Las casetas del populoso mercado Mutualista en Santa Cruz comenzaron a quemarse la noche de ayer domingo, justamente al día siguiente de que los gremialistas anunciaron que no acatarán el anunciado paro de 48 horas decidido por la Gobernación y el Comité Cívico cruceños, a la cabeza de otras instituciones totalmente controladas por la derecha, como la Universidad Gabriel René Moreno. Aunque se desconocen las causas que originaron este desastre, llamó enormemente la atención que los pocos hidrantes de la zona no tenían agua, por lo que el fuego que inició en algunos puestos pudo extenderse rápidamente. Vanos fueron los esfuerzos de los comerciantes, que trataron de recuperar la mercadería que tenían en sus kioscos, arriesgando sus vidas. Con la llegada de los bomberos y colaboración de los mismos comerciantes se combatió el siniestro; luego, cuando arribó al lugar Luis Fernando Camacho, fue recibido con mucha hostilidad porque varios comerciantes abiertamente lo acusaron de estar detrás...
El largo feriado del 21 al 23 de junio más la noche-verbena de San Juan dejaron un saldo de 25 muertos. De haber muerto por algún conflicto político, habrían podido provocar la caída de un presidente. Pero todo fue más sencillo: una combinación de tráfico y fiestas en la vía pública.
El caso más grave fue el ocurrido en San Juan de Huancollo, la tarde del viernes 21. Un camión cisterna con 40.000 litros de alcohol de quemar colisionó con un micro. Se había creado una trancadera por unos alegres bailarines, que minutos antes habían ocupado la importante carretera internacional al Perú, entre Guaqui y Desaguadero. Un video muestra que el Alcalde de Desaguadero presidía la fiesta, y que había al menos un policía entre los danzantes y el tráfico lento. Pero en el momento de la colisión ya no estaban en la carretera. Martes y viernes son, además, los días de mayor densidad de tránsito por la concurrida feria internacional en Desaguadero a ambos lados de la frontera.
La colisión rajó la cisterna, su alcohol, fácilmente inflamable, se empezó a desparramar, saltó alguna chispa y, en cuestión de pocos minutos, se provocó un incendio dantesco, dejando quemados y retorcidos nueve vehículos; 11 muertos achicharrados, muchos irreconocibles, y decenas de heridos por quemaduras. Ocurrió dos noches antes de la velada de San Juan, la de esas otras fogatas que las alcaldías urbanas buscan controlar, con cierto éxito.
El 22 de febrero de 2007 ya había ocurrido algo semejante en Huancarani, al sur de Oruro, cuando un bus con 54 pasajeros tropezó con un grupo de bailarines en plena carretera por la Kacharpaya o despedida de Carnaval. El saldo fueron 14 muertos y seis heridos.
Muchos de nosotros hemos tenido que avanzar lentamente y combinar nuestro contratiempo y nuestra curiosidad y gozo al observar el espectáculo. En La Paz y El Alto la ocupación de avenidas es cotidiana y multifacética en las carreteras y va más ligada a ciertas festividades.
No es éste el lugar para deslindar responsabilidades por ese accidente concreto. Pero quiero llamar la atención sobre esa típica práctica cultural nacional generalizada. La gente se apodera de vías públicas, tanto urbanas como rurales, incluidas concurridas carreteras locales e internacionales, para cualquier tipo de manifestación: danzas y festivales religiosos y culturales, desfiles cívicos o militares, marchas políticas y bloqueos aguerridos, carreras de carros o bicicletas, puestos callejeros de venta e incluso mercados semanales... Importantes avenidas urbanas y carreteras rurales pasan a ser, de esta forma, no sólo espacios para tránsito rodado, a veces de alta velocidad, sino también el espacio público privilegiado para ese vasto espectro de manifestaciones públicas.
La encuesta que cada semana lanza Erbol sobre algún tema de actualidad está dedicada esta vez a sondear la opinión sobre si debe prohibirse la ocupación de carreteras internacionales e interdepartamentales para bailes religiosos. Al delimitar así la consulta, es fácil prever los resultados. Yo soy el primero que exigiría previsión y buen control desde las autoridades locales y de tránsito, como condición previa a cualquier ocupación festiva de esas vías internacionales. Pero el asunto, me parece, es mucho más amplio y debe ser también afrontado de una manera global.
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