino para entender socialmente que los errores
pueden ser enmendados con una fuerte dosis de afecto familiar y de
responsabilidad social sobre los demás, la sociedad de la que somos parte
tod@s.
Ante tanta ignorancia de quienes escriben
sobre el tema o como autoridades que proclaman la necesidad de tener “cárceles
como deben ser” está la realidad y la necesidad afectiva de quienes como seres
humanos quieren seguir siendo tales con sus familias. No estamos abogando
porque los que están presos no hubieran cometido delitos u errores en la
convivencia, algunos muy graves, sino que el castigo de la inhumanidad no es la
salida, y lo proclaman más de doscientos años de existencia de las cárceles en
el mundo que lo único que han generado es más odio, más violencia y más
delitos, así como el enriquecimiento de cada vez menos junto a la corrupción
generalizada de muchos.
Necesitamos una política penal que no
pretenda copiar los fracasos de los otros países, que hacen como que cuidan la
“seguridad ciudadana” con mayor represión, mientras los delitos se multiplican
y las cárceles se repletan, sin que la comunidad ciudadana sea partícipe de su
propia condición de vida. Que construya un sistema penal basado en la
reinserción social a través de la comunidad y la familia, no de mayor represión
y deterioro de las condiciones de vida; tampoco de la retardación de justicia
que es la sombra de la corrupción institucionalizada. En fin proponemos que el
proceso de cambio, llegue también a los más pobres entre los pobres, l@s pres@s
que en defensa de sus derechos, demandan una política penitenciaria que tome en
cuenta a sus familias, a sus hij@s y su derecho a tener una vida y un futuro, a
pesar de la cárcel.
El autor es Sociólogo,
escribe sobre temas penitenciarios
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