Las casetas del populoso mercado Mutualista en Santa Cruz comenzaron a quemarse la noche de ayer domingo, justamente al día siguiente de que los gremialistas anunciaron que no acatarán el anunciado paro de 48 horas decidido por la Gobernación y el Comité Cívico cruceños, a la cabeza de otras instituciones totalmente controladas por la derecha, como la Universidad Gabriel René Moreno. Aunque se desconocen las causas que originaron este desastre, llamó enormemente la atención que los pocos hidrantes de la zona no tenían agua, por lo que el fuego que inició en algunos puestos pudo extenderse rápidamente. Vanos fueron los esfuerzos de los comerciantes, que trataron de recuperar la mercadería que tenían en sus kioscos, arriesgando sus vidas. Con la llegada de los bomberos y colaboración de los mismos comerciantes se combatió el siniestro; luego, cuando arribó al lugar Luis Fernando Camacho, fue recibido con mucha hostilidad porque varios comerciantes abiertamente lo acusaron de estar detrás...
La pasada semana se celebró en Tiquipaya la tercera
Cumbre Continental de Comunicación Indígena. En sus dos primeras versiones
(sobre todo en la de Cauca) se trataba de cumbres autoconvocadas por las
propias organizaciones indígenas dedicadas a la comunicación; sin embargo, en
esta última fue el Ministerio de Comunicación del Gobierno boliviano el que
asumió la organización y control de la cumbre. El resultado fue una protesta
vehemente de varias organizaciones de otros países: algunas se fueron antes de la
conclusión de la cumbre y otras se quedaron hasta el final, pero expresaron su
decepción. La respuesta oficial era que hay que entender que Bolivia es
diferente, vale decir que por tener ya un gobierno indígena no puede haber
espacio para debatir diferentes posiciones o criterios, sino que había que
aprovechar ese encuentro —con la presencia de más de mil personas de 20 países—
para aprender del mencionado gobierno…
¿Para aprender qué? Organización, por supuesto que
no, la Cumbre fue un modelo de desorganización. La primera noche (el martes 15)
hubo que esperar una hora y media que llegara el Presidente (que empezó
diciendo que él no pensaba llegar pero que lo obligaron). El miércoles sólo
hubo dos charlas, todo el resto del tiempo se perdió (resulta que los delegados
del Pacto de Unidad se habían ido a La Paz a un acto para la reelección de Evo,
qué interesante lección). El jueves por la mañana funcionaron las mesas de
trabajo (cuyos coordinadores llegaron tardísimo), todas ellas cooptadas por el
Gobierno.
La plenaria de la tarde fue otro espectáculo de
desorganización (durante 40 minutos estuvo el Canciller solito, leyendo en la
testera) y se tuvo que improvisar discursos. El viernes hubo, por la mañana,
una confrontación con los descontentos/as de otros países y por la tarde se
suspendió toda actividad hasta la noche cultural. El sábado tampoco pasó nada,
salvo el discurso vacío del dirigente Lucio Ayala (de la CIDOB), que por lo
visto está acusado de violación (y, sin embargo, tenía un sitio en la testera…).
Por lo demás, se atendió a los y las visitantes del
resto de la Abya Yala de la manera más descortés, en lamentables condiciones de
alojamiento —la comida fue lo único aceptable del encuentro—, llegando al
extremo de tener que dormir un montón de gente en una especie de aula o galpón
sin camas, tendidos en el suelo varones y mujeres, y llegando a darse un
intento de violación a cuatro mujeres por parte de un participante
descontrolado (que por la oportuna intervención de Julieta Paredes no pudo
lograr nada y fue detenido).
Todo esto además en una universidad privada a la
que es seguro que tuvieron que pagar. ¿Será cierto que el presupuesto daba para
hacer las cosas mucho mejor pero que alguien se beneficia de la plata no
gastada y, por tanto, del mal trato a nuestros/as huéspedes? Algún día se sabrá
(y probablemente esos datos entrarán a formar parte del cártel de la mentira…).
El descontento reinante se expresó también en la
conformación de una mesa paralela que planteaba que la Cumbre no era un evento
del Estado boliviano sino de los movimientos indígenas del continente y
rechazaba el hecho de que a heroicos/as dirigentes de otros países se los/as
acusara de agentes del imperio por no estar de acuerdo con la forma de proceder
del Gobierno boliviano… Y resulta interesante que quienes participaban en esta
mesa tampoco se dejaron manipular por la propuesta sectaria del ecuatoriano
Pérez Guartacábel, que quería desconocer la Cumbre.
Compañeros y compañeras del Gobierno, ¿no creen que
no es esta la manera de comunicarnos y de compartir experiencias con
delegaciones de otros países que llegan a Bolivia con las mejores expectativas
y luego se tienen que ir decepcionados? Y no se trata de criticar por gana de
criticar, porque con la misma convicción aplaudimos el encuentro de Unasur, que
se celebró simultáneamente en La Paz, organizado por el Ministerio de Culturas,
para preparar un Atlas de la Diversidad Cultural de América del Sur, y que fue
excelente, y dejó muy contentos/as a nuestros/as visitantes, que se sintieron
sujetos y no espectadores del evento... ¿Por qué no aprendemos?
El autor es miembro del
Colectivo Urbano por el Cambio (CUECA) de Cochabamba
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